1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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  1. Un beso que divide

    en dos, la estrella,

    su magnetismo de tea

    o antorcha. Suscitando

    las palabras enamoradas,

    cien reptiles de lengua deslenguada,

    agitando los cartílagos de sombras

    que parecían apaciguadas.

    Y en ese estrato, la tierra,

    que busca su perfume irrisorio,

    la levedad de los parques infantiles,

    su sonoridad de flor indivisible.

    Busca la tierra angostas travesuras,

    llenas de rica miel y gozosas transparencias,

    en lagunas opacas donde todo se asemeja.

    ¡Memoria, qué tan fácil

    olvidas, y tan fecunda regresas, cuando

    menos me importa!-.





    ©
  2. Me acuesto planamente

    escuchando un rumor de pájaros

    resueltos los enigmas saben a poco

    los latidos del suicidio imaginan mis nupcias

    soy el hermano del fraticida huyendo a campo abierto

    las vendas indefinidas cubren mis apósitos

    soy un testarudo con buena suerte

    lejos del ermitaño lejos de la codicia universal

    lo más muerto el hedor de las lagartijas

    acostumbradas a mi cuerpo invadido.

    Un batir de alas anega entonces mi dormitorio

    soy preso de la somnolencia infatigable

    que recubre los labios, cuya energía defensora

    transmite el sudor de los cuervos enfrentados.

    Oh, calendario imbécil, nuestros besos

    nunca más se cruzarán!



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  3. Misterio sin sombra en el aire

    resuenan viejas trompetas oxidadas

    los adalides numantinos, los nuncios

    descontrolados, que ejecutan

    con el yugo, tras las paredes de óxido,

    manchadas. Oh, madre santa, en tu

    fórmula inexacta, con calor de sílex,

    con dientes navegables, en los estíos

    hastiosos, dentro de un ave con pectoral

    inmenso: allí, allí, ¡déjame volar!, con el

    cuello difuso de la niebla y el mar.

    ©
  4. Me duelen las manos, de tanto coser heridas, de permanecer inmóvil, dentro de las guaridas, donde se reflejan en los espejos, ciudades ya derruidas. Y ese amor que las sostuvo, también me duele y me pica, tarántula insomne, que derriba muertos en las literas de los trenes de medianoche. Me asombran los muertos en vida, los que ponen de pie las gradas de los anfiteatros, los que empujan piel y saliva, y construyen ejércitos y penumbras raídas. Son pocas las palabras, que duermen junto a mi vida, es la noche servicial e intacta, la que se apresura a mordisquear

    mis labios de manzana oprimida. Lloro porque no tengo resultado, mi herencia será el viento nocturno y ese lobo que mis muslos acaricia. Levo anclas del amor ya disuelto, de las ventanas en forma de estalactitas, de las estrellas sometidas a las galaxias imperiales. Dejó mi vida, qué traje de cuerpo entero, vencido!



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  5. Me vendo al mejor postor

    a la peor prostituta

    al ruin impostor que atraviese

    momentos de duda

    y saco una sonrisa

    a los que danzan sobre charcos

    los días de lluvia y de luna.

    ©
  6. Vívela, vívela hasta morirte

    hasta que se muera

    hasta que renazca en otras brasas

    hasta que liben de tu copa

    las cenizas indigentes.

    Miéntela, miéntete,

    recoge sus fuelles, de respiración

    mutilada, abrasa los candiles,

    miente tu destino

    pues en eso está tu grandeza,

    en mentirte.

    Desnuda tu vieja cabeza

    despójate de piojos y microbios

    y bacterias, recetario de signos,

    oráculos de cabellos y aves.

    Vívela, vívela hasta que se

    muera-.





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  7. Vida,

    silencio de una caracola

    sobre las vías del tren.

    Vida,

    ejército de sonrisas

    y la nada en cada casa.

    Vida,

    calavera y un reflejo tenue

    de sol.

    Vida,

    incertidumbre, levedad,

    ruido, furia.

    Vida,

    desierto detenido en las venas,

    vida,

    resplandor acuciante

    eco de una cigarra.

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  8. Fiebre en los ojos.

    No haber dormido predice

    luz de faro en los intestinos

    clavada, allí, en los intersticios

    que ocupan un perfil iracundo,

    un trono vacío, la laxa aspiración

    sin número ni rostro ni cara.

    Las alas abatidas del légamo de los huertos,

    donde se escuchan los silbidos de las lechugas,

    los tomates, extendiendo sus raíces arrugadas,

    las patatas, ingenuamente transitando por las vías

    cerúleas, sin emblema ni quitasoles.

    Me gusta dormir al viento

    cuando todos duermen yo visito los cielos

    y los infiernos acechan sus sueños

    como quebraduras de un límite ocaso.



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    A fabiolaselene le gusta esto.
  9. Nostalgia de arrabal

    premeditada búsqueda

    insana fatuidad garantizada

    hermosura, vuela rápida,

    origen conquistado tras el duermevela

    la implacable seguridad el trono vacante

    y su infame coloración pigmentada.

    Con qué enorme vehemencia

    sitúas los planos, las cosechas,

    de repente, tu mano se asemeja

    a un tigre de dios, bendecido

    por un arrullo de palomas vienesas.

    Búsqueda insufrible, esa lánguida palabra

    que oscuramente transita y agrede los

    recovecos sin tumulto, piedra con fe,

    sinuoso término de engaste.

    Dejo volar, surgen depósitos,

    vuelcos de bayonetas, viejas revoluciones

    industriales, conforme a decreto y edicto.

    Oh viejo Lutero, cuánto de ti

    existe en mí, rebelde sin causa,

    perdido, azul de apolíneas rabias.

    Índigo, de ciertas lunas con Whitman-.



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  10. Hay quien nace buscándose.

    Y se busca tanto, y tan lejos,

    que se sumerge en mares olvidados.

    Hasta que acaba perdido.

    Y se acecha, al menor descuido, sobre

    un desfiladero, sobre la rosa blanca

    que duerme junto a la plaza, o se ve

    entre cordilleras, juntando anhelos.

    Y visita continentes, y alardea de ellos;

    y come con parientes lejanos. Confunde,

    al regresar, el idioma de los suyos.

    Entonces, se entristece, y rompe con todo.

    Finge estar desaparecido. Aunque muchos,

    conocen y saben de sus circunstancias.

    Él, que no sabe si regresar a un pasado inexistente,

    o tolerar el presente, habla

    en murmullos, que olvida al instante.

    Y cree ser sordo, y ciego, y mudo. Y la palabra

    tarde, se dibuja sobre su rostro cerúleo, como una

    nube sedienta que sólo quiere vengarse.

    Se deja atrapar por la cobardía, escarnecer

    por el esfuerzo de los años. Se deja llevar.

    Y abandona, sin abandonarse del todo.

    De repente, algo le domina, y lucha,

    buscando nuevos continentes. Es viejo,

    o casi viejo, pero la experiencia siempre

    fue un grado, le dijeron, y los contenidos,

    ya no le asustan.

    Hasta que al final, encuentra su alma,

    dormida, como nunca lo estuvo.



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  11. Los ojos son como el tiempo.

    Un tiempo, hasta un clima,

    grisáceo, rostro perenne de

    la uva, saco sagrado de verdes

    almendras. Los ojos huelen;

    a tiempo, a tempestad, a huida

    por las cañas vegetales: tiempo,

    gris, uniforme, rutinario.

    Me agradan las peleas cotidianas,

    surgen de improviso, y lleno

    de objetos, las papeleras vaciadas.

    Los ojos hieden; a negrura, a tiempo

    exacto y perimetrado, a confidencia

    hecha saco de almendras, de acuosas

    almendras.

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  12. Llenaron tu despensa

    de honor y medallas

    transitando por balsas iracundas

    momias infectas, trajes de corbata

    sudados, infames desdichas, contrarios

    abolengos; pusieron en tu lápida,

    el cobrador del frac, sus secuaces,

    militantes del abismo, sobras

    de la perspicacia, oh sí, antepusieron

    sus obras decadentes a tus articulaciones,

    los muy bastardos-.



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  13. Vengativo en la entrega

    doliente como espesa niebla

    que acrecienta sus pastos terribles

    abruma la impactante noticia

    con pasos inciertos hasta el cajón

    de la desidia; bruñen espacios convencidos,

    como espadas de Satán puestas del revés,

    los equinoccios salen por detrás de las paredes,

    incrementando su exigencia. Oh sótanos

    de muerte, donde la vida se resume

    en inodoros y vertientes, donde aplicamos

    la voz, para no deteriorarnos en minutos.

    Y aquí metimos el alma, la brumosa satisfacción,

    la intransigente penuria, el beso prohibido,

    las flores galantes; el pertinente y exiguo

    corazón de las bambalinas, serpientes.

    No hay día

    día de vida o muerte

    donde no hable con los muertos

    y se me partan los dientes.

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  14. Triturarán espacios convenidos

    caparazones serán derruidos en la mesa

    soñolientos los pareceres inundarán

    de pasquines violentos los atardeceres

    y las sombras; reptarán para tener hijos,

    devolviendo a su lugar, los compromisos

    olvidados; renaciendo de esos sitios

    con crepúsculos dorados y salvas al matrimonio.

    Soportarán a sus vástagos, con indicaciones

    metódicas, las pezuñas sobre las sillas deterioradas,

    el peligro bostezando de hastío o neurosis.

    Buscarán la proeza, salir girando de marmitas

    doradas, donde el viento ha quebrado su sustancia

    indecible; la crujiente masa olvidada,

    como palio de exequias. Caminarán

    con los vientos atronados, sustanciando

    los espacios abiertos, derrumbándose

    sobre columpios dados al placer y al metodismo.

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  15. Quemados ya los rastrojos

    incinerados el viento y el aire

    soplando cerca de una ceniza

    muerta, registremos, pues, lo

    que nos queda; serán breves

    concesiones al pasado, treguas

    dinamitadas por la lección del

    silencio, y esa dura roca disuelta,

    que examina un alumno de la niebla.

    Calcinados ya tanto sombra

    como amuleto, inspiraciones

    de antiguos memorándum, y

    visitados los viejos cementerios

    de mi patria y tierra, clavemos

    pues, una hita en mitad de este

    desierto: que las esferas se alarguen,

    y emitan brillo, mientras cantan

    las luciérnagas del valle. Heridos

    de todos modos, juntemos por primera

    vez cuerpo y alma, alma y cuerpo,

    y dejemos las pesquisas para más tarde.

    ©®