1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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  1. Sobre la calle solitaria y mojada
    [por las gotas pequeñas y transparentes
    de la garúa que cayó,
    yace ávido e impalpitante
    mi dolorido corazón.
    ¡Oh, amor! ¡Oh, amor!,
    mata con tu presencia
    mi absurda desolación.

    © Katia N Barillas.

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  2. Que sus vidas siempre estén iluminadas con las llamas de la fe, el amor, la caridad, la humildad, la esperanza, el perdón, la paz; y, que nunca falte la llama principal... "El hálito del Creador".


    © Katia N Barillas.

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  3. ¡Libera Señor mi mente!
    No más tormento de amor.
    Resucita a la rosa aquella
    que se murió de pasión.

    © Katia N Barillas
  4. Mis males espanto al refugiarme en las pozas
    de tus ojos y el canela que da vida a tu mirada.
    © Katia N Barillas
  5. Infancia... ¡Qué época hermosa! Adiós a engorrosos problemas. Todo alrededor no es más que un mundo cargado de sueños, de inocencia y olores sutiles a flores, a rosas. ¡Ay! Si tan sólo pudiésemos detener el tiempo y dejar de crecer, la atención de mamá y papá estaría allí de día y de noche. Y abrazando al oso de peluche que juega conmigo y fiel me acompaña, esperaría a que me contaran ese mismo cuento, que aún en éste momento presente, con mucha nostalgia suelo recordar. © Katia N Barillas.

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  6. De espalda a los sinsabores, cargo en el cuadril a quien dará continuidad a los genes que palpitan -sobre el coralino torrente que fluye por los canales esperanzadores del vestido de mi alma-. Le digo adiós al pasado y enruto la mirada cargada de sueños -sobre la senda que llevan las gaviotas- que de nieve visten al dorado horizonte... Me enfoco en su vuelo y guio mis pasos hacia el presente incierto que he de afrontar; tengo fe y certeza que en este destino, el Dios que venero me ha de ayudar. Y he de emprender -como lo han hecho ellas- un nuevo comienzo. Y como una estrella en la noche obscura, con luz propia volveré a brillar. En éste recomienzo, quizás no sea yo, si no el hijo mío quien ha de moldear -su carne y la mía- enmendando todo lo que yo un día por temor o pena no supe cómo debía remediar. © Katia N Barillas.

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  7. En algún momento dado, caminaré liviana de cargos y culpabilidad. He de hacer mi maleta y rumbo al horizonte -ceniciento o soleado- apresuraré el paso por la senda que tarde o temprano, todos hemos de andar. Mas, la felicidad de mi alma, siempre estará conmigo y como una ilusión ha de ser recibida, en la casa divina que habita el gran Lord.

    © Katia N Barillas.

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  8. Las ráfagas furiosas del viento huracanado, desgreñan mucho más mis cabellos de nube; aunque por mucho tiempo hirsutos estuvieron, nunca se olvidaron de las muchas memorias que alguna vez viviera y me hicieran feliz. Y así -eterizadas- dentro del pensamiento, ellas han resguardado tras del velo ilusorio, el eco que el amor regresa en los sonidos que hechos palabras vivas regresan con mi voz.

    © Katia N Barillas.

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  9. Como me gustaría llenar la vida de color. Navegar sobre sus aguas sin temor. Poder regocijarme en los secretos guardados en cada una de las grietas polvorientas del camino por recorrer, así. .. sin miedo ni temeridad. Saber que en cada pincelada que alli se oculta, hay un rayito delgadito de su mejor color, filtrándose sin querer desde el fondo palpitante del corazón... ¡Ay! A ese rubisáceo destello, todos llamamos AMOR. © Katia N Barillas.

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  10. Así como nace el sol cada mañana, llenándonos de calor y energía al despertar; así como amamos renacer en el día a día; deberíamos agradecer tantas bendiciones inmerecidas, antes de que el cansancio nos agobie otra vez. Bendecido martes a todos.

    © Katia N Barillas.

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  11. Lágrimas... En torrente suelen limpiarse las ventanas infinitas del alma. Las penas y los sinsabores; los ayes y los dolores; y hasta las alegrías que inundan las indolencias de pasados sin historia; tienden a desvanecerse en los relieves de las mejillas, hasta dejarnos en paz y con la consciencia tranquila. © Katia N Barillas.

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  12. Ojos... En esa mirada que enamora y trasciende; dentro de esas pupilas donde el reflejo se vierte; en ese par de océanos que embellecen tu rostro... Allí, allí se anidan las imágenes que aún viven en mi mente y hacen que estés presente a cada instante consciente... En el mar profundo del inconsciente. © Katia N Barillas.

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  13. Árbol. .. Amigo constante de luenga cabellera; sapiencia de las eras que errantes caminan... Vida y vivencia; del reloj ambiguo eres lo que eres, oxígeno... Soplo de vida. Si tan sólo entre tu cabellera nevada, las nieves de mis sienes, con vos se quedaran... Mis emociones no andarían errantes, si entre tus brazos frondosos, yo me cobijara. Y si alguna vez llegara a olvidar todo lo que en mi existir me has regalado, ¡quéjate, oh amigo! Y no disimules. Enséñame cómo y ayúdame a revertir lo que alguna vez -errada en mi cavilar- hice creyendo para hallar la felicidad. © Katia N Barillas.

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  14. Luna... ¡Uy! Sólo Dios sabe cuánto he anhelado convertirme en hada. Andar por parajes de flores silvestres, respirando aire puro. Soler hacer sonreír a los niños; dar palabras de aliento a quien se siente corroído por apolillados momentos; dar abrazos de viento a los seres queridos que antes de mí han partido; todo ello, con tan sólo hendir al viento la varita mágica, esa que toma fuerza cuando Selene -gallarda- se alza suprema en el cielo inmenso. Mas, no es tan sólo eso... Deseo volar con las alas que Maia ha tejido en los cavilares de mis semejantes y junto a ellos reír y reír, pero de contento. © Katia N Barillas.

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  15. Rosas místicas de pétalos deshojados. Diario que en tus páginas amarillentas guardas mis inquietos secretos. Guitarra que en gimientes acordes me recuerdas lo subliminal que las alas de la esperanza esconden en su interior... ¡Auxílienme! No deseo ser ni por instante una rosa yerta; ni que mis pétalos señalen dentro del diario de mi vida, el olor dejado en la piel por mis tantos deseos ocultos; ni que se cuenten entre las líneas íntimas de mis escritos, la melodía aquella de Chopin, la misma que la guitarra de mi amor perdido solía tocar, para ver en mi rostro un halo de paz... Así, con la rosa aún viva, bajo hasta el desván y allí dejo guardados: el viejo cuaderno de mis vivencias y la guitarra sin cuerdas que una vez mi amor soliera tocar. © Katia N Barillas.

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