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    Cuando contemplo tu cuerpo extendido
    sobre la montaña dormida
    me convierto en cuna
    y te arropo con mis dudas.

    Jugando con mi memoria
    con tu belleza almidonada
    soy un rayo reluciente
    alumbrándote en tu almohada.

    Los niños contigo juegan
    te ponen ojitos, carita y boquita entreabierta;
    tus ojos llorosos preludian gotas de lágrimas,
    en las esplendorosas praderas.

    El viento te corteja, eres su amante divina,
    contigo baila al son del revoloteo alocado
    de los diminutos pájaros,
    que te cantan melodías de fantasía
    en un mundo fantástico.

    Sois presente, cuando estáis
    unas veces blancas, otras negras
    como el alma de los malignos

    A veces, no estáis, os marcháis
    a la habitación del sueño
    con las hadas en el pasado diluido,
    otras futuro, esperando que el Dios sol
    haga su trabajo.

    Sois fe y esperanza
    vida, enamorada de la nostalgia
    vosotras, pasajeras del tiempo
    Sois el eslabón final de todas las cosas.
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    Tú recorres mis venas,
    sintiendo mi latir sereno,
    enciendes mis pasiones,
    las destruyes con tu fuego,
    tú eres mi tesoro escondido,
    la flor que alegra mi pensamiento.

    Mis ojos encandilas,
    eres un arpa escondida
    en algún recoveco de mi fantasía.

    Viento, ola, maremoto que enerva el ciprés
    de mi alma, una roca en tu cuerpo.

    Camino sin caminar, ando volando
    como tú, mariposa; embelleciendo
    mi dulce halo de ternura,
    en este páramo dormido
    en el transcurrir del tiempo.

    Manantial de luz, roble de plata,
    monte dormido y en tu cabeza
    el cielo bostezando de añoranza.

    Burbuja de indeleble frescura,
    pompa de jabón que el aire contaminas
    y tus perfumes, seda fina,
    piropos al aire, ventiscas
    que mi corazón resucitan.

    Luz venturosa, oscuridad bendita
    ríos de felicidad, cuando mis labios sometes,
    esclavitud bendita, flores de primavera,
    caudales de alegría son tu alma y la mía.

    Venturosa calma, de margarita acostada,
    en el jardín de tus venturas
    cuando el jilguero canta.
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    ¿Para qué quiero ver?
    Imaginar es más bello
    soñar con una luna pálida
    reflejada en un mar de plata,
    yo remojando mis pies en la orilla.

    Los pájaros volando
    sobre montañas de algodón
    donde duermen las nubes
    cuando están cansadas del peso.

    El viento esparciendo las flores,
    las mariposas volando
    por el jardín de los sueños eternos
    donde la divinidad nunca acaba;

    árboles bailando
    de fondo, miles de orquestas
    tocando bellas sinfonías
    en un carrusel sin dueño.

    Un valle de mucho colorido
    con una diadema de arcoíris
    con pasarelas al cielo
    buscando la divinidad perdida.

    Unas sombras en penumbra
    apurando hasta el último aliento
    como si la vida le fuese en ello;
    ser rayo y trueno
    luz y sonido en el mismo instante.

    Meteoritos convertidos
    en átomos de placer,
    un arpa con melodías celtas,
    un fiordo desbocado en un monte exótico.

    No encuentro adjetivos para describirte
    para engalanar tus ojos, derretir tus labios;
    un crisol de luz se deshilacha
    sin temor a la desbandada de tu paraíso inmenso.

    El aire se llena de amor
    que flota por los humedales de tu cuerpo
    saboreando la esencia de cada poro,
    de cada recoveco, una pasión desmesurada
    como huracán que me recorre el alma.

    El amor de susurros al oído
    de vibraciones adheridas a tu hoy,
    cuando me tienes como las palabras
    tienen al oído, o los besos a tus labios,

    Quiero ser tu argumento
    tus pétalos, deshojar tu margarita
    despertar cada mañana contigo
    en ese sueño que es paraíso.

    Mariposa que vuela por ávidos caminos
    efervescencias de lo divino
    mar de felicidad, arcanos que bailan
    en el corazón del poeta
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    Tu cuerpo es una macedonia de frutas,
    quieres que entre en tu cuarto para devorarte
    como la abeja a la flor, con mi aureola de fuego
    corrientes continuas sobre tu esplendoroso cuerpo.

    Eres esencia de mi ser, un trozo de mi piel,
    un aroma de azahar, un beso;
    una lluvia dorada, purpurina que me quema;
    eres mi gata, mi fiebre,
    mi virus, me dejas desguarnecido.

    Entro en tu cuarto de violetas abiertas
    imantando tus latidos, imbuyendo mi corazón con ellos
    y tú me desbordas con tus jugos princesa

    Soy un huracán sediento de tus quejidos,
    una nube vertiendo mis deseos,
    un polvorín que explosiona,
    una lagartija queriendo beber de tu cuerpo.

    Una amalgama de margaritas es tu cama
    con la luna de niñera, y los luceros, tu almohada:
    los pétalos tu jardín, tu perfume me atrapa;
    momentos vaporosos, nomadismo arrollador,
    liturgia de la carne, mar que ahoga sus grumos
    con un plátano sediento.

    Torrentes en un mundo desierto,
    ambrosía ahogada en tu cuerpo
    terciopelo son tus manos en mi piel
    un huracán de besos con tus jugosos labios.

    Yo poderoso centauro, tú, mi amazona
    te llevo cabalgando entre mis piernas
    a la montaña más alta del placer.

    Los cuerpos se enredan,
    las caderas palpitan sufriendo,
    en la oscuridad de la noche sedienta de amor.

    Sediento está mi ciprés de tu fuego
    tu ombligo me llama
    los humedales de tu cuerpo
    son pantanos desbordados.

    Quiero, recorrerte toda, volverme loco
    esta noche de pasiones fuertes
    te mojo con mi lluvia, te empapo de auroras
    tu esencia palpita, eres un lago en un desierto
    ternura, aliento, el sueño eterno.

    Porque soñar es ser sueño
    dormir es soñar
    y los sueños son poesía
    y tu cuerpo, la sangre y los pétalos de mi vida.
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    Soy retazos de tu vida
    sueños que se entrelazan,
    olvidos que perdurando,
    van dañando la esencia de mi ser.

    Quiero ser bondadosamente el germen
    de tu bondad, caramelizada con miel,
    ser tu divinidad, la paz de tu alma,
    el sosiego de tu cañada.

    Las lenguas de humo
    han recorrido mi cuerpo desnudo,
    he sudado tinta en un barrio desapercibido,
    he conocido la ingenuidad de la hierba,
    las cruces del camino.

    Niños harapientos de mirada huidiza,
    corazones sedientos de agua no bebida,
    secretos de alcobas del renacimiento,
    amores compartidos pero no vividos

    Siempre aposté por la moralidad de la hormiga
    y el trabajo del campesino, el minero llorando en la mina.

    Los huracanes enfureciendo mi vida,
    son melodía de muerte, en el ocaso
    de la tormenta del músico,
    en la estación del metro. Soy así vida..

    Una esperanza volumétricamente imposible
    en el caos del universo interno de la mente,
    sedienta de amores que no hieran.

    Siempre las mismas notas,
    los mismos recuerdos,
    sofocante calor , frío invierno.

    Árboles desnudos y árboles vivos
    con su capa de primavera y su colorido de feria.

    Quiero ser viento llevarme los nubarrones negros,
    vaciando el agua que limpie
    los peajes de mi autopista
    y aparezca ante mí,
    la luz esplendorosa de la vida.
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    Cuando te vi, mis pestañas
    cayeron del Kilimanjaro, mis manos
    se ahuecan,
    un sudor frío entrando en mi cuerpo,
    me eriza, cómo si las espinas
    nacieran de mí.

    Una corriente extraña,
    un ser que me destruye,
    me convierte en rayo,
    una verdad iluminada
    por la llama de la pasión
    en cualquier esquina,
    en alguna parte olvidada.

    Nostalgia y melancolía
    de una melodía
    que circula por la sangre,
    esbeltez de un tiempo,
    de una época, bebida
    en copas de buen vino,
    una delicia enmohecida
    en una botella traslúcida.

    Manjares de mi mente,
    medusas en mis labios,
    ostracismo de lo inerte,
    bendición en lo lascivo;
    corriente que me recorre
    como el rayo de la noche.

    Bendiciones que estallan,
    piernas temblorosas, bailando felices
    como el corazón,
    cuando se duerme y sueña
    y cuando sueña, se convierte en poesía.
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    Siempre las mismas notas,
    los mismos recuerdos,
    sofocante calor, frío invierno.

    Árboles desnudos, otoño inmundo
    árboles vivos, con su capa de primavera
    y su colorido de feria.

    Por las mañanas
    cuando el pájaro canta
    aún con la oscuridad dentro de la noche,
    salíamos a faenar al campo.

    En verano tocaba magrear las cepas,
    moverlas con tanto esmero
    que parecían tus amantes,
    arrancándoles de su alma,
    a su hijo, el racimo de uvas
    tersas y dulces como tus labios, cielo.

    Esos cuerpos deshechos de no dormir,
    curtidos como la roca del viento,
    de la lluvia, lamentos y quejidos del día,
    que iba viniendo lentamente
    pero inexorable hacia nosotros.

    El tiempo de oasis secos
    tormentas sedientas
    pasó por mi envenenado
    corazón de espinas sin flores,
    el río que baja mansamente
    se llevó la inmundicia
    que cabalgaba por mis venas,
    me asía a la estaca atado sin reacción,
    era un pájaro sin alas.


    Ahora sobre aguas mansas
    transcurre el barco de mi vida
    Sin oleajes, ni marejadas,
    ni mares gruesas, revueltas ansiedades prescritas.

    Como el viento se lleva
    los nubarrones negros,
    ese agua limpió los peajes de mi autopista,
    y hoy aparece ante mí, la luz
    esplendorosa de la vida.
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    A veces me siento viento
    otras ni siquiera soy lamento,
    escurriendo mis pensamientos
    en este valle de frescura hiriente
    camino al atardecer
    cuando ya no hay duendes
    solo encinas amargadas de no tener clientes.

    A veces soy sol y otras sombra,
    me apego a las paredes blancas
    ellas me hablan de mi pasado
    de mi humor blanquecino
    de mis miedos a lo absurdo
    de mi condición de fragancia
    en este columpio donde voy de un lado a otro.

    Soy tejado, espanto al sol
    o soy flor y me arrulla la mariposa
    en fin, algo delicado debe haber
    cuando en mi pernoctan los canarios.

    Quiero ser estrella, volar por el firmamento
    adentrarme en sus interioridades como un torbellino
    o un remolino en las aguas de un desierto.

    Quiero ver a las galaxias abrazadas
    ver su fuego rojo, o quizás
    ¿por qué, no? ver sus lamentos.

    Quiero ser cometa , circular por el universo
    como las aves en las montañas o el caimán
    en su encierro;

    quiero ser oro en tu pecho
    diamante en tu boca
    incienso en el aire que te mece el alma.

    Corazón para moverte
    a un lugar en el infinito
    donde no haya secretos,
    sólo un amor celestial
    envuelto en susurros y gemidos
    de los que salen de dentro, corazón mío.
    Estremeciendo al firmamento
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    Cuerpo de mujer alado y bendecido
    vuelves y caes en el abismo
    de mis vértigos. Huracán profundo navegando
    por tu cuerpo, alboroto, susurros, gemidos, silencio.

    Silencio de la desnudez del alma,
    de ventiscas entrando en tus ventanas
    entreabiertas, son lágrimas en el cielo
    y felicidad en la tierra.

    Furia soy y tú manantial sereno,
    oquedad de mi mente,
    recuerdos del tiempo efímero, son tus besos.

    Yo, un fantasma zalamero, deambulando
    por mis sueños.

    Besos en la exquisitez de la noche oscura,
    ardo entre dos rocas vacías
    y lleno los espacios con tu sombra;
    se balancea, entonces aparece el mutismo,
    el desconcierto y yo batiéndome
    en retirada, lucho contra los gigantes acorazados

    Una lágrima rueda por mi mejilla
    tú me consuelas con tu brisa funesta,
    soy otoño mustio, un encanto sin magia,
    una delicadeza no escrita.

    Se desmorona mi frente longeva,
    fin del mundo de una ancianidad parda,
    como los montículos del prado que habitas.

    Un giro de cuello viendo llegar caballos del cielo,
    entonces noto, que tú cabalgas en ellos.

    Eres un tormento, un rosal con lanzas,
    un búho ciego, una canción olvidada,
    un maremoto en la luna

    Eres un galgo famélico,
    transparente como yo,
    figura de los sainetes, de las sátiras,
    epopeya reluciente.

    Cuando bajo a ti, sirena del desierto,
    todo acaba, la soledad lastimera del alma,
    volando marcha, en bajeles de esperanza.

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    Otoño de amor, desgajadas hojas
    de tu tronco y tus álgidas ramas;
    dormitando estás, en aquella lúgubre
    habitación donde los alargados rayos
    del sol, entran para calentar tu alma.

    Tú que calmas las tempestades
    con el aliento de tu mirada, me subyugas
    como ave en calma, me estremeces
    como los truenos en la lontananza.

    Eres libertad y prisión, mar en calma
    gran oleaje, velas en desbandada, burbuja que explota
    en mí, como una pompa, como un repicar
    de campanas en las tardes ociosas de piedra dura,
    de decrépito por la tardanza en tu andadura.

    ¡Oh, amor! que el tiempo paras,
    cuando sobre mi cabalgas como amazona
    en celo. Mis venas azules se transforman en rojas,
    levitando tu cuerpo sobre el mío, como la hiedra levita
    trepando al tejado.

    La tormentas se detienen, las olas ya no brillan,
    le has robado tú, el resplandor con tu mirada;
    la habitación no necesita llama, con tu fulgor
    basta, eres el volcán que sacia mi desesperanza

    Un arrebato de amor, un cielo centelleante,
    una mordida quemante, un iceberg trashumante;
    lo has derretido con el fuego que emana
    tus pulsaciones crepitantes.

    Me unges la piel con cremas afrodisiacas,
    devaneo en la cañada húmeda de tu cuerpo,
    estación que me detiene como tú,
    detienes el tiempo
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    Oh, mujer que tienes cuerpo de árbol,
    tus ramas se abren esparciendo tu belleza,
    tus ojos, lunares
    en tu vestido de terciopelo.

    El sol te acaricia llevando perfumes
    de hierba fresca, frío el monte helado,
    escarcha del manantial de al lado.

    Soy pájaro y pico tu hoja, revoloteo
    por tus ramas y te cobijo en mis alas.

    Árbol que bramas al silencio
    escarcha tienes en el cabello
    y tu triángulo regado por el cielo
    parece un postre en forma de corazón.

    Verde esperanza, cómo eres tú,
    esperanza de mi vida.

    Ramas estremecidas,
    voluntad marchita del viento,
    humedecidas de la bondad de las nubes
    te precipitas y das bandazos
    como los coches en las autopistas.

    Oh, mi árbol bendito, las liras
    te tocan bellas melodías,
    las hormigas de mi vida te recorren,
    conocen tus debilidades, tus entresijos,

    Entonces las rocas te cantan,
    las praderas silban, los pájaros
    te saludan con trinos de arpas
    Y los cielos brincan de alegría.

    Oh mujer suntuosa que por tus brotes
    se escapa la vida y por tus heridas
    la savia de la armonía;
    del amor, de las cosas tiernas
    del alma, esas que ni se pagan
    ni tienen nombre.

    Son amores eternos, simplemente.
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    ¡Oh, tesoro! qué palabra tan repetitiva,
    qué órdago a lo bello
    qué insignia a lo impropio
    a lo valioso de la vida.

    Palabra de oro escondido
    de burla grotesca,
    despavorido voy por ese valle silencioso
    de lo desconocido.

    Hiedra es ¿tesoro o planta?
    acaso la planta del sol no vale el giro
    de la peonza en el suelo,
    o el sortilegio de las nubes sobre sus sillas
    avanzando,, como avanzan los ejércitos
    en la batalla del desconsuelo.

    ¡Ay tesoro! , escondido, oculto, del día,
    de la noche que vigila el día,
    privilegio de mi alma
    en tu mundo superfluo de locura.

    Corazón de plata , luz esmeralda
    de mi ventura, de mi dicha
    en el cielo ocre de la mañana,
    cuando el sol despierta,
    entre nubes de plata.

    Alma de tesoro, tesoro de mi alma,
    vida de mi dicha, dicha de mi vida
    que vas empujando corazones de mármol,
    tesoros de mirra en este tarde
    cuando los rayos queman
    la mirada de tu mirada.

    Vástagos de incienso en la misa
    de la mañana, dónde mi tesoro felicitaba
    la enfermedad del amor,
    la que me lleva a la algarabía
    o a la muda desdicha, de los tesoros
    ocultos de mi alma.
    A Ana Fabiana le gusta esto.
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    Camino oyendo mis pasos
    sobre la hojarasca del camino,
    son estridencias del alma
    oquedades en mis suelas.

    Lazo de maldad irrompible,
    tristeza y soledad hecha silencio,
    nostalgia de amores que vuelan en la mente
    formando parte de nuestra ladera de vida
    de nuestra caminar latente.

    Nostalgia enmudecida, tierra adormecida
    envuelta en halos de infelicidad, chisporroteo
    de las neuronas, auroras boreales infelices,
    llantos de sirenas buscando un barco
    donde agonizan sus humedales secos de inmundicia.

    Los agujeros negros penetran en mis ojos
    viajando a lugares desconocidos
    quizás otra vida, otras sinapsis de centelleos
    de luceros me esperan con su dicha.

    La conciencia remueve cielo, sol y tierra
    como el sable remueve las entrañas de los soldados
    en la apesadumbrada guerra,
    nostalgia de otros tiempos
    corrompiendo la historia.

    Velas apagadas que no se encienden
    ocasos vulnerables, citas sin calendario
    indiferencia pasando por mis huellas
    que me dejan indiferente, como cuando
    llega la muerte y la esperamos sonrientes.
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    Mirada de aurora, gaviota fecunda
    henchida de felicidad en tu monte de plumas,
    nostalgia empecinada en alumbrar mis recuerdos
    con el farol de la melancolía.


    Quiero que seas mi noche, mi guía

    y yo tu espectro, un trozo
    de mí que no existía,
    soy una gota de rocío
    en el cordón umbilical de tu mundo.


    Llena mi cuerpo con tus brazos

    quiero ser la escarcha que se derrama
    de tus ojos cuando la amargura te invade
    ser tu ser amado, lujuria pecaminosa.


    Quiero oler a ti, rosa de mi jardín

    seas mi perfume, mis sentimientos más anhelados,
    mis pasiones perversas,
    ser coral en el fulgor de la luz.


    Compartir contigo mi destino,

    bramar ungido de tu aliento,
    surcar sobre tus ansias, ser ascua ardiente
    en el fuego de la eternidad.


    Quiero ser el bosque de tus entrañas

    vivir en el crepúsculo de tu mirada
    inundar tu cueva de deseo
    morir desesperado de vida.


    Este amor es imperecedero

    eres crisol de mi sol,
    de mi luna llena,
    la sequía que me sacia
    la voluntad divina de Dios
    en la tierra
    A Alde y Ana Fabiana les gusta esto.
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    De la noche a la mañana;
    acostumbrándome a notar como,
    lentamente, las yemas de mis dedos
    dibujan un paisaje sutil
    en la inmensidad de tus pechos.

    Uniendo cada uno de tus lunares
    con ese trazo tenue
    formando infinitas galaxias;
    leyendo los secretos que ocultas,
    la suavidad de tu piel, es un momento mágico.

    Una dicha de escultor de montañas,
    de demonios haciendo que tu mente
    baile, como si la recorre
    un ejército de hormigas, un torrente
    creando energía en tu cuerpo.

    La energía de la dicha, de andar
    descalzo por una catarata,
    volar como un pájaro, sentirte espejo
    que se va a descomponer en miles de vidrios.

    Mis manos huelen a ti,
    soy un lobo ardiente
    en un páramo helado,
    la pasión convertida en pecado.

    Eres sombra en la penumbra
    y tu piel el sustento de mi alma,
    tus pechos la luz de la noche,
    mi almohada cuando apoyo mi cabeza.

    Me desnudas el semblante,
    soy un flan en tu bañera,
    un instante de magia,
    un morirme en vida.

    Los serafines tocan en el cielo
    los puertos celebran el festejo
    las olas estallan contra las rocas
    y el amanecer me saluda
    con orquídeas y violetas.
    A Bernardo de Valbuena, Alde y Ana Fabiana les gusta esto.