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  1. Qué infames tus palabras,

    y qué escasas tus ambiciones,

    esto lo sé. Hija y heredera,

    de un cierto imperio acosado

    desde las ramas: cómo advertías

    en mí, celo y pasión de enamorado.

    Qué asequibles y perdidas

    las palabras de tu mirada.

    Yo apenas asciendo por los labios,

    sin ellas, sin las desastrosas,

    consternadas palabras.





    Fui sólo el armazón de tus esqueletos.

    No había en ti, sino arañazo tierno o palazo

    de tierra, sin humedad ni tristeza.

    Y tus lágrimas, qué bien

    se mantenían en tus mejillas, tan falsas.

    Tan fraudulentas como cada una de tus palabras.

    Fui sólo, el cuerpo de tu alma.





    Habito el tiempo, como quien habitara

    el clima, con labios de muchedumbre,

    sin sonoridad de guitarra.



    Ya rotos los espacios,

    los huesos sonoros,

    los espartanos huesos

    tienden a descifrar

    el pasado del tiempo.

    En tu cuerpo, hallé

    momentánea felicidad,

    que inundaba mi alma,

    tanto sol eras. Rotas

    las vértebras, los tendones,

    queda pues, ignorar sólo el alma.





    ©
  2. Del vientre de la ballena

    Job solitario, Job hundido,

    los lazos permanecen cerrados

    desechos los antiguos ritos

    calmas, las algas irrisorias.

    En el vientre de la ballena, sus eternidades apenas

    mienten, mienten con la lengua llena de fósforo o yedra,

    con las ladillas propias y ajenas

    de tanto vástago misterioso.

    Flotan en su mundo multicolor

    clamores de óxido nitroso, de hidrógeno

    volcánico, donde apenas

    llagan los atributos de dios en su archipiélago

    hediondo.

    Allá diezman vectores insolubles,

    sangres de estirpes lejanas y mediocres,

    llaman sus realidades de neutra insatisfacción-

    su despreciable confort, y su leñera aventajada-

    nos quiebran las rótulas con canales y cucharas.

    Y son negros los ánades de la desdicha-.



    ©
    A José Luis Galarza le gusta esto.
  3. Derriba los órganos

    son atropellos instintivos,

    las velocidades muertas

    anteriores a obesidades,

    las neutralizadas mezclas

    de avaricia sostenida, donde,

    luego, se mezclan las fragancias

    y las galaxias concurridas.

    Desafina el gallo. Come

    de sus praderas, destila

    los órganos, sumerge los

    dadivosos muertos con sus manos

    dulcemente amarillas. La tenue

    hojarasca, que posa su vientre,

    cerca de las nubes, cerca del subsuelo,

    llevará su nombre entre flores,

    como si quisieran derribar sus apellidos.

    Conseguirán lagos de azul tiniebla,

    nebulosas de órganos sostenidos,

    cuando la avaricia acabe y el mundo sea

    un feo diapasón olvidado en tu chaqueta.

    Cantas como si tuvieras el ojo lleno de legañas,

    es tiempo de ordeñar la vaca, sacrificar los órganos

    restantes que acarician las navajas de doble filo

    y los niños que amansan sus piedras tenues

    mientras al lado del agua se besan las arañas.

    No tienes tiempo, desanda lo caminado,

    busca el interior de las rosas, aplastadas

    lejos del olivo, murmura cada vez, más

    acabado.

    Conquistarán las nubes azules llenas de hidrógeno,

    los elementales campos de magnesio, las verdades

    sin corazón del llano compungido, y fabricarán

    entorno verdades de corazón, el llano siempre

    tiene sus esqueletos.
    A José Luis Galarza le gusta esto.
  4. Todo eso me estimula:

    una cajita de yerbas paganas,

    la metódica ascensión de un modelo iniciático,

    la conservación intacta de labios contra labios,

    el fuselaje inédito de una torre suicida.

    Las persianas contrarias que seducen al caminante,

    los versos incompletos extraídos de algunas ruinas,

    la velocidad insensible de las palabras eléctricas.

    Y esa grandiosa secuencia de elementales sacrificios.

    Todo esto, llama mi atención:

    el crepúsculo flagelado entre llamas,

    ahogando gritos de auténticas vestales,

    las necesarias muestras de afligidas plegarias.

    Todo esto y eso, más:

    las yemas digitales conversando naturalmente,

    sin plasticidad en los dedos; las cansadas manualidades

    de un grupo escolar, los latidos desperdiciados

    que acarician las sábanas húmedas.
  5. A rastras con el divorcio

    y con las causas perdidas

    de los hijos de mi matrimonio,

    infeliz me declaro, carente

    de todo patrimonio. No resulta

    sencillo a la par que ameno o agradable,

    confiscar los bienes del estraperlo

    a los generosos y espléndidos

    bandidos de mi pueblo. Para más inri,

    protesta que protesto, llego a Navidad

    más tieso que un pez de cable de acero.

    Levitando sobre mulas de terciopelo,

    a marchas forzadas con el rasca de la Once,

    y practicando el noble arte de hacerme el sueco,

    me marcho de vacaciones, colgando el usual letrero:



    ''Cerrado por Navidad''-.



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    ¡Felices fiestas a todos y a todas!
  6. Página en blanco que no dices nada,

    página solitaria que apenas sacudes

    mi alma con palabras o lumbres.

    Te quedas quietas como el agua del pozo,

    serena, esperando que se apropien de ti,

    sílabas, sueños, quizás brumas reiteradas.

    Página en blanco que apenas señalas

    rumbos, direcciones o cicatrices que enmendar;

    que eliges el silencio y me pones tontamente

    a dialogar.

    Página, página en blanco, preciosa, cuya

    albura, ¡nunca debiera ensuciar!





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  7. Con estas rimas

    ya me forro, señorita

    mía. Tanto, que prescindo

    de aranceles y de contratos,

    y me ensarto, de bandera,

    en el cuarto oscuro de la fuerza.

    De alguna campana, y de algún

    mal solitario, tristezas las tengo

    todas: desde antaño, moratones

    de amor, hasta heridas ciertas

    de presidios tóxicos y adictivos.

    Chupones, camellos, galácticos,

    rubiales,me robaron a la novia.

    Protestas y manifestaciones,

    de calle y de pancarta, suicidios

    plenarios, todos, de nada me sirvieron.

    Bandoleros, Curros cuarentones,

    sensuales tuneados, se empeñan

    en darme la penúltima estocada-

    yo, que estaba vivo de corazón y

    de milagro-.





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    A Rosmery Pinilla Acosta le gusta esto.
  8. Hay agua azul en el arranque

    un sistema contraído de pedales

    un lago inmenso de motores corroídos,

    una luz diminuta infinitamente parpadeando,

    en los talleres donde el cielo y la tierra

    se encuentran y se hallan, astutos y venerables.

    Algo que permanece, quizás una roca de cuarzo,

    un inventario de piezas sueltas dinamitadas,

    esparcidas por el suelo, resplandece a lo lejos,

    intentando disimular su hedor a putrefacción.

    La grasa imperdible, como en un charco,

    o en botes herméticos, de cierres sutiles,

    la goma básica cimentando posibles muestras

    de algodón sintético. Ebriedad de polímeros inflamables:

    caparazones de cuerda metálica rotos.

    Guitarras emergidas de la penumbra empeñándose,

    acicalándose, para tamaña oscuridad: proezas

    del viento arañando los árboles, distribución

    del invierno entre esporas y poleas destrozadas.

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    A José Luis Galarza le gusta esto.
  9. Son rostros que van dejando atrás

    lágrimas, enfoques, tristezas esparcidas

    por pozos insondables de aguas frías

    y quietas. Son insomnes peces cuyas

    escamas perciben la gélida atmósfera:

    trituradas espinas, rancios esqueletos,

    racimos impresionistas de bodegones

    antiguos. Todo, se deja llevar hacia su fin.

    Razones que fueron todo y ahora son nada,

    lágrimas envueltas en amonestaciones diversas,

    no intentes esto, no lo hagas, rectificaciones

    acumuladas que conquistan espacio y peso

    en el cuerpo. Demolidas las expansiones hermosas,

    de antes de los detalles higiénicos,

    de las cinturas abandonadamente ágiles y elásticas.



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  10. Odio al venerable anciano

    de tan vetusta longevidad

    hastiado del vértigo celebrado,

    antes, cansado de la vulgaridad.

    Desprecio al decrépito juez,

    con lentitud de algoritmo ilógico,

    hasta quebrar las rodillas atónitas,

    dispuestas a rebelarse contra la humedad.

    Es aquí el silencio, la marmita oriunda,

    donde se proyectan las sombras del agua

    ante del fin de los pálidos planetas.

    Es aquí lo elemental, el frío de las raíces,

    la dentadura bellamente acorralada, el cáliz

    contradictorio de ausentes testimonios.



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  11. El corazón busca salvaje otras palabras, lejos de esas palabras, de todos los días. Busca la esencia mezclada distante en la observación de un horizonte indefinido. La escalada glacial, el ímpetu incomprensible, la metafísica envuelta en ritmos tribales. El corazón desincentivado busca lo inaprensible, alejado de esas búsquedas rutinarias, de números de teléfonos y persianas cerradas alrededor. De encomios insufribles a los ejércitos. Lejos, el corazón busca.
  12. Estoy tan acostumbrado a vivir

    de cualquier manera, y a ser nocturno

    entre jardines de malas hierbas, que

    procuro no vivir de día, aconteciendo

    de noche, el escueto símbolo de mi alma

    y de mi carne. Mi cuerpo es un saco

    al que los hostales de mala muerte,

    le han tomado la medida. Mi espíritu,

    una biblioteca en movimiento,

    que discute sin dudarlo con cualquier

    camarero. Mientras las víboras de mi ciudad

    alardean de su hijo ingeniero, yo escucho

    el rugir metálico de las aguas de alcantarilla.

    Así que, dispara si me ves, y sal corriendo:
    soy la venganza.



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  13. Es febril en su anarquía.

    Tristes, los gatos meriendan valentía.

    La agonía pretendida salió de sus zarpas

    como un dolmen o una odalisca.

    Tristes, los ánades fabrican melancolía.

    A altas horas de la madrugada, un cansancio

    de ideas visita los hornos preferidos de las panaderías.

    Tristes, los gatos emulan su cuello impávido, de cisne.

    Las merendolas, los altos chopos altivos, de la ribera

    y de los ríos que flotan, con sus aguas protegidas.

    Tristes, los gatos lloran su próspera mancebía.

    Las algarabías y los pescuezos rumiantes

    celebran su aproximación a la inmortalidad.

    Un cesto de insectos produce la eternidad de una mosca.

    El sensato oligarca transmuta los peces en ríos fluviales.

    Bajo palio se esconden los rosáceos animales vertebrados.

    Tristes, los gallos aúllan tras el graznido del último lagarto.

    Las consejeras del alba, apoyan los latidos con grandes alharacas.

    Laúdes herméticos forman arrecifes de recuerdos y memorias.

    Lúgubres matemáticos asesinan la última posibilidad de los idiomas.

    Ahora, los poetas comen del imperio, hay un paseo por las rondas

    con macetas de cansancio.

    Antes, había muros con polvo blancuzco orinado con leche de galaxias.

    Tristes mármoles inundan los armarios con sus muslos y esqueletos de sangre.

    Dormitan a la orilla, patos grávidos de atmósferas ideales.

    Tristes, las aves mueren para que sus madres les den trocitos de cuarzo y ron.





    (Algunos cadáveres murmuran muerte para los urogallos.

    La saliva que gastan en meditar junto a la eterna calavera,

    les da para dar limosna o propina.

    Alguien tan esbelta como usted, no debería pisar

    una sola hoja de hierba.

    Las tráqueas están para ser solicitadas por correo)



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  14. Hay allí un orificio

    la luna entromete sus largos perfiles

    como en avanzada simultánea

    los cabellos tejen su hilo delgado

    a la luz de la luna.

    Hay perfiles de hojas quietas

    como en un bálsamo las horas insisten

    instantes exactos que pasaron, como

    suele hacerlo una voz o un eco.

    Allí miro y existe poco

    poco de todo aquello que dibujé

    en un completo abordaje

    de tentativas hiladas o hilarantes.

    Las tejedoras del martirio

    las acémilas blancas como muros enyesados

    rinden su cuello oscuro

    en estas noches de terraplenes de arena, altos.

    (En los labios llevo siempre

    tu hoja altiva de yerbabuena.)

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  15. Tenemos miedo

    la sombra siempre está ahí

    los tenedores forman marchas fúnebres

    con el pequeño corazón socrático

    que les queda, el resto, es una humillación

    constante. Mil diatribas, para qué todo esto?

    Visito una vez más

    las tumbas de anémonas

    de mis abuelos paternos, una vez más.

    Inventario de suicidios.

    ©