1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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Hay palabras que nos persiguen toda la vida.
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  1. Ville siempre tiene razón, por eso me gusta y me cae bien, Ville parece que me ha conocido en algún punto, Ville siempre tiene razón.

    Diana tiene una bella sonrisa, estética, sana, sus dientes son del mismo tamaño todos y alineados, no como los míos, todos despatolados, todos chuecos, todos manchados por el óxido del agua del desierto, Diana se puso el pelo de otro color, ayer la vi en el festival de las niñas, me acerqué porque, desde hace mucho tiempo que no platicamos, desde antes de tener el pastel odioso.

    Ella me dijo que cuando tuviera teléfono se lo mandara para platicarme algo, los psicópatas no podemos estar pensando sin comernos la cabeza que será ese ''algo'' y entonces le dije que me diera un adelanto o que me diera su teléfono, porque los psicópatas entre tanta cosa que traemos, olvidamos fácilmente algunas cosas entre esas, los teléfonos.

    Ella siempre fue buena esposa, siempre le tuvo la comida caliente y la ropa limpia, pero él tenía un espíritu juvenil, porque el ser humano a veces pasa por edades complicadas y una casa y un hijo no es el sueño dorado de todos, ella siempre lo apoyó, ella hasta se enemistó con gente cercana a la que apreciaba por él, él era muy joven, él pensaba todavía en diversión, él quería algo más, a él no le bastaron muchas cosas, que te puedo decir, yo no sé que decirte porque, porque no lo sé simplemente.

    Tú y yo, siempre nos hemos entendido de cualquier forma, no es sencillo pero, lo hacemos, tú y yo vemos cosas sin chiste, pero que para nosotros son algo que forma un vínculo, no lo sé, tú podrás ser todo lo que quiera, pero no me harías ese tipo de cosas, tú podrás ser todo lo que quiera, pero no me harías esas chingaderas, no lo harías porque has tenido chance de hacerlo y no los hecho, tú ya sabes cuando.

    Tú me miras con tus ojos de demonio viejo y cansado, sólo porque me quieres mirar, luego los hijos te ven también y se te acurrucan, siempre piensan en ''papi'' porque tú les ayudas con las tareas y con las necedades que les piden las maestras, yo las comprendo, porque muchas veces se pierden y se entretienen entre tanta maraña que son los niños, tú siempre tienes una respuesta para las cosas que te preguntan, siempre la has tenido.

    Ville parece que conoce las vidas de las gentes, yo le dije a Diana muchas veces pero ella me dijo que no le dijera nada porque era yo negativa, pos' entonces ya no le toqué esos vals que a nadie le gustan y la marea se calmó y me dieron mi pastel y cuando veía al papá de Diana le mandaba saludos y parabienes, ayer sus ojos estaban opacados, alguien de dieciocho le arrebató al del veinte y cuatro, Diana y yo ya somos treintonas, yo tengo algunas canas y mis colmillos están ahí, sobreviviendo a la piorrea.

    Diana usa leggins y a mi, ni se me ha ocurrido usarlos, siempre que voy al tianguis de los sábados, te busco cosas, pero eres tan mamón que, nunca te gustan, te compré la gorra azul marino y la playera gris y aquella de Jack Daniel's porque, eres como un dulce de chamoy y habanero.

    Tú me entiendes mejor de lo que me entiendo yo.

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  2. En el desierto, hay gente que está muy loca, muy inquisidora, muy fanfarrona.


    Esas personas que están afuera del Registro Civil, me recuerdan un poco a mi, a mi niñez, yo los veo tan en su papel, yo los miro tan ufanos y como se regodean cuando dicen la palabra FAMILIA, que, me es difícil no pensar en la ama de casa, con los tres hijos, con un esposo que trabaja y se encarga de todo, porque no dan lugar a otros esquemas, yo los miro y me acuerdo tanto de mi.

    Hoy fui a platicar sobre Finlandia a los compañeros de mi hija, porque así es la actividad, el pastel a veces lo extraño, a veces me dan náuseas, pero casi siempre me acuerdo de la parte ácida y dejo de sentirme mal, puede que hasta pesque otro pastel por ahí.

    La cara de los niños era un poema, cuando yo era niña, no iba a los festivales porque como no tenía mamá, pos' pa' que iba ¿Sabes? Si, tú ya sabes.

    Cuando yo veo a esa gente con sus cartulinas fosforescentes con letras mayúsculas, gritando consignas, pidiendo idioteces para las actas, me acuerdo de todos mis cumpleaños llenos de fallos, me acuerdo de mi abuela y de cuando me empecé a sentir rara, de cuando veía a las mamás de los otros, ir a la escuela, ir a las reuniones, de cuando mi papá el pobre, tenía que salir a trabajar para darme de comer, mientras Lola, volaba por quien sabe que partes y dormía a la hora que quería, que fregón sería poder no tener esa conciencia, yo la admiro a Lola, sin remordimientos.

    Y luego esa gente que está paradota ahí en el Registro Civil, nomás estorba, es que, que bueno que no los he visto, porque como dice el refrán: ''Chango viejo no aprende suertes nuevas'' Que me van a decir a mi, nada mi compa, ¿Qué le pueden decir a alguien como yo? Pos nada, se llevarían una buena mentada, me recuerdan un poco, las tardes del parque, de las bancas verdosas, de los tantos diez de mayos sin tener a quien darle una flor, me recuerdan a los acontecimientos importantes, cuando mi papá me compro el primer paquete de toallas sanitarias, me recuerdan a Lola viviendo una borrachera de años.

    ¿Qué me pueden decir? Si tú ya sabes, tú más que nadie ¿Quién si no eres tú, podría saber eso?.

    Hoy mi hija grande, quiso llorar, porque me vio frente a sus compañeros, sus ojos cafés claritos como manzanilla, me veían, iluminados ¿Tú crees que iba a querer un pastel como ese? Si, estaba muy grandote, pero no hubiera podido verla, esos pasteles no son pa' gente como yo, ya verás que pesco otro pastel más suave.

    Ahí están, las señoras muy bien vestiditas, con sus blusas de velo y sus zapatillas de tacón alto, me recuerdan un poco a mi, a las navidades cuando Lola nunca iba, y si iba era de entrada por salida, de los cuentillos que me decía pa' no sacarme a pasear, Lola siempre tenía compromisos, esa gente que trae sus mantas con rayones, me recuerda esos días del niño en la soledad de la casa de una abuela amargada y triste.

    Yo ni soy ama de casa, ni parece que tengo los años que tengo, que bueno que los niños se parecen a ti, que bueno que haces la comida, que bueno que a veces decimos tontadas y vemos videoblogs, lo que sea.

    Hoy hace un año, una troca nos chocó y hoy, fui a hablarle a los compañeros de mi hija acerca de Finlandia, mientras esa gente, del desierto, que a veces fantasea, que a veces fanfarronea, grita consignas y trae cartulinas con rayones, porque no quiere que dos hombres adopten un niño, mientras hay adultos como yo, que bueno que no los he visto, mi compa, ¿Qué le pueden decir a alguien como yo? Si, ya conozco todos los trucos.

    Chango viejo, no aprende suertes nuevas.
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  3. Reina me dijo aquella vez que nos peleamos, que los animales no tenían alma, que ni siquiera sentían, en ese entonces mi forma de ver la vida y las cosas, no quise responderle, pensé que no volveríamos a hablarnos, fue así durante un tiempo, durante dos años, nos evitábamos a toda costa, aún y cuando estuviéramos en compañía de amistades en común, Reina cocina unos postres deliciosos y ahora Reina es compañera de mi mismo dolor, del mismo quebranto, del mismo mal sabor que nos dejó un trabajo parecido, donde todos se empoderaron de una empresa que no era suya, donde al rato los van a escupir y sustituir por otros, porque todos somos reemplazables.

    También he escuchado que los psicópatas somos encantadores y guapos, yo es que no tengo nada de guapa, tú me ves hermosa, porque me amas, tú tienes una cara perfecta, tu nariz sobretodo lo es.

    A menudo sueño con mi abuela, ella se ve como siempre. como se veía en la vida real, ella sabía lo que era yo y por eso me trató con recelo, con desprecio y hasta cierto punto con algo de temor, ella sabía que en cualquier momento podría hacerle algún daño, pero eso sólo estaba en su cabeza llena de venganzas inútiles, pues a mis quince o dieciséis, en lo único que pensaba era en tener algo propio, quería saber muchas cosas, tenía curiosidad por lo que era el mundo, quería saber algo y tener con que poder llenar una solicitud de empleo, pero mi abuela se cuidaba de mí, yo ni siquiera pensaba en hacerle nada, al contrario, siempre le ayudé, era una pobre viejecilla a la que, exceptuando a mi papá, ninguno de sus otros hijos, le hacía caso.

    Mi hermana resulta ser ahora menos molesta de lo que ha sido en el pasado, mi papá no me cuenta ya mucho sobre ella, en el fondo porque sabe que nunca le diré eso que él quiere oír, a mi hermana poco le importan los sueños o las almas, tampoco sabe disfrutar de un día en el parque, no puede vivir sin el alcohol, no sabe lo que es ver la noche terminar estando sobria creo.

    Reina cocina postres deliciosos, nos volvimos a hablar un medio día de junio, cuando iba rumbo a la casa de mi papá y ella estaba sentada con una sombrilla gigante pues, aquí, en el desierto el sol de junio cala mucho y duele, estaba sentada en una de esas banquetas viejas del año del caldo, me miró y yo también luego me habló y me pidió disculpas, le dije que era asunto olvidado y le di una invitación para mi boda.

    La primavera cae en forma de motas por todas partes, también aquí, en ésta calle llena de fichas y cacas de perros.

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  4. Una vez escuché, que los psicópatas tenemos algo distorsionado en los sentidos, lo que provoca que, escuchemos cosas que no son o que podamos percibir olores que no existen, yo muchas veces oigo que gritan, que tocan, que abren la puerta, también huelo a gas y voy a revisar la estufa, huelo también un perfume muy extraño y dulce, en ocasiones cuando no hay nadie alrededor.

    Los sueños se congelaron al iniciar el mes de la primavera, no sé si deba descongelarlos o dejarlos así un rato más, tampoco sé si esos sueños me sigan esperando al final o se desvanezcan, los sueños están vestidos con unos jeans y una playera blanca, así como cuando alguien viste a su muerto antes de que lo metan en el ataúd, así están éstos sueños, pero a diferencia de los difuntos, ellos, mis sueños, nada más están dormidos y congelados.

    Berenice, se fue haciendo muy amarga, ya no sonreía, ni tenía la mirada dulce como cuando la conocí en aquel año, Berenice, iba a la casa todos los fines de semana para pasarla bien, dormíamos juntas y también platicábamos en ese momento de oscuridad y fresco, sobre la vida y los temores, dormíamos con la ventana del cuarto de hasta abajo, abierta, mientras uno de los gatos ronroneaba y ella respiraba como lo hacen los benditos, yo fumaba como malandrín, yo miraba el pedazo de cielo tan azul marino que se veía por la ventanita esa, todo en quietud, todo silencio, no tardaban mucho en aparecer los ruidos de los fantasmas, porque en la parte de arriba estaba atascado de espectros que intentaban hacernos la vida de cuadros, se esforzaban mucho en hacernos trastabillar, les reconozco la labor que realizaban, todos los veían, como que hasta se regocijaban cuando un vecino me preguntaba si alguien estaba arriba, como que hasta se ponían adrede en la ventana cada tarde que salíamos al parque, como que hasta les gustaba que los vieran, pero a nosotros ya no nos importaba eso, nosotros nomás nos metíamos a cenar pan y avena o café o papas fritas y veíamos la tele, ni nos interesaba quien estaba arriba haciendo malabares, nosotros llegábamos tarde de algún lado y la ventana se veía tan aterradora lo que sucede es que con el calor de abril o mayo, el tema de los fantasmas era secundario, aburrido ya, creo que a los que más les gustaba eso, era a los vecinos, ellos si que disfrutaban cuando les decía las hazañas que los espíritus esos, hacían o no hacían.

    El día que fui a hacerme el tatuaje en las costillas, era uno de esos nublados del verano, de cuando no hace tanto calor pero comienza uno a sofocarse y con los nervios empezaba a sudar, sentí la aguja traspasar pero me imaginé otra clase de dolor, pensé que era más quemante, algo como para llorar, como cuando le duele a uno la muela del juicio o cuando uno se pega con la esquina de los muebles en un dedo o en la rodilla, era un dolor intenso y chinga quedito, como el de la migraña, que nomás jode y no revienta nada, apendeja, pero no era más que eso, como cuando uno se cae y se va raspando con las piedras pero en cámara lenta, como uno se corta con algo pero no pasa nada, después se siente un golpe como si a uno le estuvieran taladrando el costillar, pero nada espectacular, después todo fue un terrible ardor, ganas de tomar café, baños quitando piel muerta y cuidándolo para que no se eche a perder.

    Berenice ya habla muy feo, siempre está enojada, como todos, ya se ha perdido entre las épocas y la turbia realidad, lo que ella tenía, ya no es como cuando la conocí y tenía ella su pelo castaño y sedoso, y sonreía y me abrazaba y luego me decía que todo iría bien, Berenice se ha quedado atrapada en un cuento y ya no va a poder salir.

    También he leído, por mi propia cuenta, que los psicópatas somos encantadores, puede que si, sólo que nuestros sueños se congelan a menudo, los míos están entre aparadores de zapatos y autoservicios, los míos están sentados en la esquina de algún rescoldo, vestidos con esos jeans que me quedan muy bien y una playera blanca.

    No quiero decirle a Berenice, que me da miedo ya conversar con ella, me apena que se encuentre así, es que, ya te he dicho que no le contestes, que si viene se cansará de tocar, ya te dije que te encierres y no le abras, porque, viene sólo a que le digamos lo que quiere oír, viene a criticar en silencio, viene a decir que estamos flacos, pues si, pero ¿Qué quieres que haga?.

    A los psicópatas no se nos contagian los bostezos, tú te lo tomas a juego pero no lo es, a mi me incómoda no bostezar, cuando están en una de esas actividades del trabajo, todos lo hacen yo no, y ¿Qué te puedo decir al respecto?.

    Mis sueños siguen ahí, sólo es cosa de tomarlos en serio, ya te dije, ya te lo he dicho antes.

    O tal vez sólo deba volver a mis raíces, el paraíso no es un departamento amueblado.
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  5. Hace tiempo no tengo curvas, toda mi anatomía se ha convertido en una sopa de letras, de esas aguadas que dan flojera, de esas que la gente hace por obligación, hace tiempo que, mi cuerpo se volvió un manuscrito de frases incompletas, palabras inútiles, estrías de las pérdidas de peso, de los sueños que se posan en la barda del patio, hace mucho que mi cuerpo se ha vuelto el de una adolescente mal nutrida.

    Ya enero se largó y nunca fueron a pavimentar la calle, puras ilusiones de mierda, puras cosas que no tienen sentido, enero se fue para siempre, va a venir, pero ese va a ser otro mes que se llamará enero y quien sabe si siga viviendo en aquellas laderas sin compromisos que están repletas de náuseas, cicatrices, hoyos que hacen que la gente se vaya hasta china y cacas de perros en todos lados.

    Tus ojos cada vez se alejan más de los míos, ya no es como en la antigüedad, ni siquiera hay reflejos de eso en tu mirada, ya tus dedos delgados, retratan el paso del tiempo, las canas en la barba y en tu pelo, me enseñan que cada día vuelas un poco más distante, tus ojos, están vacíos, y yo salgo a las mismas partes de siempre, a los mismos rincones patéticos, viendo las construcciones secas de una ciudad muerta que ya va para el final, sin prosperidad, sin emociones, con risas de cartulina, vestida con ropa de segunda o de tercera, esa es la ciudad que recorremos, a cada paso, en silencio, para siempre, uno siempre sale a los mismos malos rollos de todos los tiempos, porque desde que el maldito mundo es mundo, hay gente mala leche, hay gente que caga sólo con oír sus voces chillonas, cae mal nomás con verlos a sus caras escurridas y sin chiste, pero tú, estás allá, enamorado de no sé que, pensando en la totalidad y en el color del universo, estás ahí, pero ya no, tú vives en un mundo donde los fantasmas comen tres veces y mean todo el día, esos fantasmas que antes no te asustaban.

    Yo soy invisible, yo soy alguien que por escasos segundos, tuve alas, tuve todo, tuve nada y otra vez tuve todo, pero ya sin alas y sin muchas cosas que sirvan, soy un resumen de la migraña, la columna chueca, la falta de capacidad de mi mamá, la falta de huevos de la gente que me rodeó, la falta de amor de todos, soy un resumen de lo que es la indiferencia y un repaso de cuando se rompe un condón, alguien que ahora camina por las calles del centro, repletas de palos de paleta, vasos de chucherías, gente estúpida que ronda tiendas donde compran cosas a crédito, pero como te digo, como te he dicho últimamente, la gente sonríe siempre cuando entra a escena, antes se los puede llevar el carajo, después, sigue metiendo las patas, sigue arruinando panoramas o quizás se los arruinen a ellos, pero al entrar a escena, la gente sonríe ¡Coño! Se ponen guapos, no se dan cuenta de su fragilidad, ya sabes cual ¿Si sabes cuál? Ya sabes, como la de aquel tipo que mataron hace treinta años, en un dojo, por decir cosas tontas, por estar enfermo ¿Ya sabes cuál fragilidad? Esa del chico de los chicharrones, cuando lo miro por la ventana, porque él ni tiene idea de que lo miro, ni él ni todos a los que he mirado a escondidas, por todas las ventanas de las casas donde vivíamos, todos esos fueron frágiles, a mi también me miraban, no me daba cuenta, me miran y no me miran, yo también soy frágil.

    Ferris, está en un lugar más o menos parecido al de los fantasmas, él y todos no están en el arcoíris, no es bueno ser tan ingenuo, no es bueno ¿Verdad? Ferris es un montón de huesos, a los que les damos vida, porque, Ferris está muerto, desde aquellas seis de la mañana del sábado ese, del año ese que ya son cuatro años, no hay premios para los que se portan bien tampoco, no hay premios al final del arcoíris.

    Hace tiempo que la musa se escapó para ya no ser musa y ser ella misma, pero no puede, intenta, pero tampoco hay premio para ella.

    A nadie le gustan sus escritos de zombies y gente trastornada.

    Tampoco hay premio, no hay premios al final del arcoíris.
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  6. También me había encontrado a Reina, aquella mujer con la que me peleé y me contente dos años después allá por las vísperas de mi boda, me la encontré por esa calle de adoquines desgastados, con el sol de las ocho y cacho despertando todavía a unos pocos pájaros, la gente sonríe, siempre sonríe.

    (Salen de escena las mujeres que compraban donas a un hombre con gorra amarilla).

    Reina, está vestida con uno de esos ensambles que ahora se usan pero que son de los setentas, ella siempre se ha maquillado muy bien, me imagino que ha practicado mucho para eso, también tenía unos aretes que brillaban muy tornasol, mientras con una mirada de tristeza, me contaba sobre su mal sabor en ese trabajo, parece que, muchos tenemos el problema ese, de los pasteles que, tienen un centro ácido.

    (La gente pasa y se escuchan pedazos de sus conversaciones).

    Reina, quiere seguir sonriendo, pero el fantasma del llanto se pasea por sus ojos muy bien delineados, me abraza y sigue su rumbo, yo camino por esa calle que parece no terminar, para entrar y entregar este pastel que ya no quiero y que se ha vuelto un estorbo, una merma, un dolor, algo insoportable, éste pastel, ya no es bonito, no sé en que momento dejó de serlo o es que, fue así siempre, era tan delicioso, se veía tan apetecible, era tan hermoso, era para mí, pero de repente me dolían las muelas, de repente, ya no hallaba donde ponerlo, de repente se convirtió en una monserga.

    Yo veía entrar a la gente a la tienda, (sonrientes, porque la gente cuando entra a escena, sonríe siempre) Con sus cabellos todos peinados, recién lavados algunos, salían y se iban a por sus niños a la escuela, mientras yo ya me sabía de memoria todas las posiciones del sol, ya sabía cuando era medio día, cuando comenzaba el albor de la tarde y lo tétrico de cuando la noche abarcaba ese paseo, yo miraba a mi papá sentado, cansado del día, cansado del duelo, cansado de todo, todo porque él se dormía a las ocho de la noche.

    Yo ya he sentido la soledad avasallar cada pedazo de piel viva y muerta, y no muerta, porque yo extrañaba ver las piedras de mi calle y el reflejo de la tarde y las estrellas gigantescas, escuchar relatos de terror, es que, yo no quería ya seguir comiendo el pastel furioso.

    Reina se sonreía porque, había invertido parte de la mañana maquillándose, Reina sonreía, luego todos salíamos de escena.
  7. Hacía mucho no sentía esas terribles ganas de desaparecer...

    Supe que iba a ser un día difícil cuando al llegar a la escuela, una niña dijo que no había clases y no tenía en donde dejar a mi hija mayor y tuve que llevarla al trabajo, pensé que sería como todos los martes, hacía mucho no sentía éstas ganas de desaparecer...

    Las cajas abiertas y rotas me decían que uno de esos errores feos estaba presente, me decía que alguien me diría ese tipo de palabras que nadie queríamos escuchar, me decía que nadie iba a sostener mi mano, ni mi frente y las antiguas palpitaciones y estremecimientos, también me harían compañía.

    El sol de las diez, atraviesa los aparadores principales, ella miraba los zapatos con esa avidez de los viejos días, de cuando yo regaba el jardín desconocido, miraba las cosas mientras la gente, que puede y que quiere, pasaba por la calle Victoria, pero esa gente no tiene idea de lo que esconde el paraíso, porque el paraíso es tan doloroso a veces, hay épocas en las que todos los recuerdos aparecen de golpe y porrazo, es de esos malestares secos y solitarios.

    Los días de los recibos en realidad, no se parecen en nada a éstos, éstos son extraños y hasta cierto punto, infernales.

    El paraíso, es un pantano que se disfraza de alegría y gozo, simplemente, es un dibujo de cartón.

    Luego, el aire de esos de cuando viene la semana santa, revolvía el ambiente, luego el humo del cigarro se perdía entre los otros humos de las comidas, de las respiraciones, las sombras caían lentamente, el fracaso es una consecuencia de todos los actos y es una figura de colores y sueños comienzan a sucumbir.
  8. Hace mucho que no riego las plantas ni estoy contigo a las tres de la tarde, hace mucho que no veo a nadie conocido, me perdí entre las sombras por querer encontrar una luz.

    Hace mucho, no vamos a comprar chucherías al tianguis, ya no saboreo el café, ya las horas son relativas y el tiempo, las distancias no significan nada para mi, he ido y he venido, hace mucho no hago mis propias labores, de lavar cada domingo y recoger la ropa en la tarde, guardarla, pensar en la escuela, en los trajines típicos de alguien como yo, hace tiempo no escribo poesías, ni te miro a los ojos, hace mucho que también me duele la muela y ese dolor sordo y mordaz, sigue comiéndome poco a poco.

    El domingo, donde quiera que uno ande, es siempre lo mismo, igualito, el sol a determinada hora se convierte en un astro narcisista, el hambre se retuerce entre los zapatos nuevos y de marcas lujosas, el sol poco a poco se derrumba y se hace ese silencio que se le mete a uno hasta el fondo y nos recuerda cosas tan simples como un programa de televisión, los días del verano y las sonrisas de alguien que ya partió, el domingo, pa' donde quiera que uno ande, equivale a soledad y a nostalgia, es como un frasco con restos de azúcar pegados , es el motor de un camión que, nos lleva al final de la ciudad, porque nos trae desde donde comienza, hace mucho no platico sobre los temas de antes, sobre cuando rescataba animales y los llevaba al doctor, me acuerdo de tus berrinches querido Eduardo, porque aquellos gatos se alborotaban a la hora de las croquetas, porque los perros ladraban como locos cada que dejaban un papel en la puerta de la casa embrujada, hace mucho no miro como las estrellas se asoman, ni me subo a la azotea a ver el cerro de siempre, el de las antenas luminosas.

    Me quedé en aquella tarde, cuando tú brillabas como siempre, me quedé en ser sólo yo y no ser nadie más, me impuse rápido a estar así, pero hoy, tengo que volver a la realidad, porque, todo es transitorio.

    La noche huele a vicios que uno se inventa, a obstáculos que tal vez ni existen, que no se han dado, la noche huele a viejas humedades, huele a ese hielo que tienen los fantasmas a cuestas, huele a polvo de calles lejanas y solas y sin pavimento, huele a camiones verdes con asientos anaranjados y también, huele a recuerdos de todas las épocas, la noche es como un trozo de papel con escritos que guardaste y que quieres leer ahora.

    Aquí, sin embargo, entre las sillas que también se sienten mal, entre ésta vaciedad, sólo hay canto de pájaros y silencio.

    Hace mucho que no platico con nadie, no me hace falta.

    El lunes, es un espejo gigante.
  9. Yo no sé, verdad, si alguien ha sentido esas ganas de comerse ese algo que tanto quiere, de saber ahora si, de a de veras cual es su sabor, su textura, a que huele, yo si, yo lo sentí durante mucho tiempo, durante cinco años, yo tenía hambre de comerme ese pastel que veía en diferentes presentaciones, pero era un pastel al que había que aspirar sacrificar varias cosas.

    Luego vino la desesperanza y los tiempos en que las cosas cambiaron, el hambre se fue satisfaciendo con otro tipo de comida igualmente buena, y ese pastel ya lo veía como un recuerdo que no iba a ser al menos por aquí, en éste tiempo, quise postergarlo en vista de que, no podía tenerlo, tal vez, no en ésta vida.

    Luego, alguien me dio ese pastel, me dijo que lo cuidara, que no me lo comiera tan rápido, porque me iba a hacer daño y también podía lastimar a otros, me lo entregó y ya lo tenía en mis manos, era mío, ese pastel que tanto quise, ya estaba.

    Y ahora me veo como esos papás primerizos, que no saben que hacer con su niño, que no saben porque llora y le llaman a la suegra en la noche para que vaya y los ayude, todos diciendo como comerte el pastel, donde guardarlo, con quien compartirlo y con quien más vale que si lo compartas, ahora estoy así.

    Que bueno que no me llegó antes, porque, no hubiera estado lista.

    Yo vuelvo a la casa cuando el día apaga la luz..
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  10. Me fui pero parece que no me fui, todo el tiempo regreso a éstas calles tan antiguas, las conozco tan bien, caminé por ellas durante muchos años, las conozco vívidas y trémulas, alegres de la primavera, nostálgicas del otoño y gélidas por el crudo invierno que de todos modos, acoraza los rincones de las tapias.

    El verano, siempre es igual por aquí, el sol se pone extenso al centro del cielo, particularmente hoy, hay un cielo azul claro, hay dos o tres rayones de nubes, como si estuvieran espolvoreadas, hoy es un día soleado de invierno, en un mes muy frío, me paré en la esquina de la calle privada, donde se observa ese cerro gigante que se asoma desde donde estemos, se ve enorme y pequeño, se ve desde la azotea de aquella casa, mi ahora casa, donde vivimos desde hace más de medio año, se observa más o menos chico, con sus antenas brillando, todo ésto mientras las torres de Ávalos, me indican que están más cerca que el cerro.

    El sur de la ciudad, siempre fue desolado, hay una crudeza entre sus calles apenas pavimentadas y otras que siguen con piedras y cacas de perros desperdigadas lo raro es que, aquella casa, aquel sitio, ya no es tan extraño para mi, ya es familiar, ya los domingos no me parecen diferentes, ya puedo reconocer a más de tres personas que pasan, ya sé como se llama la señora del mandil blanco que, todos los días carga dos bolsas negras retacadas de tortillas de harina que vende en la tienda del barrio, donde, también y desde hace tiempo, comenzaron a reconocerme.

    No me fui del todo, vuelvo aquí todos los días y luego, ya tarde, las dos niñas esperan quietas en la puerta escolar, ya no caminamos de regreso por los viejos trayectos, y el golpeteo del autobús y todas las indiferencias nos acompañan hasta la esquina, en ese largo camino, en ese largo paseo diario, es que, el rechinido de la reja gris y tus ávidos ojos, me resultan agradables, tal vez por eso, la casa esa, donde ahora estamos, ya me sea familiar.

    Somos unos granos de tierra en medio de otros granos, lo supe esa tarde de hace tres días cuando, salimos entusiasmados y tú intentabas rodar el tanque para llevarlo a que le pusieran unos pocos litros, supe que éramos tan pequeños entre otros seres iguales de pequeños, mientras ideábamos como transportarlo, mientras intentábamos ponerlo recargado en la carreola ya desgastada, y ni siquiera avanzábamos una distancia razonable, entonces me di cuenta de lo infinito del universo y entendí eso de ''Uno en un millón''.

    Un cilindro de gas fue el parteaguas.
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  11. Hace ya muchos años no estaba todo tan quieto, tan serio, tan no revoltoso, siempre fuimos de no poder tener nada en su sitio por todas las cuestiones aquellas, las tuyas y las mías, tú, por mucho eres y serás mi favorito.

    Realmente, no sé con cuantos hombres tuve algo que ver, no sé el número preciso pero, a ninguno amé, a ninguno quise, tal vez a algunos les tenía cariño o aprecio, pero nunca amé a ni uno de esos hombres; tú, por mucho has sido mi favorito y lo más cierto que he tenido.

    Tú me diste una casa cuando no tenía una, me enseñaste a tomar leche de caja y a desayunar siempre, me curabas cuando me dolían los pies y cuando me salían ampollas, todas las noches me ponías de esos toques de violeta y yodo, después, con mucho cuidado me vendabas los talones y me dabas un beso para antes de dormirnos.

    Los gatos nunca fueron de nuestro agrado hasta aquel negrito, al que nadie quería cuidar porque pensaban que era de mala suerte, o porque pensaban lo mismo de siempre, porque todo era igual, nomás el año representaba era el siglo XXI, llegó todo dormido y chiquito y sus ojos siempre miraban, eran tan verdes que, creí que el veía de color verde, que cosas, porque ya sólo quedan recuerdos y algunos que otros pelos en las chamarras que hace tiempo no se usan, y en los sacos de hoy, en las mascadas de mercenario que, acostumbro a usar.

    Tú siempre serás mi favorito.
  12. En abril comienza hacer calor de ese calor de los buenos, de los que anticipan muchas tardes cociéndose en algún trabajo y anhelando que ya sean las cinco para salir corriendo -como siempre-

    Ya me es familiar el cielo desde éste lado de todo, de los todos lados y de las nadas, de las piedras flotando en alguna cobija que dejaron desde quien sabe cuando tirada en medio de lo que parece y podría ser una calle, también pavimentada en su mitad; ya me es familiar, todo éste asunto de las desmañanadas y de ver a las mismas señoras gorduchinas esperando el camión recién bañadas, como todos los que estamos parados esperando lo mismo, el paso desangelado de un autobús blanco con verde.

    ''Plan de Ayala, Valle Dorado, Ávalos''.

    Yo siempre tuve que barrer y trapear a la edad de los ocho años, cuando mi abuela se cayó en un supermercado por bobear y no levantar los pies y por poner el trapeador abajo del carrito del mandado, yo siempre tuve que ''cargarme'' en el piso para que permaneciera blanco, tuve que cuidar al papá ebrio, a los hijos no deseados que nacieron y también a los viejos fantasmas.

    A los ocho aprendí a hacer el quehacer.

    En las tiendas de abarrotes, predominan los mostradores llenos de cosas dulces, de cocholates, de galletas, los refrigerados, están avasallados de, sodas y de bebidas que, en otroras, no disfruté como era debido, la diversión siempre fue un tabú, por eso de grande brincaba en las camas, por eso a los veinte, me iba a donde estaban los juguetes ¿Te acuerdas de la sopa de las princesas y del cereal de Bob esponja?.

    La infancia estuvo en otro planeta siempre, era algo paralelo a mi vida, en los tiempos de algún Dios, no era yo niña sino grande, en los tiempos de hoy, para ese Dios, debo ser niña y no grande.

    Mi cara no es de treinta y uno, es atemporal y andrógina y mi ropa de segunda mano, también está fuera del tiempo.

    A los doce me quiso enseñar a cocinar, pero me equivoqué y me iba a poner la mano en el comal, desde ese entonces sólo enciendo la estufa para lo más básico y aprendí a cocinar baratijas que ya vienen sólo para recalentar, no sé hacer una comida en forma.

    En cambio, tú enciendes la estufa y después existe la química entre ella y tú y después, salen las obras de arte, después, haces esos panecillos que, extraño cuando me aburro en alguna oficina viendo gente igual de mecánica que yo, que nos hicimos números, que nos hicimos palabras como ''Reclutadores'' ''Finiquitos'' ''Contabilidades'' Tú no, te quedas en la luz naranjita del sol del invierno, tomando el café que sabe a las tardes de las tareas de las niñas y la nostalgia de las viejas épocas, observas la luz transfigurarse por las ventanas y los rosales que luchan por permanecer.

    Tú siempre eres mañanas y tardes, tus ojos siempre destellan luces ocres y amarillas.

    Y ya cuando, el sol se quedó pegado en el cielo rehusándose a irse, el platito hondo ese, de bordes verdosos y puntos cafés, me espera rebosando de algo, de sopa de coditos, de fideos, de frijoles y tortillas.

    Tu comida sabe al amor de una mamá que ya no está y de una que nunca estuvo.

    Sabe a la lumbre brava que sale porque aquí no llega el gas entubado, sabe a ese medio día mientras la preparabas y la dejabas lista para todos, sabe a tarde noche, y a todos esos veranos de cuando no te conocía.

    Por eso ahora de grande, soy niña.

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  13. 11:45 am.11:30 am, 3:00 pm, 3:33 am.

    Todas esas horas significan algo para mi, cosas buenas y malas, se le suma a la lista:

    5:22 pm, lo ''gacho'' o lo inesperado, siempre pasa cuando la gente cree que sus colmillos saben más que la mayoría, ya cuando el cielo se apagó del sol, cuando las estrellas del invierno en el desierto, salen a presumir de sus bellezas inalcanzables.

    Eran las 5:22 aquí, pero eran la 1:22 en Finlandia.

    Mi abuela se enfermó de lo mismo hace casi trece años, fue en un día del padre cuando, tomó un descanso y no duró acostada ni dos minutos cuando se levantó gritando que estaba mareada como nunca antes se había mareado y que, todo se movía a su alrededor, pasaron pocos segundos y ese ''black out'' se fue, pero volvía a los pocos momentos, y empezó ese día veinte de junio del año dos mil cuatro, el peregrinar, hasta que todo se terminó el tres de enero del dos mil once.

    Fue a las 5:22 pm, pero no tomé el camión hasta una hora después, mientras que ya oscuro, toda esa gente en la parada, esperaba lo mismo que yo, pero diferente, pero a la vez igual, me tardé en llegar a su casa unos cuarenta y cinco minutos, corría por todas las calles que conocíamos, y cuando por fin llegué, con voz pausada e inexplicablemente tranquila, le dije que me abriera, es difícil describir a la gente que uno ama, cuando está enferma, y él, estaba tambaleándose por todos lados, encorvado, nervioso, a mi me estaba llevando el carajo, es que, ya sé que un día se va a morir, pero, no estoy segura de poder entenderlo y dejar que se vaya.

    Después de muchos nervios, preguntas y risas de esas que no dan risa, logré acomodar un colchón que tiene de sobra, que no ha tirado a la basura, lo acomodé junto a su cama, en la mini recámara de la casa de más de ochenta años de antiguedad, en la colonia de más de ciento y pico que fue formada, él después de todo, se durmió como niño, '' A pata suelta'' soñando tal vez, no sé que, no sé con quien, y yo, pues, tapada con una cobija roja, con mi abrigo enrollado como almohada, con otro cojín para que fuera todo eso más en forma de cama y poder dormir, fumando y levantándome, pensando en que, todo no podía acabarse así, ahí, de esa manera.

    La verdad es que, si se levanta temprano, si se levanta a las tres y media de la mañana, si se mete a bañar con agua fría, si desayuna pan tostado con té, si hace todo eso que me dice cuando hablamos por teléfono, entonces a las cuatro, como en los viejos tiempos del super, estaba viendo el noticiero ese, el que pasan en las mañanas, donde uno ve a gente arreglada, con traje, con buenos peinados, ese mismo, el de siempre.

    El de todos los días.

    Luego, tuve que regresar a mi lejanía, a los llanos, a la tierra despegada y a encontrarme con los ojos que siempre me miran.

    Luego al día siguiente, el reloj volvió a marcar las 5:22 pm, así como cada lunes marcan las 12:20 del día, como ese lunes de marzo, cuando escuché el impacto entre dos autos y experimentamos los segundos más largos de todos.

    Mi abuelita se enfermó de lo mismo, esa tarde del domingo, cuando era día del padre.
  14. Durante las vacaciones de invierno, es difícil poder realizar cosas como la lavada de ropa o de salir a regar porque, hace mucho frío, pero también, es divertido ver a los niños correr, ahora en ésta casa hay un pasillo que parece a veces siniestro, a veces solitario y a veces simplemente, es oscuro, por ahí agarra el carrito que le regalaron y lo rueda, y grita con sus gritos de niño bebé, y las grandecitas, ellas acomodan su cuarto, yo observo que tal vez no he hecho tan mal algunas cosas.

    El café siempre ha sido el vicio que se me arraigó, sucede que desde mis cinco años, le preparo el café a mi papá, café negro y sin azúcar, mientras mi abuela toña, escuchaba ''Radio ranchito'' por esos días donde ya la imagen de Lola, se había desvanecido.

    A mis diecinueve, comencé a preparártelo, tú me decías que quedaba espumoso, como esos de las cafeterías nice a donde ahora va toda esa gente a la que llaman ''hipster''. Teníamos unas tazas que eran de tu difunta mamá, yo la miro en las fotos y la veo tan tranquila, con su pelo corto y chino, sonriendo mientras tu papá, la abraza, yo los miro y trato de entender esos cuarenta años que pasaron juntos, hasta esa noche de noviembre del dos mil uno.

    Pero, tú siempre hiciste de comer.

    Recuerdo que teníamos la caja del stereo, y tú te sentabas en la orilla de una caja de tapa roja y yo en la orilla del colchón inflable, comíamos pastas, sopas de coditos, enchiladas y como en ese entonces, no costaba tan cara, también comíamos carne, y platicábamos al respecto de los estudios, del trabajo y de si encargábamos un niño a finales de ese año, pero luego nos quedábamos callados pensando que, teníamos que encontrar primero un sitio más grande para poder tenerlo, pero ella quiso venir de todos modos.

    Tú quisiste llorar cuando la vimos en el ultrasonido.

    La cocina siempre ha sido el lugar donde hemos compartido muchas cosas, feas, bonitas, donde hemos llegado de comprar mandado y yo te ayudaba a guardar las cosas, mientras allá afuera ya todo era silencio.

    Siempre podré encontrarte ahí.

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  15. La navidad transcurre como si fuera un día de primavera, no hace frío y la ropa se seca paciente ahí en los tendederos.

    Es que, todos los domingos se lava la ropa, excepto cuando llueve o hace mucho frío, así como hace tres domingos.

    La navidad, transcurre sonriente entre carcajadas infantiles y música de los 80's, el árbol rosa de luces azules, tiene que aprovechar cada momento pues, en muy poco tiempo se tendrá que guardar y pasar once largos meses metido en una de esas cajas que mueve uno para todos lados, pero hoy está, adornando la sala que, está alumbrada por los rayos del sol de las tres de la tarde.

    Pasa la navidad, silenciosa, se escucha por el pasillo tan largo y oscuro, las risas acompasadas de los juegos improvisados, mientras la ropa sigue esperando, ya algo impaciente por estar guardada en los cajones.

    La navidad sabe como a dulce y café, sabe a reposo y a reflexión de tiempos que han sido y nadie puede decir que no, mi papá, está allá lejos, atrás del ''Cerro del coronel'' y de todos sus antenas que encienden en la noche, hoy las tiendas del barrio están cerradas, la tierra está pegadita, los perros vecinos están quietos, no hay ruidos, ni escándalos.

    Si, parece hoy, que es navidad, cualquier día, un domingo cualquiera de primavera.
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