1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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  1. Tú me ofreces la vida con tu muerte
    y esa vida sin Ti yo no la quiero;
    porque lo que yo espero, y desespero,
    es otra vida en la que pueda verte.

    Tú crees en mí. Yo a Ti, para creerte,
    tendría que morirme lo primero;
    morir en Ti, porque si en Ti no muero
    no podría encontrarme sin perderte.

    Que de tanto temer que te he perdido,
    al cabo, ya no sé qué estoy temiendo:
    porque de Ti y de mí me siento huido.

    Mas con tanto dolor, que estoy sintiendo,
    por ese amor con el que me has herido,
    que vivo en Ti cuando me estoy muriendo.



    José Bergamín
    A GEORTRIZIA le gusta esto.
  2. A Carmela, bailarina clara

    Carmela, más que nubes, más que nieves,
    más que plumas, que espumas, más que albores,
    tejen dorados hilos zurcidores
    la aurora de tu frente en copos leves.

    No separes tus ojos, no te lleves,
    gacela huida a tantos resplandores,
    sus dardos encendidos, heridores,
    hebras de sol en cárceles tan breves.

    Detén la catarata fugitiva,
    el vuelo de tus pies, el de tus oros,
    la risa de esas mágicas deidades.

    Asómbrate de ser floresta viva,
    incendio de sus ámbitos sonoros:
    siembra luces, cosecha claridades.


    José Bergamín
  3. A Delia, bailarina oscura

    La música traiciona el sentimiento,
    Delia, en tus ojos, tan divinamente
    que hacen su noche oscura transparente
    de sobrenatural entendimiento.

    Los astros, que armonioso movimiento
    rige, mintiendo amor, calladamente,
    buscan en tu mirada el aparente
    reflejo a su encendido pensamiento.

    Nocturno afán no pudo a ti engañarte;
    la luz que fue en tus pies, bailando, estrellas,
    tus pasos, no tus ojos, la mintieron.

    Te fuiste con la música a otra parte,
    hurtando tus pisadas a sus huellas
    con sombras que a la noche te volvieron.


    José Bergamín
  4. Es la mañana llena de tempestad
    en el corazón del verano.

    Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes,
    el viento las sacude con sus viajeras manos.

    Innumerable corazón del viento
    latiendo sobre nuestro silencio enamorado.

    Zumbando entre los árboles, orquestal y divino,
    como una lengua llena de guerras y de cantos.

    Viento que lleva en rápido robo la hojarasca
    y desvía las flechas latientes de los pájaros.

    Viento que la derriba en ola sin espuma
    y sustancia sin peso, y fuegos inclinados.

    Se rompe y se sumerge su volumen de besos
    combatido en la puerta del viento del verano.



    Pablo Neruda


  5. QUIERO que sepas
    una cosa.

    Tú sabes cómo es esto:
    si miro
    la luna de cristal, la rama roja
    del lento otoño en mi ventana,
    si toco
    junto al fuego
    la impalpable ceniza
    o el arrugado cuerpo de la leña,
    todo me lleva a ti,
    como si todo lo que existe,
    aromas, luz, metales,
    fueran pequeños barcos que navegan
    hacia las islas tuyas que me aguardan.

    Ahora bien,
    si poco a poco dejas de quererme
    dejaré de quererte poco a poco.

    Si de pronto
    me olvidas
    no me busques,
    que ya te habré olvidado.

    Si consideras largo y loco
    el viento de banderas
    que pasa por mi vida
    y te decides
    a dejarme a la orilla
    del corazón en que tengo raíces,
    piensa
    que en ese día,
    a esa hora
    levantaré los brazos
    y saldrán mis raíces
    a buscar otra tierra.

    Pero
    si cada día,
    cada hora
    sientes que a mí estás destinada
    con dulzura implacable.
    Si cada día sube
    una flor a tus labios a buscarme,
    ay amor mío, ay mía,
    en mí todo ese fuego se repite,
    en mí nada se apaga ni se olvida,
    mi amor se nutre de tu amor, amada,
    y mientras vivas estará en tus brazos
    sin salir de los míos.



    Pablo Neruda


  6. Y PORQUE Amor combate
    no sólo en su quemante agricultura,
    sino en la boca de hombres y mujeres,
    terminaré saliéndole al camino
    a los que entre mi pecho y tu fragancia
    quieran interponer su planta oscura.
    De mí nada más malo
    te dirán, amor mio,
    de lo que yo te dije.
    Yo viví en las praderas
    antes de conocerte
    y no esperé el amor sino que estuve
    acechando y salté sobre la rosa.
    Qué más pueden decirte?
    No soy bueno ni malo sino un hombre,
    y agregarán entonces el peligro
    de mi vida, que conoces
    y que con tu pasión has compartido.
    Y bien, este peligro
    es peligro de amor, de amor completo
    hacia toda la vida,
    hacia todas las vidas,
    y si este amor nos trae
    la muerte o las prisiones,
    yo estoy seguro que tus grandes ojos,
    como cuando los beso
    se cerrarán entonces con orgullo,
    en doble orgullo, amor,
    con tu orgullo y el mío.
    Pero hacia mis orejas vendrán antes
    a socavar la torre
    del amor dulce y duro que nos liga,
    y me dirán: -"Aquella
    que tú amas,
    no es mujer para ti,
    por qué la quieres? Creo
    que podrías hallar una más bella,
    más seria, más profunda,
    más otra, tú me entiendes, mírala qué ligera,
    y qué cabeza tiene,
    y mírala cómo se viste
    y etcétera y etcétera."
    Y yo en estas líneas digo:
    así te quiero, amor,
    amor, así te amo,
    así como te vistes
    y como se levanta
    tu cabellera y como
    tu boca se sonríe,
    ligera como el agua
    del manantial sobre las piedras puras,
    así te quiero, amada.
    Al pan yo no le pido que me enseñe
    sino que no me falte
    durante cada día de la vida.
    Yo no sé nada de la luz, de dónde
    viene ni dónde va,
    yo sólo quiero que la luz alumbre,
    yo no pido a la noche
    explicaciones,
    yo la espero y me envuelve,
    y así tú, pan y luz
    y sombra eres.
    Has venido a mi vida
    con lo que tú traías,
    hecha
    de luz y pan y sombra te esperaba,
    y así te necesito,
    así te amo,
    y a cuantos quieran escuchar mañana
    lo que no les diré, que aquí lo lean,
    y retrocedan hoy porque es temprano
    para estos argumentos.
    Mañana sólo les daremos
    una hoja del árbol de nuestro amor, una hoja
    que caerá sobre la tierra
    como si la hubieran hecho nuestros labios,
    como un beso que cae
    desde nuestras alturas invencibles
    para mostrar el fuego y la ternura
    de un amor verdadero.



    Pablo Neruda


  7. En mis latidos de versos enamorados
    le robo al mar el sin tiempo de sus olas,
    su aire, sus ojos, su boca, sus brazos
    para seguir alcanzándote en las mariposas.

    Para besarte con su constante susurro,
    para abrazarte con el silencio de sus gritos,
    para mirarte con los ojos de su luna
    vestido de mar en el infinito.

    Para ser el aire que tu respiras
    y respirar dentro de ti en cada latido,
    y ser las alas de los sueños de mi poesía
    posando en tu pecho y el mio.

    Quiero cantar dentro de ti
    vestido de ese sublime te quiero
    y amanecer como a amaneces en mi
    entre flores de luceros.



    Autor; Kei= Jose luis
    A Amarilys le gusta esto.



  8. Soy ola de abandono,
    derribada, tendida,
    sobre un inmenso azul de sueños y de alas.
    Tú danzas por el agua redonda de mis ojos
    con la canción más fresca colgando de tus labios.
    ¡No la sueltes, que el viento todavía azota fuerte
    por mis brazos mojados,
    y no quiero perderte ni en la sílaba !

    Yo fui un día la gaviota más ave de tu vida.
    Mis pasos fueron siempre enigma de los pájaros.
    Yo fui un día la más honda de tus edades íntimas.
    El universo entero cruzaba por mis manos.
    ¡Oh día de sueño y ola;
    Nuestras dos juventudes hacia el viento estallaron.
    Y pasó la mañana,
    y pasó la agonía de la tarde muriéndose en el fondo de un lirio
    y pasó la alba noche resbalando en los astros,
    exhibiéndose en pétalos
    y pasó mi letargo...

    Recuerdo que al mirarme con la voz derrotada,
    las dos manos del cielo me cerraron los párpados.
    Fue tan sólo una ráfaga,
    una ráfaga húmeda que cortó mi sonrisa
    y me izó en los crepúsculos entre caras de espanto.
    Tú nadabas mis olas retardadas e inútiles,
    y por poco me parto de dolor esperando.

    Pero llegaste, fértil,
    más intacto y más blanco.
    Y me llevaste, épico,
    venciéndote en ti mismo los caminos cerrados.

    Hoy anda mi caricia
    derribada, tendida,
    sobre un inmenso azul de sueños con mañana.
    Soy ola de abandono,
    y tus playas ya saltan certeras, por mis lágrimas.

    ¡Amante, la ternura desgaja mis sentidos...
    Yo misma soy un sueño remando por tus aguas !



    Julia de Burgos
    A susanaeli le gusta esto.
  9. ¿Mi tierra?
    Mi tierra eres tú.

    ¿Mi gente?
    Mi gente eres tú.

    El destierro y la muerte
    para mi están adonde
    no estés tú.

    ¿Y mi vida?
    Dime, mi vida,
    ¿qué es, si no eres tú?


    Luis Cernuda

  10. Como una vela sobre el mar
    resume ese azulado afán que se levanta
    hasta las estrellas futuras,
    hecho escala de olas
    por donde pies divinos descienden al abismo,
    también tu forma misma,
    ángel, demonio, sueño de un amor soñado,
    resume en mí un afán que en otro tiempo levantaba
    hasta las nubes sus olas melancólicas.

    Sintiendo todavía los pulsos de ese afán,
    yo, el más enamorado,
    en las orillas del amor,
    sin que una luz me vea
    definitivamente muerto o vivo,
    contemplo sus olas y quisiera anegarme,
    deseando perdidamente
    descender, como los ángeles aquellos por la escala de espuma,
    hasta el fondo del mismo amor que ningún hombre ha visto.



    Luis Cernuda

  11. El día que me quieras tendrá más luz que junio;
    la noche que me quieras será de plenilunio,
    con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
    sus inefables cosas,
    y habrá juntas más rosas
    que en todo el mes de mayo.

    Las fuentes cristalinas
    irán por las laderas
    saltando cristalinas
    el día que me quieras.

    El día que me quieras, los sotos escondidos
    resonarán arpegios nunca jamás oídos.
    Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
    que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras.

    Cogidas de la mano cual rubias hermanitas,
    luciendo golas cándidas, irán las margaritas
    por montes y praderas,
    delante de tus pasos, el día que me quieras...
    Y si deshojas una, te dirá su inocente
    postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!

    Al reventar el alba del día que me quieras,
    tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
    y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
    florecerán las místicas corolas de los lotos.

    El día que me quieras será cada celaje
    ala maravillosa; cada arrebol, miraje
    de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar,
    cada árbol una lira, cada monte un altar.

    El día que me quieras, para nosotros dos
    cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.



    Amado Nervo
    A Eratalia le gusta esto.


  12. No es que muera de amor, muero de ti.
    Muero de ti, amor, de amor de ti,
    de urgencia mía de mi piel de ti,
    de mi alma, de ti y de mi boca
    y del insoportable que yo soy sin ti.

    Muero de ti y de mi, muero de ambos,
    de nosotros, de ese,
    desgarrado, partido,
    me muero, te muero, lo morimos.

    Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
    en mi cama en que faltas,
    en la calle donde mi brazo va vacío,
    en el cine y los parques, los tranvías,
    los lugares donde mi hombro
    acostumbra tu cabeza
    y mi mano tu mano
    y todo yo te sé como yo mismo.

    Morimos en el sitio que le he prestado al aire
    para que estés fuera de mí,
    y en el lugar en que el aire se acaba
    cuando te echo mi piel encima
    y nos conocemos en nosotros,
    separados del mundo, dichosa, penetrada,
    y cierto , interminable.

    Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
    entre los dos, ahora, separados,
    del uno al otro, diariamente,
    cayéndonos en múltiples estatuas,
    en gestos que no vemos,
    en nuestras manos que nos necesitan.

    Nos morimos, amor, muero en tu vientre
    que no muerdo ni beso,
    en tus muslos dulcísimos y vivos,
    en tu carne sin fin, muero de máscaras,
    de triángulos oscuros e incesantes.
    Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
    de nuestra muerte ,amor, muero, morimos.
    En el pozo de amor a todas horas,
    inconsolable, a gritos,
    dentro de mi, quiero decir, te llamo,
    te llaman los que nacen, los que vienen
    de atrás, de ti, los que a ti llegan.
    Nos morimos, amor, y nada hacemos
    sino morirnos más, hora tras hora,
    y escribirnos y hablarnos y morirnos.



    Jaime Sabines
  13. A las cinco de la tarde.
    Eran las cinco en punto de la tarde.
    Un niño trajo la blanca sábana
    a las cinco de la tarde.
    Una espuerta de cal ya prevenida
    a las cinco de la tarde.
    Lo demás era muerte y sólo muerte
    a las cinco de la tarde.

    El viento se llevó los algodones
    a las cinco de la tarde.
    Y el óxido sembró cristal y níquel
    a las cinco de la tarde.
    Ya luchan la paloma y el leopardo
    a las cinco de la tarde.
    Y un muslo con un asta desolada
    a las cinco de la tarde.
    Comenzaron los sones de bordón
    a las cinco de la tarde.
    Las campanas de arsénico y el humo
    a las cinco de la tarde.
    En las esquinas grupos de silencio
    a las cinco de la tarde.
    ¡Y el toro solo corazón arriba!
    a las cinco de la tarde.
    Cuando el sudor de nieve fue llegando
    a las cinco de la tarde
    cuando la plaza se cubrió de yodo
    a las cinco de la tarde,
    la muerte puso huevos en la herida
    a las cinco de la tarde.
    A las cinco de la tarde.
    A las cinco en Punto de la tarde.

    Un ataúd con ruedas es la cama
    a las cinco de la tarde.
    Huesos y flautas suenan en su oído
    a las cinco de la tarde.
    El toro ya mugía por su frente
    a las cinco de la tarde.
    El cuarto se irisaba de agonía
    a las cinco de la tarde.
    A lo lejos ya viene la gangrena
    a las cinco de la tarde.
    Trompa de lirio por las verdes ingles
    a las cinco de la tarde.
    Las heridas quemaban como soles
    a las cinco de la tarde,
    y el gentío rompía las ventanas
    a las cinco de la tarde.
    A las cinco de la tarde.
    ¡Ay, qué terribles cinco de la tarde!
    ¡Eran las cinco en todos los relojes!
    ¡Eran las cinco en sombra de la tarde!


    Federico García Lorca
  14. Yo ya me despedía.... y palpitante
    cerca mi labio de tus labios rojos,
    «Hasta mañana», susurraste;
    yo te miré a los ojos un instante
    y tú cerraste sin pensar los ojos
    y te di el primer beso: alcé la frente
    iluminado por mi dicha cierta.

    Salí a la calle alborozadamente
    mientras tu te asomabas a la puerta
    mirándome encendida y sonriente.
    Volví la cara en dulce arrobamiento,
    y sin dejarte de mirar siquiera,
    salté a un tranvía en raudo movimiento;
    y me quedé mirándote un momento
    y sonriendo con el alma entera,
    y aún más te sonreí... Y en el tranvía
    a un ansioso, sarcástico y curioso,
    que nos miró a los dos con ironía,
    le dije poniéndome dichoso:
    -«Perdóneme, Señor esta alegría.»



    Amado Nervo

  15. Me besaba mucho, como si temiera
    irse muy temprano... Su cariño era
    inquieto, nervioso. Yo no comprendía
    tan febril premura. Mi intención grosera
    nunca vio muy lejos
    ¡Ella presentía!
    Ella presentía que era corto el plazo,
    que la vela herida por el latigazo
    del viento, aguardaba ya..., y en su ansiedad
    quería dejarme su alma en cada abrazo,
    poner en sus besos una eternidad.



    Amado Nervo