1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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  1. I

    La multa de la vida
    no da fianza,
    y mientras más lo piensas
    más te vas adentrando
    en lo absurdo de vivir.

    Es realmente tonto
    pensar que estamos en el mundo por algo,
    y que ese algo
    es el motor que nos impulsa a seguir.

    Mejor morirse
    antes de ser tan ingenuo,
    mejor prender un cigarrillo,
    inhalar hondo y largar una gran bocanada de humo,
    y pensar en la muerte.

    Mucho mejor es tomarse un largo trago de vodka
    y tragarse el cigarrillo encendido.

    El sinsentido es tan grande
    como una autopista
    que únicamente conecta a la ciudad del embole.

    ¿Y sabes qué?
    En esa ciudad resides tú.

    II

    La pena,
    el odio,
    la promiscuidad…
    son monedas corrientes
    que venden por nada
    el rollo de la película de tu vida.
    La película en la cual, tú, eres el actor principal,
    un actor mediocre que no ganó jamás un Óscar
    y ni siquiera tuvo tiempo de sentarse a ver su película.

    III

    Pero igual insistes en pensar
    que las horas no se derrochan por nada,
    que las mujeres que pasaron por tu alcoba
    no sólo fueron noches de sexo vacío,
    que tus poemas escritos valdrán algo
    en esta vida o en la otra.

    ¡Mierda! Que ingenuo eres.
    Mientras más fríamente lo pienso
    más ganas tengo de borrar
    este chiste malo que es vivir.

    IV

    Lo más lamentable es que todos damos vuelta
    para terminar pensando lo mismo,
    pero no muchos tienen los huevos para admitirlo.
    A liliana leoni le gusta esto.
  2. Voces embriagadas
    por el delirio del mar infinito.
    Son voces que llevan el sudario del silencio,
    los amordazados muertos del alba,
    las nubes libres de las alas de piedra…

    Voces que nacen dentro del armario,
    dentro del cofre que perdió la llave
    posado​
    sobre los labios del Ángelus,
    el mismo que cobija al recuerdo
    con sus Nanas de cenizas.

    Voces prófugas
    que esperan el juicio de los días
    bajo la sombra del ébano de la conciencia.

    Todas estas voces muchas veces se rebelan
    contra las costumbres
    que decantan como hollines y ruinas,
    como desiertos aplastantes de yermos y vacíos…

    En momentos así
    no sé si ser un aliado más de esas voces
    o tan sólo ser el exilio de los cantos de arena
    de mis aves.

    Y cuando la noche es más noche,
    cuando las densas brumas
    componen la triste sinfonía de la derramada sangre
    por las palabras vulneradas y escindidas,
    y los sueños azules y lilas son los cuchillos
    que apuñalan estrellas
    mi garganta quiere gritar el indulto
    de la mustia anestesia
    y sólo siembra la afonía​
    de una lengua que trepa como helecho,
    un frío Helecho que llega a la lumbrera del espectral castillo
    en el que viven
    los Muros,
    Rosetones
    y Rostros de arcilla.​
    A liliana leoni le gusta esto.
  3. Al perderse la luz que se filtra por nuestros pasadizos
    de alcobas ya recorridas,
    cuando las persianas del albor
    caen con el peso muerto de centenas de aves de piedra
    y los ojos se cierran tras la puerta del cuarto
    en donde se guarda la cajita musical
    que ya acabó su cuerda,
    su sucinta melodía.

    ¡Ay! En el momento en que se apagan
    todas las ciudades, autopistas, faroles,
    ventanales, urbanismos, catedrales
    de nuestras pupilas.
    Ese aletargado momento
    que desconoce por completo las siluetas,
    los paisajes
    y rostros ambiguos de los sueños.
    En esos momentos de carencia,
    de cenizas como braseros extinguidos
    por el aliento de las lápidas,
    por las frías páginas de las memorias
    de los obituarios.

    Son momentos en que interiorizamos
    con el silencio,
    con los muros que confinan nuestra existencia
    y albergan nuestra defunción,
    momentos que nos acercamos tanto al rezo
    del ángelus querellante y redentor,
    tanto que olvidamos
    nuestra abarrotada y jadeante vida
    sobre su infinito mar de sosiegos.

    Momentos en que llegamos a ser
    la más grande envidia de los mismos muertos,
    todo cadáver, en su tiempo, tuvo su paz,
    sus flores de cementerio,
    pero en la imperecedera oscuridad
    se llega hasta perder ese momento.

    Momentos de caída libre,
    de enajenamiento en pleno vuelo,
    de vacíos golpeando las campanas con su diapasón
    y donde se escucha el eco que jamás termina
    de la voz del alma en reconciliación
    con el cielo.

    Es acá cuando el alma por fin puede gritar
    todos los deseos acumulados en su morada de cuerpo,
    es cuando por fin doma a los briosos caballos siderales
    y tiene la fuerza para capitanear su propio motín
    en contra de las mundologías de un terruño severo.

    Si, nosotros estamos bien muertos,
    tan tiesos como los largos cabellos de la Ofelica noche,
    tan inanimados ante los quinqués nuestros y ajenos,
    pero por única vez,
    entre la calma, fruto de los florecientes helechos,
    nos encontramos con el regocijo
    de la serenidad desnuda al completo,
    y sus senos de virgen estoica
    nos cobija con la alegría de estar muerto.
    A liliana leoni le gusta esto.
  4. Hoy escribo, con la libertad de mis pájaros,
    sobre el dulce sonido del aleteo de tus alas
    que me eleva hasta las nubes y sus ángeles,
    exhuma hasta el entierro de mi ex alma.


    Y yo que sólo sabía
    como perderme en las distancias,
    en la cita que siempre fue rechazada
    por el atardecer del beso del mañana.

    Es que caté el licor embriagante
    de tu pródiga savia de ave…
    Y hoy sólo tengo ojos
    para tus delicadas plumas doradas
    de desnudez de calandria,
    de sueños de azules campanas.


    Decenas de torcazas comían las migajas
    de un amor rebuscado, indeciso, apresurado…
    Me cobijaban con sus alones de precarios deseos,
    con gorjeos vagos de alondras y zorzales,
    de gaviotas sin vuelos de mares,
    de ruiseñores que no sabían arrullar el alba.


    Pero Tú, mi pequeña niña alada,
    fuiste la única que me trajiste la llave
    que abrió el cerrojo del corazón y su jaula,
    que borró la duda del futuro
    y derribó los fríos muros
    con tu vuelo de fervientes caricias de bandadas.
    A liliana leoni le gusta esto.
  5. Un anochecer de grises golondrinas,
    una mosqueta llorando tinta,
    unos besos que dejan su sello
    en las lágrimas de las letras de mi habitar.

    Desdichado rosal que se marchita
    con el raudo paso de las sombras
    de un ángelus que me culpa por su caída,
    por la ausencia floral
    sin ninguna amnistía.

    ¡Ay! Noche embebida en pena
    que mata con su daga fría
    al amanecer, nuestro fiel mensajero
    de las canciones de nanas y ardores
    en la hoguera de nuestro halo solar.

    ¡Ay! Noche de un temblor de mar,
    de un inmolado suspiro maternal
    que náufraga en mi memoria
    para encallar en el armario
    de un recuerdo arrepentido.

    Sucumben los ruiseñores,
    muere el niño que una vez fui
    dentro de la cuna de un astillado cristal,
    y la luna,
    siempre con su semblante severo,
    con sus caricias de piedra
    y sus arropes de pálidas hiedras
    me atrapa y adormece
    con su silencio inmortal.
  6. Inquietas las lágrimas del sueño
    sobre mis mejillas se escurren
    hasta cubrir de mustias dolencias
    las amapolas, los jazmines de la gloria,
    las postreras ilusiones de la aurora…

    A pesar del marchito canto del albor
    que no sabe cantar el son de las aves,
    ni el cielo escultor de madrigales,
    ni las afonías de los jardines florales
    de las alas blancas de mi frenético ardor.

    Lujuria es lo que siento,
    una hoguera del rosal y su sudor de desvelo
    que quema los oscuros pasajes
    de la memoria de los huesos.

    ¡Ay! Niña predilecta del confín de mi silencio,
    del sudario de mi alma
    insomne por tu piel de pirita,
    tus ojos ónices,
    tus roces de ópalos de hielo y fuego.

    ¡Oh, Dios mío! A pesar de la tristeza
    que no callen mis íntimos vates,
    que toquen los violines
    aunque sea sus menguadas melodías
    de una última composición
    de la ópera del corazón.

    He visto a la garza de la noche
    anidar en mi pecho
    y respirar de la trágica elegía de la tórtola,
    de los trinos funestos
    y su réquiem de campanas
    velando la razón.

    ¡Oh, Dios mío! A pesar de la tristeza
    que me abruma por el seno de tu traición,
    por ese horizonte de calcita y arena
    que refleja tu antifaz de pálida indiferencia
    hay una flor naciendo…
    más allá de las ruinas, más allá de mi dolor.
    A liliana leoni le gusta esto.
  7. No hay crítico comparable al cajón de nuestro escritorio.
    Oliverio Girondo.

    No quiero vivir con la lengua del crítico enrollándome el pescuezo. Para vivir así es mejor que me suicide tirándome del décimo piso de mi poesía y su renglón de argumentos.
    Pero que sea después de que mis odaliscas se vistan de musas desnudas de brazos, pies y razón, sólo exponiendo sus trofeos de sexos húmedos de recuerdos y óleos de un corazón latiendo sueños.

    Respirar el silvestre rubor de las alas al viento, las jaulas de infinita libertad, las aves y su inconsciente éxodo y alimentarse de grandes abadías de nubes, de ciudades aplaudiendo sus deseos vírgenes, de carriles transitados por el tren del desquicio es una meta que aspiro alcanzar algún día.

    El gran Girondo una vez dijo: “Hay que ingerir distancia, lanudos nubarrones, vizcacheras, caminos con tropillas y comerse la tierra con su olor a chinita” y eso intento hacer con mis líneas serpentinas de rectitud, pero si no lo logro porque el chispeante carbón se solidifica, el mercurio precioso y divino se ahoga en el fondo de una hoja escindida por el escalpelo de un trivial palabrerío y las pupilas afiladas de los cuervos de furiosa arremetida.

    ¡Ay! Si no lo logro por esas nefastas rutinas que borran los ambarinos y púrpuras alaridos del secreto de la tinta, y tiñen de Gristenia los pasajes de la sangre del fantasma de mi arrabal y su Stradivarius de claveles blanquecinos es mejor que me suicide tirándome del décimo piso de mi poesía y su renglón de argumentos.

    No quiero que me mal interpreten, esto no es el ensayo de un suicida, sólo es un ensayo del hartazgo que me genera la miasma y sus conceptos de tierra firme y sin digerir como si fuera una balsa a la deriva, como si hubiese alguna forma de encerrar al mar y su briosa rebeldía.
    Tampoco tengo el rostro de la virgen María, y por eso no quiero que me idolatren.
    Sé que mi poesía tiene la barba de meses y las uñas largas para escarbar en los huesos del tiempo vacío, que escupe con flemas de retrete sobre la cena de la moral, de lo frígido y deja de lado los modales y las leyes de amnistía. También sé que a veces se viste con traje a rayas para ser prófuga del mismo delirio, y sin lugar en el sano juicio ni en la demencia, mi poesía, a veces no tiene hospicio.
    Y ahí es cuando más la matan y la resucitan, le hacen una autopsia y la exhuman, le rezan y le blasfeman, la desempolvan y la ensucian, la incineran y la enfrían.

    ¡Ay! La sumergen en los nueve pecados capitales del infierno de un Edén que por años no defeca la más mínima de las muecas de un gas constipado por su ruborizado aliento, la acusan con el rotulado de indisciplinada. Pero díganme, por favor: ¿cuál es la visión verdadera de la poesía?
    ¿Cuál es la auténtica poesía? ¿La del ángel o la del demonio? ¿La blanca, negra o de tonos azulinos? ¿La de las normas estrictas o la subversiva que quiere tomar por el culo a los cánones de un prejuicioso destino?

    ¡Al diablo con las reglas rígidas y su conspiración de Cíclopes invidentes, de tercos Gorilas con el sudor de somníferos! Yo no me aletargo ante sus ojos de jeringas, de terapias electroconvulsivas que se creen los dioses de Freud y son esclavos de sus propios juicios.

    Abro el cajón de mi escritorio, tomo una pluma y empiezo los versos… que seguro serán la cena de los colmillos de un Drácula engullidor de la algarabía de la tinta, de esta manera probablemente me suicide tirándome del décimo piso de mi poesía y su renglón de argumentos.
    Es una manera de inmortalizar los versos y tal vez después reviva fuera del margen del aburrido concepto de los cielos lánguidos de madrigales que consideran al mundo un impávido rostro de soneto.
    A Maramin y liliana leoni les gusta esto.
  8. Mancillados los caprichos de la costumbre,
    de tu costumbre de sonámbula amnistía
    se desnuda la noche
    frente al pálido semblante de la luna;
    su sombra florece como una rosa que invoca la negrura.

    Es la Dama De Noche que cautiva
    con su quebrado aullido de loba,
    que trepa por los vestigios del cierzo húmedo,
    del llanto de los astros en penumbra,
    de la aturdida plegaria de tus Padrenuestros.

    Te asola el infinito mar que se derrumba,
    y tú sólo te dedicas a tejer tu hábito
    de mosca atrapada en la red del silencio.

    Marchan las peregrinas nubes
    hacia el exilio de los sueños,
    hacia los desiertos
    en donde mueren todos los zarzales,
    también hacia los fangales de un corazón de hierro
    que sólo conoce el hiriente y ácido beso
    de los labios del ángelus,
    el juez de la conciencia borroneada del hombre.

    Tú eres un morador más de la inercia,
    y lo sabes mientras observas
    la partida de las nubes,
    un leño más en la hoguera del frenesí ciego
    que sólo quiere ser uno
    con su río de venas oscuras,
    con la noche y su ruego inclemente.
    A liliana leoni le gusta esto.
  9. Como un busto que mece los árboles azules
    de manantiales
    que beben la savia noctívaga de las sombras
    y su infinito origen.
    Como un potro semental
    de galope forjado con acero,
    de cabrioladas de plenilunios
    y aullidos de negrura crepuscular…

    se desnudan los ramajes de la noche,
    se desempolva el somnífero sideral
    en la alcoba de los astros,
    en el acopio del lecho nocherniego
    con pasos de recuerdos
    y lágrimas de alados sueños.

    Se rompe el sello que dejó el cierzo matinal
    para que las islas
    y las areniscas del ardor de un sol,
    las jadeantes arboledas del día
    y su memoria de ausencia lunar
    se tornen pesadas cortinas
    que caen sobre las pestañas del tiempo.

    El ángelus predilecto del vestigio del deseo
    toca las mil y una noches de campanadas
    para el febril encuentro de los cuerpos
    en llamaradas de hogueras pendulares,
    cimbreantes ojos que buscan dormir
    dentro de los confines más primitivos
    del perfume femíneo de la piel de la noche.

    Un ciclo espectral del espacio
    cae sobre el reloj detenido,
    sobre el almanaque inmóvil de la historia del hombre
    con sus roces sugerentes de sosegada perennidad,
    con su compás de zorzales de piedra,
    de borrasca de la garganta del silencio
    y su oquedad,
    de la mortecina y a la vez rutilante era
    en la que nace una y otra vez
    la diana del rosal
    en el gong de un anochecer inmortal.

    Así un imperio sombrío
    fecunda los quinqués señeros,
    las mañanas postradas ante su potestad
    de sordino y ciclópeo anhelo.

    ¡Ah, cómo no sucumbir ante su poderío
    de colmillos virginales de fauces!
    ¡Cómo no atesorar su piramidal vuelo
    de esfinge de murciélago!
    ¡Cómo no caer en la red delirante
    que nos hipnotiza
    con su ululado hechizo de pupilas de búho!
    ¡Cómo no ser presas del sudario carnal
    de su tapiz de vampiresa!
    ¡Oh, noche!
    ¡Oh, poesía de completa eternidad!
    A liliana leoni le gusta esto.
  10. ¡Ah! Ángelus del albor en la sombra,
    de alas oscuras con un halo virginal de fuego
    que sella dentro de la bóveda infinita
    la frenética vida con sus labios de ocre
    de un desnudo y azulado deseo.

    ¡Ah! Dama del vacío perplejo
    y a la vez del henchido brote del carmín perfecto.

    ¿Eres acaso? Ese fino ojo de luz que se filtra en el túnel,
    un quizás factible que cae sobre la historia del hombre
    y embiste con su mudez inquieta,
    solitaria, deseable por la conciencia de la noche.

    Un hoyo ciego con valquirias de arena
    que consume con su manto carnal y gélido
    hasta las costas, el oleaje del mar, las conchas desiertas,
    los buques náufragos sobre briosas mareas,
    las sirenas quiméricas de la mente somnolienta…

    Mátame, si quieres, temible dama de sigilosos afectos
    que son como afiladas dagas goteando el dulce néctar
    de la angustia y el consuelo,
    pero que renazca la flor cristalina
    de mi legado de ancestros,
    de mis escritos con la memoria del tiempo,
    de mis besos tenues intentando sosegar
    tu mano yerta, recta y perpetua,
    tu voz severa que juzga de igual manera la bajeza
    y la franqueza,
    la cual mece la cuna y el postremo lecho
    y complace a los dioses con el tributo del cuerpo.

    Al fin y al cabo, pródiga muerte,
    eres la fiel compañera que agoniza conmigo
    en este desvariado camino
    de proezas y malezas,
    de rosales ofrendados a las espinas de los azares
    y sus santos óleos.

    (…)

    Mátame, si quieres, pero déjame el pudor
    de concluir el sueño
    de estos efímeros y mortales versos…
    A liliana leoni le gusta esto.
  11. En aquel andén dejaste tus cabellos revueltos por el viento
    juntos a la mar de caricias flotando a flor de piel.
    Tus maletas sellaste con los recuerdos,
    con los cordeles de un verano inolvidable
    de nocherniegas danzas bordando el manto del placer.

    Te fuiste llevándote el broche de mis besos,
    los tristes ojos de ágatas de fuego,
    los abrazos de nubes de terciopelo
    y las postales del corazón en blanco y negro,
    pero esas tantas cosas no nos alcanzan
    para borrar las fisuras de las lágrimas,
    las espinas que dejó la mosqueta
    de un adiós innombrable
    de retoños de roces, rocíos, vahos,
    resuellos vestidos de anhelos…​


    Te fuiste
    con ese
    ADIÓS INNOMBRABLE​
    que me hizo tropezar y caer
    en mi bache del silencio.

    Yo, aquí, yacente en este pozo ciego,
    en esta garganta de un abismo sin voz,
    en este febril mutismo del lamento
    soy un voluntario huérfano
    que espera por tu regreso.​
  12. Una de esas noches de borrachera y valentía,
    de arrebatos de champaña burbujeante
    y delirios noctámbulos de heroína,
    degusté el pacto de sus besos libertinos.

    Frondosa piel del deseo que se elevó entre astros
    y cometas de colisiones fugaces,
    entre los rocíos de una madrugada escarlata
    de caricias apresuradas,
    entre especulaciones de amor
    que caían como goteras
    por los cogollos de la refinada mosqueta del fervor.

    Maravilloso fue aquel encuentro
    que poco a poco decantó en las copas sin fondo
    de mi sed infinita, en la angustia
    y su humo de colillas del hampa de mis vicios.

    Mi sombra descarriada frecuentaba burdeles baratos
    buscando los sorbos clandestinos
    del bálsamo femíneo y su lenitivo de ímpetu y calor,
    el licor que sacie
    los impulsos enfermizos de mi corazón.

    Y ahí fue cuando la vi a ella;
    la llamaban: madame Léonie, la del rostro de estrella,
    la de labios que tejen una telaraña de seda,
    la que te roba suspiros y te hace adentrar
    en los mares salvajes de la lujuria y su demencia.

    Así como un ingenuo marino
    que vino de naufragar oleajes briosos,
    tsunamis de inclemencia
    desembarqué en su puerto para embriagarme
    con el efímero Chandon de su existencia.

    En el reflejo de sus pupilas
    dos brillantes ágatas de fuego se veían,
    y yo escasamente un par de monedas poseía,
    fueron suficientes para el última ángelus
    de eterna dicha.

    Un cuarto de hora que alcanzó
    para que mis profetas conozcan un credo,
    para que mis nautas viajen en sus góndolas
    surcando el cielo,
    y para que me enamore
    de su desnuda flor.

    Hoy sigo frecuentando la misma esquina,
    el mismo bar,
    el mismo burdel que destila sueños púrpuras y violetas
    de entusiastas algarabías,
    de visiones e imágenes sin presencia
    con la esperanza de que algún día
    vea nuevamente a madame Léonie
    coqueteando con mi hombría,
    aunque sea, como esa vez,
    una ficticia fantasía.
    A liliana leoni le gusta esto.
  13. Decantar en el fondo de la noche,
    en ese abismo que alberga a los más febriles seres:
    murciélagos insomnes del sueño
    y su silencio consagrado,
    luciérnagas fervientes del recuerdo,
    vírgenes en reconciliación con la fricción de la piel,
    ronquidos y bostezos de deseos de astros
    y garbosas lunas que duermen en la laguna
    nocherniega,
    en la humedad de las sábanas del placer.

    Bajo un manto de pureza y absolución
    se descifra el código de ese oscuro hoyo infinito;
    sus ojos de relentes tálamos
    se filtran con la melodía noctámbula
    del plenilunio y su ángelus de luz,
    ojos perspicaces que espían con sigilo
    los tormentosos rocíos de los cuerpos
    que filtran gota a gota su elixir
    por las rendijas de la persiana del oscurecido albor.

    Luz y sombras unidas en un ciclo perdurable,
    en una composición de ángeles y demonios,
    de ofrendas y recepciones,
    de mares para calmar la sed de las gargantas del desierto
    hacen la obra terminada del Stradivarius
    y su plausible función
    de notas súbitas, ardientes, misteriosas…

    Así se cierra el telón
    mientras aplauden los párpados hasta desfallecer
    en las utópicas rutas que conducen a la ciudad
    de las algarabías de una pasión.

    La noche es esa ciudad,
    y dichoso soy
    de que esa ciudad es la capital de mi alcoba.
    A liliana leoni y Carrizo Pacheco les gusta esto.
  14. Otra noche que paso buscando
    las sábanas tatuadas de besos,
    la tintura de tu carmín furioso,
    el Stradivarius de tu silueta
    con su composición de templo,
    y me guardo dentro de una postal
    de café porteño y melancólico,
    dentro del insomnio sincero de Buenos Aires
    y sus arrabales de luces,
    reflejos de una ventana que me muestra
    la amnistía de tu boca sobre otra ajena boca,
    la fogata de tu dermis sobre los maderos de otra piel…

    Ingenuo del presente
    me desplazo en las vecindades de mi sueño
    para encontrarte en el viejo burdel
    de mi olvidado recuerdo,
    por la estación de la antigua memoria
    inhabitada por el tranvía del gozo del cuerpo,
    por el puerto cerrado para mis embarcaciones
    que naufragaron en el tiempo.

    ¡Ay! Cuánto dolor me trae el reencuentro
    que cae como pesados mármoles
    sobre mis aquejados párpados,
    heridos lacrimales que sólo saben llorar
    las cenizas de tu aliento.

    Así tu pureza se vuelve una fría enmascarada
    de sentimientos nevados
    por los glaciales que confiesan
    que empezar otra vez a quererte
    no es una opción más
    de mis braseros muriendo.
    A liliana leoni le gusta esto.
  15. “Un libro debe construirse como un reloj y venderse como un salchichón”.
    Oiverio Girondo


    Meto mis manos dentro de los bolsillos para sacar un par de transeúntes, alguna que otra farola bizca que no puede, por más que quiera, centra su mirada en las noches que me desvelan, el empedrado y las baldosas de una calle que un día la transité, pero hoy la dejo a la vera del olvido, las canicas con las que siempre juega el pasado y mis huérfanos niños, también saco telarañas de un par de recuerdos dormidos, y grandes dosis de sinónimos incapaces de ser calificativos, verbos sin acción, sustantivos vacíos, adjetivos cadavéricos con largos pasos extintos.

    Vuelco mis bolsillos sobre la mesa, y eso es todo lo que encuentro, no tengo más nada que ofrecer.
    Tal vez con los transeúntes puedo pagar el café, con la farola bizca las medialunas de grasa que tantas ganas tengo de comer, con el empedrado, las baldosas y las canicas me alcanza para el periódico, y con el resto seguramente termino el libro que siempre quise hacer y nunca comencé.
    Después saldré a venderlo en el primer almacén que encuentre.
    A liliana leoni le gusta esto.