El blog de Malena Marquez

Tengo en los labios un adiós

el rocío de la flor

una gota por caer

por si acaso tú, amor

decidieras dejar

el tiempo de los dos

en el olvido.


Tengo en mi pecho adioses

reposando como piedras

en el lecho de algún rio

que seguirían, si te fueras

el recorrido de tu afluente

hasta terminar en un hilo de voz

en un ruego, para que te quedes.


Tengo reservadas las lágrimas

para llorarlas todas si me dijeras

que ya no me quieres,

para ahogar bajo mi propia agua

todo el dolor de perderte.


Tengo estos versos florecidos

con la humedad de mi saliva,

arráncame de a una las palabras

y quédate con mi adiós apretado

entre los dientes.


Bésame para que encuentres

en mi boca,

la desembocadura de tu río

y quédate como siempre,

a la orilla de mi cuerpo

a consumir las horas

y a tornar las despedidas,

sólo cenizas del tiempo.

Soy una mujer.

Un manantial:

la fuente de

tus deseos.

Tú pide y

y yo concedo.


Soy una mujer

y un árbol de

frondosas ramas

con flores de

seda en los dedos.


Soy una mujer

con un cascabel

en los labios que

cuando ríe, suena.


Soy una mujer:

soy la tierra

y el aire necesarios

para que tú puedas

ser raíz.

Deseo...

Descalza andar la tierra
y sentir en la piel como
se encrespa su verde pelaje
cada vez que hundo
los pies en la hierba.

Después recostarme
en ese lecho
improvisado por la brisa
de hojas y semillas,
a ver en tu cara florecer sonrisas.

Contar las estrellas como
si se pudiera
y quererte
y que me quieras.

Tantas veces mis manos le gritaron
tu nombre a las hojas que se volvían
más vacías cada vez y tu ausencia
más blanca todavía.

Era una penitencia escribir
esas seis letras por no poder
olvidarte cuando ya te habías ido.

Escribía algunos versos en aquel
entonces pero las poesías
las tenías en ti, a todas.
¿Para qué escribir?
prefería leer cada gesto,
cada centímetro de tu piel.

Tantas veces mis manos
le gritaron tu nombre
a las hojas que
se quedaron mudas
de belleza sin tus ojos.

Limito al sur con tus pies
y tú al norte lidias
con mis ideas.

La linea del ecuador
son nuestros brazos
que marcan donde
estás vos y donde yo
con un abrazo.

Salen las almas fugitivas
a la conquista de
cada vez mas territorios.

Se escapan de los labios
en un mar de besos
y en el aire en un
vuelo de palabras.

Ya no hay tuyo y mío.
Se han levantado
las fronteras
que se trazaban
en nuestros cuerpos.

Transitas sin pasaporte
por aquí amor.
Tú tan sólo con la huella
de las manos
acreditas
que perteneces
a este lugar
donde se extiende
mi piel.

A unos besos de tu boca estoy yo
y a unos miles los dos,
de los besos que nos dimos antes.

A unos cuantos reproches estas tú
por las cientos de noches olvidadas
que se fugaron en una estrella.

A unos cuantos abrazos estoy yo
por las que se quedaron en la memoria
como las más bellas de las noches pasadas.

A unas cuantas risas estás tú de los días
en que fuimos tan felices
que la vida fue la fiesta que esperabas.

A unas lágrimas estoy yo del vendaval
que se desata cuando soy tormenta
y tú, viento que pasas ,
impermeable a lo que siento.

A unos versos estás tú
sin saber que yo escribo
todo esto...

El asfalto reverdece
cuando recojo tu mirada
como recién cortada.
Y el cielo plomizo
se torna de azul
como tus ojos.

La ciudad se obstina
en olvidar
tu nombre y el mío.
Aunque su capricho
sea guardar
en algún rincón
el pacto de amor
que sellamos allí
ese día
cuando vos y yo
eramos inmortales
todavía...

Me desgarro de la piel que me viste
y me entrego desnuda de dudas
a mi poesía, que me erosiona como
el mar a la roca y me llena como
la lluvia al cántaro vacío.

Me dejo olvidado en algún lado
el rencor y me paro en la vereda
que me presta el renglón
a caminar mi verdad.

A buscarte y a buscarme a la
vuelta de una estrofa para
darte una flor, una palabra
un verso y si fuera posible
quedarme en vos,
a refugiarnos los dos

Mira las lineas de mis manos
los versos que aún no
he dejado en el papel
están escritos allí
en las marcas de mi piel.

Mírate en el espejo de mis ojos
lo que aún no he dicho de tí
quizás lo halles allí
en el reflejo infiel
que proyecta mi mirada.

Un escaparate, una vidriera
de tu vida y de la mía
no exacta ni verdadera
pues el cristal
está hecho con arena
de un mar de poesía.

Mira esta hoja
donde escribo hoy
es un pañuelo blanco.
Mírame a mí esta que soy:
una artesana que procura
que el lienzo quede bordado,
con los versos que te doy.

Mira las luciérnagas, amor:
son letras luminosas
que suspendidas así
escriben versos para ti.
Yo les digo qué decir
y ellas tan sólo vuelan
dejando en el aire
una estela de luz.

En mi boca, puedes hallar
los versos, que escondidos,
no se han ido aún
ni en tus labios
ni en los míos.
Bésame amor
para que este silencio
se llene de sonidos.

Yo escribo poesías
en el aire y en el agua
cristalina donde se baña tu voz
Yo escribo versos amor
y en el calor de los suspiros
y sobre la tibieza de nuestra
piel encendida,
puedo dejar impresas
poesías también.

Si me asaltas con un beso no tendré
más remedio que darte lo que traigo:
estos versos y mis labios.
Si me tomas por sorpresa y me abrazas
no tendré más alternativa
que decirte al oído que sigas,
sin mencionar un basta.

Si decides acortar las distancias
y como un forajido te olvidas
del sentido de pertenencia
me robarás sin más,
lo poco que me ha quedado,
que sólo es mío
pues habré perdido por ti
hasta el aire que respiro.

Para mí que soy lluvia y por eso me torno
gota de letra y me caen palabras de la boca que
se llenan de saliva y del alma que envuelve mi vida.

Para mí que soy un sentimiento, algo así como
un estado del espíritu, una eterna melancolía
que se pega a las cosas y se hace carne de mi carne
en la piel de mis poesías.

Para mí que soy mar y llego a tu orilla
a dejarte estos versos para que te vengas conmigo
a encaramarnos en una ola y a mirar como la playa
se queda muda sin tu rugido y el mío.

Para mí que soy un espejo y tus ojos son el cristal
donde nos reflejamos los dos.

Tengo inquietas las palabras
que palpitan en mi boca.
Es azul la sangre que bombea
este corazón de papel.

Hay muchos versos por decir
y una vida que se extiende
como un sendero verde
florecido de crisantemos
y pensamientos.

Tengo inquietas las palabras
y en paz mi vida hoy.

Tengo en la tez el color
de sus pétalos blancos
y de su corazón,
en mis labios, el dulzor.

El verdor de su abrazo
envuelve la casa de mi niñez
que me devuelve su recuerdo
perfumado cada vez.

Tengo algo silvestre
como la madreselva
cuando me enredo
a tu cuerpo y me
estiro para beber
de tus labios rojos
y alcanzar el cielo
azul de tus ojos.

Soy esta mujer
con esencia de
flor.
Soy tu madreselva
mi amor...

En tu ausencia
el aire se vuelve mar y tu perfume
es estela de tu aroma que se va.

En tu ausencia
las paredes ya no proyectan
tu sombra cual boceto
que un Dios gentil
dibujaba de tu cuerpo.

En tu ausencia
mis ojos son el cauce del río
que me dejan las lágrimas
que se llenan de ti.

En tu ausencia
sin tus blancas manos,
mi mano es un nido vacío.

En tu ausencia
no hay sonido que pueda
engañar a mi oído con
otro canto distinto al de tu voz.

En tu ausencia
escribo esta poesía
para cubrirte de palabras,
cual si fueron las flores
que te dejo en el altar
donde yace tu presencia.