1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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  1. Sábado fue, y capricho el beso dado,
    capricho de varón, audaz y fino,
    mas fue dulce el capricho masculino
    a este mi corazón, lobezno alado.

    No es que crea, no creo, si inclinado
    sobre mis manos te sentí divino,
    y me embriagué. Comprendo que este vino
    no es para mí, mas juega y rueda el dado.

    Yo soy esa mujer que vive alerta,
    tú el tremendo varón que se despierta
    en un torrente que se ensancha en río,

    y más se encrespa mientras corre y poda.
    Ah, me resisto, más me tiene toda,
    tú, que nunca serás del todo mío.



    Alfonsina Storni


  2. Como un ave que cruza el aire claro
    Siento hacia mí venir tu pensamiento
    Y acá en mi corazón hacer su nido.
    Ábrese el alma en flor: tiemblan sus ramas
    Como los labios frescos de un mancebo
    En su primer abrazo a una hermosura:
    Cuchichean las hojas: tal parecen
    Lenguaraces obreras y envidiosas,
    A la doncella de la casa rica
    En preparar el tálamo ocupadas:
    Ancho es mi corazón, y es todo tuyo:
    Todo lo triste cabe en él, y todo
    Cuanto en el mundo llora, y sufre, y muere!
    De hojas secas, y polvo, y derruidas
    Ramas lo limpio: bruño con cuidado
    Cada hoja, y los tallos: de las flores
    Los gusanos del pétalo comido
    Separo: oreo el césped en contorno
    Y a recibirte, oh pájaro sin mancha
    Apresto el corazón enajenado!



    José Martí
  3. Dentro de mí hay un león enfrenado:
    De mi corazón he labrado sus riendas:
    Tú me lo rompiste: cuando lo vi roto
    Me pareció bien enfrenar a la fiera.

    Antes, cual la llama que en la estera prende,
    Mi cólera ardía, lucía y se apagaba:
    Como del león generoso en la selva
    La fiebre se enciende; lo ciega y se calma.

    Pero, ya no puedes: las riendas le he puesto
    Y al juicio he subido en el león a caballo:
    La furia del juicio es tenaz: ya no puedes.
    Dentro de mí hay un león enfrenado.



    José Martí


  4. Una copa con alas: quién la ha visto
    antes que yo? Yo ayer la vi. Subía
    con lenta majestad, como quien vierte
    óleo sagrado: y a sus bordes dulces
    mis regalados labios apretaba:?
    Ni una gota siquiera, ni una gota
    del bálsamo perdí que hubo en tu beso!

    Tu cabeza de negra cabellera
    ?Te acuerdas?? con mi mano requería,
    porque de mí tus labios generosos
    no se apartaran. ?Blanda como el beso
    que a ti me transfundía, era la suave
    atmósfera en redor: La vida entera
    sentí que a mí abrazándote, abrazaba!
    Perdí el mundo de vista, y sus ruidos
    y su envidiosa y bárbara batalla!
    Una copa en los aires ascendía
    y yo, en brazos no vistos reclinado
    tras ella, asido de sus dulces bordes:
    Por el espacio azul me remontaba!

    Oh amor, oh inmenso, oh acabado artista:
    en rueda o riel funde el herrero el hierro:
    una flor o mujer o águila o ángel
    en oro o plata el joyador cincela:
    Tú sólo, sólo tú, sabes el modo
    de reducir el Universo a un beso!



    José Martí
  5. No sientas que te falte
    el don de hablar que te arrebata el cielo,
    no necesita tu belleza esmalte
    ni tu alma pura más extenso vuelo.

    No mires, niña mía,
    en tu mutismo fuente de dolores,
    ni llores las palabras que te digan
    ni las palabras que te faltan llores.

    Si brillan en tu faz tan dulces ojos
    que el alma enamorada se va en ellos,
    no los nublen jamás tristes enojos,
    que todas las mujeres de mis labios,
    no son una mirada de tus ojos...



    José Martí




  6. Hay sol bueno y mar de espuma,
    Y arena fina, y Pilar
    Quiere salir a estrenar
    Su sombrerito de pluma.

    ?«¡Vaya la niña divina!»
    Dice el padre y le da un beso:
    ?«¡Vaya mi pájaro preso
    A buscarme arena fina!»

    ?«Yo voy con mi niña hermosa»,
    Le dijo la madre buena:
    «¡No te manches en la arena
    Los zapaticos de rosa!»

    Fueron las dos al jardín
    Por la calle del laurel:
    La madre cogió un clavel
    Y Pilar cogió un jazmín.

    Ella va de todo juego,
    Con aro, y balde, y paleta:
    El balde es color violeta:
    El aro es color de fuego.

    Vienen a verlas pasar:
    Nadie quiere verlas ir:
    La madre se echa a reír,
    Y un viejo se echa a llorar.

    El aire fresco despeina
    A Pilar, que viene y va
    Muy oronda: ?«¡Di, mamá!
    ¿Tú sabes qué cosa es reina?»

    Y por si vuelven de noche
    De la orilla de la mar,
    Para la madre y Pilar
    Manda luego el padre el coche.

    Está la playa muy linda:
    Todo el mundo está en la playa:
    Lleva espejuelos el aya
    De la francesa Florinda.

    Está Alberto, el militar
    Que salió en la procesión
    Con tricornio y con bastón,
    Echando un bote a la mar.

    ¡Y qué mala, Magdalena
    Con tantas cintas y lazos,
    A la muñeca sin brazos
    Enterrándola en la arena!

    Conversan allá en las sillas,
    Sentadas con los señores,
    Las señoras, como flores,
    Debajo de las sombrillas.

    Pero está con estos modos
    Tan serios, muy triste el mar:
    ¡Lo alegre es allá, al doblar,
    En la barranca de todos!

    Dicen que suenan las olas
    Mejor allá en la barranca,
    Y que la arena es muy blanca
    Donde están las niñas solas.

    Pilar corre a su mamá:
    ?«¡Mamá, yo voy a ser buena:
    Déjame ir sola a la arena:
    Allá, tú me ves, allá!»

    ?«¡Esta niña caprichosa!
    No hay tarde que no me enojes:
    Anda, pero no te mojes
    Los zapaticos de rosa.»

    Le llega a los pies la espuma:
    Gritan alegres las dos:
    Y se va, diciendo adiós,
    La del sombrero de pluma.

    ¡Se va allá, dónde ¡muy lejos!
    Las aguas son más salobres,
    Donde se sientan los pobres,
    Donde se sientan los viejos!

    Se fue la niña a jugar,
    La espuma blanca bajó,
    Y pasó el tiempo, y pasó
    Un águila por el mar.

    Y cuando el sol se ponía
    Detrás de un monte dorado,
    Un sombrerito callado
    por las arenas venía.

    Trabaja mucho, trabaja
    Para andar: ¿qué es lo que tiene
    Pilar que anda así, que viene
    Con la cabecita baja?

    Bien sabe la madre hermosa
    Por qué le cuesta el andar:
    ?«¿Y los zapatos, Pilar,
    Los zapaticos de rosa?»

    ?«¡Ah, loca! ¿en dónde estarán?
    ¡Di, dónde, Pilar!» ?«Señora»,
    Dice una mujer que llora:
    «¡Están conmigo: aquí están!»

    ?«Yo tengo una niña enferma
    que llora en el cuarto oscuro.
    Y la traigo al aire puro
    A ver el sol, y a que duerma.

    »Anoche soñó, soñó
    con el cielo, y oyó un canto:
    Me dio miedo, me dio espanto,
    Y la traje, y se durmió.

    »Con sus dos brazos menudos
    Estaba como abrazando;
    Y yo mirando, mirando
    Sus piececitos desnudos.

    »Me llegó al cuerpo la espuma,
    Alcé los ojos, y vi
    Esta niña frente a mí
    Con su sombrero de pluma».

    ?«¡Se parece a los retratos
    Tu niña!» dijo: «¿Es de cera?
    ¿Quiere jugar? ¡Si quisiera!...
    ¿Y por qué está sin zapatos?

    »Mira: ¡la mano le abrasa,
    Y tiene los pies tan fríos!
    ¡Oh, toma, toma los míos;
    Yo tengo más en mi casa!»

    «No sé bién, señora hermosa,
    Lo que sucedió después:
    ¡Le vi a mi hijita en los pies
    Los zapaticos de rosa!»

    Se vio sacar los pañuelos
    A una rusa y a una inglesa;
    El aya de la francesa
    Se quitó los espejuelos.

    Abrió la madre los brazos:
    Se echó Pilar en su pecho,
    Y sacó el traje deshecho,
    Sin adornos y sin lazos.

    Todo lo quiere saber
    De la enferma la señora:
    ¡No quiere saber que llora
    De pobreza una mujer!

    ?«¡Sí, Pilar, dáselo! ¡y eso
    También! ¡Tu manta! ¡Tu anillo!»
    Y ella le dio su bolsillo:
    Le dio el clavel, le dio un beso.

    Vuelven calladas de noche
    A su casa del jardín:
    Y Pilar va en el cojín
    De la derecha del coche.

    Y dice una mariposa
    Que vio desde su rosal
    Guardados en un cristal
    Los zapaticos de rosa.



    José Martí



  7. Tiene el alma del poeta
    Extrañeza singular:
    Si en su paso encuentra al hombre
    El poeta da en llorar.
    Con la voz de un niño tiembla,
    Es de amor, y al amor va—
    Un amor que no se estrecha
    En un límite carnal.
    La corteza corrompida
    El fruto corromperá.
    Del amor de hembra no fío
    Si su hoguera han de alumbrar
    El quemante sol de estío
    O el sol pálido autumnal:
    ¡Primavera —primavera,
    Madre de felicidad!



    José Martí
  8. Cultivo una rosa blanca
    en junio como en enero
    para el amigo sincero
    que me da su mano franca.

    Y para el cruel que me arranca
    el corazón con que vivo,
    cardo ni ortiga cultivo;
    cultivo la rosa blanca.



    José Martí

  9. Rosario,
    En ti pensaba, en tus cabellos
    Que el mundo de la sombra envidiaría,
    Y puse un punto de mi vida en ellos
    Y quise yo soñar que tú eras mía.

    Ando yo por la tierra con los ojos,
    Alzados ?¡oh mi afán!? a tanta altura
    Que en ira altiva o míseros sonrojos
    Encendiólos la humana criatura.

    Vivir: ?Saber morir; así me aqueja
    Este infausto buscar, este bien fiero,
    Y todo el Ser en mi alma se refleja,
    ¡Y buscando sin fe, de fe me muero!



    José Martí


  10. Quiero, a la sombra de un ala,
    contar este cuento en flor:
    la niña de Guatemala,
    la que se murió de amor.

    Eran de lirios los ramos;
    y las orlas de reseda
    y de jazmín; la enterramos
    en una caja de seda...

    Ella dio al desmemoriado
    una almohadilla de olor;
    él volvió, volvió casado;
    ella se murió de amor.

    Iban cargándola en andas
    obispos y embajadores;
    detrás iba el pueblo en tandas,
    todo cargado de flores...

    Ella, por volverlo a ver,
    salió a verlo al mirador;
    él volvió con su mujer,
    ella se murió de amor.

    Como de bronce candente,
    al beso de despedida,
    era su frente -¡la frente
    que más he amado en mi vida!...

    Se entró de tarde en el río,
    la sacó muerta el doctor;
    dicen que murió de frío,
    yo sé que murió de amor.

    Allí, en la bóveda helada,
    la pusieron en dos bancos:
    besé su mano afilada,
    besé sus zapatos blancos.

    Callado, al oscurecer,
    me llamó el enterrador;
    nunca más he vuelto a ver
    a la que murió de amor.



    José Martí

  11. Tu pupila es azul, y cuando ríes
    Su claridad suave me recuerda
    El trémulo fulgor de la mañana
    Que en el mar se refleja.


    [​IMG]
    Tu pupila es azul y cuando lloras
    Las transparentes lágrimas en ella
    Se me figuran gotas de rocío
    Sobre una violeta.

    Tu pupila es azul y si en el fondo
    Como un punto de luz radia una idea,
    Me parece en el cielo de la tarde
    Una perdida estrella.

    _____________

    ¿Qué Es Poesía?

    ¿Qué es poesía?, dices mientras clavas
    En mi pupila tu pupila azul.

    ¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
    Poesía eres tú.


    G. A. Bécquer
    [​IMG]

  12. Por tus ojos verdes yo me perdería,
    sirena de aquellas que Ulises, sagaz,
    amaba y temía.
    Por tus ojos verdes yo me perdería.

    Por tus ojos verdes en lo que, fugaz,
    brillar suele, a veces, la melancolía;
    por tus ojos verdes tan llenos de paz,
    misteriosos como la esperanza mía;
    por tus ojos verdes, conjuro eficaz,
    yo me salvaría.



    Amado Nervo
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  13. Tan rubia es la niña que
    que cuando hay sol, no se la ve.

    Parece que se difunde
    en el rayo matinal,
    que con la luz se confunde
    su silueta de cristal,
    tinta en rosas, y parece
    que en la claridad del día
    se desvanece
    la niña mía.

    Si se asoma mi Damiana
    a la ventana, y colora
    la aurora su tez lozana
    de albérchigo y terciopelo,
    no se sabe si la aurora
    ha salido a la ventana
    antes de salir al cielo.

    Damiana en el arrebol
    de la mañanita se
    diluye y, si sale el sol,
    por rubia... no se la ve.



    Amado Nervo
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  14. Buscando raíces de alas
    la frente
    se le desplaza
    a derecha
    e izquierda.

    Y sobre el remolino
    de la cara
    se le fija,
    telón del más allá,
    comba y ancha.

    Una alimaña
    le grita en la nariz
    que intenta aplastársele
    enfurecida...

    Irrumpe un griego
    por sus ojos distantes.

    Un griego
    que sofocan de enredaderas
    las colinas andaluzas
    de sus pómulos
    y el valle trémulo
    de su boca.

    Salta su garganta
    hacia afuera
    pidiendo
    la navaja lunada
    de aguas filosas.

    Cortádsela.
    De norte a sud.
    De este a oeste.

    Dejad volar la cabeza,
    la cabeza sola,
    herida de ondas marinas
    negras...

    Y de caracolas de sátiro
    que le caen
    como campánulas
    en la cara
    de máscara antigua.

    Apagadle
    la voz de madera,
    cavernosa,
    arrebujada
    en las catacumbas nasales.

    Libradlo de ella,
    y de sus brazos dulces,
    y de su cuerpo terroso.

    Forzadle sólo,
    antes de lanzarlo
    al espacio,
    el arco de las cejas
    hasta hacerlos puentes
    del Atlántico,
    del Pacífico...

    Por donde los ojos,
    navíos extraviados,
    circulen
    sin puertos
    ni orillas...



    Alfonsina Storni
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  15. Era una noche del mes
    de mayo, azul y serena.
    Sobre el agudo ciprés
    brillaba la luna llena,
    iluminando la fuente
    en donde el agua surtía
    sollozando intermitente.
    Sólo la fuente se oía.
    Después, se escuchó el acento
    de un oculto ruiseñor.
    Quebró una racha de viento
    la curva del surtidor.
    Y una dulce melodía
    vagó por todo el jardín:
    entre los mirtos tañía
    un músico su violín.
    Era un acorde lamento
    de juventud y de amor
    para la luna y el viento,
    el agua y el ruiseñor.
    «El jardín tiene una fuente
    y la fuente una quimera...»
    Cantaba una voz doliente,
    alma de la primavera.
    Calló la voz y el violín
    apagó su melodía.
    Quedó la melancolía
    vagando por el jardín.
    Sólo la fuente se oía.



    Antonio Machado
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