Pesados cuerpos regurgitan lastre de la vida que aumentan tamaños y volúmenes, simples néctares tras ejercicios y amargura. Nenúfares inquietos que habitara la neblina, dulces sueños para los inviernos, dentro de esa estancia donde poseemos un canto sin poder ni repercusión alguna. Electrificado el cántico, qué tenemos? La criatura, envuelta en pañales desprovistos de significados y sustantivos. Sí, maten ya. Libres los días corren por las campiñas olvidadas. ©
Registro la voz león ciego altanero tributa sus espliegos dorados en los palacios del subsuelo marítimo donde los pájaros anidan con su felonía la altivez deteriorada de los ruidos disconformes ante todo, la dicha enumerada, lo palpitante en un cúmulo de cenizas trituradas donde los ciempiés bailan al son de la reina madre. Pies calcinados pies masticados belleza de los soles registro el eco de un emplazamiento sin sangre ese titubeo de los metales pesados prosaicos, en que dejé emético plan, la alternancia eléctrica de los percheros brumosos. De la danza eléctrica hasta el turbulento mar: una falsa odisea que readmite sus sustantivos plegados. Como unos labios organizados para el beso, suelen concretarse en mí, bellos los recuerdos, endebles sus apósitos. Quién debe leerme? Nadie. Un sustantivo apócrifo o una lateral reminiscencia, abortan los peligros de cada noche. Mi cuerpo es mitad de la noche y mitad del día. ©
Suscitan cosas interesantes son cadáveres depositados en fosas los fosos invariables impiden su aromática la flor de los obsesos excluye poblaciones atónitas, donde viven, regresos taciturnos en la medianía del terror patrio. Moribundos crecen con los pelos erguidos, excretando sus públicos adolescentes, las miasmas de tu saco de almendras, concluye un viejo teniente apercibido. Sugieren cosas interesantes, de labios muertos en la boca de los apósitos, donde recibo desde un pájaro propietario las alas del rigor o del sueño. Miren subsistir los incrementos de los laboratorios con sangre, los imanes de la excrecencia con bocio, ese latido que incluye lamentos o tenedores de hambre. ©
Para qué no hay nada que decirse cuando la lágrima hiende el pecho, y este asiente. Lágrima circular, la siempre viva flor de enredadera hacia tus tierras partieron, aunque nunca regresaron, los plebeyos-. De cáliz en cáliz triturando la flor asquerosa el pétalo insomne, la mentira. Mi cuerpo asciende, flor fija, triunfante, por las laderas del soplo. En la ausencia, te encuentra, madera que queman los sueños para no gastarse-. Demasiado ruido para un poema. Intensidad sexualizada, para un poema. Vestigio que pende de la madera de un asilo. Del viejo tumulto anquilosado en las pálidas esquelas y epitafios. Y pestañas, sueños, un sinfín de tierra inconclusa, ese eterno misterio de las frondas en la claridad que acuchilla el aleteo de un pájaro. Te quiero, te lo dije con los órganos, con las persianas cerradas, con las organizadas cartas. Con los labios plegados y apostados tras sus escoriaciones, en aquellos interminables años. Te quise. ©
Tantos tajos lleva ya la tierra en su petrificada belleza anodina donde suspenden los hartos del examen en que cuerpo y mente funden sus alabastros de moribundos. Tajos pues ineptos, estériles, infecundos: mi palpitación, sangre derrama, sobre el círculo exterior o interior, sin relevancia, las tristezas se acoplan sin territorio inexplorado. Tarde es ya para vivir, morir, viene solo. En las comisuras de los labios, se abre la lluvia de los días. ©
Elegimos la tristeza, simplemente por pereza; porque somos unos vagos redomados-. En cambio, denostamos, pública e íntimamente, la alegría, convirtiéndola en una archienemiga de cuento-. En nuestros delirios y paranoias no hay más que sumisión, sometimiento y fatuidad-.
Aparta la carne lo superfluo, esconde tu alma deshabitada, recurre a los injertos del sueño, ese insomnio que sufren los hijos de las cañerías. Los herederos de las cañerías sus vestigios emocionales, lo vetusto de aquella balanza económica y parcial. Tenderos que equivocan su equilibrio y es divertido aunque difícil bailar en un autobús urbano. ©
Esperar un esqueleto, no es nada. Es peor esta vida ausente, titubeante, ciega de polvo y retamas, donde se pone el alma, sobre la mesa, cada mañana.-. ©
Rotundidad de los abetos como sombras erguidas dejando paso fugazmente, a la luz entre sus ramas. Contundencia de los cipreses ejercitando castigos y suplicios devorando la luz que corre, a su paso, ciega. La luz, que nos fue negada, hoy asalta tus venas-. ©
Gracias a ti he sabido al fin que todo es baladí: pureza derruida, caí, montones de excrementos tapizando un subsuelo de esqueletos. Gracias a ti, supe del amargo sabor: suicida en potencia, nunca me descubrí sino en la indolencia. Que otros triunfen, que otros persigan y ganen la gloria, yo, más humilde seré, sin otro remedio que serlo. ©
Media vida transcurrida, y aprendes, y no cesas, y no permites que otros en tu propia educación, intervengan, e impides, de inmediato, que los pusilánimes y los tristes, amenacen con su injerencia. Te echas al hombro, paladas de arena, cenizas mustias de antiguas creencias, y con dolor, con creciente dolor, buscas ligero, la brisa y el viento, que componen el mástil de tu osadía imperfecta. Sí, puedes mirar de frente tu obra, nada imbécil por cierto, y frecuentarla y vaciarte en ella, pues al crearla, al gestarla, asumiste un imperio de miradas.
Uno va adaptándose a pequeñas torturas cotidianas. Igual que el cuerpo, en su vertical, despoja de sentido, la horizontalidad debida, de vida, se llena el alma al agotar las reservas momentáneas del día. Es a deshora que ocurren las mayores galaxias íntimas, donde fenecen los depósitos de sal de las salinas obligatorias, y es el cuerpo el que, finalmente, apoya su verticalidad sobre la cama. Despertarse es tener un ojo en blanco y negro, una cadera excesivamente larga para la ilusión óptica. Como tener dudas, es necesario para tener fe- continuar hacia delante, no es sino enfangarse en el propio destino-. ©
Creen que ser poeta es esnifar pegamento o sentarse en la puerta. Esperando, como agua de mayo, quién sabe qué o dónde. Es estar fijo en la piedra, y meditar sobre ella; es tirar la piedra y esconder la mano, jugar con ella. Volverse del revés con una solo brazo. Cazar lagartos y tirarlos al mar profundo, gritar al viento insultos contra el hacedor. Oh, poco saben, y menos, demuestran. Yerran, los que intentan hacer un imperio de un grano de arena-. ©
Tan sólo el silencio me anima, y espabila mis anhelos que, dentro de alguna roca, suelen quedarse quietos. Esto es lo que tengo, trozos. Inamovibles, perversos, no soy yo por completo. A veces escucho del bosque algún ruido emitido por un autillo. Me conecta de inmediato conmigo mismo, y salgo de la fronda donde solía estar escondido. ©
Tus testículos inmensos en un ulular de pájaros cientos de ellos como temblores en la diáfana meritocracia desnudado de espejo tu volumen sin concesión atribuible sombra indecisa tus fórmulas de guadaña infinita a quién a quiénes, dónde, a dónde transcurren los días, mesías olvidado sombra enumeración filibusteros ah me atraganta la esencia persistente como una neblina cuyo pecho se escapara de las nubes-. ©
Son sentimientos que ni me atañen. Mucho menos rasgan mis cuerdas íntimas son menos los sombreros que me pongo, cuando salgo como siempre solo a la calle. Son emociones endebles, voceríos elementales. Diría que ruidos desaconsejables para otros. Son emociones y sentimientos que pinto para ya nunca más observales.