Todo tu cuerpo es mío, como el aire que respiro, caracola sin mundo, abriendo tu casa a la fortuna de la dicha de tenerte conmigo, sol de abrigo. Al amanecer trigo limpio, calor de chimenea, seda tu piel, abrazo de alborada, cuando te miro y me sonríes, el saludo del sol sobre el agua translúcida cuando veo tu cuerpo tendido. Cuando no estoy en casa, sueños de árboles gigantes, vientos de vuelta me sobrellevan por árboles de colores del paraíso de nuestra ansiada espera. En el ocaso rayos hirientes, mariposas rosáceas, pasión rojiza, el mar de nuestra vida se alía en una fiesta de miradas cómplices, brillos estridentes, sonrisas como la vida llenas de aire, de existencia sublime, amor ardiente. En nuestro lecho de amor, ángeles celestiales tocando clarines de ensueño, amada mía, Dios hecho presencia, paraíso consumado, La esencia del amor hecha brasa.
Eres amor creando sonrisa en mi cara de lucero muerto, soy tu ilusión dorada, dardo penetrando en la felicidad de mi mente, corazón de orquesta en tus falsos pliegues. Facilitas el devenir de mis días, eres galante, intrépida, nube caminando, pensamiento sin titubear, casa amada, luces derramando mi pulsar inquieto. Amada ignota, torbellino de amaneceres revuelto con ocasos de diosa indeleble, repentino fulgor de vida, mi osadía se clava en la tuya, como mis ojos en tu mirada. Amada alegre persuasiva, yo la montaña que te destroza, con sus torrentes de vida, botando de piedra en piedra, rebotando en tu dicha, produciendo el crecimiento de mis estrellas en tu cielo. Oh amor, vilmente vilipendiando desdicha de mis saberes, rosa de mi tejado, cortejando a un ciempiés santo y seña, de un hermoso amanecer de víbora acurrucada en flores de plástico. Hoy, tú, rayo misterioso te has partido en mil pedazos, como el vidrio de mis ojos triste, anidado en el cirro de tu nube, enquistado en mi sollozar perverso, como un papel que el viento se ha llevado. Deambulas tú, hermoso amanecer marchito, soles de nitrito, pulmones de esponja, pájaros de cartón, enrabiada rama de árbol, elasticidad de las nubes, convierte el llanto en sonrisa de lirio, o espasmo de santo. No te vayas catarata de mis sueños, brisa que todo lo inunda, sabiduría de maestra de partitura, elévame al paraíso de los dioses de los aires eternos, o simplemente se enlace inconexo entre átomos en el tiempo.
Si no fuera por ti que me acaricias con la brisa, me acomodas con tus versos y sobre ti descansan mis penas, ¿Qué sería de mi azorado corazón?, eres fulgor de arcoíris en mi atardeceres sombríos. Dónde hundiría mis raíces, qué humedal socorrería mi seco huerto de arrecifes, en un mundo deshecho de maldades infructuosas , de cavidades sin dueño, aparcadas en el ostracismo. Quién daría luz a mi vida, aflorando el oscuro sueño de mis noches de insomnio, de vela esperando que alumbre tu antorcha, las estrellas se estremecen al ver mi alma revuelta. Dónde sellaría mis labios, mis pasiones, mis desvelos; en qué santuario de tu insondable mirada, aparco mi bullir constante, derramando la angustia que me persigue en la hora de mi desdicha. Qué aromas de amargura, penetrará por mi olfato ensombreciendo mis días, sacrificando la luz de la armonía; quién reciclará mis despojos, quién abrirá mi puerta oxidada, quién me cubrirá cuando esté frío.
Hoy el viento golpea como un martillo las ventanas, los cristales tiemblan ateridos posiblemente sea invierno o primavera qué más da, nadie puede dar asiento a este caballero tan locuaz. Soy pétalos muertos, que este osado ha robado a mis rosas, deshojándose penetrando en ellas los silencios de los fondos abisales; marchitando la fragancia que ayer exhalaban. Hoy mis pensamientos vuelan como las golondrinas con el cálido viento en busca del ansiado amor y acompañar a las olas por si cayendo la lluvia aparecieras tú, penetrando mi piel.
Viendo la llama de tu cuerpo entre las sábanas, tu palpitar sereno, soy vagón de tren circulando por el vergel de tu semillero. Paraíso soterrado, abandonado del hedonismo, tal vez desecho de la apatía, mustio, agonizante como un cervatillo herido. Reclamo mi parte del pastel, endulzando tu carácter, con almíbar y mermelada de miel como las rosas que florecen encima de tu vientre. Mujer triste, inquieta , con aire insigne, quizás, como el rayo debes retar a tu naturaleza, clamando al cielo que dejes de ser pureza y te conviertas en fuego. Fuego, ascua, ceniza, crepitar de huesos, manos alargadas, sabuesos dentro, soy cobra que besa con lengua viperina bordeando las cimas de tu valle fecundo. Mujer, conmuévete, que tu sangre fluya como acequia con motor potente, bombeando tú débil cuerpo de manzana tierna, cielos rosa se abrirán, componiendo un lienzo de estallidos de fresa. Anacoreta de la vida soy, quiero tu simiente en la mía, capullo de rosas abierto seré el manjar de tus deseos, falacia de tu perdición, perdición de tus sueños en los míos, en un mar de tranquilidad y sosiego.
Tus manos, seda de Nepal abriéndose son alas, acariciándome como plumeros de algodón, una sonrisa al alma, un abrazo fraterno. Por la mañana manantial de vida, susurro al viento, candor de brisa, desayuno reponedor, un vuelo rasante de amor de una gaviota. Son silenciosas, las toco y palpito, senda descrita en manuscritos, ola meciendo el cabello, suavidad de caracoles con babas cuando me sientes dentro. Forma de rama de árbol, cuando se balancean delicias de sol, agua caliente son tus dedos, cabos flotando sobre tu cuerpo, eslabón perdido de adán y Eva en su cautiverio. Duras, duro mar, azul de cielo, rojos, rosas, parpadeantes y muertos de oscuridad así es tu tejado de nácar sereno, todo lo que haces lo haces por mí arrecife de coral, paraíso eterno. Tú, cuerpo de guerrera, madre de mi ensimismado deseo de tenerte, tienes los dedos como filos de espadas; agradezco al aire, a la creación del universo, tener un par de guantes que me hipnotizan, me llevan al cielo.
Cuando no te tengo corona de espinas en mi cabeza siento circundada de penas, yerta de enraizamientos inocuos de tus venas, soy un maravedí en el zoco de tus deseos. Si soy vuelo, escarcha y rocío eres en un mar de acebuches ensangrentado de lágrimas derramadas por no tenerte paloma mía. Te deseo como el colorido a la primavera, te necesito como tu vientre al hijo de tu amor, sangre de tu sangre, huesos de los tuyos, carmín colorido de tu vida. Tu compañía me libera de mis maldades, soy una acequia de alondras mirando al sol de tus cabellos, olor a hierbabuena cuando me clavas tus ojos como estacas en los míos grama de mayo en el campo. Quiero comerme tus rastrojos, dejar de ser aventurero de tu falda, ansiarte cómo la tierra a la yunta que le da aire y aliento, o como la cama absorbe nuestros sudores cuando no tengo corona de espinas, cielo.
Sé mi amor, mi estrella del tiempo un lucero sediento. Soy el eslabón de la cadena de tu amor, sobre manantiales de lujuria, andas buscando un intercambio oxidado, antes de ser la inspiración de mi aliento. La corona de la aurora de tu sentimiento, en el valle donde juntamos nuestra soledad, nuestro desaliñado aliento, dolores de huida, retazos de mi entrepierna en tu pelo. deja que emerja entre tus silencios. Decir adiós a la tristeza, es liberar el alma herida, es dejar atrás la triste despedida, y encontrar paz en la fortaleza. Decir adiós a la tristeza, es dejar de lado el lamento, es confiar en su divino aliento, y sentir su amor con gran certeza. Decir adiós a la tristeza, es abrir el corazón a la esperanza. Es soltar las cadenas del dolor, es buscar en él, el consuelo y amor, y en su abrazo encontrar la belleza. Decir adiós a la tristeza, es elevar el espíritu hacia lo alto. Es transformar la pena en gratitud, es encontrar en él la plenitud, y en su amor recibir la recompensa. Las ansias de la misericordia navegando en olas gravitacionales que encandilan la honorabilidad del corazón plumado por el hedonismo.
Eres mi oscuridad, mi amor, mi suplicio, fuego quemando mi infierno, camino que tiembla, mi tristeza en el mundo. Flecha adorando al sol de la complicidad alborotando el mar de las temeridades despojada de ternura en las noches donde el crepúsculo muere en los altares. Alegría perdida, esperanza sepultada como las raíces, bajo tierra perdición del día y la noche; inexorable ocaso llegando lentamente. Días grises de agujas y tinieblas tristeza hasta en mi frente locura en tránsito permanente ansiedad a manos llenas recorriendo los espíritus de mi pasado. Hoy mi tibio corazón necesita resurgir a la luz, dejando atrás la tristeza volver a ver verdes valles rojas amapolas. Dame una luz radiante para olvidar mi corazón helado ventanas luminosas donde entre el aire limpio, expulsando a este demonio que llevo dentro y el alba realice otro milagro.
El cristal azul de la mañana reflejado en tu mirada es un unicornio azul, alado en el paraíso de mi nostalgia. Elixir de vida embriagador resistencia a la noche apagada claridad brillante, sol de la aurora. subiendo majestuosa, eliminas la oscuridad maldita. En tu espíritu envuelto en cortinas me tiendo, casa ardiente, inmensa primavera de suspiros ojo que te desprendes del cielo. Placer divino ilimitado soñando contigo siempre quiero estar, hermano del silencio eterno.
Eras calor y frío, una mirada ardiente al mediodía, una pasión acelerada un tumulto en la mañana. En la cañada, los gorriones te trinaban pedías lo posible y eso era imposible comprabas el día y te daban la noche. Tus quejas siempre fueron amordazadas no podías ulular, ni maldecir por el dolor pernicioso de tu pecho, por el corazón partido, de vómitos, de indolencia, cantares del pueblo, con sus penas y alegrías. La luna te llamaba y tú, padre mío, estabas solo como la nada, nadie te esperaba, eras un desierto en la noche, tu cansancio no era nada, ni las oquedades de tus ojos; eras el esclavo de la manada, la que todo tenía y nunca daba nada. En el humo de la ribera te veía respirabas el cáncer de tu desgracia divina, aullando como un lobo pero nadie te oía. Por la noche, amordazado el miedo, los troncos eran tus aliados, te hacías disfraces con sus ramas el té perfumaba tu azahar bendita primavera que llegaba con su traje de flores y su mantón de manila a juego con su cabellera. Ya no hay mesa, ni pan compartido ni plato al centro de la mesa, todo está vacío, como tu chaleco colgado en la percha del olvido. Viviste en un aire ahogado en un agua que no refrescaba sudor silente resbalaba por tu cara. Cuando dormiste eternamente los serafines lloraban, esparcían tu amor por la tierra adoraban tu divino tributo, y el aire se estremecía al reconocerte. Entonces comprendí que morir no significaba nada, es una palabra, sólo eso.
Miro las hojas caer sobre la tierra desnuda, sus destellos deslumbran las fotos de nuestra nostalgia, amores volando en un valle de plata, sinsabores con pedigrí en una oquedad agitada. Siento tu amor convaleciente, enfermo, volando a la eternidad. ¿Dónde estás? Cansado de ver fruta podrida, falacias tormentosas, miradas extraviadas como laberintos en un jardín sin dueño, salto al abismo de los sueños. Percibo tu angustia, ávida de visualizar explosiones del arcoíris como abanicos gigantes, construyendo una mansión de ensueño donde descansar, dormitar, de este infierno. Cuando vas sin atuendo, tu enfoque es un cerco tembloroso de sal, l a metáfora de la ceguera, camino con baches ocultos, caer a la hondonada de la vida. Una alberca de espuma sin salida.
Duro será el triste destierro de mi vida acostumbrado a dormir sobre flores ahora caigo sobre ellas, sintiendo el dolor de rosas sollozando. Escarcha reprimida de mis lágrimas, mi corazón te reclama enloquecido trinar de arpa, sortilegios hechos suspiros bellos pétalos colgando de la estela de tu cuerpo. Tallo floreciente de flores abiertas, abanico que me refresca, cautivándome el alma sutil perfume con tu dulzura y fragancia una camisa confeccionará sintiendo el roce de tu piel que me envenena. Se llenan de nostalgias mis horas contemplando tu rostro, es añil en un mar embravecido donde navega mi deseo vestido de mañana o de atardecer doliente. Tiembla la noche en tus manos acaricia la esperanza tus cabellos, enervan las pasiones solitarias y claudican en ti el clavel y la violeta. La memoria no sabe de historias que no llegaron a hilarse, que murieron antes de ser vividas, sólo añoran el tacto de la piel que recubre el silencio. Desde el otro lado del océano las llamas inician su solitaria travesía, abandonando los escarpados Andes volando como las golondrinas a cobijarse bajo mi manto de hojas rojas, naufragando en la lujuria de la noche húmeda. Las palabras son corceles briosos nuestras almas lluvias que emigran con los vientos, no se encontraron, pasaron por encima de la vida, de los mares atravesaron el horizonte ajenas a nosotros. Naufragando en la orilla
Con los ojos desgastados, cabeza rapada, desecha la mirada, con dientes de pirata, me encuentro sin dicha en este ocaso. Quién vendrá a cubrir mis heridas mis hendiduras de antaño, marcas en mi cuerpo, oscuridad de mi pasado. Manos como estropajos, paisajes de otros tiempos, campos donde explosiona el colorido, luces de candil, lucerito en casa. Amores y besos, venid conmigo sois mi aliento, la luna me sonríe al son de la brisa del silencio. Soñando amores como soles en el firmamento. Solo me quedé mi niña se fue a la era, no, se fue a la capital, me dejó solo con mi cantar, tejiendo sobre manteles de ansiedad. Mi cuerpo deshecho está de buscarte, mi vida, por el prado la loma, a la luz de la luna con vela de pergamino. No te vayas mi vida, te canto una nana sentada en mi rodilla, en la luna clara cuando los luceros te llamen, luz del alba. Te amo la eternidad, como los peces al agua; tu cara resplandeciente da más luz a la mañana que el sol cuando amanece en la ensenada. Cuando arda tu perfume y grite el cielo te veo mi niña, andando con pies descalzos porque perdiste tus zapatillas floreadas de terciopelo.
Bajo el cielo azul de limoneros florecidos, se esparce un aroma a azahar intenso fragancia de los dioses, celestial regalo, pasear bajo tu sombra es un manjar sagrado. Entre hojas verdes y frutos dorados, el jardín susurra cuentos de brujas de otros tiempos. El sol acaricia la tierra con su luz, mientras el viento mece tus sueños con dulzor. Caminar entre cítricos es navegar en un vergel, perderse en un mundo de paz y miel. El rumor de las hojas me invita a soñar, bajo el manto de limones, quiero descansar mirando a las nubes en su lento caminar. Que el aroma del azahar me embriague, que la frescura de la sombra me hidrate. Limonero florido, tesoro sin par, en tu mágico abrazo quiero soñar.