1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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  1. Estoy vagamente despidiéndome

    entre pájaros desplegados como banderas

    que son sustento de otros tantos moribundos

    y escuetas esquelas, gigantes neutros.

    Estoy insistiendo en ello, tristezas corruptas,

    desánimos hostiles, donde hallo la palabra,

    volcán de cenizas luminosas. En las brasas,

    donde, de lejos, queda el recitar de un camino

    de rosas, busco la apetencia delirante de un amor

    sin espectro. Estoy francamente despidiéndome,

    levitando por zonas de sombra ausente, por lejanías

    confrontadas, por evidentes tomas de tierra, ingiriendo

    el líquido depurado, el humus decadente

    de las hojas y los suelos petrificados.

    Y se despiden de mí, los sueños y las clarividencias,

    los pájaros y las aves migradas, los cuerpos que ayer,

    decidieron ensamblarse en mí mismo.



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  2. Anclado, tierra abajo,

    sol disparado, como emplazado

    a temas oblicuos; esas tiernas

    avalanchas de nieve, con sus voces

    deterioradas, donde sueñan

    largos tediosos ritmos cualquiera.

    Sí, incrementando el sonido

    de los estanques, su murmullo de hoja

    seca, apaciguada en los estuarios.

    Ya tierra abajo, conforme a decreto

    de vida, sustituido por tantos, en longevidad

    de lágrimas, el llanto tan oportuno

    esa efímera repercusión de la caja torácica.

    Tórax, alrededor del ensueño, y lo que aprieta

    nervios y convulsiones. Ah, vida,

    espacio sustrato de energías deplorables.

    Sigo aquí, fijo en un punto inmóvil.

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  3. Tras los pantanos, se muestran

    los dientes, esas eternas banderas

    mortuorias. Las leves espumas,

    los blancos ajuares, quedan para luego.

    Intactos para el sueño de la elipse.

    Rosarios que gangrenan la ebullición

    del material celeste. Concretamente,

    me buscan, latidos de una resistencia,

    electricidad de un muerto que consume

    su vocación analfabeta. Los muermos,

    no me hablan, qué fastidio. Busco,

    no obstante, el secreto murmullo, sí

    que eclosione bajo los pavimentos

    y las secuoyas. Tan inmortales, etéreas,

    como fundaciones en los árboles cretinos.

    Tras los pantanos, órganos de dientes

    podridos, encías sanas, advertencias

    del príncipe enajenado-.



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  4. En soledad, sin ser isla,

    preñado de advertencias,

    con presagios de nubes,

    bajo espejos de relojes

    corrompidos. Sin ser islote.

    Tratando de averiguar

    el pez de las rosas ambarinas,

    sobre la voz de mutilados corales

    mi voz se hace una, sin secreto,

    unánime.

    Llanto de cabello deshojado

    donde excavo el cuerpo de mi amante,

    extrayendo el solo de trombón

    mineralizado en aire, salina.

    Buscando el plumón verde,

    la razón de los adioses, la tétrica

    venganza de los armarios empotrados.

    No puedo sino sonreír, con estos

    labios que perdieron su brillo, vejando

    el solsticio o el equinoccio moderado.

    Me gusta advertir de los espacios concretos,

    no de esas manos que me apaciguan

    ni de aquellas otras que me escarban como raíces

    los ojos secundarios, las córneas lánguidas.





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  5. Busco un amor definitivo.

    Que cure con heridas

    la cicatriz del recuerdo,

    la memoria del silencio.

    Busco un certero programa

    en la taquilla nunca restañada.

    Busco un olvido similar a límites,

    donde acostarme y dormitar

    bajo palios de ternura o lluvia.

    Y ese amor curará las lánguidas

    formas del recuerdo, su atroz

    designio, la fórmula rescatada

    del sonido.

    Busco entre estamentos y vestidores,

    un amor profundo; que acicale mis

    mejillas y anuncie en secreto mis pómulos.

    Recientemente descubro un muerto

    en mis palabras-.



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  6. No se presenta solo,

    ni autista, ni automático.

    Es un cuerpo sin duda,

    lleno de reversos y recovecos,

    de hirsutos cabellos.

    No viene solo, anegado

    de palomas, compungido de literaturas.

    Es un cuerpo, asomándose

    por la puerta, un asombroso

    epítome de todo un pueblo.

    Procede con tomates, de la huerta,

    horticultura recelosa

    que alienta las gesticulaciones

    mientras devora un mendrugo de pan.

    La vida se resuelve en tener cuerpo,

    aunque sea por instantes-.





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  7. En fin, comprar hay que comprar-

    comprar? Despilfarrar?-.

    Mas que no me toquen los cojones:

    yo elijo al menos lo que me como

    y lo que me leo. Y si no hay libros,

    devoro el oxígeno circundante-.





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  8. Esos que llevan los premios,

    debieran caérseles la nuca al suelo

    no por dárselas de generales

    sino por mentecatos que silencian

    las tropelías contra los pueblos.

    Me explico, de manera ilícita,

    mi sangre me llega al cráneo,

    por motivos estrictamente profesionales,

    y no dirijo una revista

    por exactamente los mismos argumentos.

    Esos que portan palmatorias e incensarios,

    patanes invertidos, deberían de dedicarse

    a glosar el ulular de los vientos

    de los aires que goza el pueblo.

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  9. Tan solo una palabra

    y esa frente que se alarga

    sensata, duramente.

    La austeridad del calor

    que apelmaza hasta el agua

    de la aljibe. Y el olor a

    putrefacción de todo lo existente.

    A orillas del río Duero, vivió

    un fauno y un epiléptico, donde

    viven ahora, una madre y un niño,

    junto a grandes cimientos de basuras

    y excrementos. No: nadie ha de mirarte

    a la cara, cuando caigan tus vecindades.

    Siquiera una rodilla cesará de prosternarse

    sobre los espacios inconcretos del aire.
  10. Calla! En tus iris

    hay musgo de mis sienes

    que cabalgan y, sin hacer ruido,

    se escuchan sonidos de metálica

    palanca. Escucha! Bajo los puentes

    inmensos, hay luminosos que fraguan

    imperios decadentes. No, es el suicidio

    de una sola hoja, el que incrementa

    la tasa de natalidad de los años estériles.

    Y en las avenidas abandonadas, se sumergen

    niños de perfume insalubre, raíces

    hondas del desasosiego interno.

    Respiras y te cansas, las órdenes

    de este mundo inédito: cabalgan

    bajo tu frente, un esplendor de torres

    infinitas y nefastas, una acumulación

    de espejos, que nos delata.





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  11. Sueñen los niños hipócritas

    con carnets deficientes de inteligencia,

    y se adviertan los náufragos en sus distancias

    equivalentes, que tú soñarás

    con lo que dios te niega.

    Busca en la palabra la tentación profanadora

    del aire, embalsama con tu licor de protesta,

    la décima parte de una lira ajusticiada en invierno.

    Que yo pronunciaré mis lisonjas adquiridas,

    las vetustas madres que abolieron todo un sistema.

    Sueñen y descansen los hijos terroríficos del hambre,

    que tú soñarás con lo que dios te negó en aquellos instantes.

    Musicalidad trivial, empecinamiento oscuro, sueño

    de reyes vírgenes, en destartalado templo; tu ignorancia

    supina maltrata el diccionario y cumple su enemistad.

    Palabra de niño hipócrita, de niño serpiente, que se acuesta

    a través de la tarde sin la leche materna.

    La noche funde el calor sobre tu cuerpo,

    en ese momento tu miserable aspecto, exhorta el triunfo

    visceral

    de la nada en su aposento, ya te lo dijeron, qué

    futuro; mas ibas, por aquel entonces, y emulabas rosas sangrantes.



    II-.



    Empalizadas rotas por el murmullo de la tarde

    contrarias costas debilitadas a su sumo sacerdote

    reinas de un día acostándose en su matriarcal cenote

    habitaban un mundo irreal de día de noche

    contenedoras de un depósito cósmico vital

    sueñan todavía los hijos del solsticio, primavera

    puesta en pie por ladrillos y usureros,

    mas te gusta la caricia intermitente de la nada,

    su fusil ametrallando puertas evanescentes,

    la consagración rebelde de una extinción invalidada,

    el sueño que acometen en detrimento cobardes y furcias

    de soslayo,

    la persiana bajada y el control automático de las emociones,

    ese fingimiento y ficción de los números cuando se saltan

    los muros de las bibliotecas, asaltando el cielo, con prevención

    incurable.

    Vuelve a tu puto reino, de escobas y ardientes tizones,

    rey de simétrica inseguridad, cómo duermen tus dientes

    de tiburón o rosácea carne entre ellos.

    Comandas el hálito calcáreo de la saliva impertinente

    accediendo del dolor su pestilente caos rojizo

    y esas marismas de absorción lenta y patética,

    donde se depositan los vellos púbicos de una marea

    indigente: mira, tu alma acariciada por susurros y no

    por palabras insaciables, actos tras la avenida.

    Cristo tiene discípulos, rojos membretes, apneas

    y un millón de juguetes para niños hipócritas

    que apenas saben mentir de verdad. Tu rosa saciada

    castiga los dientes en su territorio invernal, la lasciva

    carta emitida por los octogenarios apenas si recibió

    respuesta o contestación, el colmo de lo expresado por

    hilos de tiniebla. De las noches y playas, de lo lógico

    e inexacto, de lo tembloroso como confitura, y el sexo

    orinando sobre longevos sillones de cuero embrutecido.

    No alcanzan tus monedas, oh Judas tadeo, para admitir

    el saldo beneficioso, la contrariedad de tu talento ignorante

    de recibos y fraudes; es entonces que el dolor tiene nombre

    nombre de lagarto tullido omitiendo el suplicio del sol cenital,

    y en los labios, en las avenidas, todavía se calientan

    las bujías impenetrables.

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  12. Aquí en mi trono

    desbancado de los azules días vibrantes

    descabalgado de los vientos soporíferos

    azul es un diente entre los abrojos,

    donde nacen miles de feudos confiscados.

    Yo soy de las estelas de los vapores

    de aquellas manivelas hostiles y seguras,

    en que un diapasón optaba por las largas carreteras,

    negligentemente acaecido con su pie de nota inscrito.

    Y brillan todavía libélulas e insectos

    como manos que alcanzaran secretos disformes,

    como relámpagos divinos en la fortaleza oxidada.

    Y miro el rayo, su oblicua desesperación forzada,

    la mezcla de barro y odio que dispuso dios sobre la tierra

    calcárea. Miles de de brazos entronizados

    vomitan y dan al feudo su corazón desbocado.



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  13. Mientras me dejen

    la sola sílaba plural,

    universo en sistemática

    decadencia, ocurrencia

    del viento con su cruce

    matemático, injerto de raíces,

    sueños bajo macizos galaicos.

    Entonces veré la ausencia

    el paraíso desvanecido, lo ocurrido

    en segmentos de lluvia, donde

    los pájaros amanecen a pedradas.

    Cubos de agua que sangran desde

    los palacios sin hielo-.



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  14. Sólo espero una gota de lluvia

    no hay nada sembrado, todo se agosta

    en lo pleno del mediodía.

    Ofrezco cinturones, oferto músicas

    triviales, vulgares afroditas, francas.

    Sólo estoy esperando. Una gota

    de lluvia, agua, minerales en ebullición,

    lejos del sarcasmo, habita una opción

    todavía. A lo mejor no tengo nada más que

    decir, no hay nada que a mi alrededor exista.

    Sea real, convincente, sea lengua de fuego

    que serpentee por una tierra de asfalto.





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  15. Pero no piensas en el mañana.

    Piensas si acaso en el hoy, en el ahora,

    en la norma que convierte

    el tiempo en mesura de la noche

    convocada. Mañana es un mundo

    posiblemente inhabitable. Guerras,

    matanzas, luces de deflagraciones

    que alteran los telediarios. Acaso

    sea la noche, la que salva el mundo.

    Por eso te alejas de la luz, del día,

    y de sus tesoros ininterrumpidos,

    y eliges la noche para tu solaz.



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