A medio leer

Me hubiera gustado aunque fuese por un instante,
que hubieras sabido leerme,
al punto de comprender el
algoritmo que creó
al personaje de esta historia.

Después de todo,
nos escriben y escribimos
de tantas formas,
que a los ojos de otros,
somos a veces, flor
y en ocasiones, piedra.

En ambos casos,
ni aunque quisiéramos,
podemos decidir
la lectura que harán de nosotros,
especialmente quiénes amamos
y nos piensan amados.

El amor es una cuestión de fe,
de cerrar los ojos y ver más allá,
de comprender al otro sin anotar sus fallas,
de dejarlo ser y en ocasiones,
de callar para no lastimar.

Y así vamos por ahí,
siendo un libro entre otros muchos,
esperando ser especial y que nos toque un
lector dispuesto a acompañar la historia.

¿No es ese acaso el deseo de todos?

Que un día nos escojan,
entre miles de libros,
como una suerte del destino.

El lector que se queda hasta el final,
se convierte en una especie
de co-protagonista de la historia.

Así pues, agarra el libro y subraya,
cambia, opina y hasta cierto punto,
modifica la historia...

Pero, en ambos casos,
ni el libro,
ni el lector,
permanecen intactos.

Hay historias de todo tipo,
las que nos enganchan y
las que ni cosquillas nos hacen.

De corazón, espero haber sido en tu vida,
como la primera...

Yo si creo en el amor real
y en las conspiraciones,
pues viento atrás,
me topé contigo.

Viento atrás,
aparecieron poemas,
cada rima, cada letra,
cada oración incompleta
y sin embargo,
cuánto afán,
aquella tarde de guerra declarada,
cuando dejaste de amarme.

Me hubiera gustado que por solo un instante,
hubieras visto profundo,
esta herida que sangra en silencio,
y la tapa el orgullo.

Siento ser esa rosa espinada
que insiste en necesitar un abrazo,
siento ser ese libro incomprensible
que dejaste a medio leer.

Me hubiera gustado que me leas,
que me abraces cinco minutos más,
que me tomes la mano,
que me enseñes cómo te gustaría que te amen,
me hubiera gustado aprenderte de memoria
y así no equivocarme nunca.

Hubiera bastado que me miraras,
que vieras mar adentro de mis ojos,
para entenderme...

Hubiera bastado con una palabra clara que ya no duela nunca...
hubiera bastado con una promesa de ir por un helado,
lo más pronto posible.

Hubiera bastado una tregua
de comprensión mutua...

Hubiera bastado un "te amo" explícito,
de ambos,
de esos que se sienten honestos,
de esos que nos devuelven la vida,
la inocencia y los sueños.

A estas alturas,
mis páginas se mueven con el viento,
mi historia pasa por un congelamiento.

¿Y ahora, qué hacemos?
La verdad no lo sé.

Pero lo cierto,
es que los libros,
no olvidan a su lector jamás,
y más cuando éstos los dejan,
esperando por siempre,
a medio leer.