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  1. Hasta cansarme el número es opaco

    exigente materia devenida en canto, proximidad

    los heraldos sustituyen a las avenidas en celo

    con altiva pasamanería de instintos acaudalados.

    Nunca quise ni pretendí un adjetivo más alto que otro

    en las habitaciones desamparadas por el óxido o pincel

    buscan todavía los caballos adormecidos por el viento

    ese tributo ornamental de cuellos largos como cisnes.

    Resuelvo las ecuaciones el ímpetu arraigado en el colorido

    pavor, hasta que, testigo de lo cruento, aferro los labios

    y como de su pastel insensible.

    Nunca miro de frente; es una fórmula de íntimo auxilio.

    Ya sé, cegaríais mis ojos con tal de que pudiese

    aniquilar sólo una de vuestra calcinadas fosas fraudulentas.

    Sí, sé también que una vena rota busca sus espacios conteniendo

    el aliento, y que los botes del agua perforan aún el manto de la nieve

    primaveral. Ya sé, acabaríais por mandarme como bisturí

    de vuestros bellos vellocinos, para alargar mis manos con guantes.

    ©
  2. Botes ruidosos,

    llenos de lluvia, agujereados,

    nos acompañaban en el pedregoso camino.

    Nuestras botas, someras, deslucidas, eran

    apenas el eco de una telaraña

    que protegía de la gélida arena,

    de las calles y las plazas que,

    sin iluminación, atravesábamos

    en un silencio espeso y reverencial.

    Sumidos en cavilaciones más o menos

    profundas, alternábamos pavimentos

    de gravilla, con el aroma de bosques profusos

    y cercanos. La tempestad de agua y viento

    que recorría la localidad, removía carteles,

    producía sonidos inquietantes, golpeaba

    nuestros cuerpos y los enfriaba con exactitud

    de reloj suizo. Éramos tan jóvenes, que apenas

    terminábamos estas tareas, nos lanzábamos a jugar

    y corretear por las calles, ignorando las repetidas

    advertencias con que solían amonestarnos los mayores.

    ©
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  3. Eslabones sueltos

    caen en mi frente,

    como torcidos núcleos

    elementales, como fuerzas

    dinámicas en lo hondo

    de lo ahijado, en ello,

    cenit de dedos infames,

    navego. En lo denso

    de lo ahogado profundamente,

    aumento, y alimento mis impulsos

    sepultados, en las carencias

    de los dedos y manos exigentes.

    Vierto mi semen, caricia sinuosa,

    sobre las almohadas virginales,

    crepitando horizontes, soy un perfume

    uniformado. Y mi columna,

    destruida tras el túnel de avellanas y besos,

    canturrea su manutención de viejas manufactureras.

    En las flores que me queman

    como viejos lenguajes que me ahogan,

    sorteo los nogales y los hospicios, las

    naturales fronteras de mi instinto, sin cántico

    desplazado-.
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  4. Vínculos malformaciones

    fetos dignos de algún tétrico laboratorio,

    exangües divinidades de pene erecto,

    vulvas horribles llenas de vello hirsuto, dominante;

    contrariamente, las leyendas se suceden,

    evitan la realidad, mitifican los lugares convencionales.

    Oh, gran dios de la vida sacrificada, sangre crepuscular

    de los labios ofensivos, ese lupanar de vida eterna,

    semen de los espacios sin volumen para procrear! Oh

    gran dios de los gametos iracundos! Cómo absorbes

    mi sustancia y dejas mis huesos en el tuétano!

    Sí, familias, llenas de rencores, de remordimientos,

    de asesinatos como muros, extirpados por la violenta

    mano de algún malhadado padre.©
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  5. Vínculos malformaciones

    fetos dignos de algún tétrico laboratorio,

    exangües divinidades de pene erecto,

    vulvas horribles llenas de vello hirsuto, dominante;

    contrariamente, las leyendas se suceden,

    evitan la realidad, mitifican los lugares convencionales.

    Oh, gran dios de la vida sacrificada, sangre crepuscular

    de los labios ofensivos, ese lupanar de vida eterna,

    semen de los espacios sin volumen para procrear! Oh

    gran dios de los gametos iracundos! Cómo absorbes

    mi sustancia y dejas mis huesos en el tuétano!

    Sí, familias, llenas de rencores, de remordimientos,

    de asesinatos como muros, extirpados por la violenta

    mano de algún malhadado padre.©
  6. En las calles, en las avenidas,

    en las glorietas silenciosas, en

    los hospitales generosos, dentro

    de las auroras que crecen ante todo

    entre pedestales de sangre y plaquetas;

    sobre sufridos cubiertos de metal,

    entre esferas derruidas por la mano

    del hombre, donde se quiebran las

    extremidades como péndulos sin horizonte.

    Entre esas burbujas de jabón;

    como cañerías rebeldes que expulsan

    su ruido de amanecida, o en los hospicios,

    en que duermen los que habitan con sus conflictos.

    En esos rectángulos de petunias blancas

    con lazos amarillentos.

    Donde conviven los musgos y los helechos salvajes.

    En que se entrometen los labios y las oportunas lascivias.

    Donde el calefactor barrita y desplaza sigilosas

    masas de agua, sobre vapores incesantes, con rostros

    adivinados como superficies de contrastes.

    Allí observas el dolor con su sonido de drama.

    Convencional y tediosa, la amargura derriba

    sus largas y fogosas cabelleras.



    ©
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  7. En los penachos indiscretos

    su suave utilidad de cierta manera

    contestando con ondulaciones

    abdomen surgen de las nadas convictas

    alas hermosamente desplegadas, como victoria.

    Hoy, derrumban a la sombra

    los héroes apoyados sobre la maleza de ayer.

    Dormitan su habitual destreza para salir airosos

    de su común pedestal caído.

    En las aceras dormidas, o en los barítonos

    con cara de pez aguado, distan la persistencia

    de su cotidiana mediocridad.

    No. En las últimas consecuencias,

    con las estaciones abandonadas,

    terminaciones de palabras, culminan

    la muerte con su pasamanos de destellos.

    ©
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  8. A mis puertas llegan

    cadáveres, sigilosos,

    estremecidos, importunos.

    Son verdaderas efigies

    sin nombre, sin fechas,

    sin cuerpo. Nunca, sin alma.

    A mis puertas llegan, sin tocar,

    reticentes abismos, soleados peces,

    contubernios de adolescentes, gritos

    y aullidos de las rosas como carne.

    En mis vestíbulos, la carne se tropieza;

    nunca, jamás, sus almas, pues

    yo se las di-.
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  9. Que entren por aquí

    los pobres y los pebeteros,

    los drásticos y los radicales,

    los que mienten como estufas,

    y los que incendian el territorio,

    todos me valen. En su propia angustia,

    como en un terreno sólido, muchas

    veces escarbé con sonidos altaneros,

    con pasajeras aves caprichosas, y soy

    más del norte que de este aguacero constante

    de la meseta.

    Así que entren por acá los sólidos revolucionarios,

    los que permiten encerrarse a los osos, los que hibernan

    con media cara fuera- excepto los ladrones de la academia,

    casi todos están invitados e incitados a robar-.

    Los astutos, los desclasificados, los inmunes

    por la costumbre, los que pronostican oráculos falsos,

    los astrólogos y las mentecatos, todos deberían

    seguirme en este momento.

    Pues por largo tiempo las avenidas se han quedado

    estrechas, las cosas ya no son lo que parecen, utilizan

    un ejército de termitas para desplazar

    los ejes terrenales, y en las concertinas nocturnales,

    las estrellas fugaces y hermosas, acaban por deteriorarse.

    Es un espectáculo ver a todos los que entran, seres

    que portan antorchas y pedestales, troncos derribados

    con sus propias manazas de aventureros, y a esos locos

    verlos dormir, juntos, sonrientes, significativamente.

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  10. Aunque las alas echen raíces,

    y las rocas firmen decretos de aire,

    los duros pechos de caoba, baten,

    recorriéndose, el aire extinto

    de la alcoba. Son equilibrados

    goces los que allí se presentan.

    Sonidos de piel con piel, en la

    hermosura del instante hospitalario,

    donde duermo a tu lado, y vencido,

    me recobro. Me recupero de algunas

    impertinencias, expresadas en voz alta,

    por seres taciturnos, y en el orgullo

    desbaratado por mezquinos, ansío

    sumirme entre tus brazos, de espuma

    tus cabriolas.



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  11. Todo, para volver al comienzo.

    Sobre mi jergón, donde caben cien

    o doscientos corazones, algún abismo

    se inició en tiempos peores.

    Pero ahora, todo es naturaleza.

    ¡Arte o gloria, qué importancia,

    si a mí mismo me voy consiguiendo!







    II-.





    ¿Fui un agua limpia o un agua turbia,

    revuelta o bravía? Entorno a mí,

    los ojos miran, y acaso ven

    lo que antes se perdían. ¡Qué

    hermosura, y cuánta belleza,

    en lo que antes de mí desconocía!





    III-.



    Es a través de montes y nevadas,

    cuando el corazón se encuentra

    e iza, en medio de un desierto,

    su bandera desplegada.



    IV-.



    Sobre troncos inamovibles,

    descansan mis esperanzas.

    Se balancean entre manglares,

    las tinieblas pasadas.









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  12. Se me clavan a tus uñas

    los áspides del fuego.

    Desenterrando frivolidades

    presiento el frío helado

    de tu gloria asistencial.

    Y en los vértices del lago

    con matices de decorado,

    amplío la voz ecuatorial

    de un lascivo equilibrio.

    Las borlas enjalbegadas

    de tu pijama sudoroso

    envainan mi calma en tu aposento

    fúnebre. Es sexo o amor,

    libertad o sutileza, libertad,

    por supuesto, la que agoniza

    sin armonía en su ojo sin cíclope.

    La libertad tesoro o ridículo

    me sustrae de pensar como a los monos.

    Vivo gracias a Dios, atraigamos

    los espejos vivientes de los ciervos

    cóncavos.

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  13. Ya me gustaría utilizar a mí

    grandes lenguajes, idiomas vetustos,

    piedras solemnes, cielos indelebles,

    arbustos petrificados, novedosos ingenios,

    de la palabra activa, que yo, permanezco

    quieto, casi mudo, herido en mi agonía.

    Ya puedo yo tener libros, inmensas literaturas,

    que mi personal cosmos no se retracta de su natural

    indigencia. Y ponerme soberbio, como quien

    hace guiños, y gestos grandilocuentes, y pomposos;

    que mi inclinación instintiva es multiplicar

    siempre un silencio devastador.

    No me va la fanfarria ni la petulancia artificiosa,

    ni el cansancio de las palabras técnicamente bien utilizadas,

    ni las que brotan de aguas poco claras.

    Me van más las ideas someras, sencillas,

    pues pienso que esta vida, si algo tiene de verdad,

    es en la contundencia de una sola frase.





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  14. Yo era de visita.

    Transitaba por determinadas

    cordilleras, sapiencias neutras,

    sin sentido, acometía

    divinidades ciegas, destruía formas

    evidentes, plausibles. Yo era

    una forma ondulada, un crespón

    de cenizas, una apariencia ciegamente

    empujada por las cúspides, hasta el enfrentamiento.

    Yo era de aquellas otras corpulencias,

    imantando los arroyos con presencias inevitables,

    con cirros o nubes de antaño.

    Yo era de aquellas otras corpulencias.

    Una forma más, colisionando imprudentemente,

    contra muros o paredes, humanos todos.

    Y mi cuerpo sufría las evidencias.

    Uñas deterioradas donde no llegó el frío.



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  15. A solas me entiendo conmigo mismo

    a solas comprendo quién soy

    trituro las viejas leyendas sobre lo que fui

    despojo de insectos las aturdidas bombillas, asombradas

    de verme de nuevo por acá.

    A solas supero el dolor de haber fracasado

    con los demás, es imposible, no me entiendo ni los entiendo.

    A solas voy desvaneciéndome con el furor de mis frustraciones

    metido en un rincón de entre mis vértebras, a solas

    guardo rencor a quien yo quiero.

    A veces quiero amor, a veces quiero odio

    muéstrame Minotauro, la salida al viejo laberinto

    a solas me comprendo, con los otros, no.





    ©