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MALCO
MANUEL LÓPEZ COSTA
©Todos los Derechos Reservados

Queda prohibida la reproducción total o parcial
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Copyright © Todos los Derechos Reservados.

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    La noche oscura


    Canciones del alma que se goza de haber llegado al
    alto estado de la perfección, que es la unión con Dios,
    por el camino de la negación espiritual.

    En una noche oscura,
    con ansias en amores inflamada,
    (¡oh dichosa ventura!)
    salí sin ser notada,
    estando ya mi casa sosegada.

    A oscuras y segura,
    por la secreta escala disfrazada,
    (¡oh dichosa ventura!)
    a oscuras y en celada,
    estando ya mi casa sosegada.

    En la noche dichosa,
    en secreto, que nadie me veía,
    ni yo miraba cosa,
    sin otra luz ni guía
    sino la que en el corazón ardía.

    Aquésta me guïaba
    más cierta que la luz del mediodía,
    adonde me esperaba
    quien yo bien me sabía,
    en parte donde nadie parecía.

    ¡Oh noche que me guiaste!,
    ¡oh noche amable más que el alborada!,
    ¡oh noche que juntaste
    amado con amada,
    amada en el amado transformada!

    En mi pecho florido,
    que entero para él solo se guardaba,
    allí quedó dormido,
    y yo le regalaba,
    y el ventalle de cedros aire daba.

    El aire de la almena,
    cuando yo sus cabellos esparcía,
    con su mano serena
    en mi cuello hería,
    y todos mis sentidos suspendía.

    Quedéme y olvidéme,
    el rostro recliné sobre el amado,
    cesó todo, y dejéme,
    dejando mi cuidado
    entre las azucenas olvidado.



    Tras de un amoroso lance

    Tras de un amoroso lance
    y no de esperanza falto
    volé tan alto tan alto
    que le di a la caza alcance.

    Para que yo alcance diese
    a aqueste lance divino
    tanto volar me convino
    que de vista me perdiese
    y con todo en este trance
    en el vuelo quedé falto
    mas el amor fue tan alto
    que le di a la caza alcance.


    Cuanto más alto subía
    deslumbróseme la vista
    y la más fuerte conquista
    en escuro se hacía
    mas, por ser de amor el lance
    di un ciego y oscuro salto
    y fui tan alto tan alto
    que le di a la caza alcance.


    Cuanto más alto llegaba
    de este lance tan subido
    tanto más bajo y rendido
    y abatido me hallaba
    dije: No habrá quien alcance.
    Abatíme tanto tanto
    que fui tan alto tan alto
    que le di a la caza alcance.


    Por una extraña manera
    mil vuelos pasé de un vuelo
    porque esperanza de cielo
    tanto alcanza cuanto espera
    esperé solo este lance
    y en esperar no fui falto
    pues fui tan alto tan alto,
    que le di a la caza alcance.




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    A quien irá mi doloroso canto

    Al Ilustrísimo y Reverendísimo Cardenal
    don Diego de Espinosa

    ¿A quién irá mi doloroso canto,
    o en cúya oreja sonará su acento,
    que no deshaga el corazón en llanto?
    A ti, gran cardenal, yo le presento,
    pues vemos te ha cabido tanta parte
    del hado secutivo vïolento.
    Aquí verás qu'el bien no tiene parte:
    todo es dolor, tristeza y desconsuelo
    lo que en mi triste canto se reparte.
    ¿Quién dijera, señor, que un solo vuelo
    de una ánima beata al alta cumbre
    pusiera en confusión al bajo suelo?
    Mas, ¡ay!, que yace muerta nuestra lumbre:
    el alma goza de perpetua gloria,
    y el cuerpo de terrena pesadumbre.

    No se pase, señor, de tu memoria
    cómo en un punto la invincible muerte
    lleva de nuestras vidas la victoria.
    Al tiempo que esperaba nuestra suerte
    poderse mejorar, la sancta mano
    mostró por nuestro mal su furia fuerte.
    Entristeció a la tierra su verano,
    secó su paraíso fresco y tierno,
    el ornato añubló del ser cristiano.

    Volvió la primavera en frío invierno,
    trocó en pesar su gusto y alegría,
    tornó de arriba abajo su gobierno.
    Pasóse ya aquel ser que ser solía
    a nuestra obscuridad claro lucero,
    sosiego del antigua tiranía.
    A más andar el término postrero
    llegó, que dividió con furia insana
    del alma sancta el corazón sincero.
    Cuanto ya nos venía la temprana
    dulce fruta del árbol deseado,
    vino sobre él la frígida mañana.

    Quien detuvo el poder de Marte airado
    que no pasase más el alto monte,
    con prisiones de nieve aherrojado,
    no pisará ya más nuestro horizonte,
    que a los campos Elíseos es llevada
    sin ver la obscura barca de Caronte.
    A ti, fiel pastor de la manada
    seguntina, es justo y te conviene
    aligerarnos carga tan pesada.

    Mira el dolor que el gran Filipo tiene:
    allí tu discreción muestre el alteza
    que en tu divino ingenio se contiene.
    Bien sé que le dirás que a la bajeza
    de nuestra humanidad es cosa cierta
    no tener solo un punto de firmeza,
    y que, si yace su esperanza muerta
    y el dolor vida y alma le lastima,
    que a do la cierra, Dios abre otra puerta.

    Mas, ¿qué consuelo habrá, señor, que oprima
    algún tanto sus lágrimas cansadas
    si una prenda perdió de tanta estima?
    Y más si considera las amadas
    prendas que le dejó en la dulce vida
    y con su amarga muerte lastimadas.
    Alma bella, del cielo merescida,
    mira cuál queda el miserable suelo
    sin la luz de tu vista esclarescida:
    verás que en árbor verde no hace vuelo
    el ave más alegre, antes ofresce
    en su amoroso canto triste duelo.

    Contino en grave llanto se anochece
    el triste día que te imaginamos
    con aquella virtud que no perece;
    mas deste imaginar nos consolamos
    en ver que merescieron tus deseos
    que goces ya del bien que deseamos.
    Acá nos quedarán por tus trofeos
    tu cristiandad, valor y gracia estraña,
    de alma sancta sanctísimos arreos.
    De hoy más, la sola y afligida España,
    cuando más sus clamores levantare
    al summo Hacedor y alta compaña,
    cuando más por salud le importunare
    al término postrero que perezca
    y en el último trance se hallare,
    sólo podrá pedirle que le ofrezca
    otra paz, otro amparo, otra ventura
    qu'en obras y virtudes le parezca.

    El vano confiar y la hermosura,
    ¿de qué nos sirve si en pequeño instante
    damos en manos de la sepultura?
    Aquel firme esperar sancto y constante,
    que concede a la fe su cierto asiento
    y a la querida hermana ir adelante,
    adonde mora Dios en su aposento
    nos puede dar lugar dulce y sabroso,
    libre de tempestad y humano viento.

    Aquí, señor, el último reposo
    no puede perturbarse, ni la vida
    temer más otro trance doloroso;
    aquí con nuevo ser es conducida
    entre las almas del inmenso coro
    nuestra Isabela, reina esclarescida;
    con tal sinceridad guardó el decoro,
    do al precepto divino más se aspira,
    que meresce gozar de tal tesoro.
    ¡Ay muerte!, ¿contra quién tu amarga ira
    quesiste ejecutar para templarme
    con profundo dolor mi triste lira?
    Si nos cansáis, señor, ya descucharme,
    anudaré de nuevo el roto hilo,
    que la ocasión es tal que ha d'esforzarme;
    lágrimas pediré al corriente Nilo,
    un nuevo corazón al alto cielo,
    y a las más tristes musas triste estilo.
    Diré que al duro mal, al grave duelo
    que a España en brazos de la muerte tiene,
    no quiso Dios dejarle sin consuelo:
    dejóle al gran Filipo, que sostiene,
    cual firme basa al alto firmamento,
    el bien o desventura que le viene.

    De aquesto, vos lleváis el vencimiento,
    pues deja en vuestros hombros él la carga
    del cielo y de la tierra, y pensamiento.
    La vida que en la vuestra ansí se encarga
    muy bien puede vivir leda y segura,
    pues de tanto cuidado se descarga;
    gozando, como goza, tal ventura
    el gran señor del ancho suelo hispano,
    su mal es menos y nuestra desventura.
    Si el ánimo real, si el soberano
    tesoro le robó en un solo día
    la muerte airada con esquiva mano,
    regalos son qu'el summo Dios envía
    a aquél que ya le tiene aparejado
    sublime asiento en l'alta jerarquía.

    Quien goza quïetud siempre en su estado,
    y el efecto le acude a la esperanza
    y a lo que quiere nada le es trocado,
    argúyese que poca confianza
    se puede tener d'él que goce y vea
    con claros ojos bienaventuranza.
    Cuando más favorable el mundo sea,
    cuando nos ría el bien todo delante
    y venga al corazón lo que desea,
    tiénese de esperar que en un instante
    dará con ello la Fortuna en tierra,
    que no fue ni será jamás constante.

    Y aquel que no ha gustado de la guerra,
    a do se aflige el cuerpo y la memoria,
    paresce Dios del cielo le destierra,
    porque no se coronan en la gloria
    si no es los capitanes valerosos
    que llevan de sí mesmos la victoria.
    Los amargos sospiros dolorosos,
    las lágrimas sin cuento que ha vertido
    quien nos puede su vista hacer dichosos,
    el perder a su hijo tan querido,
    aquel mirarse y verse cuál se halla
    de todo su placer desposeído,
    ¿qué se puede decir sino batalla
    adonde l'hemos visto siempre armado
    con la paciencia, qu'es muy fina malla?
    Del alto cielo ha sido consolado
    [con] concederle acá vuestra persona,
    que mira por su honra y por su estado.

    De aquí saldrá a gozar de una corona
    más rica, más preciosa y muy más clara
    que la que ciñe al hijo de Latona.
    Con él vuestra virtud, al mundo rara,
    se tiene de estender de gente en gente,
    sin poderlo estorbar Fortuna avara;
    resonará el valor tan excelente
    que os ciñe, cubre, ampara y os rodea,
    de donde sale el sol hasta occidente,
    y allá en el alto alcázar do pasea
    en mil contentos nuestra reina amada,
    si puede desear, sólo desea
    que sea por mil siglos levantada
    vuestra grandeza, pues que se engrandece
    el valor de su prenda deseada,
    que [en] vuestro poderío se paresce
    del católico rey la summa alteza,
    que desde un polo al otro resplandesce.

    De hoy más, deje del llanto la fiereza
    el afligida España, levantando
    con verde lauro ornada la cabeza,
    que, mientra fuere el cielo mejorando
    del soberano rey la larga vida,
    no es bien que se consuma lamentando;
    y, en tanto que arribare a la subida
    de la inmortalidad vuestra alma pura,
    no se entregue al dolor tan de corrida;
    y más, qu'el grave rostro de hermosura,
    por cuya ausencia vive sin consuelo,
    goza de Dios en la celeste altura.
    ¡Oh trueco glorïoso, oh sancto celo,
    pues con gozar la tierra has merecido
    tender tus pasos por el alto cielo!
    Con esto cese el canto dolorido,
    magnánimo señor, que, por mal diestro,
    queda tan temeroso y tan corrido
    cuanto yo quedo, gran señor, por vuestro.



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    La noche oscura


    Canciones del alma que se goza de haber llegado al
    alto estado de la perfección, que es la unión con Dios,
    por el camino de la negación espiritual.

    En una noche oscura,
    con ansias en amores inflamada,
    (¡oh dichosa ventura!)
    salí sin ser notada,
    estando ya mi casa sosegada.

    A oscuras y segura,
    por la secreta escala disfrazada,
    (¡oh dichosa ventura!)
    a oscuras y en celada,
    estando ya mi casa sosegada.

    En la noche dichosa,
    en secreto, que nadie me veía,
    ni yo miraba cosa,
    sin otra luz ni guía
    sino la que en el corazón ardía.

    Aquésta me guïaba
    más cierta que la luz del mediodía,
    adonde me esperaba
    quien yo bien me sabía,
    en parte donde nadie parecía.

    ¡Oh noche que me guiaste!,
    ¡oh noche amable más que el alborada!,
    ¡oh noche que juntaste
    amado con amada,
    amada en el amado transformada!

    En mi pecho florido,
    que entero para él solo se guardaba,
    allí quedó dormido,
    y yo le regalaba,
    y el ventalle de cedros aire daba.

    El aire de la almena,
    cuando yo sus cabellos esparcía,
    con su mano serena
    en mi cuello hería,
    y todos mis sentidos suspendía.

    Quedéme y olvidéme,
    el rostro recliné sobre el amado,
    cesó todo, y dejéme,
    dejando mi cuidado
    entre las azucenas olvidado.



    Tras de un amoroso lance

    Tras de un amoroso lance
    y no de esperanza falto
    volé tan alto tan alto
    que le di a la caza alcance.

    Para que yo alcance diese
    a aqueste lance divino
    tanto volar me convino
    que de vista me perdiese
    y con todo en este trance
    en el vuelo quedé falto
    mas el amor fue tan alto
    que le di a la caza alcance.


    Cuanto más alto subía
    deslumbróseme la vista
    y la más fuerte conquista
    en escuro se hacía
    mas, por ser de amor el lance
    di un ciego y oscuro salto
    y fui tan alto tan alto
    que le di a la caza alcance.


    Cuanto más alto llegaba
    de este lance tan subido
    tanto más bajo y rendido
    y abatido me hallaba
    dije: No habrá quien alcance.
    Abatíme tanto tanto
    que fui tan alto tan alto
    que le di a la caza alcance.


    Por una extraña manera
    mil vuelos pasé de un vuelo
    porque esperanza de cielo
    tanto alcanza cuanto espera
    esperé solo este lance
    y en esperar no fui falto
    pues fui tan alto tan alto,
    que le di a la caza alcance.




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    A quien irá mi doloroso canto

    Al Ilustrísimo y Reverendísimo Cardenal
    don Diego de Espinosa

    ¿A quién irá mi doloroso canto,
    o en cúya oreja sonará su acento,
    que no deshaga el corazón en llanto?
    A ti, gran cardenal, yo le presento,
    pues vemos te ha cabido tanta parte
    del hado secutivo vïolento.
    Aquí verás qu'el bien no tiene parte:
    todo es dolor, tristeza y desconsuelo
    lo que en mi triste canto se reparte.
    ¿Quién dijera, señor, que un solo vuelo
    de una ánima beata al alta cumbre
    pusiera en confusión al bajo suelo?
    Mas, ¡ay!, que yace muerta nuestra lumbre:
    el alma goza de perpetua gloria,
    y el cuerpo de terrena pesadumbre.

    No se pase, señor, de tu memoria
    cómo en un punto la invincible muerte
    lleva de nuestras vidas la victoria.
    Al tiempo que esperaba nuestra suerte
    poderse mejorar, la sancta mano
    mostró por nuestro mal su furia fuerte.
    Entristeció a la tierra su verano,
    secó su paraíso fresco y tierno,
    el ornato añubló del ser cristiano.

    Volvió la primavera en frío invierno,
    trocó en pesar su gusto y alegría,
    tornó de arriba abajo su gobierno.
    Pasóse ya aquel ser que ser solía
    a nuestra obscuridad claro lucero,
    sosiego del antigua tiranía.
    A más andar el término postrero
    llegó, que dividió con furia insana
    del alma sancta el corazón sincero.
    Cuanto ya nos venía la temprana
    dulce fruta del árbol deseado,
    vino sobre él la frígida mañana.

    Quien detuvo el poder de Marte airado
    que no pasase más el alto monte,
    con prisiones de nieve aherrojado,
    no pisará ya más nuestro horizonte,
    que a los campos Elíseos es llevada
    sin ver la obscura barca de Caronte.
    A ti, fiel pastor de la manada
    seguntina, es justo y te conviene
    aligerarnos carga tan pesada.

    Mira el dolor que el gran Filipo tiene:
    allí tu discreción muestre el alteza
    que en tu divino ingenio se contiene.
    Bien sé que le dirás que a la bajeza
    de nuestra humanidad es cosa cierta
    no tener solo un punto de firmeza,
    y que, si yace su esperanza muerta
    y el dolor vida y alma le lastima,
    que a do la cierra, Dios abre otra puerta.

    Mas, ¿qué consuelo habrá, señor, que oprima
    algún tanto sus lágrimas cansadas
    si una prenda perdió de tanta estima?
    Y más si considera las amadas
    prendas que le dejó en la dulce vida
    y con su amarga muerte lastimadas.
    Alma bella, del cielo merescida,
    mira cuál queda el miserable suelo
    sin la luz de tu vista esclarescida:
    verás que en árbor verde no hace vuelo
    el ave más alegre, antes ofresce
    en su amoroso canto triste duelo.

    Contino en grave llanto se anochece
    el triste día que te imaginamos
    con aquella virtud que no perece;
    mas deste imaginar nos consolamos
    en ver que merescieron tus deseos
    que goces ya del bien que deseamos.
    Acá nos quedarán por tus trofeos
    tu cristiandad, valor y gracia estraña,
    de alma sancta sanctísimos arreos.
    De hoy más, la sola y afligida España,
    cuando más sus clamores levantare
    al summo Hacedor y alta compaña,
    cuando más por salud le importunare
    al término postrero que perezca
    y en el último trance se hallare,
    sólo podrá pedirle que le ofrezca
    otra paz, otro amparo, otra ventura
    qu'en obras y virtudes le parezca.

    El vano confiar y la hermosura,
    ¿de qué nos sirve si en pequeño instante
    damos en manos de la sepultura?
    Aquel firme esperar sancto y constante,
    que concede a la fe su cierto asiento
    y a la querida hermana ir adelante,
    adonde mora Dios en su aposento
    nos puede dar lugar dulce y sabroso,
    libre de tempestad y humano viento.

    Aquí, señor, el último reposo
    no puede perturbarse, ni la vida
    temer más otro trance doloroso;
    aquí con nuevo ser es conducida
    entre las almas del inmenso coro
    nuestra Isabela, reina esclarescida;
    con tal sinceridad guardó el decoro,
    do al precepto divino más se aspira,
    que meresce gozar de tal tesoro.
    ¡Ay muerte!, ¿contra quién tu amarga ira
    quesiste ejecutar para templarme
    con profundo dolor mi triste lira?
    Si nos cansáis, señor, ya descucharme,
    anudaré de nuevo el roto hilo,
    que la ocasión es tal que ha d'esforzarme;
    lágrimas pediré al corriente Nilo,
    un nuevo corazón al alto cielo,
    y a las más tristes musas triste estilo.
    Diré que al duro mal, al grave duelo
    que a España en brazos de la muerte tiene,
    no quiso Dios dejarle sin consuelo:
    dejóle al gran Filipo, que sostiene,
    cual firme basa al alto firmamento,
    el bien o desventura que le viene.

    De aquesto, vos lleváis el vencimiento,
    pues deja en vuestros hombros él la carga
    del cielo y de la tierra, y pensamiento.
    La vida que en la vuestra ansí se encarga
    muy bien puede vivir leda y segura,
    pues de tanto cuidado se descarga;
    gozando, como goza, tal ventura
    el gran señor del ancho suelo hispano,
    su mal es menos y nuestra desventura.
    Si el ánimo real, si el soberano
    tesoro le robó en un solo día
    la muerte airada con esquiva mano,
    regalos son qu'el summo Dios envía
    a aquél que ya le tiene aparejado
    sublime asiento en l'alta jerarquía.

    Quien goza quïetud siempre en su estado,
    y el efecto le acude a la esperanza
    y a lo que quiere nada le es trocado,
    argúyese que poca confianza
    se puede tener d'él que goce y vea
    con claros ojos bienaventuranza.
    Cuando más favorable el mundo sea,
    cuando nos ría el bien todo delante
    y venga al corazón lo que desea,
    tiénese de esperar que en un instante
    dará con ello la Fortuna en tierra,
    que no fue ni será jamás constante.

    Y aquel que no ha gustado de la guerra,
    a do se aflige el cuerpo y la memoria,
    paresce Dios del cielo le destierra,
    porque no se coronan en la gloria
    si no es los capitanes valerosos
    que llevan de sí mesmos la victoria.
    Los amargos sospiros dolorosos,
    las lágrimas sin cuento que ha vertido
    quien nos puede su vista hacer dichosos,
    el perder a su hijo tan querido,
    aquel mirarse y verse cuál se halla
    de todo su placer desposeído,
    ¿qué se puede decir sino batalla
    adonde l'hemos visto siempre armado
    con la paciencia, qu'es muy fina malla?
    Del alto cielo ha sido consolado
    [con] concederle acá vuestra persona,
    que mira por su honra y por su estado.

    De aquí saldrá a gozar de una corona
    más rica, más preciosa y muy más clara
    que la que ciñe al hijo de Latona.
    Con él vuestra virtud, al mundo rara,
    se tiene de estender de gente en gente,
    sin poderlo estorbar Fortuna avara;
    resonará el valor tan excelente
    que os ciñe, cubre, ampara y os rodea,
    de donde sale el sol hasta occidente,
    y allá en el alto alcázar do pasea
    en mil contentos nuestra reina amada,
    si puede desear, sólo desea
    que sea por mil siglos levantada
    vuestra grandeza, pues que se engrandece
    el valor de su prenda deseada,
    que [en] vuestro poderío se paresce
    del católico rey la summa alteza,
    que desde un polo al otro resplandesce.

    De hoy más, deje del llanto la fiereza
    el afligida España, levantando
    con verde lauro ornada la cabeza,
    que, mientra fuere el cielo mejorando
    del soberano rey la larga vida,
    no es bien que se consuma lamentando;
    y, en tanto que arribare a la subida
    de la inmortalidad vuestra alma pura,
    no se entregue al dolor tan de corrida;
    y más, qu'el grave rostro de hermosura,
    por cuya ausencia vive sin consuelo,
    goza de Dios en la celeste altura.
    ¡Oh trueco glorïoso, oh sancto celo,
    pues con gozar la tierra has merecido
    tender tus pasos por el alto cielo!
    Con esto cese el canto dolorido,
    magnánimo señor, que, por mal diestro,
    queda tan temeroso y tan corrido
    cuanto yo quedo, gran señor, por vuestro.



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    POESÍA DEL BARROCO
    (SIGLO XVII)

    LUIS DE GóNGORA
    (1561-1627)

    En crespa tempestad del oro undoso
    nada golfos de luz ardiente y pura
    mi corazón, sediento de hermosura,
    si el cabello deslazas generoso.

    Leandro en mar de fuego proceloso
    su amor ostenta, su vivir apura;
    ícaro en senda de oro mal segura
    arde sus alas por morir glorioso.

    Con pretensión de fénix, encendidas
    sus esperanzas, que difuntas lloro,
    intenta que su muerte engendre vidas.

    Avaro y rico y pobre, en el tesoro,
    el castigo y la hambre imita a Midas,
    Tántalo en fugitiva fuente de oro.

    ***

    Mientras por competir con tu cabello,
    oro bruñido al sol relumbra en vano,
    mientras con menosprecio en medio el llano
    mira tu blanca frente el lilio bello;

    mientras a cada labio por cogello,
    siguen más ojos que al clavel temprano,
    y mientras triunfa con desdén lozano
    del luciente cristal tu gentil cuello;

    goza cuello, cabello, labio y frente,
    antes que lo que fue en tu edad dorada
    oro, lilio, clavel, cristal luciente,
    no sólo en plata o viola troncada
    se vuelva, mas tú y ello juntamente
    en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

    ***

    Descaminado, enfermo, peregrino,
    en tenebrosa noche, con pie incierto
    la confusión pisando del desierto,
    voces en vano dio, pasos sin tino.

    Repetido latir, si no vecino,
    distinto oyó de can siempre despierto,
    y en pastoral albergue mal cubierto
    piedad halló, si no halló camino.

    Salió el sol y, entre armiños escondida,
    soñolienta beldad con dulce saña
    salteó al no bien sano pasajero.

    Pagará el hospedaje con la vida;
    más le valiera errar en la montaña
    que morir de la suerte que yo muero.

    FRANCISCO DE QUEVEDO
    (1580-1645)

    AMOR CONSTANTE MÁS ALLÁ DE LA MUERTE

    Cerrar podrá mis ojos la postrera
    sombra que me llevare el blanco día,
    y podrá desatar esta alma mía
    hora a su afán ansioso lisonjera;

    mas no, de esotra parte, en la ribera,
    dejará la memoria, en donde ardía:
    nadar sabe mi llama la agua fría,
    y perder el respeto a ley severa.

    Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
    venas que humor a tanto fuego han dado,
    medulas que han gloriosamente ardido,
    su cuerpo dejará, no su cuidado;
    serán ceniza, mas tendrá sentido;
    polvo serán, mas polvo enamorado.

    ***

    "¡Ah de la vida!"... ¿Nadie me responde?
    ¡Aquí de los antaños que he vivido!
    La Fortuna mis tiempos ha mordido;
    las Horas mi locura las esconde.

    ¡Que sin poder saber cómo ni a dónde
    la salud y la edad se hayan huido!
    Falta la vida, asiste lo vivido,
    y no hay calamidad que no me ronde.

    Ayer se fue; mañana no ha llegado;
    hoy se está yendo sin parar un punto:
    soy un fue, y un será, y un es cansado.

    En el hoy y mañana y ayer, junto
    pañales y mortaja, y he quedado
    presentes sucesiones de difunto.

    ***
    SIGNIFíCASE LA PROPRIA BREVEDAD DE LA VIDA,
    SIN PENSAR, Y CON PADECER, SALTEADA DE LA MUERTE

    Fue sueño ayer, mañana será tierra.
    ¡Poco antes nada, y poco después humo!
    ¡Y destino ambiciones, y presumo
    apenas punto al cerco que me cierra!

    Breve combate de importuna guerra,
    en mi defensa, soy peligro sumo,
    y mientras con mis armas me consumo,
    menos me hospeda el cuerpo que me entierra.

    Ya no es ayer, mañana no ha llegado;
    hoy pasa y es y fue, con movimiento
    que a la muerte me lleva despeñado.

    Azadas son la hora y el momento
    que a jornal de mi pena y mi cuidado
    cavan en mi vivir mi monumento.



    ***

    ENSEÑA CÓMO TODAS LAS COSAS
    AVISAN DE LA MUERTE

    Miré los muros de la patria mía,
    si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
    de la carrera de la edad cansados,
    por quien caduca ya su valentía.

    Salíme al campo; vi que el sol bebía
    los arroyos del hielo desatados,
    y del monte quejosos los ganados,
    que con sombras hurtó su luz al día.

    Entré en mi casa; vi que, amancillada,
    de anciana habitación era despojos;
    mi báculo, más corvo y menos fuerte.

    Vencida de la edad sentí mi espada,
    y no hallé cosa en que poner los ojos
    que no fuese recuerdo de la muerte.



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    POESÍA DE LOS SIGLOS DE ORO

    POESÍA RENANCENTISTA
    (SIGLO XVI)

    ODA A LA FLOR DE GNIDO
    FRAY LUIS DE LEON
    (1529-1591)

    Si de mi baja lira
    tanto pudiese el son, que un momento
    aplacase la ira
    del animoso viento,
    y la furia del mar y el movimiento,

    y en ásperas montañas
    con el suave canto enterneciese
    las fieras alimañas,
    los árboles moviese,
    y al son confusamente los trajese:

    no pienses que cantado
    sería de mí, hermosa flor de Gnido,
    el fiero Marte airado,
    a muerte convertido,
    de polvo y sangre y de sudor teñido,

    ni aquellos capitanes
    en las sublimes ruedas colocados,
    por quien los alemanes,
    el fiero cuello atados,
    y los franceses, van domesticados;

    mas solamente aquella
    fuerza de tu beldad sería cantada,
    y alguna vez con ella
    también sería notada
    el aspereza de que estás armada,

    y cómo por ti sola,
    y por tu gran valor y hermosura,
    convertido en viola,
    llora su desventura
    el miserable amante en tu figura.

    Hablo de aquel cativo
    de quien se debe más cuidado,
    que está muriendo vivo,
    al remo condenado,
    en la concha de Venus amarrado.

    Por ti, como solía,
    del áspero caballo no corrige
    la furia y gallardía:
    ni con freno le rige,
    ni con vivas espuelas ya le aflige.

    Por ti, con diestra mano,
    no revuelve la espada presurosa,
    y en el dudoso llano
    huye la polvorosa
    palestra como sierpe ponzoñosa.

    Por ti, su blanda musa,
    en lugar de la cítara sonante,
    tristes querellas usa,
    que con llanto abundante
    hacen bañar el rostro del amante.

    Por ti, el mayor amigo
    le es importuno, grave y enojoso;
    yo puedo ser testigo,
    que ya del peligroso
    naufragio fui su puerto y su reposo;

    y agora en tal manera
    vence el dolor a la razón perdida,
    que ponzoñosa fiera
    nunca fue aborrecida
    tanto como yo dél, ni tan temida.

    No fuiste tú engendrada
    ni producida de la dura tierra;
    no debe ser notada
    que ingratamente yerra
    quien todo el otro error de sí destierra.

    Hágate temerosa
    el case de Anajérete, y cobarde,
    que de ser desdeñosa
    se arrepintió muy tarde;
    y así, su alma con su mármol arde.

    Estábase alegrando
    del mal ajeno el pecho empedernido,
    cuando abajo mirando,
    el cuerpo muerto vido
    del miserable amante, allí tendido,

    y al cuello el lazo atado,
    con que desenlazó de la cadena
    el corazón cuitado,
    que con su breve pena
    compró la eterna punición ajena.

    Sintió allí convertirse
    en piedad amorosa el aspereza.
    ¡Oh tarde arrepentirse!
    ¡Oh última terneza!
    ¿Cómo te sucedió mayor dureza?

    Los ojos se enclavaron
    en el tendido cuerpo que allí vieron;
    los huesos se tornaron
    más duros y crecieron,
    y en sí toda la carne convirtieron;

    las entrañas heladas
    tornaron poco a poco en piedra dura;
    por las venas cuitadas
    la sangre su figura
    iba desconociendo y su natura;

    hasta que, finalmente,
    en duro mármol vuelta y transformada,
    hizo de sí la gente
    no tan maravillada
    cuanto de aquella ingratitud vengada.

    No quieras tú, señora,
    de Némesis airada las saetas
    probar, por Dios, agora;
    baste que tus perfetas
    obras y hermosuras a los poetas

    den inmortal materia,
    sin que también en verso lamentable
    celebren la miseria
    de algún caso notable
    que por ti pase, triste y miserable.





    FRAY LUIS DE LEON
    (1529-1591)

    ODA A LA VIDA RETIRADA

    ¡Qué descansada vida
    la del que huye el mundanal ruido
    y sigue la escondida
    senda por donde han ido
    los pocos sabios que en el mundo han sido!

    Que no le enturbia el pecho
    de los soberbios grandes el estado,
    ni del dorado techo
    se admira, fabricado
    del sabio moro, en jaspes sustentado.

    No cura si la fama
    canta con voz su nombre pregonera,
    ni cura si encarama
    la lengua lisonjera
    lo que condena la verdad sincera.

    ¿Qué presta a mi contento,
    si soy del vano dedo señalado,
    si en busca de este viento
    ando desalentado
    con ansias vivas, con mortal cuidado?

    ¡Oh monte, oh fuente, oh río!
    ¡Oh secreto seguro, deleitoso!
    Roto casi el navío
    a vuestro almo reposo,
    huyo de aqueste mar tempestuoso.

    Un no rompido sueño,
    un día puro, alegre, libre quiero;
    no quiero ver el ceño
    vanamente severo
    de quien la sangre ensalza o el dinero.

    Despiértenme las aves
    con su cantar sabroso no aprendido,
    no los cuidados graves
    de que es siempre seguido
    el que al ajeno arbitrio está atenido.

    Vivir quiero conmigo,
    gozar quiero del bien que debo al cielo
    a solas, sin testigo,
    libre de amor, de celo,
    de odio, de esperanzas, de recelo.

    Del monte en la ladera
    por mi mano plantado tengo un huerto,
    que con la primavera,
    de bella flor cubierto,
    ya muestra en esperanza el fruto cierto.

    Y como codiciosa
    por ver y acrecentar su hermosura,
    desde la cumbre airosa
    una fontana pura
    hasta llegar corriendo se apresura.

    Y luego sosegada,
    el paso entre los árboles torciendo,
    el suelo de pasada
    de verdura vistiendo,
    y con diversas flores va esparciendo.

    El aire el huerto orea
    y ofrece mil olores al sentido,
    los árboles menea
    con un manso rüido
    que del oro y del cetro pone olvido.

    Ténganse su tesoro
    los que de un falso leño se confían:
    no es mío ver el lloro
    de los que desconfían
    cuando el cierzo y el ábrego porfían.

    La combatida antena
    cruje, y en ciega noche el claro día
    se torna, al cielo suena
    confusa vocería,
    y la mar enriquecen a porfía.

    A mí una pobrecilla
    mesa de amable paz bien abastada
    me basta, y la vajilla
    de fino oro labrada
    sea de quien la mar no teme airada.

    Y mientras miserable
    mente se están los otros abrasando
    con sed insacïable
    del no durable mando,
    tendido yo a la sombra esté cantando

    A la sombra tendido,
    de hiedra y lauro eterno coronado,
    puesto el atento oído
    al son dulce, acordado
    del plectro sabiamente meneado.
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    LAS CAMPANAS DOBLAN POR TI

    ¿Quién no echa una mirada al sol cuando atardece?
    ¿Quién quita sus ojos del cometa cuando estalla?
    ¿Quién no presta oídos a una campana cuando por algún hecho tañe?
    ¿Quién puede desoír esa campana cuya música lo traslada fuera de este mundo?
    Ningún hombre es una isla entera por sí mismo.
    Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo.
    Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia.

    Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti.



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    JOHN DONNE, Londres (1572-1631)

    Poeta metafísico inglés
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