1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

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Telares, guirrios, atropajos, garabatos y cosinas varias

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  1. Aceptar tu muerte

    Anduve laberintos de cipreses
    buscando las estatuas con tu sello,
    el arte que en lo muerto clame: ¡Bello!
    la sombra que te vele si murieses.

    El lugar donde recen feligreses
    al polvo de tu carne, a tu resuello
    si levantas de nuevo el largo cuello,
    a tu dulce sabor cuando me beses.

    Visité cada tumba con espanto
    escrutando en lo tétrico belleza
    que estuviera a la altura de tu encanto.

    Lo soporté sin derramar el llanto
    y renuncié ocultando mi tristeza
    a tu resurrección y mi quebranto.
    A ti, a Pessoa, a malco y a 1 otra persona les gusta esto.
  2. Pereza.

    Me gusta aletargarme en nuestra cama,
    sentir la inspiración del duermevela
    que, como cuentagotas, me revela,
    al fin, los entresijos de la trama.

    Podré concluir vistiendo mi pijama
    con bostezos y sueño; una novela,
    la suma quintaesencia; una zarzuela,
    la biblia, un entremés, un melodrama.

    Estiro extremidades y resoplo,
    acurruco las piernas contra el pecho,
    me bullen las ideas más geniales.

    La mollera al cojín mientras me acoplo:
    daré unas cabezadas en el lecho,
    acuso a la pereza de mis males.
  3. Ser de mi tierra.

    Ser de mi tierra es nacer derrotado,
    humo en verano en un páramo seco,
    música débil con falta de eco,
    niño y futuro de viejo asustado.

    Cínico pobre en el frío postrado,
    triste semblante de tosco muñeco.
    Ríos de lloros que buscan su hueco,
    dicen regentes que somos pasado.

    Rezo de angustia sin voz o rosario,
    árbol desnudo de ramas exiguas,
    puente de plata, latente enemigo.

    Quita razones, feroz corolario,
    necia nostalgia de penas antiguas,
    pueblo de sombras que muere conmigo.
    A El regreso de Alfonsina le gusta esto.
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    Desde el monte lanzó la piedra el moro,
    el gigante titán marcó sus huellas,
    bañadas sobre óxido las mellas,
    colosal musulmán, fuerza de toro.

    Una cueva con huevos y un tesoro,
    en lo alto de colinas, entre estrellas,
    lugar para el adiós a las doncellas
    y en la profundidad pollos de oro.

    Quieren los pueblos ser cristianos viejos
    con un celta menhir, señal y jito,
    y de Alá seguidor quien forja el mito.

    No disputan la muria entre concejos,
    la línea la marca el monolito
    a orillas del Oncina, el Castro lejos.



    Aunque parezca un sinsentido este soneto está basado en la leyenda de la piedra del moro (menos famosa que la de Toledo)
    Se cuenta que desde el Castro un moro lanzó esa piedra enorme para separar dos pueblos.
    También he leído que había gallinas con polluelos de oro en una cueva del Castro

    Aquí hablan de ello.

    https://asturiense.blogspot.com.es/2017/05/la-piedra-del-moro-de-santovenia-de-la.html?m=1

    En la montaña leonesa a los hitos les llaman jitos, también en otra zonas de España sucede.
  5. [​IMG]
    Son dragones los cuerpos de palomas,
    los serios caballeros son andantes,
    si sueñan con hazañas los viandantes
    que no olviden portar espadas romas.

    ¡Que rompan con deseos los axiomas
    y vuelen con sus cuentos los infantes!
    Existen unicornios y olifantes,
    borremos de la vida las carcomas.

    Las sombras volarán como juguetes,
    serán ciertas, intensas aventuras,
    de mentira, escopetas y mosquetes.

    Cruzaremos el puente levadizo
    que lleva al corazón de las locuras;
    el amor, epicentro de tu hechizo.
    A El regreso de Alfonsina le gusta esto.
  6. Los Versos del Delito

    No sueñes con los versos del delito
    ni confundas las penas con los lloros,
    si fueron los castigos indoloros
    bien puedes blasfemar un: <<¡Dios bendito!>>

    ¿Por qué reconocer a voz en grito
    que te van los tendidos de los toros
    y ser la voz cantante de los coros?
    Quedémonos mejor con el gran mito;

    con las piernas sinuosas y morenas,
    las formas de la misma Mata Hari,
    palabras tanto dulces como obscenas.

    Tu lengua cariñosa y viperina
    me mata con un beso, dices: <<Cari>>
    y llamo religión a tu doctrina.

  7. La Boda

    Yo quería soñar que no soñaba,
    tú querías vestirte de princesa,
    tras la cena brindamos con el cava,
    ya me fijé en tu amiga de turquesa.

    Me preguntaba inquieto si desgrava
    repartir tantas viandas en la mesa
    sin saber que lo ingrato es que se acaba
    cenando cada noche Ligeresa.

    No es posible, a mi edad, reinar en Saba,
    mantengamos, amor, nuestra promesa,
    firmada en el contrato que nos clava

    ahora a compartir la misma empresa,
    cuando es nuestro sarcasmo mala baba,
    y le pides al Kinder la sorpresa.
    A ti y a El regreso de Alfonsina les gusta esto.
  8. ¿La Pérdida?
    Revisión del clásico cuento de la Cenicienta.


    Cenicienta se fue tras dar las doce,
    la multitud cubrió su rauda huida
    después de declarar misión cumplida:
    enamorar a quien la desconoce.
    Valió con un casual y leve roce,
    un encuentro fortuito a la medida
    y el príncipe creyó perder la vida
    por no ahondar en la pasión del goce.
    Mas, dejó, ¿sin querer?, una señal,
    sutil por imprevista y delicada,
    en forma de zapato de cristal.
    Encantos de mujer, es natural
    investigar la pista de la amada
    en un cuento insensato y ancestral.

  9. Hay Curvas


    Hay curvas camufladas como rectas
    que no advierten del riesgo que se toma
    si eliges direcciones incorrectas.
    Hay curvas que no frena el punto y coma.

    Hay curvas recurrentes tan perfectas
    que mueres por plagiar su cromosoma.
    Hay curvas tan precisas y directas
    que son título y firma del diploma.

    Hay curvas de autopistas sin señales
    que avisen del peligro en los arcenes.
    Hay curvas de sonrisas con vaivenes.

    Hay curvas de siluetas en postales.
    Hay curvas de guitarra en los andenes
    capaces de parar todos los trenes.
    A ti, El regreso de Alfonsina y Jazmin blanco les gusta esto.
  10. Acto 1. Cuartetos, Gilgamesh y Endiku se enfrentan e inician su amistad.

    (Endiku muere)
    Acto 2. Tercetos, Monólogo de Gilgamesh.

    — ¿Cuál es la diferencia, Gilgamesh,
    entre humanos y Dioses? — La muerte,
    el inframundo, el mal en los dos, pues
    un Dios resistirá para dolerte —.

    —Vana gloria me das, te burlas, ves
    que no sirve respeto sin vencerte—.
    — La agonía vendrá, será después
    con la inmortalidad como mi suerte—.

    — Tanta lucha en el borde, sin morir,
    no probé suficiente mi deidad,
    no quieren enseñarme como se
    esquiva del ocaso el porvenir.
    Sólo queda entregarme a la verdad:
    Yace Endiku y, con él, yo yaceré—.
  11. Escuché discutir del Santo Grial
    a la erudita profe, historiadora,
    que con burdas pamplinas, es ahora,
    entre la corruptela, concejal.

    Siguiendo a su partido, ley local,
    el amor a Castilla ya no ignora,
    como la exploradora Dora dora
    a sus compis la píldora en el dial.

    Cuando el jefe desprecia ser la cuna
    del parlamentarismo se porfía
    del cáliz con engaños que ninguna
    Señora de Zamora creería.
    Porque, seguramente a Doña Urraca
    por temor le ofrecieran una caca.
    Te gusta esto.

  12. Vendaval


    Se anuncian vendavales en la tele,
    ciento veinte kilómetros por hora
    ocasionan que el pueblo sobrevuele
    a merced de los hijos de la aurora.

    Imposible que nadie se rebele
    a la furia del viento que devora
    los campos y cosechas. ¡Cuánto duele
    advertir que el esfuerzo se evapora!

    En las mismas paredes del granero
    donde nos guarecemos rememoro
    cuando éramos felices, dos chiquillos.

    La tormenta no arrecia en el otero
    y tiemblo al comprender cuanto te adoro
    al recostarnos sobre viejos trillos.

    A ti y a Bernardo de Valbuena les gusta esto.
  13. Fin de un amor platónico.

    Si ya no me regalas tu sonrisa
    en el casual encuentro de las nueve,
    que era todo a pesar de ser tan breve
    y avivaba mañanas con su brisa,

    si ahora te declaras insumisa
    al furtivo descaro que se atreve
    a reír en tus ojos mientras bebe
    un café en nuestro bar a toda prisa,

    si al cruzar el umbral de aquella puerta
    no me disparas besos en cascada,
    con valor, saludando mi llegada,

    y no logro saber a ciencia cierta
    porque no me sostienes la mirada
    es posible que estés enamorada.