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  1. A titiritero, libelula, lesmo y 1 persona más les gusta esto.
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    Cuando al entrar en mi espacio
    encuentro a toda esta gente
    tan amable,
    me los leo bien despacio,
    disfrutando alegremente,
    ¡qué agradable!

    Y me apetece decirles
    que amigos los considero
    tan cercanos,
    que bien quisiera aplaudirles
    y explicarles que los quiero
    como hermanos.


    Pues me arropan y me miman
    y me dan satisfacciones
    y alegría
    porque sus voces me animan
    con muy buenas intenciones
    cada día.

    Así quiero agradecer
    a los que de buen talante
    me comentan,
    que me vengan a leer,
    pues para mí algo importante
    representan.



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    Arrebolada de amores
    desde el balcón yo te miro
    la figura.
    Y mientras riego las flores,
    dejo caer un suspiro,
    con ternura.

    Si me miras con cariño,
    bajando un poco los ojos,
    yo presiento
    que el rubor con que me tiño
    te dice, con mis sonrojos,
    lo que siento.

    Aquí te estoy esperando
    pues por tu querer me muero
    y es mi anhelo
    que me vayas declarando
    si tu interés es sincero,
    ¡Ay, mi cielo!



    A Javier Alánzuri y jose luis muñoz les gusta esto.

  4. Elena vestía y desvestía a sus muñecas, ajena a todo lo que ocurría a su alrededor; inmersa en su mundo imaginario, su atención se veía totalmente acaparada por la difícil tarea de colocar diminutas ropitas sobre los inertes cuerpos de las que ella consideraba sus hijas y sobre las que tantos cuidados vertía con auténtico amor de madre.
    Le gustaba jugar allí en la galería, porque a través de las amplias cristaleras que la circundaban, entraba luz a raudales y a ella le parecía el sitio más alegre de la casa.
    Elena vivía en una gran casa, tan grande como antigua, que aunaba la belleza de sus espacios vetustos con la incomodidad de las austeras casas de antaño; en realidad eran tres pisos unidos por una ondulante escalera de mármol, pero en aquel tiempo sólo el suyo estaba habitado; el de abajo, vacío desde hacía décadas, se usaba como almacén de cajas apiladas y maniquíes en desuso, pertenecientes a una tienda de confección que abría sus puertas en los bajos de edificio, situado en pleno corazón de la ciudad; el de arriba, mitad azotea, mitad buhardilla, era un espacio mágico donde se podían hallar objetos de la más diversa índole.
    Al caer la noche, sin embargo, la galería cambiaba de aspecto… la luna proyectaba haces de luz sobre la prístina blancura de las losas, y en aquel húmedo y caluroso verano del sur, amparadas en la clandestinidad de las sombras, una negras figuras aparecían, deambulando a su antojo, deslizándose junto a la pared en silenciosa comitiva.
    Si la niña, en la mitad de la noche, decidía salir al baño o a la cocina, movida por alguna necesidad perentoria, la mera visión del lúgubre cortejo le hacía volver sobre sus pasos, presa de pánico a cobijarse bajo las sábanas olvidando su sed o cualquier cosa que no fuera ponerse a salvo y lejos del alcance de tan ingratos huéspedes.
    El asco y la angustia que la atenazaban al solo imaginar que una cucaracha podía acercarse a sus pies descalzos eran desorbitados, pero no podía hacer nada por remediarlo, era superior a sus fuerzas, su madre siempre se lo decía:
    - No hacen nada, son inofensivas. No tienes que tenerles miedo.
    -¡Pero son horribles! -protestó la pequeña.
    -¡No seas boba, que esas tonterías te las quito yo!¡Vaya si te las quito!...

    Aquella tarde, mientras jugaba, oyó la voz de su madre que la llamaba:
    - Elenita, ven, mira… tengo una cosa para ti.
    - ¿Para mí? –contestó levantándose aprisa- ¡Mi madre me va a dar un regalo!- pensó alborozada.
    Elena no estaba acostumbrada a excesivos mimos y mucho menos a regalos a destiempo, por eso no salía de su asombro mientras corría al encuentro de su madre, que bajaba de la azotea, trayendo en la mano un extraño paquete, improvisado con un papel marrón arrugado y cerrado, como un cartucho…
    - Toma, ábrelo tú, es para ti – le dijo su madre mientras se lo alargaba con una sonrisa enigmática pintada en el rostro .
    Elena lo cogió con manos trémulas, el envoltorio no parecía pr
    esagiar nada excesivamente atractivo, pero al fin y al cabo era un regalo para ella y estaba feliz.
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    Comenzó a abrirlo con sumo cuidado y al momento algo inesperado asomó entre los pliegues del papel: eran dos largas antenas en movimiento seguidas de un repugnante caparazón negro que se aprestaba a salir buscando la libertad por el pequeño orificio que ella misma había destapado.
    Quedó paralizada por el horror y el asco, mientras el papel caía al suelo y dos gruesas y repulsivas cucarachas salían huyendo a toda velocidad.
    Cuando por fin pudo reaccionar, la pequeña salió despavo
    rida, en medio de un torrente de gritos histéricos y lágrimas desenfrenadas, no sabiendo dónde ocultarse de tantísima angustia…
    Los años pasaron, pero no así la desazón y el espanto de aquel momento, causa de terribles pesadillas de las que despertaba a media noche, una y otra vez, temblando de pánico mientras una legión de horribles insectos trepaban sobre su cuerpo cubriéndola de pies a cabeza…


    A Recently played, Emp, titiritero y 5 otros les gusta esto.
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    Mientras asgo el pincel con mano firme,
    el papel esperando ya en la mesa,
    aletea en el aire la promesa
    de que el Gozo sus puertas piensa abrirme.

    El arco iris anida en mi paleta,
    la hoja tensada ofrece su blancura,
    culpable soy, ¡mancillo tanta albura..!
    ¿Lo haré bien? No lo sé, y eso me inquieta.

    Quiero pintar los ríos, los alcores…
    en un boceto trémulo que avanza,
    pongo mi corazón y mi esperanza
    en plasmar los reflejos y colores.

    Fluyendo estoy, la vida se detiene,
    somos uno, mi ser y la acuarela,
    la fe en lograrlo, briosa me mantiene,
    poco a poco el cuadro se revela…


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    A Javier Alánzuri le gusta esto.
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    A lesmo, Javier Alánzuri, Pessoa y 2 otros les gusta esto.
  8. Y Lesmo, que es así de poético, me lo concedió de esta lírica manera:


    El permiso

    ¿Me pides permiso a mí?
    Debo estar equivocado
    o no puse gran cuidado
    cuando el mensaje leí.
    Los versos que te escribí,
    te lo digo de verdad,
    no son de mi propiedad
    ya que te los regalé
    y yo solo me quedé
    disfrutando tu amistad.


    LESMO




    Estimado compañero
    que me brindas tu amistad
    y con generosidad
    dejas tu verso sincero,
    comentando con salero
    los poemas que yo escribo,
    de un modo tan atractivo
    que tanta gracia me hace,
    pues me divierte y me place...
    ¡Ahí va mi abrazo efusivo!

    Era


  9. Agradecida y emocionada... por haber tenido la amabilidad de colocar mi nombre en vuestras letras.



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    A Luis Adolfo, lesmo y Javier Alánzuri les gusta esto.
  10. Con todo mi agradecimiento a los geniales poetas que me han hecho el inmenso honor de dedicarme estos acrósticos, sin haber hecho yo nada para merecerlos.
    Los guardaré como oro en paño.



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    A Gabriel Lupper, libelula, lesmo y 3 otros les gusta esto.
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    -Buenos días
    -Buenas tardes.
    -Cuánto tiempo sin verle!
    -Perdone, pero usted y yo no nos hemos visto nunca jamás hasta ahora...
    -Pues más a mi favor, sabía que hacía tiempo, pero no me imaginaba que fuese tanto.
    -¡Vale!... pues hasta otro rato, que voy al súper.
    -El vale este del que me habla es del Carroful?
    -Del Valeprix, y permítame que le informe de que hay unos zumos muy buenos con la segunda unidad a mitad de precio, antioxidantes, para que no le suenen las bisagras.
    -Bueno, yo uso un tres en uno de los chinos.
    -Y claro, como todos los chinos son tan parecidos, por eso creía yo que ya le conocía… ¿Es grave doctor?
    - Pues si. Y además incurable, es genético.
    - Jope, ¡qué depre!
    - No se apure usted, dentro de unos minutos ni se acordará de lo que es una depre…
    -No me diga...¿pero me habla usted en serio?
    - Pues si, yo soy muy serio, aquí donde me ve. Cuando estoy donde no me ve, entonces soy muy bromista.
    - ¿De veras? Pues permítame que le diga que la cosa tiene perejiles...
    - Pues yo conocía a uno de Trevélez, que se llamaba Pérez Gil.
    - Sí, es que en Trevélez... ya se sabe
    - Ah, por eso sabe usted tanto, si allí ya se sabe... Ya lo dice el refrán: El que quiera saber, que se vaya a Trevélez.
    - Saber, saber... Ummmh…allí hay muchos sabores y bastante variados.
    - Sobre todo si hay Jijonenca
    - No. Yo no vuelvo a casa por navidad. La verdad es que nunca salgo de ella.
    - No, esa que yo digo es para verano, para el tutti fruti y esas cosillas.
    - Por aquí la que mola es casa Mira.
    - ¡Anda, Mira!
    - Además, si miras, ves que hay muchos helados.
    - Es que si no miras pides a tontas y a ciegas…
    - Bueno, yo miro primero y si es tonta o ciega le pido a otra…Si no, a saber lo que me pone en el cucurucho.
    -Sabe que le digo, que tiene mucha razón. Si ya parece que nos conocemos de toda la vida.
    -Yo incluso me atrevería a decir que de la vida anterior también. ¿Usted está muy reencarnado?
    -Hombre, yo, bastante, pero es que con este soletón de agosto, no querrá usted que esté tirando a verde.
    -No, lo que yo quiero es que tire usted para otro sitio, que me van a cerrar el súper y luego mi señora me mata si no le llevo la lista completa.
    -¿La de los reyes godos?
    -¡Qué anticuado está usted, caballero, hoy día ya no se estudian esas cosas!
    -Hoy en día ya no sé estudia nada. Yo mismo, sin ir más lejos, no sé lo que quiere decir esa palabra.
    - Normal, pero yo le recomiendo que vaya más lejos, dos calles más allá hay una librería, y además está llena de libros.
    -¡Qué original! Y también, hay zumos antioxidantes?
    -Podría ser... ¿Nos canjearán el vale?
    -Seguramente... Mire, me voy a ir con usted al súper un ratito porque me ha caído simpático.
    -Ah, pero ¿tiene tiempo?
    -No mucho, pero ya que vamos podemos comprar cuarto y mitad, aunque sólo sea para pasar la tarde.
    -Mejor otro día, es que mi señora me está esperando y si no le llevo completos a los reyes godos se me pone hecha una fiera.
    -Pues hasta otro día, caballero, ha sido un placer conversar con usted. Dele recuerdos a su mujer y dígale de mi parte que hace mucho que no la veo...
    -No me extraña, porque yo soy soltero de toda la vida.
    -Hace usted muy bien, yo nací casado y no vea qué cruz.
    -Mírelo por el lado bueno, puede salir en la procesión del Viernes Santo sin tener que alquilar ninguna.
    -Nunca lo había pensado, pues voy corriendo a vestirme de nazareno, que ardo en deseos de procesionar.
    -Pues que usted procesione bien.
    -Buenos días.
    -Buenas tardes.



    Llegados a este punto tengo que decir que este diálogo surgió, más o menos así, de una conversación (en chat) con un amigo, que parece ser que está tan pirado como yo.
    Se trata de Gerión Ferraris, escritor de cuentos cortos, al que le hice inscribirse en este foro pero que, de momento, no ejerce. Lo mismo un día de estos nos da una sorpresa y nos sube alguna de sus historias.
    He pedido su permiso para publicarlo, puesto que casi la mitad del diálogo le corresponde por derecho propio y por que las respuestas fueron suyas.
    Gracias, Gerión por ese humor tuyo tan surrealista.
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    Estoy más que sorprendida
    impresionada y suspensa
    algo turbada, admirada,
    maravillada y risueña,
    pues me tenéis conmovida,
    halagada y boquiabierta,
    un poquito sonrojada,
    ruborizada y contenta.

    Y me siento alborozada
    muy gozosa y satisfecha
    tal que quedé sin palabras
    festivas y jaraneras
    con las que pueda, radiante,
    agradeceros las vuestras.

    Excusadme si uno a uno
    no agradezco las finezas
    pero no tengo vocablos
    para tanta gentileza.


    Ya que para mí tenéis
    tamaña benevolencia,
    me aplicáis tal distinción
    y tratáis con deferencia…
    es tal favor que me hacéis
    con vuestra delicadeza
    al tratar a mi persona
    con tal afecto y terneza
    que me siento apabullada
    ¡¡… y más feliz que una berza!!


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    Siempre lleva mis cosas personales
    mis falditas, mis blusas, mis zapatos
    y también mis poemas, mis relatos
    e incluso algunos libros especiales.

    Subo al tren, la coloco con recelo
    en el compartimento que le toca,
    vigilando, por si alguien se equivoca
    y me quedo sin ropa y sin consuelo.

    Nunca olvido meter un par de guantes,
    un gorrito, las medias, calcetines
    un fular, un collar y unos chapines,
    por si voy a reuniones elegantes.

    Sea dura o flexible la maleta,
    con ruedas, con correas o con asa
    de tamaño gigante o muy escasa
    puede ser llamativa o bien discreta.


    Lo peor que me puede suceder
    cuando vuelvo cansada de viaje
    es notar, al buscar el equipaje
    que, de nuevo, me la han vuelto a perder.

    Escudriño la cinta, muy ansiosa
    de saber si el asunto bien termina;
    de pronto se levanta la cortina
    ¡y veo mi maleta tan preciosa!

    Con mi rimmel , mis pinzas, mis cremitas,
    mi secador de pelo y mi pijama
    si me encuentro sin ella ¡vaya drama,
    quedarme sin mis cosas favoritas!

    Oh, maleta, mi útil compañera
    que conmigo te vienes por el mundo
    yo te alabo con ánimo rotundo
    y por eso te canto, a mi manera.



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    Corriendo iba por el parque,
    luciendo una amplia sonrisa,
    tan contenta,

    Cuando me dio un buen ataque
    por transitar más deprisa
    de la cuenta.

    El corazón al galope
    se me salía por la boca,
    ¡qué momento!
    Me había esforzado a tope
    saltando como una loca,
    sin aliento.

    Todo eso por mantener
    esta cintura de avispa
    tan gallarda,
    pues ya dejé de comer
    y no bebo ni una chispa,
    aunque arda.

    No sé si vale la pena
    tan enorme sacrificio
    -me pregunto-
    si esto es como una condena,
    hacer tamaño ejercicio,
    ¡vaya asunto!

    Puede que sea mejor
    tener un poco más gruesa
    la cintura,
    que padecer tal dolor
    y perecer en la empresa,
    ¡qué locura!




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    Esa música que suena me invita al movimiento
    y muevo mis caderas casi sin tomar aliento.
    Me levanto de la silla, me paseo por el salón
    sacudiendo la cabeza, ¡excitante sensación!

    Parece que tengo alas pues me siento levitar
    la alegría me va invadiendo mientras bailo sin parar.
    Poseída por el ritmo se me olvidan mis temores,
    cimbreando las caderas, voy calentando motores.

    Y después de cuatro bailes, convertida en huracán
    parezco una furia viva y erupciono cual volcán.
    He salido de mí misma y me muevo tan ligera…
    ¡Que ni sé cómo explicar sensación tan placentera!

    No me mires desde ahí, ya verás que es divertido,
    ponte a bailar como un loco, como si estuvieras ido.
    Déjate llevar sin miedo moviendo todo tu ser
    y disfruta alegremente de tan inmenso placer.


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    Al leerlo hay que ponerle mentalmente (o en voz alta) tonillo de rap... Ya me diréis si no os levantáis a bailotear como posesos... Pos eso.

    A ALMAR, jose luis muñoz, lesmo y 2 otros les gusta esto.