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Telares, guirrios, atropajos, garabatos y cosinas varias

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  1. Alguna vez estuve enamorado,
    alborotaban bruscas mariposas
    el fondo de mi estómago, jocosas
    gobernaban mi cuerpo obnubilado.

    Tontamente feliz en ese estado
    exhibía miserias vergonzosas
    y no me controlaba, las tortuosas
    emociones dolían demasiado.

    Aconseja mi lógico cinismo
    pasar sobre este asunto de puntillas
    para vivir tranquilo y sin argollas,

    pero en el colmo de mi fatalismo
    extraño a las indómitas polillas
    y no me agrada ser tan gilipollas.


  2. Record Guinness, deforme verga. Flor
    intacta y virginal de tierna espiga.
    Cadáver, gran tubérculo, boñiga
    en jarrón, verde o rojo su color.

    Hasta el cielo, titánico vigor.
    Amorfa, pero bella. Es enemiga
    de la carne y, efímera, mitiga
    al morir —qué ironía— el mal olor.

    Sin repicar sus fétidos cencerros,
    los aires tropicales y gamberros
    alertan del prodigio de su baya.

    No pretende paliar la podredumbre
    y, pese a falo y grande, ni es su cumbre
    un glande ni es anómala su talla.

  3. Si la melancolía es curativa
    una libélula captó su esencia
    y forjó del pesar la diferencia
    soñando con nostalgia paliativa.

    Con sus versos demora la deriva
    de lo triste y lo burdo. Transparencia
    de un alma que mitiga la dolencia
    y restaura los muros que derriba.

    Y si juegan las niñas en la playa
    y sabe el mar a lágrimas de pena,
    no nos importa. Vuelan sobre arena

    las cometas y ríe en la toalla
    la poeta. Quizás las golondrinas,
    por verla, quieran ser aves marinas.

  4. Bien convexa, bien cóncava sin beso.
    Punto final de cinco. Con pericia
    guía, mide, sostiene y acaricia
    suave o firme, sensual hasta el exceso.

    Embaucadora en el ardid, confieso
    que enciende mi frialdad, lumbre propicia.
    Íntima crea, apaga, mata, inicia,
    y enlazada a la mía es contrapeso.

    Símbolo de pedida que no pido,
    mas muero por sentir sobre la piel
    aspirando a labrar un sinsentido.

    Gesticula el adiós, oscila cruel,
    unas veces acoge, y otras niega,
    exige, aferra fuerte o se doblega.
  5. Las nueve en el reloj, primera cita.
    Puntualidad extrema, el alma en vilo,
    quién puede en tal momento estar tranquilo
    sin saber manejar la dinamita.

    En el cine pondrán La Dolce Vita,
    pero ya en la butaca pierdo el hilo,
    solo su boca me mantiene en vilo

    y lo siento, excusatio non petita.

    Tres horas de película a su lado,
    pocas parecen para recorrer
    el perfil de sus labios de pecado.

    Aguanto lo que sea menester
    deseando en los rótulos un beso,
    desde entonces, cinéfilo confeso.
    A Aldonza Lorenzo le gusta esto.
  6. Es tu ritmo elegante y descuidado,
    pleno de acompasados movimientos
    con acento preciso en el vaivén.
    Eres poeta sin papel ni voz.

    Por qué niegas que seas poesía
    si trazas en el aire las imágenes
    de la metáfora con cada equívoco
    y me colmas de fe cuando sonríes.

    Confieso mi caída en las injurias
    de los que ven poemas entre sábanas
    y no pido perdón por la blasfemia.

    Sabes que nunca quise ser hereje
    de mis propias creencias y si abjuro
    es por haber sufrido la verdad.



    A libelula y Aldonza Lorenzo les gusta esto.
  7. Hay un lugar común para nosotros
    en el ayer, también en el mañana:
    el hoy entre poemas, cuando escribes
    adornando de ahoras el futuro.

    La zona de confort que se establece
    cuando abordo mentiras en sonetos
    como si fuesen tuyos y supiera
    imitar el despliegue de tu arte.

    Pero sé que no falta aprobación
    por tu parte y, benévola, desnudas
    la culpabilidad de mi placer

    como si traducir tu poesía
    a mi lengua mortal fuera sencillo
    y tus ecos sonasen sobre mí.
  8. Ha llegado el momento de la calma,
    la hora para leer y disfrutar
    de la auténtica tú; la que se esconde
    detrás de una pantalla a contraluz.

    la que siembra mi vida con su prosa,
    la de sonrisa libre y verso blanco,
    la que no narra nunca sus tristezas
    y prefiere llorarlas entre líneas.

    Tú, la que resplandeces a lo lejos,
    la que quema pupilas con su brillo,
    la que escribe los sueños que merece,

    la que no duerme sola ni con nadie,
    la que creyó su magia prescindible
    hasta encontrar un freno a su dolor.
  9. Se trata de que llores a escondidas
    y mantengas el pulso bajo ochenta;
    que, solitario, frenes estampidas,
    y mueras sin que el mundo se dé cuenta.

    No permitas que laman tus heridas,
    recuerda que el tenaz no se lamenta.
    Que nadie te amortigüe las caídas,
    no dejes que un amigo se arrepienta.

    Sigue, no te comportes como un niño
    cuando destrozan su juguete nuevo.
    Es hora de aceptar que es el final.

    No busques en sus ojos medio guiño,
    que su apoyo será solo placebo
    y sentirte querido te hace mal.
    A Aldonza Lorenzo y Gladiadora les gusta esto.
  10. Me pides que me tire a tumba abierta
    y no me arrojaría si no fueses
    la bruja sin escoba que me alerta
    del sino de tus otros feligreses.

    Describes el final a ciencia cierta
    y sé que no me has puesto los arneses.
    Por no ser el cobarde que deserta,
    imprudente, suplico que me beses.

    Sin derecho a sentirme traicionado
    caigo de bruces, raudo y en picado
    en la trampa que urdiste para mí.

    Y a punto de morir en tu banquete
    doy gracias por servirte de filete
    y peno por saber que te perdí.
  11. Busquemos en la carne ropa nueva,
    las galas de otra época barroca,
    abrigo para el tiempo que nos toca,
    un racimo con uvas para Eva.

    Volvamos al error tras cada prueba,
    al encuentro voraz que te sofoca,
    ansiar, sentir, comer, callar la boca,
    gozar hasta el adiós que nos subleva.

    Soñemos más despiertos que dormidos,
    que no valga la pena otro nirvana
    y puedan dominarnos los sentidos.

    Abracemos desnudos el mañana,
    así cuando amanezca el nuevo día
    recordaré la piel que me vestía.
    A Aldonza Lorenzo y Eratalia les gusta esto.
  12. De pie te aplaudo, absorto y fascinado
    entre envidia y fervor. De pie lo intento
    domando las palabras y el momento
    sin caer en terreno ya trillado.

    A veces hay sonetos sin tejado
    contra granizo, lluvia, nieve y viento.
    Cubiertos de simplezas en el tiento
    resisten temporales sin calado.

    Partícipe lector, mira detrás
    del biombo, del soneto y de su rey
    y presenta batalla en buena ley.

    Seguro que de pie se aguanta más.
    Aunque corra mejor la viva liebre
    ríe quien de catorce lo vertebre.
    A libelula, Eratalia y Aldonza Lorenzo les gusta esto.
  13. Falso, bello, bulbáceo. Campanilla,
    capilote de pétalos iguales
    a vecinos estigmas, no de males,
    sí de matiz, de flor más amarilla.

    Altiplanicie. Pseudomaravilla
    de genes griegos, padres fluviales,
    En húmedos paisajes boreales
    bajo azul, sobre verde, rubio brilla.

    Repuebla mentiroso cordilleras.
    Crece a miles. Liríope amamanta
    al aparente hijo, breve planta.

    Los corzos y rebecos son sus fieras,
    mas por no ser auténtico Narciso
    goza sin vanidad del paraíso.

    A libelula y Eratalia les gusta esto.
  14. A veces te imagino sola, ausente,
    feliz, callada, absorta. Tan liviana
    como el columpio que te mece. Humana
    y grácil, contemplando el sol de frente.

    Y a su vez fuerte; sombra y luz, torrente
    plácido, íntima, de mí lejana,
    fría y brava, sublime, plena y vana,
    majestuosa, incorpórea, imponente.

    A veces imagino que no olvidas,
    y buscas de reojo en el vacío
    sufriendo porque falta mi presencia.

    Pero sé que no lloras a escondidas
    y te gusta exponerme al desafío
    que supone negarme tu existencia.
  15. Esa noche rompiste el engranaje
    y se adueñó el vacío de mis actos
    para salvaguardar de los impactos
    el cuerpo al que cubría mi blindaje.

    Disfruté del amor. Pero el peaje
    se cobró con tus golpes; tan compactos,
    intensos y profundos como exactos.
    Sí, fuiste menos tierna que salvaje.

    Última vez, decías. Y por horas
    prolongué aquel instante. La armadura
    se redujo a la piel. Todo dolía

    al causarme la herida que hoy ignoras.
    Eres bálsamo contra la amargura
    y no quieres sanar esta sangría.
    A libelula y Eratalia les gusta esto.