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  1. El hombre es el único animal

    que se inventa su territorio-.





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  2. Contra tu pecho

    contra mi pecho

    no ya un mar, con

    sus azules líneas previstas.

    No ya un océano

    de remisibles impaciencias,

    en tu pecho y sobre el mío.

    Perdimos los anillos

    las secuencias efímeras

    de rayos débiles y ofuscados.

    Trituramos la imaginación

    buscando la memoria del río.

    Junto a mi pecho, junto al tuyo,

    no ya un río: sólo una luna

    con sus viejos testigos-.





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  3. Trigos y manteles descompuestos

    y azucenas variadas y exámenes anatómicos

    brillantes, reinados de católicos monarcas,

    sucesivos estratos de pazguatas indolencias.

    Oh, lóbrego lobo, cómo destilas la vida

    entre mis medias de azul acetileno! Oh,

    cómo desbocas el perfume de tus harapientos

    sedimentos! Pensabas en un lugar predilecto;

    en una mayoría huracanada, los vientos glaciares,

    el ocaso de una nación malograda. Tu fracaso

    te enorgullece, ciego de piedras, monedas de papel

    en el cenicero escondido. Y esa matanza

    de los relámpagos reducidos a escombros, a marmitas

    indolentes, a sacos vestidos de bruma ineficaz.

    Disfraces, máscaras, apoyos de un subterfugio

    que dura demasiado, que enmascara escasamente.

    Y luces y albornoces de claridad esencial, y duchas

    correderas de puertas estridentes, y materiales indigeribles

    decomisados a los polis. Son marcas, extravíos,

    sustentos apenas de un neumático aproximado y voraz-.



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  4. Tenía diez años

    y ya me dolían las piernas,

    las escuetas sangrías destinadas

    a empequeñecer la enfermedad

    y detener la fiebre. Eran miradas

    de observadores inquietantes, de conversadores

    minúsculos, que fabricaban venenos

    con paciencia, contenedores de óxido

    en las venas, aquellas que veían

    mi nacimiento escaso. Tenía casi veinte años,

    y la mirada en paz, turbia, la frente,

    marchitada, los besos partidos, los labios

    tan pálidos como una exangüe sanguijuela.

    Oh besos! Tan oscuros y diezmados hoy!

    La vida era un beso y un pasadizo lleno

    de incrementos y de túneles y de huesos

    que guardaban polvo y azules testarudos.

    Besos en las palmas, en los dedos, en los

    tentáculos inciertos, la gama policroma

    de anocheceres que titubeaban entre girasoles

    de bruma.

    ¡Cómo me gustaban tus besos!



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  5. Hay un dolor tan íntimo

    como el de ser hombre

    y no fanático ni persuasivo

    emitiendo siempre su palabra

    anodina o calcinando su pecho

    como en una laguna de asfalto

    inquebrantable. Hay ese dolor

    íntimo, ser hombre, quizás

    con sabor añejo a lluvia, sí,

    empapado e insobornable bajo ella-.





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  6. Letra minúscula

    para este amor de diseño.

    Enfrentados en el acorde

    siniestro de una noche avanzada.

    Madrugada suave como el terciopelo.

    Naturaleza desbordada que incita

    al extravío.

    Fijémonos en lo estricto de lo escrito:

    figuras remotas, andan calibrando

    su procedencia o improcedencia.

    Las lagunas que me habitan, y los solsticios

    que vendrán, frecuentan las tabernas

    del mal agüero, oráculos desfasados

    por la impertinencia de la indigestión.

    Cobardías, secuaces arrogantes,

    el millar de 'tierra trágame', del día.



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  7. Mientras los viejos aman

    su enésima copa de cristal

    y los labios se sumergen en

    lagos empapados de asfalto,

    y las credenciales del ciego

    presentan su número de paloma extraviada,

    y la piel depauperada exige tributos

    sin afecto, con rencor, y se besan

    con rozaduras las encías incisivas;

    es allí donde mi cuerpo busca

    la razón de un sufrimiento que evoca

    bebidas artificiales y espumas agotadoras.

    Es quizás el álamo calcinado que resiste

    o el clamor mutilado de una fábrica de coches,

    serpientes invasoras de labios carcomidos,

    o esas fuentes inauditas que sacrifican y permiten.

    Oh, me conmueven las flores de los océanos

    iguales y distintas, flores de todos los barros

    que atravesaron barcazas e ídolos supremos.

    La cara del albañil que inaugura una mañana

    y el afán de moscas que cagan la misma rutina.

    Me gustan los bosques y la piedra talada

    el olor a muerte de la pintura de mi cuarto

    y el óxido que imprime en mi nariz fragancias de naranjo.

    Y así pasa mi tiempo, rodeado de azoteas y axilas,

    viejas, vestigios de un tiempo remoto, buscando

    la brisa que azota los mares y recubre el alquitrán

    de las piernas rotas.



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  8. Virulentos oleajes impregnados

    suciedades mustias que invaden

    pulmones agrietados por cansancios

    multiplicaciones revestidas de asfalto

    vientos que emergen de superficies subterráneas

    hasta limar el cabello de las vírgenes destruidas

    vestales inocentes de tanta belleza inconsecuente

    rocíos secundarios que plasman dormitorios rebeldes

    donde duermen amantes sin labios que frío tras frío

    acuden al hospital de turno a ocupar su silenciosa manta

    de urgencias. Un racimo de suculentas granadas escarlatas

    donde el reino de los vencidos obtuvo su militar gracia

    su absolución terrible de besos duros como la escarcha y el hábito.

    Nosotros, los mismos dirigidos al altar, murmuramos la canción

    del cansancio, el agotado tránsito de obligaciones perturbadas,

    hasta que el silencio domina y ausculta todos los pechos estériles.

    La risa duerme y el frío envanece la mejilla dorada

    el pecho se ausenta de tomar pastillas decadentes

    la perla de los días aumenta su diablura y los termómetros

    ocupan su periódica invencibilidad.

    Ah hasta aquí llegaron tus hipócritas manías

    tus hipopótamos dormidos, los lagartos tendidos

    que escapaban a las lagunas fangosas de los cables eléctricos

    de tu cabeza con filtros.





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  9. Yo y la noche

    bodegones inciertos

    rumbos inquietos titubeantes

    yo la noche

    certidumbres magnéticas

    crece el cabello con colas irrisorias

    en las plateas de los caballos locos

    las mareas funden sus terciopelos nocturnos

    y grávidos. Oh materiales de tristeza,

    hombrías disecadas, masculinidades deterioradas

    y un sinfín de rosas opulentas que mastican

    el pene desorientado entre los matorrales.

    Yo y la noche jugadores inciertos

    vidas aproximadas que el aire acaricia

    se sirven de prolijas aventuras carnales

    incipientes ojos de pez sobre un plato

    de sostenida porcelana, aquella penumbra

    en la que solías violarme.

    Laúdes sonaban

    como el río Etna fumigado por los costados

    y sonaban tan hermosos

    como caballos elementales mantenidos por fuerza.

    No soportabas al hombre

    quizás tampoco a la mujer,

    de qué te sirve entonces vivir?



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  10. Sobre la misma noche

    acantilada y sometida,

    sobre la misma piel de serpiente,

    con relámpagos cruzados admitidos

    desde lejos, y con vestidos de amatista

    frugal, río, sombra o anillo,

    me visten, a mí, quizás el más huérfano,

    los dientes fugitivos de las rosas

    con que empaño mi cristal.

    Con círculos concéntricos, animados

    desde alturas tales como depósitos

    de agua, sales minerales, granuladas

    metamorfosis del alba, a mí, el recién

    llegado que se instala en cada habitación

    y conserva el anillo redentor en su mano

    nocturna.

    Yo llevo dejándome la sangre a litros,

    desde tiempos inmemoriales, guardando

    mis convicciones u ofensas, a través

    de los aullidos del sueño, no me molestan

    tráficos ni ausencias desmedidas.

    Y guardo en mi navaja, sombras de otros

    días, como cáscaras de plátano

    que alguien, en el camino se dejó, adormecido.

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  11. Como en un templo abandonado, o en una iglesia

    destartalada, la apariencia de la estación,

    hace que te invada una sensación

    de inquietud e imprecisa resignación. He ahí,

    la estación de trenes. Donde tanto tiempo pasaste

    cómodamente refugiado de calumnias y deberes,

    protegido de los infames talleres agrícolas,

    que te impedían desarrollarte plenamente; cuyo escaso

    eco en tu familia, en ti y en todos los tuyos, hizo

    que os empobrecierais simultáneamente.

    Al recordarla, casi

    puedes leer en ti el cartel de '' se vende''.



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  12. Y hay luciérnagas impávidas y secretos hostiles

    y luminosidades inquietas y razones materiales

    nebulosas deterioradas y vergüenzas similares

    donde reposan los huesos en forma de cadencia.

    Y hay resoluciones y trámites y leyes percibidas

    como sombras entre los dedos que aman y asienten

    hay regulaciones míticas que a nadie sorprenden.

    Existen pozos negros que buscan la boca de alguien

    cuyo destino es levantarse temprano, y huellas

    y un barco que abraza las tempestades recientes.

    Sobre las estrellas signos derrotados por las múltiples

    avenidas, y ojos e iris de pulpos contrariados

    donde se fraguan los misterios del éxtasis.

    Hay documentos y papeles y desvanes ocupados

    por vigas de cemento y rosas almacenadas

    en sacos que hieden a cartas irrecuperables.

    Mundos y galaxias y relámpagos unánimes

    y sangre vespertina que amenaza con su cuello

    frágil de paloma.

    Entonces yo entro y hay habitaciones y huecos

    y hierbas húmedas y jaulas metálicas que sueñan

    sus libertades sublimes de pata de conejo.

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  13. Te asomaste cual luna borracha

    a la ventana de mis furias y de mis amores,

    derribando para siempre, lo que, entre

    mis manos, hasta aquel instante tenía.

    Dijiste que ibas de paso, y que no me

    preocupara, de eso han pasado tres años,

    y yo sigo acogotado, triste y melancólico.

    De las bromas pasamos a los hechos,

    sin obtener más que un poco de sexo

    insatisfecho, y un tanto por ciento de

    obscenidad barata.

    Mis manos siguen ocupadas, a trechos,

    de lo que, entre manos, tenía, unos pocos

    recuerdos de desecho, y una soledad

    consolidada.



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  14. Soñar sufrir despertar

    en el intervalo una nebulosa pensante

    en la distancia cien quiebros de ángeles

    en las llanuras destruidos quicios elementales

    en las avenidas sin cielo címbalos de errática belleza

    soñar sufrir despertar

    gárgolas insufribles términos de odio

    estranguladas arterias y signos de rabia,

    actualidad desmedida y conversación oportunista.

    Arribo siempre a estrellas adormecidas

    a la galaxia lejana que quiso devolverme a mi vida.

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  15. Tras esa apariencia nefasta

    cúspide indeterminada de falsos

    retrocesos, verías, intercalando

    tus célebres dedos, en mi cráneo,

    áspero y violento, una centésima

    parte del cielo que ocupan mis vestigios

    deshonrados. Furia titánica, galope

    rendido, extrañeza en los labios sin voz,

    eco retorcido, desecho. Una enumeración

    de solsticios invernales, una ecuación

    de prodigios. Un intervalo de tierras austeras

    y definidas por su polvo material y concreto.

    Lástima que tras mi cerebro sólo veas

    lo que tu propia alma refleja, lector: compañero-.



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