1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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  1. Desnudo los ecos de tu voz.

    Frágil amazona despierta lejos

    de las áreas de los instintos dormidos.

    Despojo los ecos de la luz.

    Lejos, en cartesianas amistades,

    en ambientes distinguidos, cerrados

    sobre materias viles de cuerpos

    acariciados y apergaminados.

    Lejos, como la tremenda voz

    del agua sobre los delgados tejados

    sin eco. Lejos, como la materia

    insistente de la luz. De esta frágil

    luz de estrella que firman mis versos,

    esta noche, apaciguado, como siempre.







    II-.







    Llevo el cuerpo con orificios.

    El sacrificio oriundo de las serpientes

    válidas para el goce o el apasionamiento

    nocturno. Llevo los ecos de la voz,

    gastados, entarimados, prometidos,

    sobre las gárgolas adormecidas

    de los pétreos golpes de luz del agua.

    Llevo el cuerpo en sacrificio, más

    allá de las estrellas, más acá de los

    rincones. Escucho tu voz. En los hospitales,

    en las memorias disuasorias

    de los elementos constitutivos de la arena.

    Llevo el cuerpo lleno de martirios.

    Y tu voz se me revela como una porción

    mínima de sol y de agua, de luz y de arenisca

    cálida.





    III-.





    Entonces, los ritmos se acompasaron,

    fluyeron los sueños atroces, las despedidas

    los adioses; se otorgaron miles de fibras

    conquistadas a los dioses, tabernas frecuentaron

    tu espacio de leyenda. Las cartas,

    empapadas de arena, de agua y sol,

    de sólidas materias de cuerpos vírgenes.

    Es entonces, mientras los papagayos

    enuncian sus cometidos bárbaros, cuando

    los latidos buscan sus asperezas por los líquenes

    apaciguados, en tanto los libros se cuelgan

    de los árboles nocturnos. Las ramas bostezan,

    los cables se extasían, y en mayúsculas,

    el hombro llora su protección indefensa.

    Cuando las miradas se buscan, y encuentran

    su propio sólido desecho, es cuando

    los aspersores hallan líquido el cuerpo

    devastado por los goces. Y es entonces,

    en las multitudes apasionadas, en los latidos

    enajenados por las bestias conyugales,

    se miran, y se encuentran

    las carreteras aturdidas de oscuros vencejos.





    IIII-.





    Los latidos siempre me encuentran,

    y hallan su ínfimo cometido, lejos

    de sangres obstruidas, de remansos

    de piel suave y añadida. Siempre

    me encuentro en esta encrucijada,

    voces, ecos calcinados, suspendidas

    materias vírgenes, lociones capilares,

    y ese torpe ensueño de las matemáticas

    y de los vagones de tren vacíos.

    Hallo el margen de silencio propiciatorio,

    la incandescente llama de azules pilas,

    las lámparas ardiendo de insectos o de

    contenidos deseos confusos. Hallo

    la glacial mirada del profesor, su sutil

    amaneramiento, la letanía suicida

    de sus lentes inclinadas.



    ©
    A José Luis Galarza y Pincoya76 les gusta esto.
  2. En esta España mía,

    esta España tuya, y en

    esta España nuestra,

    como cantaba la sin par

    Cecilia, más vale abusar

    de listo, que penar

    eternamente con comisiones

    eléctricas: nos suben, amigos,

    el recibo de la luz.

    En este otoño frío, y en estas

    fechas neblinosas, las cantatas

    y las óperas, tan apropiadas para

    calentar los hígados espirituales,

    no nos servirán, menos que el vodka,

    en realidad, para calentar nuestras

    lindas posaderas. Nos veo a todos,

    en mitad de una era, haciendo lumbre

    con el tomo incomprensible de facturas

    que albergamos como si fueran la salvación

    a nuestras cuitas y penas de amor.

    ¡Ay, de esta España mía, de esta España

    nuestra, y de esta España tuya!

    Cógela que arde.
    A Alonso Vicent le gusta esto.