Ping pong, para pan pin pon

Hay regalos que nos gustan porque son extraños;
En el día de mi santo recibí un ping pong,
la escalera de la casa le ofreció peldaños,
y jugaron como niños "para pan pin pon".

Sus colores tan brillantes de satín y escarcha,
los copiaron de la luna para aquel ping pong
y la luz de la mañana con la noche en marcha,
se la dieron completita "para pan pin pon".

A la escuela lo llevé para mostrar sus saltos,
mis amigos se encantaron con aquel ping pong,
daba brincos bajiticos, daba brincos altos,
pero todos de colores "para pan pin pon".

Cada salto es una nota que se lanza al viento,
y aprendí ya muchos cantos con aquel ping pong,
y en la escuela y en la calle y en la casa siento,
que le quiero oír cantando "para pan pin pon".

Una noche que jugamos dio un tremendo salto,
y la luna con su brillo enamoró al ping pong,
se quedó en el firmamento en el lugar más alto,
y en el cielo es un lucero "para pan pin pon".​

 

Nuestra memoria se regala con los recuerdos infantiles. Hermoso el tuyo. Un saludo.

 

Esos recuerdos son los que muchas veces nos sacan de la rutina y nos poner a suspirar. Gracias mi Luz por pasar por estas letras. Saludos.

 

Queriendo crear quizás un poema que se quede en la memoria de una manera más rítmica, salió este. Y trajo a colación unos bellas bolas de ping pong que recibí hace algunos años y de las que solo quedó una. Al final también partió con rumbo al recuerdo. Gracias amigo y maestro Maramin por pasar a leer estas letras. Saludos cordiales.

 

cuanta ternura en tu poema, versos que saltan bajiticos en tu ping pong un placer leerte, saludos con cariño Paolo

 

que tierno y juguetón poema.me gustó.

 

Gracias mi bella Lorenha por venir a distraer un poco tus ojitos. Un honor tenerte por aquí. Saludos.

 

Gracias mi Edith. La idea es esa; gustar. Y me alegra lograr mi cometido. Un abrazote.