1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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  1. Yo sé que ponerse cosas,

    sobre un cuerpo que viste mudo,

    es costumbre y norma.

    Mas estas ocasiones

    de demostración de fuerzas soterradas,

    de equilibrios superpuestos,

    me indigna y me coarta.

    Salgo a la luz, con una goma de borrar

    acantilados y suicidios.

    Mi ópera enmascara un golpe sucinto,

    fundiciones minerales, sangre elevada.

    Y aunque vea la luz, y la sombra intermitente

    de los pájaros, sobrellevo los días

    con materiales dispersos de agencias

    y volúmenes de trabajo, inmensos y abandonados.

    Es que mi espíritu no ama el trabajo.

    Es que formo arrebatos en lo hondo de las vaguadas.

    Quedo en suspenso ante una hoja dilatada.

    Mi hombro contrae su mirada, como una guillotina

    el cuello del hombre.

    Estas vilezas, y estas inmundicias, recorren

    las llanuras con sus sistemas viejos de poleas e incendios.

    Yo salgo a lo hondo, a lo magnético, a lo pobre también,

    y respiro sal de salitre, espuma en vorágine, cúspides

    de aire y vívido oxígeno.

    Mientras me corroen los días con sus atletas

    y sus delantales vacíos de migas y ensoñaciones:

    estructuras metálicas irritan entonces mis solitarios paseos

    dubitativos.

    Pero me escuchan, me sacuden, ignoran el pan bendito,

    los detergentes, las cucharas bruñidas, los espejos del maleante,

    las novelas y los horóscopos matinales. Todos,

    ríen como si fuera un ridículo tesoro el mío, harapiento.

    Accedo al patíbulo de uranio, con escasas fuerzas,

    mintiendo y mintiendo, dibujando, en las hojas forzosas

    del viento, animales de espesura.

    ©
    A Lorelizh Beye le gusta esto.
  2. Yo quiero ser un hombre mudo, solitario,

    de mí mismo muñón cercenado, esqueleto,

    anatomía vacua. Yo quiero ser exaltado o

    infeccioso, transmitir la rabia, producir

    la ira, provocar la lepra, propagar las plagas.

    O virulento, falaz, hipócrita,

    falso, hasta cuartear, como piel de vaca,

    mis emociones y sentimientos.

    Y en el cerebro, tan sólo flotando,

    la nada-.



    ©
  3. Me dejo la piel y la sangre

    en el papel, por el terciopelo

    negro de tus ojos. ©
  4. Por ellos, no pasan los años.

    Los líquenes, se estremecen como viejas

    bujías. Las flores polinizan su enjambre

    de abejas, arrugando el rostro de sus panales.

    Por ellos, las selvas no florecen,

    los campos se imprimen en papel,

    los bosques buscan su tala uniforme.

    El musgo crece en su entorno.

    La vida no, la vida oxida los labios

    que engendran paredes de hormigón

    y sacos de basura inclementes.

    El ácido, que es un fragmento que es un hilo,

    dormita en las barracas consumiendo

    la juventud de las parcas unidas en conjuro.

    Y es mi voz la que se multiplica y la que entra

    en el frente con ídolos ya pasados, con sangre

    derribada. Pero no hay incienso que cubra

    las palabras derrumbadas en el medio.

    Es mi voz, la que enfrenta costales de desidia,

    amores destruidos, por el camino, sombras y tinieblas.

    ©
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  5. No sé muy bien quién soy

    y no me voy a poner ahora

    a discutirlo conmigo mismo;

    la verdad es que esas etapas

    existenciales, ya las pasé sin remedio:

    no es remedo lo mío.

    Me gustan las acacias y los pueblos

    perdidos, sin nombre, y poco más me apetece

    conocer. Si perdí la identidad,

    o no la descubrí, qué solución me queda

    ¡sino seguir así!©
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  6. Amo tus besos, pequeña difunta entre ramajes inciertos.

    Sombra aniquilada por la mano colapsada.

    Rosa sutil de enjambres lechosos. Huerto claudicado

    de troncos frutales irascibles. Me gusta la calma

    demostrada entre tus muslos, la parte que igualas

    con tu nombre desacertado, la equidad que muestran

    tus labios ruidosos e invisibles, la caridad impetuosa

    que transigen tus formas opulentas, y el beso

    de tus últimas noches a mi lado, y ese lento declive

    de los aleros oscuros, transitorios. Amo el circular

    de tu sangre en mis informes labios, cuando mezclas

    el aliento de tus dientes, bañados de espuma.

    Y el mundo que converge en mí, y traigo los cenit

    y acabo con las partes, y hundo mi cuello en los maizales

    sin retorno. Me gusta todo aquello que me recuerda a ti.

    Esos labios, esa sangre emanada, esa disposición última,

    la postura resolutiva con que adormeces entre libros bíblicos.

    Amo el montón de sorpresas que traías con tus finas hebras

    dentales, con tus tacones de zuecos californianos, sepultados

    entre losas de pie marrón, y arrastrados por la cintura, como

    un leve diapasón mojado.



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  7. Ya todo cumplido, y

    sin embargo, sin querer

    todavía, nada, me halaga

    hallarme, como de costumbre,

    al lado del camino.

    Todo hecho, sí. Todo

    resuelto, bienes, haciendas,

    patrimonios, oscuras realidades

    que, excepto a los hermosos mendigos,

    a todos nos acechan (para nada

    sirve ser monarca, si nuestro trono,

    sobre tinieblas se asienta).

    Es por ello que, pese a todo,

    la vida me ha resultado más triste

    que alegre, menos generosa para

    conmigo. Mi realidad ha sido ésta:

    ser triste y estar convencido de que

    algo mejor habrá en otra.
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  8. Me quedé, hecho un hueco,

    Inmóvil, quieto, esparcido

    Como una arena sonriente

    Sobre dagas o puñales invidentes.

    Quedé quieto, petrificado,

    En un naufragio de ondas

    Ridículas que fustigaron

    Mi alma y mi carne macilenta.

    ''¡Quieto!'' Me dijeron, y así

    Permanecí: ''¡sueña!'' Y eso hice.

    Las flores de antaño, con

    Sus tribulaciones de espigas

    Y pétalos, resurgieron invadiendo

    Las nieblas de los lagos tan blancos.

    Sangre y vida, y cúspide y alma.

    Todas, se desangraron, como ejecutores

    De una mística parcial.

    Inmóvil, estático, reticente

    A labios o sombras o helechos.

    Mi alma era una prostituta

    Que vendía su alma llena de bohemias

    Y rencores.

    Mi vida era una sombra de aquellos

    Helechos enigmáticos. Rosas

    Que empujaron deslavazadamente,

    Silencios tras silencios-.



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  9. Que talen los edificios

    con las lenguas sobrantes

    de los árboles semblantes

    de las atávicas simplezas

    de poetastros indóciles.

    Que florezcan los labios

    en mitad del universo,

    donde habitan las flores,

    y muere el dúctil convocador

    de plasticidades.

    Que desuellen los granos

    de avena, con útiles de labranza,

    con ingentes cánticos

    de idiomas contradictorios.

    Y quiten las máscaras

    a las esfinges selváticas

    que inundan mi rostro

    de cuando en cuando-.



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  10. Ojalá hubiera nacido malo

    perverso malvado mezquino

    traidor delator insufrible.

    Ojalá mi cuerpo fuera ya ceniza

    y mis labios emprendieran su fuga.

    Ojalá golpearán con sacos de raíces

    las parcelas de mi vida, los alcaudones

    pintarrajeados en las cárceles y en las avenidas.

    Ojalá terminarán los ojos de pudrirse

    de mirar el horizonte bravío y extinguirse.

    Ojalá mi maldad fuera sonora segura

    diáfana. Y ya su cuerpo, de amante sonriente,

    se fuera por la vereda del nunca.

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  11. Miedos remotos me aproximan a las barcazas del mar. Sueños soterrados, llenos de ignominia, juegan conmigo en atardeceres imposibles. La llana voz de la sangría, acude a postrarse en mi regazo. Señuelos de osadía, voces guturales, parques subterráneos, cerrados en mi memoria. Las huellas de una noche nupcial sin ropajes. Desato la melodía inicial, golpe en el hueso, y fórmula cortés de evasiva. Mis miedos desatascan la ofrenda concluida en el desagüe.





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  12. Metódico rayo de danza impura

    sufrible flagelo automático

    noche nocturna a base de cañonazos

    destellos de luz ambarina en la laxitud

    del día. Convocados astros,

    perniciosas bocas que deliran en el beso,

    oferente, la pieza dental blanquinosa.

    Restos de rastrojos e impetuosas marcas.

    Ayer, vómito e inaccesible tolvanera.

    Hoy, rumiante de la soledad frente a un árbol

    de corazón vacío.

    Miro el lupanar de la vida, la hosca frente que

    enturbia, mi corazón insinuante y mi voz sin terciopelo

    alguno. Y finjo, lo que detrás de mí fluye: amores incomprendidos,

    confusiones destiladas, odios siempre tan perpetuos.

    La ira mezcla sus alabanzas, doy siempre mi corazón

    como un pan caliente y cálido, engendro la reminiscencia

    de aquellas florecitas inverosímiles en mitad de la cuneta.

    Grafito, granito, y toda esa flora convergente en mi boca,

    en mi lenguaje, en mi idioma trastornado que se aboca

    a los labios, y mira desde los ojos.

    Minuciosa pieza iluminada por severas destrucciones.

    Alcanzo el párpado que mira lejos, como si metido

    en su caverna, pudiera obtener un pájaro, una lechuza,

    o una pluma de piedra.



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  13. Hay allí una fosa común que respalda sus muertos, un camión de aventuras en la playa, y una rosa que ejerce su presión de analfabeta tardía. La memoria alcanza apenas a vislumbrar su eje interior, sol, cadenas, sol, y lejos, cuando todo se halla en permanente equilibrio, las maderas son quemadas por un lupanar de cerebros monocorde. La gente pasea su desdicha en forma de gloria por las avenidas constituidas, barro, hombres, sexo y desolación; sus cuerpos serán triturados en la masía del descontento. Mientras, la locura absuelve mis pecados y busco un rincón en la galaxia que no esté muy poblado, para no depender de él. Mi ambición secreta es mentir y mentirme, tirar por la borda tantos años disfrazado de pez anguila y agujas de pino por el suelo esparcidas. Talan mi ánimo algunas conquistas sentimentales, un periscopio de naturales unificaciones, de promesas indiferentes y de golpes en el agua con consecuencias desastrosas. Rabio y aúllo, perdón, la verdad es que no sé cómo existe gente que aúlle ni tiranice su sexo hasta reverenciar el mundo. Como si no fuera posible obedecer a todo contraste y a todo aullido esencial y fecundo. Las maderas incorporadas al desastre exigen ser reverenciadas en su conjunto, y yo meto la desdicha y la conmoción, en algún lugar secreto y distinto, donde poder acceder en tiempos de desidia. Mato la tranquilidad del secreto, arrojo los paisajes improcedentes de la memoria, y respiro igualdad, parpadeo en común obediencia. La distinción de ser concreto, y la súbita preñez de los hijos del cardo, me atrapan con decisiones firmes y completas. Yo alegre otra vez, manifiesto mi acuerdo con las fuerzas originales del orden: llanto, vaina, y de nuevo, llanto.

    01/08/19
  14. A fuerza de astros mutilados

    de panales de abejas insistentes

    de golpes en las orejas que persisten

    de ruinas inviolables que originan

    magmas secretos taxidermias del ámbito

    destrozado. Enorgullecido y soberbio

    en las plateas en los palcos destacan

    su amor parisino como en un enjambre

    taladrado por persianas cerradas y cables

    metódicos, piezas de entremeses destituidos.

    Cómo adquieren sus labios la fortaleza

    de la palidez y del desastre! Mis amistades

    fueron rabia e ira, dormidos pétalos

    de zonas animales, de jaurías indomables.

    A fuerza de astros o flores ensambladas

    donde el amor golpea con persistencia

    y compite con aguas y brotes de esencias.
  15. En el último instante-

    quizás en el primero-,

    justo la vida, justo la muerte.

    Pecho a pecho, calcinado,

    ruina durmiente que fabrica

    un colegial ensangrentado.

    Fibras de apósito en el corazón.

    Y el sol que cae de frente, sin soslayo

    posible, elevando la cantidad

    de sangre esparcida sobre la tierra.

    Era el último instante, quizás

    el primero. Arroyo venerable

    de vida y de muerte, ambos ahora,

    pútridos.



    ©