1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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Algún título tenía que poner. En fin, son poesías elegidas por mí, entre el montonazo que tengo publicado en M.P.
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  1. Fijo el arnés al bello vello,
    clavando el piolet en tus poros,
    y me asciendo hacia ti
    con pies de gato maltratado
    y sin magnesio de duda en las manos que suben.

    ¿No ves la frente cansada que me cuelga
    doblegada a sí misma una y otra vez?
    ¿No ves la nariz y la boca callada que la aguanta;
    y a los ojos que son encerrados por la misma piel
    que de la frente cuelga?

    No debes ver, de momento, mi diminuto,
    lo distinto que soy,
    ni la misma grandeza ilusoria de la picota tuya,
    ni al animal para la vida que eres,
    ni mi onírica existencia de asceta que culmina
    cada día. Y desciende...

    Y yo escalo con la cajita que contiene
    la sabiduría que recogí con los pasos
    que me han ido alzando por montañas paralelas.
    Llevo ante ti la cajita de mi verdad
    y allí la abriré.

    Será entonces cuando observes incendiarse
    a otro universo;

    será cuando veas caer,
    reventar y desaparecer

    lo que creías un mundo.

    Arderán edificios irreales,
    coches, joyas y diamantes,
    y todos los billetes acumulados para
    tanta cosa inexistente.

    Y las luces del cosmos serán amor;
    y las sombras,
    divididas en oscuros más aún,
    serán rayitos de odio, dolor
    soledad...

    Como láseres oscuros que viajen
    dentro del nuevo universo de luz
    al sinfín eterno.

    Pero claro, este es mi sueño,
    porque,
    quizás,
    tú,
    simplemente no quieras empequeñecer
    te para mí.
    A Inma- y Bolìvar Alava Mayorga les gusta esto.
  2. Los aires de pueblos y aldeas
    los ululan laderas del Norte
    que desparraman casas y odio
    y calles donde domina Caín.

    Nos liberan al miedo a la vida:
    un buey que nos arrastra a la noche
    más eterna que las propias almas;
    mientras, golpeamos adoquines
    que cierran nuestras mentes anémicas.

    El buey inmenso resopla
    por sus narices la muerte
    de neuronas que prefieren
    compartir a competir.

    Nadie pensó jamás en infierno
    tan cercano a los ojos caídos
    de los árboles clavados a témpanos
    por diablos del páramo que luce.

    Los ecos de largas piernas y faldas
    son los premios ficticios de ahora.
    Tacones, oros, tangas y fracs
    entre raposos que huelen esquinas
    de los mundos de la ciudad.

    Morirán los pueblos entre nieblas,
    como humo que consume a las velas
    y a maderas de todos los tiempos
    que arden en la siempre chimenea.
    A Bolìvar Alava Mayorga le gusta esto.
  3. Volverán los pasos a otra cuna
    y en otra cuna solos morirán;
    y veremos caminos que avanzaron
    tan solo en los adentros. Nada más.

    Se imaginan paisajes, al no andar,
    y quizás algún invento, y nada más.

    Porque seguimos siendo la ignorancia
    deambulando dentro de universos
    que no son más que siempre los reversos
    de pasos que no vienen, y no fueron,
    que siempre estuvieron quietos, y están,
    y son muerte esperando la semilla
    que dentro de nosotros germinó.

    Los pasos andarán el más allá
    del camino interior. Ninguno más.
    A marea nueva y Bolìvar Alava Mayorga les gusta esto.
  4. Tenía cientos de arcoíris en canicas
    que acariciaban mis manos en la bolsa
    —terciopelo y baúl de mi esperanza—.
    En los duelos marchaban sueños y arcoíris
    con los niños que ganaban las partidas.

    Quizás faltaba una princesa
    a quien pudiera deslumbrar.
    Quizás... quizás.... quizás.

    Crecieron las canicas, o quizás...
    Ahora cada una es una estrella
    y el terciopelo guarda soledad,
    la que fue sustituyendo los vacíos
    de cada canica perdida en la niñez.
    A Bolìvar Alava Mayorga le gusta esto.
  5. Si diluviaran selvas en elefantes,
    y las selvas vírgenes fueran,
    quisiera ser entonces Arca y Noé
    de las nubes que contuvieran
    tanto elefante como gota que cayera.

    Y que las trompas en el aire sonaran
    como trompetas anunciando el arco
    de un Eros que apuntara al iris
    y a los pies de los árboles andantes;
    y que estos caminaran como red
    y retuvieran las matanzas de los trompas.

    Si los aires fueran alas de orejas elefantinas,
    el horizonte no sería límite con fin de fin;
    sino cataratas recogiendo las aguas
    en lagos y fuentes para baños paquidermos
    y para un yo arborícola y distante
    que nadaría elegante entre elefantes,
    y bucearía con flores
    de pétalos de peces
    y aletas de azahares.

    Si yo viera a elefantes
    soplar sus trompas sonoras
    sobre hormigas maleantes
    —narcisistas destructoras—,
    me uniría con talante
    a las cigarras cantoras.

    Malo el imitar de los humanos
    a bichos tan matemáticos.
    Mejor la guitarra en las manos
    y morir como lunáticos
    entre elefantes acuáticos
    que cayeran como marranos.

    cri cri crí cri cri crí cri cri cri cri crí
    A Bolìvar Alava Mayorga le gusta esto.
  6. Cuarenta y siete vueltas navegando
    a bordo de una balsa de la noche
    con rumbo a un sol de círculo distante.

    Bajo la nave, las babas, el lodo
    del alma moribunda de lo humano.

    Son retales de semen, nuestros hijos,
    los que a lo lejos veo en los veleros
    de mástiles ardiendo por los vientos
    que soplan los eructos de la Tierra.

    Cuarenta y siete son las primaveras
    de pájaros que acaban naufragando
    en los cielos de lágrimas oscuras.

    Solitario universo de un sol ajeno
    al mundo que reniega de los sabios.

    Cuarenta y siete vueltas he viajado
    vomitando palabras al espacio.

    Quizá las aguas del planeta sean
    llanto guardado al grito de los cielos,
    ciclo de sexo eterno sucediéndose
    —como senos erizados a una muerte
    que coge entre su pene a la esperanza
    de los hombres que quieren detener
    el suicidio conjunto de los tontos—.


    Si la letra es de arena, va a la duna
    y al mundo de los hombres de cerillas,
    los que hacen de la vida, este desierto.

    Que voz y letra sean luz y espada:
    blande a todo poder que te silencie
    e ilumina la sombra que te cubra.
    A Bolìvar Alava Mayorga le gusta esto.
  7. Pensé que al morir mi padre
    de tinta y pluma volarían
    ángeles de luz;
    que brotaría sangre
    de los manantiales de la tierra;
    que cuchillos de nubes rajarían
    a los vientos
    hasta acuchillar los suelos que piso.

    Pensé todo eso, pero nada fue
    mas que mirar al cielo de la noche
    y descubrir a las estrellas apagando
    el infinito universo que me rodea.

    Pensé todo eso, pero nada fue
    mas que soledad rompiendo
    a su cuerpo y mi cuerpo;
    desparramándose en mi ahora,
    inundando a mi espacio y tiempo
    de un vacío que vaga libre
    por toda el alma mía.

    Ahora huelo a rincón
    de una piel de cristal;
    pero solo se ve
    a huesos y carnes llorando
    dentro de huesos y carnes.

    Pensé todo eso, pero nada fue.

    No titilan velas en las venas,
    ni las costillas lloran.
    Sólo la brisa se ha hecho presente.
    Sólo un sin ruido implosiona
    y crea un agujero que me arrebata
    y me llena la vida de ausencia.

    Pensé todo eso, y todo fue.
    A Bolìvar Alava Mayorga le gusta esto.
  8. Paseaba la lluvia de la tarde
    la vereda de un río y sus meandros.
    El viento voleaba una hojarasca
    que acudía a los pasos de mi rostro.
    Un revuelo entre nubes alocadas
    que dibujaban luces y solombras.

    La corriente del río me mostraba
    claro susurro y alma de cristal.
    Intenté desnudarme de lo humano,
    pero yo era de carne, hueso y miedo,
    una vida adherida al universo
    y nula para el reino de los cielos.

    No pude compararme a la corriente
    del agua y su principio con destino,
    de su dar a la tierra sin pedir.

    Llovía en el paraguas de mi aura
    y formaba arcoíris en mi cuerpo
    al ver a tanto humano asesinando
    a quien regala vida sin medir.

    Fui lágrima brillando por los cauces
    de un río asesinado y sin destino.
    A Bolìvar Alava Mayorga le gusta esto.
  9. El amor, o dos niños dudando entre la niebla
    de un paisaje que inventa cada uno a su manera;
    o la confianza ingenua en la ciudad erguida
    con cristales, cementos y gentes demolidas.
    El amor, o dos niños ciegos jugando a ver
    a pesar de las vendas que ocultan a sus garras.

    Aunque inundara el odio a la sangre del alma
    con los muertos de toda la tierra artificial,
    todavía el amor, aún sobre los cadáveres,
    se abriría camino con tan solo un querer.

    Porque la humanidad es una enorme fosa
    donde zombis y muertos deambulan con vivos
    que nos inyectan virus y envidias en la sangre.

    Seamos animales salvajes, sin mañanas,
    ni cementerios donde los vidrios y el cemento
    conviven desgarrándose, comiéndose los cuerpos,
    hasta que no les queda por morder ni el aliento.
    A marea nueva y Bolìvar Alava Mayorga les gusta esto.
  10. Es una calle donde las bocas fuman penes
    y eyaculan un humo que gotea del viejo.
    Pegajosas aceras que pisan las putas
    con sus botas de piel de pardillo.
    Los niños gatean entre las piernas y puros.
    Desnudos recorren las calles veloces,
    entre los coches que mean bocinazos estúpidos.
    ¡Y ese imbécil en lo alto del púlpito,
    con su corbata de madera, qué reza!
    Quizás se dé cuenta que el tonto de turno
    está atento, que babea y medita
    exprimir más al pueblo y crear esas, sus guerras.
    En una calle donde las bocas son peces,
    mimos que expanden la estupidez en la tierra.
    Todo son penes y coños, y tontos de turno.
    A Bolìvar Alava Mayorga le gusta esto.
  11. Quisiera iluminar la cama a la que aferras
    cuando recibes miles de caricias y besos.
    Incendiar cada poro que titila en tu cuerpo
    y estar en tus adentros, sentir a cada uno
    como si fuera la última vez que acudo al amor.

    Quisiera la almohada que acoge a tus alientos
    y envolver a tus oídos de susurros y besos
    del aire de la brisa que viene de mi alma
    y vuela a tu almohada a rendirse ante ti.
    Ser la luz que caliente y recorra sin fin
    cada rincón de un cuerpo que nunca imaginaste.


    Y luego alzarme hasta la esquina de tu alcoba,
    y ser allí la estrella que brille en tus noches:
    un faro que destelle como estela en tu vida
    y que viaje a tu cama cuando quieras que vaya
    a invadir a tu cuerpo de calma y locura.
    A Bolìvar Alava Mayorga le gusta esto.
  12. .
    En los baúles que guarda nuestro polvo
    hay dos bocas que besan todavía
    y ojos viendo lo eterno de su adiós;
    hay cuerpos en los campos y la cama
    y estatuas abrazadas en la arena.

    ¡Cuánto pesa la arena entrometida
    entre aquella primera vez que fuimos!
    Como eco que retumba libre y dentro
    y acuchilla los baúles entre el polvo.

    —No lleves corazones en tus manos—,
    dijiste con tus lágrimas y boca.
    Como bomba que explota a cada instante
    y libera a los baúles polvorientos.

    ¡Con las flechas lanzadas por Cupido
    y hay dos seres ilesos todavía!
    A Bolìvar Alava Mayorga le gusta esto.
  13. .

    En arenas tu viento se llevara
    al ánima que vaga en el estigio.
    un aire que librara al feudo ligio
    del Señor De La Tierra Que No Amara.

    Medí al amor de forma tan avara
    que no quedó de mí ningún vestigio,
    sino un cuerpo de piedras en litigio
    por cada corazón que se encontrara.

    Como duna que vuela en el desierto,
    con alas de los vientos que me dieras
    y sin miedo a mares enemigos.

    Deshaz la efigie de este casi muerto
    y libera mis latidos de quimeras,
    que ya no quiero más de este castigo.
    A Bolìvar Alava Mayorga le gusta esto.