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MALCO
MANUEL LÓPEZ COSTA
©Todos los Derechos Reservados

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http://www.mundopoesia.com/foros/blogs/malco.101138



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  1. [​IMG]

    Revivir


    Quitarse la angustiosa y vana vida
    al verla tan lejana siendo ajena
    hubiese preferido en cruel condena
    sentencia su alma, ya tan abatida .


    La siente débil roca tan derruida
    su fuerza casi ausente se le esmena
    y siente la razón se le enajena
    sus mustios ecos, ilusión perdida.


    Es sombra que vagando languidece
    oscuras son sus vanas pretensiones
    ocaso de la tarde que perece,


    negrisimos asoman los crespones,
    es vaga luz que muere y ya decrece
    sufriendo va sus crueles aguijones.



    Con voz suplicante, rogando medrosa
    en noches de estío sin luz y desvelos
    perdido en la nada, distantes consuelos
    hundido me encuentro por lúgubre fosa.


    Espanta la ausencia, fatal, rigurosa,
    llenando de angustia con vanos recelos
    tirana cadena de adversos anhelos
    es parca que trae desdicha azarosa.


    Persigo la bruma sin luz y sin norte
    vencido y poseso por pérfida hiedra
    destino siniestro que el tiempo se acorte,

    sin calma vagando, mi vida se arredra,
    es tanto sufrir sin creer lo soporte
    en cada minuto su sombra lo medra.



    Volvieron aromados los vientos fraganciosos
    los tiempos espinados marcharon muy lejanos
    los guardo en el olvido cual ocultos arcanos
    florecen almendrales en parajes cienosos.


    Renacen luminares en los cielos umbrosos
    se plenan de trigales los caminos secanos
    se mecen las espigas con los aires solanos
    nogales y cedrales alteando frondosos.


    Habiendo ya perdido mis hondas esperanzas
    persigo de la noche la luz de clara luna
    reviven asi en mi alma los cantos de romanzas,

    lluvias de manantiales, mi pecho los aduna,
    lejanos han quedado sus ecos en andanzas
    con soles encendidos se alumbra mi fortuna.











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  2. [​IMG]
    Joaquín Nicolás Aramburu

    Sol sin fuego


    Hizo Dios tu poblada cabellera
    de un jirón de la noche tenebrosa,
    y tu pequeña boca primorosa
    de una tarde gentil de primavera.

    Del astro de más brillo de la esfera
    tomó la luz de tu mirar la diosa,
    y de un alba de Abril, la pudorosa
    mejilla que al clavel envidia diera.

    Hizo tu planta breve, de la brisa
    que se pasea en el vergel ameno,
    de un rayo de la luna tu sonrisa,

    de un diáfano celaje tu albo seno;
    mas, ¡ay! formó tu corazón, tan solo
    del blanco hielo que condensa el Polo.

    La mañana en el sitio

    Ya la primera luz de la mañana
    baña el altivo monte y la colina
    y, cual níveo celaje, la neblina
    se reconcentra y flota en la sabana.

    Por el techo, de verde palma cana,
    se filtra el humo azul de la cocina;
    pica, con sus polluelos, la gallina
    el maíz que un muchacho le desgrana.

    Relincha el potro; zumba la colmena
    que sale en pos del néctar de las flores;
    cerca del surco, de impaciencia llena,

    la yunta está de toros bramadores
    y el guajiro a la puerta de la choza,
    bebiendo a sorbos el café, se goza.


    El componte


    Ved la víctima allí. Sangran sus brazos
    bajo la cruel presión de las esposas;
    hieren su oído frases injuriosas
    y su espalda terrible latigazos.

    Ya le arrancan las ropas a pedazos,
    ya le imputan mil faltas bochornosas;
    no son hombres: son águilas sañosas
    que desgarran su carne a picotazos.

    Ya rodó en tierra. De su triunfo ahíta
    se yergue y ríe la insolente saña
    y en pos de nuevas víctimas se agita.

    ¡Cómo nos burla la cultura extraña,
    al ver que aún la Inquisición maldita
    funciona en tierras de la pobre España!


    [​IMG]
    [​IMG]
    Julio Arboleda

    A la mudanza de la fortuna

    Yo vi del rojo sol la luz serena
    turbarse y que en un punto desaparece
    su alegre faz, y en torno se oscurece
    el cielo, con tiniebla de horror llena.

    El Austro proceloso airado suena,
    crece su furia, y la tormenta crece,
    y en los hombros d e Atlante se estremece
    el alto Olimpo, y con espanto truena.

    Mas luego vi romperse el negro velo
    deshecho en agua, y a su luz primera

    restituirse alegre el claro día.

    Y de nuevo esplendor ornado el cielo
    miré, y dije: ¿Quién sabe si le espera
    igual mudanza a la fortuna mía?

    Infeliz del que busca

    El infeliz del que busca en la apariencia
    la dicha y en la efímera alabanza,
    y muda de opinión con la mudanza
    de la versátil pública conciencia!

    El presente es su sola providencia;
    cede al soplo del viento que le lanza
    al bien sin fe y al mal sin esperanza;
    que en errar con el mundo está su ciencia.

    ¡Y feliz el varón independiente
    que, libre de mundana servidumbre,
    aspira entre dolor y pesadumbre

    A la eterna verdad, no a la presente,
    conociendo que el mundo y sus verdades
    son sólo vanidad de vanidades!


    Resto del bosque inmemorial

    Resto del bosque inmemorial; testigo
    de mil y unicazos que la ciencia ignora,
    roble imperial de bóveda sonora,
    tiende en la plaza su ondulante abrigo.

    En rumorosas pláticas consigo
    sus muertas hojarascas rememora:
    ¡cuánta fugaz generación canora
    labró colonias en su techo amigo!

    Pasaron esos nidos y esas aves;
    vinieron otras aves y otros nidos
    y otras hojas y cantigas suaves;

    y en los gajos del céfiro mecidos,
    vagar parecen con cadencias graves
    ecos dolientes de los tiempos idos.


    [​IMG]


    [​IMG]
    Rafael María Baralt

    A Simón Bolívar (1)


    Él fue quien fulminando el hierro insano
    recorrió de Colón el ancho mundo,
    dejando en pos de sí surco profundo,
    de gloria y triunfos su potente mano.

    Truena su voz del uno al otro océano
    y libertad en manantial fecundo
    brotó la tierra que secó iracundo
    el hado injusto del valiente hispano.

    Cinco naciones, que formó su espada,
    sacra aureola de perpetua lumbre
    a la radiante frente le ciñeron.

    Y al ver la antigua afrenta ya vengada
    de los soberbios Andes en la cumbre
    las sombras de los incas sonrieron.

    A un ingenio de estos tiempos

    • Soy incapaz, Ernesto, de engañarte:
      adoro la verdad, que el bien inspira,
      y contra el vicio de falaz mentira
      hay en mi corazón firme baluarte.


      Ernesto, Ernesto, el corazón me parte
      tu inútil afanar: rompe la lira
      de tus cuerdas flojas «tu razón delira;
      te falta inspiración; no tiene arte.»


      Pero sírvate al menos de consuelo
      que, si ascender no puedes la escabrosa
      cumbre del Pindo en tu cansado vuelo,


      tienes en tus escritos una cosa
      mira si de franqueza soy modelo,
      peor aún que tus versos... y es tu prosa.

    A un plagiario

    Tranquilízate, amigo, tus escritos

    libres están de crítica y censores;
    pocas habrá de clásicos autores
    quien, docto y fiel, no los aplauda a gritos.

    Conviene de buen grado los peritos
    en llamar a tus versos lindas flores
    y añaden que recuerdan sus olores
    a nuestros padres del Parnaso invictos.

    Yo de mí sé decir que a Garcilaso.
    León, Rioja, en tus escritos veo
    y también a la estrella sin ocaso.

    Divino Herrera, el hispalense Orfeo,
    ¿Mas que mucho bribón, si a cada paso
    sus versos copias y sus versos leo?

    El mar

    Te admiro, ¡oh mar!, si la movible arena
    besas rendida al pie de tu muralla,
    o si bramas furioso cuando estalla
    la ronca tempestad que al mundo atruena.

    ¡Cuán majestuosa y grande si serena!
    ¡Cuán terrible si agitas en batalla,
    pugnando por romper la eterna valla,
    con cólera de esclavo tu cadena!

    Tienes, mar, como el cielo, tempestades;
    de mundos escogidos, prodigiosa
    suma infinita que tu mole oprime.

    Y son tu abismo y vastas soledades,
    como imagen de Dios, la más grandiosa;
    como hechura de Dios, la más sublime.

    [​IMG]




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    José María Blanco White

    El sol y la vida

    ¡Oh noche! Cuando a Adán fue revelado
    quién eras, y aun no vista, oyó nombrarte,
    ¿no temió que enlutase tu estandarte
    el bello alcázar de zafir dorado?

    Mas ya el celaje etéreo, blanqueado

    del rayo occidental. Héspero parte;
    su hueste por los cielos se reparte,
    y el hombre nuevos mundos ve admirado.

    ¡Cuánta sombra en tus llamas ocultabas,
    oh Sol! ¿Quién acertara, cuando ostenta
    la brizna más sutil tu luz mentida,

    esos orbes sin fin que nos velabas?
    ¡Oh mortal! Y ¿el sepulcro te amedrenta?
    Si engañó el Sol, ¿no engañara la vida?

    La revelación interna

    ¿Adónde te hallaré, Ser Infinito?
    ¿En la más alta esfera? ¿En el profundo
    abismo de la mar? ¿Llenas el mundo
    o en especial un cielo favorito?

    "¿Quieres saber, mortal, en dónde habito?",
    dice una voz interna. «Aunque difundo
    mi ser y en vida el universo inundo,
    mi sagrario es un pecho sin delito.

    "Cesa, mortal, de fatigarte en vano
    tras rumores de error y de impostura,
    ni pongas tu virtud en rito externo;

    no abuses de los dones de mi mano,
    no esperes cielo para un alma impura
    ni para el pensar libre fuego eterno."


    [​IMG]
    [​IMG]
    José Cadalso

    Probando que la ausencia
    no siempre es remedio contra el amor

    Cuatro tomas de ausencia recetaron
    a un enfermo de amores los doctores;
    el enfermo sanó de sus amores,
    y los doctores sabios se mostraron.


    Otros mil ejemplares confirmaron
    de la nueva receta los primeros;
    los astros conocieron mis dolores,

    y sin duda sanarme proyectaron.

    Me dieron de recetas tan divina
    cincuenta tomas (que tomé con tedio),
    pero más me agravó la medicina,

    pues tan opuesto al fin fue aqueste medio,
    que agonizando mi alma, se imagina
    me matará el remedio sin remedio.


    Naturaleza absorta en este día


    Naturaleza absorta en este día
    contempla el precursor que del futuro
    abriendo el escondido seno oscuro
    trajo al linaje humano la alegría.

    Los seres solemnizaron a porfía
    la paz universal que muy más puro
    tornó el placer y el bien muy más seguro
    cumpliéndose la excelsa profecía.

    También celebran el placer sabroso
    que fundad, ¡oh Juan!, en la esperanza
    de nueva prole, cual su madre hermosa.

    Treparán por su cuello delicioso
    y ella alegre por ver su semejanza
    posteridad donare numerosa.

    Sobre el anhelo

    Pierde tras el laurel su noble aliento
    el héroe joven en la atroz milicia;
    sepúltase en el mar por su avaricia
    el necio, que engañaron mar y viento.


    Hace prisión su lúgubre aposento

    el sabio, por saber, y por codicia
    el que al duro metal de la malicia
    fio su corazón y su contento.


    Por su cosecha sufre el sol ardiente
    el labrador, y pasa noche y día
    el cazador de su familia ausente.

    Yo también llevaré con alegría
    cuantos sustos el orbe me presente,
    sólo por agradarte, Filis mía.


    [​IMG]


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    Joaquín Nicolás Aramburu

    Sol sin fuego


    Hizo Dios tu poblada cabellera
    de un jirón de la noche tenebrosa,
    y tu pequeña boca primorosa
    de una tarde gentil de primavera.

    Del astro de más brillo de la esfera
    tomó la luz de tu mirar la diosa,
    y de un alba de Abril, la pudorosa
    mejilla que al clavel envidia diera.

    Hizo tu planta breve, de la brisa
    que se pasea en el vergel ameno,
    de un rayo de la luna tu sonrisa,

    de un diáfano celaje tu albo seno;
    mas, ¡ay! formó tu corazón, tan solo
    del blanco hielo que condensa el Polo.


    La mañana en el sitio

    Ya la primera luz de la mañana
    baña el altivo monte y la colina
    y, cual níveo celaje, la neblina
    se reconcentra y flota en la sabana.

    Por el techo, de verde palma cana,
    se filtra el humo azul de la cocina;
    pica, con sus polluelos, la gallina
    el maíz que un muchacho le desgrana.

    Relincha el potro; zumba la colmena
    que sale en pos del néctar de las flores;
    cerca del surco, de impaciencia llena,

    la yunta está de toros bramadores
    y el guajiro a la puerta de la choza,
    bebiendo a sorbos el café, se goza.


    El componte


    Ved la víctima allí. Sangran sus brazos
    bajo la cruel presión de las esposas;
    hieren su oído frases injuriosas
    y su espalda terrible latigazos.

    Ya le arrancan las ropas a pedazos,
    ya le imputan mil faltas bochornosas;
    no son hombres: son águilas sañosas
    que desgarran su carne a picotazos.

    Ya rodó en tierra. De su triunfo ahíta
    se yergue y ríe la insolente saña
    y en pos de nuevas víctimas se agita.

    ¡Cómo nos burla la cultura extraña,
    al ver que aún la Inquisición maldita
    funciona en tierras de la pobre España!


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    Julio Arboleda

    A la mudanza de la fortuna

    Yo vi del rojo sol la luz serena
    turbarse y que en un punto desaparece
    su alegre faz, y en torno se oscurece
    el cielo, con tiniebla de horror llena.

    El Austro proceloso airado suena,
    crece su furia, y la tormenta crece,
    y en los hombros d e Atlante se estremece
    el alto Olimpo, y con espanto truena.

    Mas luego vi romperse el negro velo
    deshecho en agua, y a su luz primera

    restituirse alegre el claro día.

    Y de nuevo esplendor ornado el cielo
    miré, y dije: ¿Quién sabe si le espera
    igual mudanza a la fortuna mía?

    Infeliz del que busca

    El infeliz del que busca en la apariencia
    la dicha y en la efímera alabanza,
    y muda de opinión con la mudanza
    de la versátil pública conciencia!

    El presente es su sola providencia;
    cede al soplo del viento que le lanza
    al bien sin fe y al mal sin esperanza;
    que en errar con el mundo está su ciencia.

    ¡Y feliz el varón independiente
    que, libre de mundana servidumbre,
    aspira entre dolor y pesadumbre

    A la eterna verdad, no a la presente,
    conociendo que el mundo y sus verdades
    son sólo vanidad de vanidades!


    Resto del bosque inmemorial

    Resto del bosque inmemorial; testigo
    de mil y unicazos que la ciencia ignora,
    roble imperial de bóveda sonora,
    tiende en la plaza su ondulante abrigo.

    En rumorosas pláticas consigo
    sus muertas hojarascas rememora:
    ¡cuánta fugaz generación canora
    labró colonias en su techo amigo!

    Pasaron esos nidos y esas aves;
    vinieron otras aves y otros nidos
    y otras hojas y cantigas suaves;

    y en los gajos del céfiro mecidos,
    vagar parecen con cadencias graves
    ecos dolientes de los tiempos idos.


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    Rafael María Baralt

    A Simón Bolívar (1)


    Él fue quien fulminando el hierro insano
    recorrió de Colón el ancho mundo,
    dejando en pos de sí surco profundo,
    de gloria y triunfos su potente mano.

    Truena su voz del uno al otro océano
    y libertad en manantial fecundo
    brotó la tierra que secó iracundo
    el hado injusto del valiente hispano.

    Cinco naciones, que formó su espada,
    sacra aureola de perpetua lumbre
    a la radiante frente le ciñeron.

    Y al ver la antigua afrenta ya vengada
    de los soberbios Andes en la cumbre
    las sombras de los incas sonrieron.


    A un ingenio de estos tiempos

    • Soy incapaz, Ernesto, de engañarte:
      adoro la verdad, que el bien inspira,
      y contra el vicio de falaz mentira
      hay en mi corazón firme baluarte.


      Ernesto, Ernesto, el corazón me parte
      tu inútil afanar: rompe la lira
      de tus cuerdas flojas «tu razón delira;
      te falta inspiración; no tiene arte.»


      Pero sírvate al menos de consuelo
      que, si ascender no puedes la escabrosa
      cumbre del Pindo en tu cansado vuelo,


      tienes en tus escritos una cosa
      mira si de franqueza soy modelo,
      peor aún que tus versos... y es tu prosa.

    A un plagiario

    Tranquilízate, amigo, tus escritos

    libres están de crítica y censores;
    pocas habrá de clásicos autores
    quien, docto y fiel, no los aplauda a gritos.

    Conviene de buen grado los peritos
    en llamar a tus versos lindas flores
    y añaden que recuerdan sus olores
    a nuestros padres del Parnaso invictos.

    Yo de mí sé decir que a Garcilaso.
    León, Rioja, en tus escritos veo
    y también a la estrella sin ocaso.

    Divino Herrera, el hispalense Orfeo,
    ¿Mas que mucho bribón, si a cada paso
    sus versos copias y sus versos leo?


    El mar

    Te admiro, ¡oh mar!, si la movible arena
    besas rendida al pie de tu muralla,
    o si bramas furioso cuando estalla
    la ronca tempestad que al mundo atruena.

    ¡Cuán majestuosa y grande si serena!
    ¡Cuán terrible si agitas en batalla,
    pugnando por romper la eterna valla,
    con cólera de esclavo tu cadena!

    Tienes, mar, como el cielo, tempestades;
    de mundos escogidos, prodigiosa
    suma infinita que tu mole oprime.

    Y son tu abismo y vastas soledades,
    como imagen de Dios, la más grandiosa;
    como hechura de Dios, la más sublime.


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    José María Blanco White

    El sol y la vida

    ¡Oh noche! Cuando a Adán fue revelado
    quién eras, y aun no vista, oyó nombrarte,
    ¿no temió que enlutase tu estandarte
    el bello alcázar de zafir dorado?

    Mas ya el celaje etéreo, blanqueado

    del rayo occidental. Héspero parte;
    su hueste por los cielos se reparte,
    y el hombre nuevos mundos ve admirado.

    ¡Cuánta sombra en tus llamas ocultabas,
    oh Sol! ¿Quién acertara, cuando ostenta
    la brizna más sutil tu luz mentida,

    esos orbes sin fin que nos velabas?

    ¡Oh mortal! Y ¿el sepulcro te amedrenta?
    Si engañó el Sol, ¿no engañara la vida?

    La revelación interna

    ¿Adónde te hallaré, Ser Infinito?
    ¿En la más alta esfera? ¿En el profundo
    abismo de la mar? ¿Llenas el mundo
    o en especial un cielo favorito?

    "¿Quieres saber, mortal, en dónde habito?",
    dice una voz interna. «Aunque difundo
    mi ser y en vida el universo inundo,
    mi sagrario es un pecho sin delito.

    "Cesa, mortal, de fatigarte en vano
    tras rumores de error y de impostura,
    ni pongas tu virtud en rito externo;

    no abuses de los dones de mi mano,
    no esperes cielo para un alma impura
    ni para el pensar libre fuego eterno."


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    José Cadalso

    Probando que la ausencia
    no siempre es remedio contra el amor

    Cuatro tomas de ausencia recetaron
    a un enfermo de amores los doctores;
    el enfermo sanó de sus amores,
    y los doctores sabios se mostraron.


    Otros mil ejemplares confirmaron
    de la nueva receta los primeros;
    los astros conocieron mis dolores,

    y sin duda sanarme proyectaron.

    Me dieron de recetas tan divina
    cincuenta tomas (que tomé con tedio),
    pero más me agravó la medicina,

    pues tan opuesto al fin fue aqueste medio,

    que agonizando mi alma, se imagina
    me matará el remedio sin remedio.


    Naturaleza absorta en este día


    Naturaleza absorta en este día
    contempla el precursor que del futuro
    abriendo el escondido seno oscuro
    trajo al linaje humano la alegría.

    Los seres solemnizaron a porfía
    la paz universal que muy más puro
    tornó el placer y el bien muy más seguro
    cumpliéndose la excelsa profecía.

    También celebran el placer sabroso
    que fundad, ¡oh Juan!, en la esperanza
    de nueva prole, cual su madre hermosa.

    Treparán por su cuello delicioso
    y ella alegre por ver su semejanza
    posteridad donare numerosa.

    Sobre el anhelo

    Pierde tras el laurel su noble aliento
    el héroe joven en la atroz milicia;
    sepúltase en el mar por su avaricia
    el necio, que engañaron mar y viento.


    Hace prisión su lúgubre aposento

    el sabio, por saber, y por codicia
    el que al duro metal de la malicia
    fio su corazón y su contento.


    Por su cosecha sufre el sol ardiente
    el labrador, y pasa noche y día
    el cazador de su familia ausente.

    Yo también llevaré con alegría
    cuantos sustos el orbe me presente,
    sólo por agradarte, Filis mía.


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