Acudo al corazón.

Ajeno a la ignominia imperdonable

-que llega dando infamia al cristalino-

me esfuerzo por no hacerme el asesino

del ojo si me siento yo culpable.


Pendiente de no andarme razonable

-si viene la razón en son dañino-

persigo como todo peregrino

la senda del Camino indispensable.


Acudo al corazón si el pensamiento

me aturde racional y cartesiano

quitando su lugar al sentimiento…


A tanto, tanto estruendo cotidiano

que quiere darme grito y prendimiento

le opongo un canto libre y soberano.

 

Puro sentimiento y soneto espléndido, tal y como nos tienes acostumbrados. Disfruto cada verso, cada poema que escribes. Gracias por compartirlo

 

Muchísimas gracias, Babel, por tu compañía. Saludos.

 

A veces es conveniente cederle el timón al corazón. Bellísimo soneto, amigo ! Felicitaciones por este estupendo trabajo ! Un abrazo

 

Así es amigo Miguel. Hay veces que el corazón es el mejor timonel. Gracias por tu paso. Un abrazo.