1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación
Color
Color de fondo
Imagen de fondo
Color del borde
Fuente
Tamaño
  1. Grietas íntimas,
    rendijas largas de lo interno del pecho
    que se escurren como gotas de conciencia,
    igual que destiladas dagas del recuerdo,
    como un mar de memorias
    que con presteza ofrece sus plegarias
    a los santos pastoriles de los cielos,
    pero entre las preces,
    entre las palabras y sus rezos,
    se oculta el disfraz del remordimiento,
    dichosa penumbra penitente
    de cadenas y rosas,
    de ríos de sal y nubes de azúcar.

    Es que una oración orada
    no puede llegar a salvarte,
    una simple oración o un rezo
    no es un salvavidas para un ahogado,
    no es el rescate de un náufrago,
    no es la leche materna para un niño huérfano,
    no ayuda a los ecologistas
    y sus marchas con pancartas por el planeta,
    es más, puede sepultarte aún más en la sombra de la soledad
    si se caen las simientes
    como desilusiones de un firmamento
    y tu corazón palpita una respuesta nula
    de un oasis en el desierto.

    En su momento puedes ser un gran devoto,
    un fiel creyente, pero luego te preguntarás
    (ya que siempre está la duda navegando con agudeza):
    ¿fui creyente de quién o de qué?
    ¿creyente del amor, tal vez,
    o del dolor de la cruz y su peso?
    Esa cadena que acarreas con sudor y lágrimas,
    ese rosario que hiere como un abrojo
    y que se anida en tu mente,
    es la pesada carga de la razón y su contrición,
    de la historia golpeándote de frente.

    Así marchan tus pasos entre lápidas rotas
    intentando exhumar a los recuerdos,
    y acá, es cuando, yo siempre me pregunto:
    ¿para qué desenterrar los pasados hechos?
    Mejor dejarlos donde están,
    sepultados en el tiempo,
    mejor dejar esos rezos y plegarias
    guardadas en el templo,
    mejor no joder más a Dios
    con nuestros caprichos de existencia,
    si aún no nos lavamos bien
    la conciencia.
  2. Llanto de arena
    lágrimas de cocodrilos
    de sierpes / de fósiles de tiranosaurios
    de todo ser rastrero


    sollozos arcanos
    de mustios helechos / de arcas saturadas
    de cenizas del tiempo


    lloros en cadenas
    de remordimientos en grietas / de barrizales de conciencia
    sin pudor
    ni moraleja


    salíferas ascuas
    que caen gota a gota
    del vendido cielo


    ríos que secan venas
    mares de hogueras
    lagrimales del oscuro piélago


    sudor de ojos / de retinas
    de figuras de mármol
    con sangre de hielo


    gimoteos
    y
    rabietas
    de furiosas onomatopeyas
    en los libros
    de ciegas
    sordas
    y
    mudas letras


    llorera de guillotinas
    navajas
    puñales
    y
    dagas


    vagido del cianuro
    que madura en cochambre
    de carne y huesos


    llanto y más llanto
    ridículo indolente descarado
    del hombre en confesión incompleta


    llanto de arena
    oasis de penas

  3. Son ellos
    verborragia destilada
    de provocativa labia
    catedrales intercaladas
    aglomerados de deseos videntes
    que sudan gotas refinadas de un elíxir embriagante
    en el paladar



    son ellos
    olas y rompientes
    mareas y prefacios de la misa del poniente
    sobre el mar



    orígenes del inconsciente
    rozando la piel del prestigio
    con su halo de ángeles



    composiciones de estertores colindantes
    febriles encajes de un estrepitoso vértigo
    grietas en los durmientes de la monotonía y el tedio



    son los verbos que pintan de lujuria
    las paredes del milagro pasional
    intrínsecas ascuas tiñendo al éter con sus óleos



    son ellos
    sólo ellos
    y nada
    ni nadie más

  4. Tengo un dolor que toca con su flauta
    una canción de noche con grilletes
    que me aferra al pasado y sus jinetes
    como un tifón de espinas y cicuta.

    Triste función de esta umbría gruta
    que lacera mis venas con floretes,
    y me deja al pesar con sus membretes
    de marismas, cenizas y viruta.

    Así la pena crece sobre el lecho
    de mis sueños igual que mustia rosa,
    la cual se ramifica como helecho.

    Un herido recuerdo que solloza
    en lo íntimo y profundo de mi pecho,
    y sin piedad mi corazón destroza.
  5. Vuela la nave escueta de la vida:
    horas de arena, reloj sin andar,
    tiempo muerto en un lecho sin soñar,
    son las gamas de gloria entumecida.

    En mis mañanas ya no habrá cabida
    para el futuro eximio de mi hogar;
    los marchitos anuarios al pasar
    me traen la nostalgia arrepentida.

    La alborada se estrella en mi ventana,
    sobre el dintel de este triste mundo,
    se rompe como frágil porcelana.

    El horizonte muere en lo profundo
    y mi suerte, campaña muy lejana,
    se enluta en cada agónico segundo.


    Así las sombras llegan con sus llaves
    que abren puertas, lumbreras y fallebas
    de un mirador oscuro sobre glebas
    y albores sin el canto de las aves.

    Con sus notas fatídicas y graves

    inunda a mis memorias más longevas
    extirpando las épocas mancebas
    de mi mustia vidorra y sus derrabes.

    Maldita es la presencia de los hados
    que muelen mi celaje en su mortero
    de sueños con anhelos machucados.

    Ciegos, pero no sabios como Homero,
    son los dioses que juegan a los dados
    por la vencida sangre del cordero.
  6. Desvisto tu nacárea piel de albores
    con lentos roces de un venéreo rito;
    sobre los cielos del Edén levito
    triunfando en tus jardines con sus flores.


    Suaves como la miel son tus rubores,
    los cuales me estimulan al delito
    del cutis de la fábula y su mito;
    deseos de mendigos y señores.


    Así degusto la vedada fruta,
    que me ofrece la sátira serpiente,
    a pesar de la causa que la imputa.


    No importa el antro y su condena ardiente,
    si mi osadía a tu pureza escruta,
    aunque en su cauce marche pereciente.
  7. Mierda que respiramos
    mierda que inhalamos y también excretamos
    mierda que escapa rajando el pantalón anal
    y se siembra
    se abona para cosechar más mierda

    mierda lo que comes
    lo que miras también es mierda
    hasta tu voto en secreto es mierda

    mierda en erupción de un volcán
    un volcán taponado durante siglos
    al punto de estallar
    también cae mierda del cielo
    y sus nubes constipadas
    pero hoy es el día de los enemas
    asique a llorar mierda sin parar

    mierda que mancha el calzón de la vida
    como si hubiese aguantado un pedo
    hasta ponerse sonrojada
    porque se le escapo algo más que el gas

    mierda con olor a burdel barato
    de putas y profundas caderas
    listas para el rito de la lluvia negra
    para el coito del embrión y la mierda
    / después de nueve meses de un embarazo de mierda
    sacas tus tenazas y por el culo
    extirpas al quiste de mierda

    mierda lo que escribo
    pero mierda de la buena
    ya que es mierda hecha una incontenible diarrea
    de la realidad

    también hay mierda perfumada con clavos de olor
    con bálsamos de rosas
    hay otras que son inodoras
    y otras que apestan a pescado podrido
    a tripas revueltas en estado de putrefacción

    hay muchas mierdas
    más todavía desde que surgió la mierda domínate
    la que no tiene conciencia ni pudor
    la que se cree omnipotente
    e invade todo con su tufo de religión
    con su política piojosa
    que te chupa hasta tu mierda íntima
    y si te rebelas
    te caratulan de mierda subversiva
    y manda a la mierda con las marchas de las botas
    para que te fusilen en el paredón

    así desde que nacemos hasta que morimos
    estamos tapados por la mierda
    incluso cuando ya nos comen los gusanos
    estamos enterrados en la mierda

    ¿y todo por qué?
    tal vez porque simplemente
    seamos una oda a la mierda
  8. Allí donde huele a mierda huele a ser. Dijo Artaud , y yo estoy de acuerdo, pero agregaría: ¿ese ser que huele a mierda en verdad sabe cagar? Desde un principio quiero analizar el concepto del verbo cagar y con esto pregunto: ¿por qué cagamos?No es una pregunta retórica, para nada, todo lo contrario, es una pregunta elemental y vital para el indulto del cuerpo y el alma.
    ¿Yo quiero saber en verdad por qué cagamos? Ya sé lo que me van a decir: cagamos para evacuar la podredumbre del cuerpo, la materia fecal que tanto peso a nuestra historia nos trae. Pero yo les pregunto a ustedes… ¿Lo hacemos bien o simplemente creemos que cagamos bien?
    Yo creo que en verdad cagamos mal, no sabemos cagar, y el punto está en que por eso jamás podremos sacar toda esa podredumbre que llevamos dentro.


    Cuando nos sentamos en el retrete comienza un ciclo. Algunos prenden un cigarrillo, otros leen el diario, pero todos piensan en la función de cagar, desde el ano expulsan toda la materia fecal…, también intentan dilatar la injuria, excretar la blasfemia, el ateísmo, el error de ser humano, pero cuando terminan de limpiarse, siguen sintiendo el peso de la historia, siguen sintiendo las cruces en la espalda, el dolor de los crucificados santos, las densas paredes revestidas con el oro del Vaticano. Un conjunto de factores que los torturan; aclaremos que la tortura psíquica es más sanguinaria que la física y amplía una variedad de torturas que se unen como eslabones de una cadena que con sutileza y descaro nos azota hasta dejarnos en agonía. Así se podría decir que vivimos agonizando hasta el último beso de la muerte, ese finiquitado suceso que se trasforma en un piadoso deceso para nuestra vidorra marchita.


    ¿Será que realmente no podemos cagar y expulsar tanta historia aplastando nuestros cráneos, sofocando nuestras almas, comprimiendo los ánimos? ¿Será que tenemos una alma o desde antes del mismo tiempo la perdimos por el escusado?
    Así mi pregunta aún abarca una temática más amplia. ¿Cagamos lo bueno y lo malo o en verdad cagamos lo bueno y nos quedamos pudriéndonos con lo malo?

    Para esto me dirán que existe la confesión, la confesión limpia el alma, absuelve los pecados. Yo les digo que la confesión es un fraude, es basura de la peor calaña, no absuelve nada, es que no te puede absolver un cura de carne y hueso con tantos vicios como torturas por parte de un amo, y si digo un amo, quiero referirme al concepto de sociedad, una sociedad enviciada y corrupta que nos gobierna, que nos hace un enema de cabeza o nos encierra en el manicomio porque ve a un homicida en potencia.

    Un homicida en potencia: Van Gogh fue uno, sus pinturas fueron una bomba a punto de estallar sobre los pilares de la sociedad, dichosa sociedad que juzgó y empujó al suicido al artista con su acusación sin sentido. Artuard fue otro homicida que trató a la psiquiatría como lo que es realmente: simios controladores que con sistemas burocráticos mantienen el control de las mentes; yo los llamaría verdugos del cerebro, de la creación basados con sus ideas que se aferran al temor.

    Artuard bien dijo: "En todo psiquiatra viviente hay un sórdido y repugnante atavismo que le hace ver en cada artista, en cada genio, a un enemigo…"

    El artista desde mediados de siglo y hasta la actualidad siempre fue un potencial enemigo para la sociedad, para esa sociedad impúdica que siempre impuso lo que está bien y está mal. Y pareciera como que nosotros los ciudadanos somos un conglomerado de estúpidos anónimos que tememos por su poder tanto consciente como inconscientemente y acatamos sus reglas tanto como su frígida moral.

    La sociedad es la mierda, sí, y lo peor es que estamos rígidos ante su conducta, no nos inmutamos si vemos que encierran a un loco en el loquero, sólo decimos: pobre hombre debe estar mal. No, los que estamos mal somos nosotros, amigos, y creo que en verdad estamos mal porque no sabemos cómo cagar.

    Los titulados de “locos” saben cagar y lo hacen muy bien, y cuando no pueden cagar de última se lanzan un pedo que parte a las instituciones en dos, a las instituciones hechas por esa simulada moral, por esa vergonzosa y puritana jueza que de ciega no tiene nada.

    Si sabemos el concepto de moral, deberíamos saber que la moral jamás debe juzgar tanto física como mentalmente a los sujetos raros, raros porque piensan con libertad, porque presentan un espíritu rebelde que hace abrir los ojos de los demás, porque piensan diferente y si ven a un mendigo lo cagan a trompadas en vez de llevarlo a almorzar para que vea que se puede defender y por lo tal alimentarse sin la necesidad de otro.

    Como dije antes, la sociedad es la mierda que nos inculca desde chiquitos como debemos cagar, y nosotros los estúpidos que le creemos y pensamos que lo hacemos bien.

    Antonin Artaud de loco no tenía ni la sombra, era más un soñador rebelde que luchó por sus convicciones hasta el final, como la sociedad no pudo domarlo lo encerró durante nueve años en una institución psiquiátrica.
    Con su tesis de tortura esclavista de la mente, hoy en día se conoce a la lobotomía como una grave tortura mental, antes de esta estaban los electroshocks. Y con esto puedo citar una de sus últimas declaraciones:"El señor Artaud no come hoy, pasa al electroshock".

    Artaud tuvo más de cincuenta electroshock en esos nueve años, pero hasta sus últimos días siguió escribiendo con la misma lucidez que ningún poeta o filosofo hasta la actualidad pudo tener. Esto demuestra la conclusión de que los locos internados en el manicomio son los más cuerdos que ven a la mierda de sociedad que nos alberga. Mientras que nosotros, los ciudadanos, seguimos respirando inconscientemente su prácticas de lobotomías. Así estúpidos quedamos, tanto que ni siquiera sabemos cómo debemos cagar.
  9. Canta, lastimada mía.
    Cervantes





    Cantan los grillos en este atardecer vestido de noche
    también canta la luna diurna que invoca suspiros
    hasta parecería una sinfonía de las venas de las estrellas
    y los llantos de los ángeles
    lluvia improvisada por los cielos
    para desahogar el desazón de las nubes
    por el alba y su partida

    cantan los verdes prados
    aunque tengan frío
    por la escarcha y su rocío
    canta el río que muere en mi vera
    el fango y su ciénaga con ensueños de arena

    ¿entonces por qué tú no cantas
    herida mía?


    será que estás más lacerada que de costumbre
    y tu llaga se agrandó como la garganta del silencio
    / sordina agonía del corazón y su mutismo

    canta por más que estés en las trincheras del olvido
    frente a los abrojos sangrando penas de huérfanos sentidos

    canta que no pasa nada
    herida mía


    y si pasa algo
    y si es verdad todo esto que digo
    canta para que nada pase
    y sueña con la calma chicha
    con ese instante de paz antes del furioso temporal
    antes de la tempestad y su creciente marea
    arrastrando las menguantes luces de tu universo
    con sus preludios de malos augurios
    y fatídicas suertes

    canta e invoca esa calma chicha
    herida mía


    por esos minutos muertos
    por el reloj detenido
    con su exigua amnesia por la dolencia y su embestida
    antes que brote nuevamente la sangre de tu cuerpo herido
  10. Cuando los encéfalos y las neuronas respiran toxinas, cuando navegas en un mar de nicotina como un quiste anidado en un inmenso pulmón y tus visiones del cielo son cien mil voltios de electroshock, te das cuenta que las paredes del manicomio de la vida son el diagnóstico de un dios que emplea el freudismo para obtener su nobel, su galardón experimental. Y tú eres simplemente su conejito de india.

    Las mareas del oleaje de un dolor, igual a las escolleras en donde se suicidan los ánimos, son las tesis elementales de este dichoso dios que sin mesura emplea su filoso escarpelo para cercenar a tu mínimo rasgo de conciencia, de vergüenza, de miseria ruborizada por los velos del descarado rencor.
    Es mejor tenerte sin conciencia, es mejor aplicarle una lobotomía a tus sentidos y dejarte a la deriva viviendo el efecto retroactivo de la luz y la sombra, de la vida y la muerte, de la vidorra contrastando tu inhóspita proeza.

    Cuando el desequilibrio elemental es un factor que trae una aneurisma en el burdel de una perturbada sociedad y todos los ojos ven el foco del tumor en tus textos revestidos con rústica realidad, te titulan de loco, no hay otra, estas mal ante los quinqués del mañana, por el simple hecho que no ves el alba, y si no la ves es porque en verdad para tu mundo no existe esa frígida mañana. Dichosa y presuntuosa alba que sale cuando se le place y no cuando, tú, más la necesitas.Puedes fumar mil toneladas de opio, puedes bañarte todos los días en las aguas sucias de la Estigia, también puedes mutilar los bosquejos de la razón (una forma más de vivir un sueño con sugerentes dosis de lenitivos y anestésicos), ¿pero quiénes son ellos para juzgarte? ¿Quién es el dios que osa bajar su martillo sobre los restos de tu aplastado cráneo?

    Ese dios que se lava las manos por su propia creación, y queda siempre bien parado sin culpa ni cargo. Dichoso creador que todas las noches se va al bar más cercano para mofarse de tu alcoholismo empedernido, de tus bajos instintos haciendo payasadas dignificantes hasta para los mismos bufones.Un dios que se sienta a disfrutar del show de tu melodramática y trágica vida.Supongamos que ese dios es una gran institución conocida como sociedad, que se las da de virgen, de pura y de santa, que se horroriza por todos tus pecados y te manda a confesarte con el santo patrono de las ladillas, el santo patrono de las ladillas que tira la piedra y luego esconde la mano.El mismo que trabaja para esos piojos chupasangre que se aferran a un pelo de concha mandatario como a los huevos de tu miserable existencia sin pantalones. Es mejor que te vistan con una cartera y una faldita, te den una patada en el orto y te mande a laburar en el farolito de la esquina, así, por lo menos, de prostituta ganas algo de reputación, pero no, ellos prefieren avergonzarte de la manera más ruin, y te mandan a confesarte.¡Oh, santo patrono de las ladillas! Perdone todos mis pecados de gusarapo exilado hasta la misma mierda de los abismos, perdone mis ideas lujuriosas sobre las monjas masturbándome el falo en mis delirios noctívagos, perdone mis bajos instintos de cagar, mear y tirarme olorosos gases frente al comité de conchudas leyes, normas y ordenes reprimidas, perdone que se me ponga la pija como el obelisco frente a una pintura que desnuda a la madre María, perdóneme santo patrono de las ladillas, ya que usted me creó a su forma y semejanza con sus necesidades fisiológicas y básicas, con sus bajezas más impúdicas, dándome mis ojos, mis manos, mi lengua, mi verga, hasta dándome mi ano para que no lo use, salvo en sentido figurado, para que lo emplee de forma correcta y decorosa. Pero yo no entendí la metáfora, y rompí la norma, y me convertí en una aberrante bestia primitiva hasta para esta sociedad de humanos, siempre guiándome por las palabras: haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago. Creo que yo comprendí al revés, y desde momentos inmemoriales empecé a hacer lo que ese dios hace, pero no lo que dice.

    Volviendo devuelta a la institución que es ese dios que anda vestido de santo, pero encarna al diablo. Esa institución con grandes cadenas de oro mientras tú no puedes dormir pensando en qué carajo les vas a dar de comer a tus hijos. La misma institución que profesa los nuevos, los viejos, los antecesores, los modificables, los antiguos, los delirantes, los machistas, los contradictorios, los ignorantes, y no sé cuántos más, testamentos, volviendo al manicomio que encierra y extermina a los homosexuales, artistas, locos, drogadictos, dejando en plena libertad de acción a los pedófilos, erotómanos, violadores, homicidas.

    Volviendo a ese completo caos que trastorna la mente y crea embriones con su semejanza para luego culpar a uno que se desvía para nadar por otras aguas, poniendo hasta en su contra al propio dios padre del humanismo.

    Como diría la aristotélica razón: ese dios, esa institución, esa sociedad eres también tú que me estás leyendo desde el otro lado…Pero hoy estoy escribiendo en contra de esa apestosa razón que tanto se cagó en la humanidad.

    Ojo por ojo, diente por diente.



    Por eso mismo, hoy cago en un balde y meto todo esto dentro para lanzárselo a su rostro banal y jactancioso.
    A Roberto Azpuru le gusta esto.
  11. Dialogo, hasta altas horas de la noche, con el insomnio aferrándome a la botella de vodka como si fuera el único salvavidas que queda para mi náufraga mente.
    Siempre la terapia comienza, después de la media noche, cuando termino de cenar las últimas páginas de mi dramaturga vidorra, la misma que ha creado una novela melodramática, exageradamente trágica, con terror en despropósito sobre mi testamento de lápidas. Dichosa novela que se funde en mi sangre y siembra huesos en los jardines de mis sueños.

    Así intento hablarle al diván sobre mis proezas, si quedó alguna después de perder la vergüenza por haber nacido desnudo en corazón y sentimientos. Haber nacido sin coraza y con quimeras andando con pasos de cristales no es digno de un caballero, es más, es concerniente a una princesa enjaulada dentro de la fábula y su torre más alta hecha con guisantes de garras de ébanos.
    ¿Dónde está la dignidad? Esa dignidad que se pierde debajo del tapete o incluso en los paisajes ambivalentes de lágrimas y sonrisas, de albores y sombras.

    Hoy la busco en el perchero que cuelgan los sobretodos oscuros de la conciencia, en el closet de mis recuerdos, y mientras me adentro en los bosques de la mente me pregunto: ¿alguna vez la habré tenido?, ¿tal vez nací sin conocerla?, ¿tal vez anduve tanto tiempo entre burdeles complacientes, de enviciadas vaginas con afluentes de ideales charlatanes, que no percibí la perífrasis del cielo y su semblante de ángeles llorones por mi presencia?

    Los rostros, los enseres y las bagatelas de esta suerte envejecen sin dignidad, y yo me pregunto, mientras las agujas del reloj se siembran sobre la sien, si habrá algo más aparte de la suerte, si todo es una cuestión por la causa y el efecto, y si ese efecto se viene arrastrando antes de mi nacimiento.
    Todo es cuestión de sangre, lo sé.
    Así mis huéspedes caminan por las paredes, se comen las uñas con cada febril movimiento de un frágil y delirante destino, y esperan el momento en que los nervios no traicionen a las acciones suicidas. Es que realmente tanto mis entes interiores como exteriores no pueden vivir más con tanta desvergüenza, y así prefieren colgarse de los postigos del techo antes que ver directamente el rubor de mis pupilas.
    ¿Cuál es el linaje? ¿Qué familia ampara esta pálida suerte? ¿Y todo por qué?
    Mi estirpe desciende del ámbar de los prehistóricos dinosaurios y sus trogloditas muelas masticadoras de la decencia, de los huevos castrados y sin yema, del cosmos sin astros, de Dios y sus credos de hombre más que de vírgenes con hábitos convexos.

    Al abrir el placard veo la historia que desfila como hormigas que llevan pedazos de mi tiempo al agujero de mis deseos, almacenado cada trozo de segundo en las venas del cocinado encéfalo para el paladar de un comensal prejuicioso conocido como el albur. ¿Y a quién se lo cuento? El diván hace que me oye, pero cuando le pido respuestas me contesta con silencio.

    Sé que todo es cuestión de sangre, de legado, en mi caso, un legado partido en desproporcionales partes. A mí me tocó la más pequeña porción, aunque ya haya ahorcado a mis parientes con las ramas de un espinillo para tener la mejor tajada.

    Consciente o inconsciente, demente o cuerdo, lúcido o en estado hipnótico repelo las hematíes al meterme los dedos en la tráquea, al estrujar mi yugular, al vomitar mis entrañas para así ya no tener ese mal gusto de lo promiscuo y de lo ultrajante de mi memoria y su humillación.
    Así, no contento con todo esto, siempre opto por tomar una goma y borrar mis proles con sus galeras y botas de Napoleón, pero por más que borre hasta el más minúsculo espectro siempre queda el bosquejo latiendo en el río sin cauce de mis secas venas.
    A veces pienso si no es mejor tener arena en vez que sangre o aunque sea cal y cemento. Todo es mejor que vivir escondido del pudor sobre las faldas de la noche y su prostíbulo de lunas exponiendo sus tetas sicodélicas. ¡Ni que tuvieran grandes pechos!

    No me queda otra que beber otro largo trago de vodka, prender un cigarrillo, darle dos pitadas y tirarlo encendido en mi tragadero.
  12. Corazón de Maniquí de seda que se derrite en la hoguera, que se incendia en un baldío de la razón austera; memoria de cristal que se resquebraja con cada paso del tiempo; sueños de alas petrificadas en los ecos del ayer, o, simplemente, alas hundidas en las nubes de los diluviados sueños; cuerpo frágil y desnudo que tiembla como una hoja por los fríos vientos de la lacerante pérdida.

    Así me encuentro,hablando de mi hábitat en estado vegetativo, de mi completa naturaleza aferrada a las costumbres del hielo, naturaleza gélida de todos mis espectros que incluyen a mis huéspedes con sus quiméricas tinieblas como grilletes y cadenas que me sujetan a la escollera del lamento.

    De esta manera ando con un cartelito colgado en el pecho que dice: se prohíbe mirar al cielo, se prohíbe llorar por uno mismo en las tumbas del recuerdo, se prohíbe deforestar la naturaleza muerta, se prohíbe ser débil ante la condena… Pero, en verdad, siempre pienso cómo puedo hacer para no estar en falta con mi pena.

    Todo comenzó en la sala de parto: ella no abrió más los ojos y mi niño no lloró; la terrible guadaña silenció el momento con las pálidas máscaras del finiquitado suceso.
    Con la fe en harapos ando desde ese instante que se encargó de desplomar todos los apilonados deseos, las visiones del futuro y el progreso, las cenas fraternales y hogareñas, los cuentos ensayados tras una cuna vacía, también los ositos de felpa y las medias tardes del biberón con leche tibia y avena. Fue un vil momento que se repite día a día al amanecer tras la almohada sudada por ese, mi eterno desvelo.

    Tal vez haya culpa tras el dolor, y por eso siento la daga hincando en mi pecho… Pero cómo no sentir culpa por perder la ilusión de la primera palabra, del primer día de colegio junto con la chamuscada fotografía de la marcha nupcial, la boda, el arroz y las caricias del amor; justo antes de lanzarme de la torre más alta de una trágica realidad para hacerme trizas contra el duro asfalto de los hechos, pero sin que tenga siquiera el triste consuelo de morir, y así no poder acompañarlos a ellos, a mis dos amores, en un viaje sin regreso.

    Solo me quedé, desde entonces, desolado entre las sombras tétricas de calas y crisantemos que decoran dos tumbas no tan vacías como éste, mi cuerpo. ¡No hay derecho!
    Todo el mundo tiene derecho a morir, y la muerte no me puede quitar ese privilegio. ¡No puede, no debe!
    Pero siempre los oídos del cruel destino son sordos ante mis suplicas y demandas, ante mis ruegos por un poco de piedad entre tantos marchitos helechos.
    Así me toca deambular entre esta naturaleza muerta que se repite una y mil veces como un paisaje de terror convertido en recuerdos añejos.
  13. I

    Donde antes había un corazón
    hoy sólo queda un baldío
    sin cuerpo sin forma

    ecos del silencio
    agrietando espejos desesperados
    de rostros sombras memorias
    jardines de calas y huesos

    afonía en las voces graves y lentas
    desnudos mutismos de los muros del tiempo
    como mustias campanadas
    que diluvian las pupilas

    en la madrugada los ojos se expanden
    hasta el horizonte de las lejanas muertes
    de todas ellas
    para así no sentirse tan ajenos al féretro


    II

    Un ángel se colgó de la cornisa de la luna
    y la noche igual que pesadas cortinas de hierro
    cae sobre el lecho


    III

    Donde antes había un corazón
    hoy sólo queda un hueco
    con las alas petrificadas de un poema
    con el canto sin voz de los pájaros de piedra


    IV

    La garganta se hace un hilo delgado de pena
    que cuelga de la fenecida inocencia

    ya no grita
    ni implora
    ni siquiera berrea

    sólo tiembla en silencio
    tiembla porque teme
    por la sangre de arena
    y sus venas naufragando en un témpano
    por la luz disipada en la vera
    de un albor ceniciento

    porque los cristales del ventanal
    ya no dan al mañana
    y los cerrojos perdieron sus llaves
    en los recovecos de un encierro

    así el encono golpea la puerta
    de una casa olvidada y vieja
    embriagada por el recuerdo añejo


    V

    Donde antes había un corazón
    hoy sólo queda un difunto
    vagando en el limbo de los sentimientos
    agonizando en carencia
  14. Mis sueños se han vuelto aves de piedra
    mi cuerpo una jaula
    con paredes que encierran al delirio
    del corazón y su tinta de postal no enviada


    oh señor
    cuando mis retinas aúllan
    como los perros del desconsuelo
    al pálido segur / ceniciento emblema
    de la luna sonámbula


    pienso en mi alma desnuda
    huérfana del ser
    excomulgada del mismo éxodo
    atada a mis manos
    que solamente saben escribir sobre el miedo
    sobre el vértigo y su vahído
    extracto de la sonrisa de la muerte
    dibujando el mañana


    oh señor
    ¿dónde está la llave
    que abre el candado de los ósculos?
    ¿dónde están los pasos del Crepúsculo
    el Arcoíris del diluvio de nubes desgarradas?


    ver pasar al suicidio de mis nombres
    como lápidas del cuerpo
    que consumen la vida con la última inocencia
    enterrada
    es como respirar la luz artificial
    y su vegetación de sombras
    las venas de arena
    y sus barcas encalladas


    así de mi rezagada inocencia
    no queda más nada
    salvo cenizas de la infancia
    con la edad de los ángeles
    que siembran el Edén de las lágrimas
  15. ¿Cuántos ébanos le han dado sombra a mis muertes?
    Son tantos que invaden los sueños con sus espectros
    que los ánimos tienen el sabor de los cielos cenicientos
    y los arrojos se pierden en la mirada de la luna ausente.


    Alzo la vista y busco a la luna en ausencia,
    busco sus ojos tiernos, pero no los encuentro,
    sólo me tropiezo con otra inmensa noche
    que puebla las calles con baldíos y desiertos;
    sobre mi umbral las memorias vierten ruegos,
    piden un poco de súbita clemencia,
    y ella, muestras simple indiferencia.


    Clamar por la hermosa Selene,
    por la musa lunar,
    la única capaz de arropar con suavidad,
    la que hoy, como tantas otras noches,
    no refleja su alada y franca presencia,
    no es más que un acto abatido del corazón
    y su vergüenza.


    ¿Oh, luz nocturna, por qué no apareces
    para sosegar la herida de mi pena y, tal vez,
    así traerle un poco de lenitivo a mi sangre y su condena?
    ¿Por qué no me acaricias con tu tez de ángel
    y con los recuerdos de las cálidas canciones de cuna?


    Acaso no ves que mis pies echan raíces en la soledad,
    mis manos se aferran al frío seno de la orfandad
    con todos sus desvanes disipados en el tiempo,
    con la daga punzante de la decepción materna.


    ¿Cómo soportar el dolor por el desprecio de la luna
    en todas mis noctívagas noches?
    De esta forma yo me vuelvo uno de ellos,
    otro sombrío ébano,
    uno más de esos inmensos y macizos retratos
    que tanto, desde el preludio de la noche, me atormentan.


    ¿Por qué esperas tanto para cobijarme con tu calor
    y así curar para siempre mi terca aversión?
    Gran matrona del cíclope universo,
    que me observa con su único ojo a tientas,
    no derrames más esta escarcha de desilusión
    sobre las grietas de mi pecho,
    no tardes más en aparecer
    y consiénteme con tu abrasador afecto.