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  1. Poema ciento cinco

    A Gala

    No, ya no estoy para esos trotes.
    Tengo un pobre recuento de calcitonina,
    que me producirá osteoporosis, reuma o artrosis.
    Una profunda cisura en el corazón,
    provocada por noches de ausencia.

    Creo que ya he dejado la pubertad.
    No estoy para montañas rusas.
    Vuelos en parapentes.
    Cruzar boca abajo el arco del triunfo.
    Concretar maratones de sexo.

    Puedo bailar, aún, eso sí,
    al son del vino,
    un sentido, ventral y viscoso blue,
    haciéndome gaviota macho,
    aunque se me caiga la dentadura.

    O cantar viejas melodías,
    de cada uno de mis amores,
    con su correspondiente abandono,
    a escondidas, como mis lágrimas.

    O dejar que mis dedos,
    hagan una escalera de tonos,
    en la pianola de una espalda,
    rompiendo pentagramas de cuarzo,
    antes de las campanas.

    Es posible,
    por mi sentido de contramano,
    que haya nacido viejo,
    en placentas sietemesinas,
    saludos respetuosos a las vecinas,
    correcta postura en la vertical y el flic-flac.

    Y ahora.
    En lugar de aceitar escopetas,
    hacer asado con mis celos filiales,
    y recibir el arroz ritual.
    Me duelen los perfumes a limón,
    las escaleras al cielo,
    las manchas de humedad,
    los burritos que beben estrellas de un cubo,
    los paseos de reinas y violadores en moto.

    Ya no podré habitar el lado oculto de la luna,
    tan sólo escuchar sus eclipses.
    De nada me valdrá cortarme la oreja,
    arrojarme de un octavo a la pileta,
    beber veneno del frasco equivocado,
    asaltar bancos con ametralladora,
    hibernarme para esperar, esperar y esperar.

    Es imprudente cruzar a nado el Suquia,
    contar el números de los dedos,
    regar el pino de San Lorenzo,
    comer helado en invierno.

    No podré pagar la deuda externa,
    ni derrotar al ejercito de ocupación;
    no podré ganar el Nóbel de la Paciencia,
    ni ganarle a los relojes de arena.

    Será una señal clara de locura,
    tratar de respirar el aire de sus pulmones,
    robarle la tinta de la birome,
    pero también, sustraerme de su voz,
    y restarme al núcleo de sus vórtices.

    Es que, aunque me asile de inviernos y cactus,
    me invadirán, de todos modos,
    sus palabras en la virtualidad cósmica

    No puedo escapar.
    Le robaré, fatal e inevitable,
    ojos hasta que me odie,
    ya que no podré hacer que me ame,
    (lástima para mi orgullo).
    O, cansado de latidos, y ahíto de respeto,
    me despida hasta otra primavera.

    Estoy convencido,
    que debo despertar,
    hacerme flecha de mí mismo,
    cruzar los campos,
    buscar mi código de identificación,
    mi club de pertenencia,
    cazar mariposas de atardecer,
    jugar con las chicas de mi edad.

    Ya me diagnosticaron sordera, despiste,
    incorrección y falta de tacto.
    Será el tiempo de dejar de hacer lo correcto,
    comenzar a hacer lo incorrecto, lo no debido,
    para amanecerme y buscarme un nuevo lugar.

    Y es muy bueno,
    aun puedo esperar un amanecer de rosa,
    no sé si hoy o quizá mañana,
    sin miedo a las estacas,
    morir fuera del sarcófago.

    2000
  2. Indeterminación

    ¿Dónde caen los dados, cuando el lanzador cierra los ojos? Rosa Buk


    En que estaría pensando Gauss,
    cuando dibujó su campana.
    Yo no le veo forma de campana,
    sino las tenues curvas de un pecho,
    con los ojos al cielo.
    Y digo pecho, porque teta no es poético.


    Creería Kant en el imperio de la piel,
    para razonar puramente,
    sin la tensión de una noche solitaria.


    Que Bernoulli era un apostador compulso,
    me parece mas humano que el descreimiento de Planck,
    por incertidumbres que llevaron al pacifista Einstein,
    darle la llave para una masacre a Truman,
    conviertiendo el relativismo histórico,
    en argumento para la globalización.


    No tengo certeza de que hablaba Platón,
    no se porque siempre me lo mencionan.

    Prefiero el amor de Romeo,
    a la timidez de Russell.


    Están bombardeando Bagdad,
    ¿con distribución de Poisson o sólo al tum tum?

    Y yo que creía que el Mortal Combat,
    en que era diestro mi hijo, era violento


    Me parece más sutil el oficio de las prostitutas,
    que los jugadores de ruleta rusa.
    Más útiles las zanahorias de las ollas pupulares,
    que la picana de los torturadores.


    Encontraría Popper falsos mis poemas,
    unica razón de mi asimetría lógica?

    Podría Khun explicar la reglas de mis paradigmas?
    Que relación existe entre el precio de las naranjas,
    y la armonía del vuelo de las gaviotas?


    Creo que se alteran mis ideas,
    como los dados de este cubilete.
    ¿Quien se tomaría el trabajo,
    de calcular sus tensores de inercia,
    fuerzas de coriolis, velocidad del viento,
    para saber si caerán en Generala Servida?


    Mejor doy la espalda a mis miedos.
    Mejor disfruto los oyuelos de mi correctora,
    esa que puedo alcanzar al estirar mi brazo.
    Las palabras de amor de los cangrejos,
    esos que tan poco puedo ver,
    esa que nunca cortará mi arco con sus pinzas.


    Sé que no importa donde caigan los dados,
    sobre el paño verde, la jaula de un canario,
    un escote prohibido, la garganta del inodoro.
    Cuando abro los ojos,
    dos ases arriba, tres en diagonal, dos en pares.
    Siempre me parece ver una boca que espero.


    Dar nombres es tarea tan ardua.

    El espacio muestral es infinito numerable.
    (la mitad de la humanidad es mujer,
    salvo mi madre, mi hermana, mi hija)


    Que certeza estúpìda.

    He nacido varón, me fascinan las hembras,

    (Explicación que antes nadie se planteaba)

    Mi soledad no es una carta buscada.


    Que haré con tantos amores platónicos.
  3. Chocolate

    A Gala


    Hasta tanto no invoque la verdad,
    seguiré con este ataque al hígado,
    producto del chocolate...
    que no he tomado.

    Hasta que no asuma la realidad,
    de no ver las marcas en el almanaque,
    la diferencia en las texturas,
    entre los brotes de noviembre y las hojas del invierno.
    Seguiré dándole puñetazos a la pared.

    Mientras suponga las necedades,
    que alguna vez esta tierra será libre,
    que los mansos obtendrán misericordia,
    que podré al fin algún día,
    invitar, a quien sea, a tomar un café.

    Seguiré en esta muerta soledad.

    Y sí, en esos segundos de lucidez,
    en que quito tu foto de mi marco,
    pruebo otra imagen,
    pero obtengo la misma decepción.
    Contar las monedas para viajar,
    las goteras de mi techo,
    los cartones reemplazando vidrios,
    la heladera rota que seguirá así.

    No, nunca pude ser un caballero,
    nunca tuve para un restaurant.


    Entonces,
    entre tantas bocas que nunca tendré,
    me quedo con la tuya,
    que al menos me sonríe.

    Mientras tanto seguir.
    Y cuando mis retoños den flores,
    veremos.
  4. Los hombres a través de la ventana, la tarde fresca,
    la ventana gris,
    colores primarios,
    cielo de bandera argentina.

    Y te siento allí, sentada de vos,
    vos frente a vos,
    contando las perlas,
    saliéndote para buscarme.

    Una palabra cayó sobre la alfombra, recorrió los pisos de la habitación,
    hacia la cocina, el baño,
    golpeó contra la columna de mi mármol,
    y salió al sol del patio.

    Y los hombres, jetros, perfectos, que miran a través de la ventana,
    un mundo de corbatas planchadas.
    Y les das la espalda.

    Tu espalda de valles transitados,
    sólo por las caricias de los versos de los poetas.
    Luego, todo mío, aunque lejana.

    Me pincharé el dedo con la rueca, a la hora del ángelus,
    que es cuando tu rostro es más blanco,
    más luminoso y más lejano.

    Entraré a mi cuarto lúgubre, oscuro, sombrío.
    Donde las miradas de los hombres,
    no horadan desde la ventana.
    Y dormiré mi amor sin tiempo.

    Ellos no saben de mi amor,
    de mi letra ensimismada,
    de mi espera inútil,
    de tu camisa,
    tu pelo
    y tus manos cruzadas.

    Mañana te irás.
    Te escribiré cada día un poema.
    Ellos creen en las despedidas,
    yo en la eternidad.

    Perecerán los puentes,
    del óxido de mis lágrimas.
    Cuando yo soy feliz,
    sólo con nombrarte.

    Esos hombres de sombreros mágicos,
    creen en la sangre de los orfanatos,
    pero no saben de mi sangre,
    resucitada, regurgitada, agitada,
    a la hora del ángelus,
    por tu boca ajena.

    Quizá me compre una camisa,
    del mismo color de tus ojos,
    para colgarla de espejo y nombrarte.
    Te irás y no lo lamento.

    Te irás a volar entre los incineradores,
    a nadar sobre las vías del subte,
    a sonreírle a la vaca de la ruta nueve.

    Y yo te amaré.
    Te pintaré sobre la pared del desván,
    desplegaré tu blanco sobre mi cuaderno,
    le daré la forma caprichosa de un poema.

    Y lo recitaré al viento, para beneplácito de los hombres,
    que miran absortos por la ventana.
    Ellos, hablarán de la belleza de las palabras.

    Porque, ellos, no saben, en realidad, que yo sólo hablo de tu belleza,
    que entra algunas tardes,
    cuando levantas los ojos,
    sólo... solamente para mirarme.


    PD: Jetro: Hombre de traje o boncha de jetra.


    [​IMG]
  5. Abrir los ojos, apenas, para recibir las resolanas vaporosas del bosque.
    Entre aullidos de hermanos lobos
    y crujir de otoñales hojarascas.
    Apretar los brazos por debajo del peto de bronce.
    Respirar, suavemente,
    para oír los cascos del caballo,
    crispar los durmientes del puente del cristal,
    que llevan al palacio mágico.
    A ella Madmoiselle Juliette, la dulce campesina,
    a la Torre del Ala Norte,
    donde reposan los caballeros de la reina de la fantasía.

    Abrir los ojos, apenas, para recibir los reflejos del mar del este.
    Entre volar de gaviotas
    y saludos de delfines,
    Apretar los brazos por debajo del timonel de roble.
    Respirar, rítmicamente,
    para oír el flameo de las velas,
    surcando el derrotero de escuadras,
    que llevan al otro lado del mar,
    a ella la Bushibu Kiku, la Geisha Azul,
    al Honorable Campamento del Sol,
    donde residen los Samurai Imperiales, del Imperio Celeste.

    Abrir los ojos, apenas, para recibir los vientos de las rutas de Arizona.
    Entre coyotes extinguidos y espinos de silicio.
    Apretar los brazos por debajo de la chaqueta de cuero.
    Respirar, agitadamente,
    para oír los soplidos de la Harley,
    retumbar las piedras del Gran Cañón,
    que llevan a ella, Mrs. Mary, la complaciente camarera,
    al motel Cuatro Corazones,
    donde reposan los Libres Motoqueros del as de diamante.

    Abrir los ojos, apenas, para no percibir al monstruo de baba.
    Entre cucarachas aplastadas y gemidos de ratas,
    Apretar los brazos contra el respaldar, mordiendo la almohada.
    Respirar fuertemente,
    para no oír los rechines de los flejes,
    inundar de ecos la oscura pieza de la calle Salta,
    que es donde ella, La Roxana, trabaja sobre una sucia sábana.
    Donde buscan cerveza y vaginas alquiladas;
    los pobres expoliados de la Reina del Plata.

    Preguntarse, una y otra vez, inútilmente,
    donde se consiguen los zapatitos de cristal.