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Perfiles Psicológicos (Despedida de año en la oficina y con el abogado)

Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 62

“Si quieres ser Matusalén
vigila tu colesterol
si tu película es vivir cien años,
no lo hagas nunca sin condón…”


Pastillas para no soñar

Joaquín Sabina




- Su nombre es…

- ¿Qué haces? – me gritó mi conciencia, que estaba conmigo frente al espejo.

- Soy una idiota.

- Sí, lo eres, dijiste que solo escribirías su nombre si llegabas a enamorarte.

- Lo siento.

Primero lo primero, hago un resumen del último día antes de Navidad en que asistí a la oficina. Evangeline y yo vimos como los Bee Gees eran separados (la esquinita de atrás), a Vinicio lo castigaron y lo mandaron a las duchas frías, es decir, tuvo que tomar sus cosas y sentarse en otro lado para que Sandra y Nicolás pudieran botar algo de estrés que les generan ciertas compañías, algún santo le avisó a Enrique que aquello iba a pasar y ese día no llegó, trabajó desde la casa. Dios en su eterna misericordia había enviado un rayo de luz y sabiduría, Vinicio era la fruta que podría aquel Jardín del Edén.

Isabel y Romeo volvieron luego de dos semanas fuera del país. Se celebraron los cumpleaños de noviembre y diciembre, jugamos bingo, el compañero que tan divinamente se había transformado en aquél ancianito que bailó bolero en Halloween sirvió como cantante de los números y varios nos fuimos con algún premio, Paolo tuvo que atender varias cosas por lo que me dejó su cartón para que se lo jugara y al final ganó, ¡claro! Su cartón estaba siendo jugado por unas manos puras y sin pecado original como las mías. La foto de cumpleañeros me vio quedar en medio de cinco hombres, ni en mis mejores sueños me habría pasado eso, qué envidia tuvo que sentir Sandra.

Ese día al marcharme, mientras llegaba al primer piso me alcanzó Romeo, ese muchacho regresó de Uruguay con una sonrisa fortalecida.

- Qué dicha que la alcancé.

- ¿Por qué?

- Iba a darle esto y me pensé “yo puedo alcanzarla”

Eran dos chocolates, aún quedan caballeros en este mundo, no como Tadeo que cuando pedí el premio de Paolo me recriminó que él se lo entregaba porque dudaba de mi honestidad… así tal cual me lo expresó, ahora veo que la maldad viene en frascos pequeños.

Esa noche se me ocurrió poner en los estados de Whatsapp aquella fotografía rodeada de hombres y cerca de las nueve me ingresó un mensaje “me voy a poner celoso, usted con tantos hombres”, ¡qué tonto!, seguramente lo llamé con el pensamiento, yo lo hacía en alguna cena con su esposa e hijos, pero no, ahí estaba mi querido abogado haciéndose presente, había un día que quedaba a pedir de bocas para vernos, el jueves de la semana siguiente, porque ese día la oficina cerraba temprano, yo había pedido libre lunes y martes, así que ese jueves debía presentarme a laborar y a la salida me quedaba de perlas verme con él, corrección, nos quedaba de perlas a ambos. No sé por qué, pero en mis sueños volví a tener un avistamiento de sirenas, patrullas, ambulancias, ecos que no descubro de dónde provienen, cuerpos que flotan en medio de la nada, es como si algo quisiera arrastrarme, como si me anunciaran algo que yo simplemente desconozco.



26 de diciembre.

- Le tengo malas noticias – así me recibió Tadeo aquella mañana del día después de Navidad.

- ¿Qué pasa?

- Adivine a quién cambiaron de torre.

- Aliviáneme el apuro, ¿a quién?

- Al recepcionista de la planta baja.

- ¿Por qué? – ese moreno era lo más lindo que tenía el edificio.

- Nos lo dijo cuando nos despedimos la semana anterior, lo cambiaron a la Torre Médica – edificio que está frente al nuestro.

Así comenzábamos aquel día, con tan nefastas noticias. La oficina parecía un cementerio, Catalina estaba sola en su isla, lo mismo que yo, Regina en su oficina, no llegábamos a diez las almas que nos encontrábamos en ese sitio. Este día llegué con mi nuevo look, ahora soy una chica con lentes, lo que sirve para redefinir mi rostro, porque las personas nos acostumbramos tanto a la imagen de quienes conocemos, que cuando lucen algo distinto, nuestra mente tarda en relacionarlo, por eso aunque parezca estúpido Clark Kent no es descubierto por quienes lo conocen, nadie imagina que aquel tipo con lentes y esa manera de ser pueda transformarse en Superman, así de increíble es la mente humana.

- ¿Qué hace aquí? – me dijo Catalina.

- Pues, aquí estoy, vine a trabajar – y acomodé mis cosas en el escritorio.

A Regina solamente la vi cuando llegó a saludarme y cuando se despidió.

- Ocupo ver su ID badge.

- ¿Para qué?

- Porque ocupo personalizarlo – y yo de idiota creí que iba a decorarlo con colores, rosado, lila, que le pondría algún diseño lindo, pero no, Tadeo hablaba de ponerle mi nombre y número telefónico. Pude por un momento imaginar que se me perdía y un grupo de hombres que fantaseaban conmigo al verme caminar por aquellos edificios, comenzaban a llamar para invitarme a salir… quizás exagero.

Esta semana de Navidad y la próxima que será Año Nuevo, la oficina cuenta con un horario especial de seis de la mañana a dos de la tarde, por lo que la cita que tenía con el abogado quedaba perfecta, la verdad es que era demasiado temprano para ir a casa y encerrarme en aquellas cuatro paredes.

2:40 p.m.

Sitio: Hotel Latino, trescientos metros Norte y cincuenta metros Este del Parque Central de San José. Hora: cerca de las dos y cuarenta de la tarde. Precio: veinte dólares la habitación.

Aquella abertura a medio lado que tenía mi falda le permitía al abogado meter su mano y andar mi pierna con total libertad (o las dos, si eso deseaba) mientras que nos besábamos recostados a la puerta de esa habitación (después me percaté de que no estaba bien cerrada), un sitio bien iluminado, con dos mesitas de noche, lámpara de pared, una cama con dos almohadas, sábana celeste, un sillón rojo algo maltrecho ya por el paso de los tiempos, televisor, ducha con agua fría (si tenía agua caliente, nunca funcionó) y una alfombra verde que estoy segura de que tuvo mejores épocas.

Yo le sostenía la cara con mis manos mientras que nuestros labios se enredaban en una telaraña de besos y mordiscos, a mí me tenía sujeta por la cintura. A él le encanta besarme los pechos y yo no tuve mayor problema en levantar mis brazos para que me despojara de mi blusa blanca como mi alma y abrir el brasier para que aquel hombre se satisficiera conmigo como si fuera el pequeño Apolo amamantándose en los brazos de la Diosa Leto dando un paseo por los jardines del Olimpo; y pensar que hay mujeres a las que no les excita en lo más mínimo que las besen allí, a mí me encanta que lo hagan.

Entonces volví a tomar su rostro entre mis manos mientras nos acariciábamos, me dio un beso y yo por impulso femenino lo abracé, al sentir su lengua en mi cuello le arañé un poco la espalda y lo hice dar unos cuantos pasos hacia atrás hasta que pudo sentir el colchón y caímos acostados sin soltarnos, yo encima de él. Empecé a desabotonar su camisa, él jugaba con mis pechos y comenzaba a zafar mi falda, yo bajé besándolo desde su barbilla, pasé por sus orejas, su cuello envuelto en una ligera barba de cuatro o cinco días, bajé hasta su ombligo, entonces me levanté un poco, extendí sus brazos hasta dejarlo en posición de crucifixión y lo fui recorriendo con mis manos. Abrí su pantalón, el hombre estaba con los ojos cerrados y yo hice lo que cualquiera hubiera hecho en mi lugar, comerlo. Poquito a poco fui dándome vuelta hasta que mis piernas quedaron sobre su cara, corrió mi tanga e hizo lo mismo que yo hacía con él (habemus adulterium).

Así estuvimos un par de minutos, hasta que quiso cambiar de posición y entonces me acosté boca abajo, levantó mi trasero, me sujetó por las piernas y me hizo suya o yo lo hice mío, como se quiera ver, el orden de los factores no altera el producto, yo solo recuerdo de esto la sesión de nalgadas cual si fuera un rodeo. Se detenía para besarme y rodearme con sus brazos, luego volvía a la faena y volvía a besarme, la excusa perfecta que usan los hombres cuando quieren rendir un poco más, pero cambiamos de postura, nos acostamos de medio lado para que la fricción le ayudara a él con su problema de tiempo y qué más daba, yo sentía más placer así, recostada sobre mi costado con él a mis espaldas besándome.

La otra técnica que utilizan los hombres para tardar un poco más, aparte de detenerse para besar, es detenerse y tocar a la mujer, eso les ayuda (no en todos los casos) a que su general vuelva a ser un simple soldado raso por un pequeño espacio de tiempo, pero yo ya estaba por terminar y que él hiciera eso solamente aceleraba el proceso, así que en un lenguaje de señas lo insté a que continuara con aquello que habíamos iniciado, volvió a entrar y esta vez estuvo así hasta que ambos terminamos. Estábamos abrazados, besándonos, nos reíamos, yo apretaba mis labios y luego lo besaba, ese era el regalo de Navidad que ambos ocupábamos, sería la última vez que nos viéramos por este año, hasta que nuestras agendas vuelvan a coincidir. El sexo es el único sitio donde todos blasfeman y nadie lo ve como indebido.
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