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  1. Mirando de reojo al mes de enero
    se vislumbra febrero oscuro y breve,
    llega tímido marzo, apenas llueve,
    y la lluvia en abril es aguacero.


    El azahar de mayo es lisonjero
    para llegar a junio en flor de nieve,
    mientras julio y agosto el cielo abreve
    fruto dará en septiembre el limonero.


    Al llegar el otoño octubre sueña
    en ver el blanco y negro en la cigüeña
    que en noviembre a la torre se encarama.


    Diciembre con la nieve en mi tejado
    calcina el calendario deshojado
    y otro año nuevo mi pared desgrana.
    A Anamer y malco les gusta esto.
  2. Colgado en el umbral de algún cortijo
    sudando, en los veranos asegura
    del agua que atesora la frescura,
    en su humildad el barro del botijo.

    Su nombre puede ser un acertijo
    viajando de Aragón a Extremadura
    según la voz del pueblo y su cultura:
    pipote, búcaro, pichín, botijo.

    La física y sus cálculos, precisa,
    resuelve la ecuación con que la brisa
    lo accionará, sin térmico animismo.

    Y allí donde se pierde la memoria
    no cuentan los anales de la historia
    ni un fallo en tan perfecto mecanismo.
    A Anamer y Alonso Vicent les gusta esto.
  3. El haza

    Madruga el labrador y, cada día
    navega por un mar de cereales;
    los trigos que iluminan los bancales
    le ofrecerán el pan de cada día.

    Echando la mirada en lejanía
    observa la verdad de los trigales
    y sabe que el valor de los jornales
    es grande como escasa es su cuantía.

    La vida del labriego, siempre austera,
    es ir de primavera a primavera,
    sembrando tras el surco del arado.

    Él piensa en el silencio de aquel haza
    mirando al sol que al fondo ha declinado
    y al punto pasa el dueño con la caza.
    A Anamer le gusta esto.
  4. En las cosas que sigo recordando
    flota la intensidad de lo vivido,
    se quedan las historias naufragando
    en la frágil memoria del olvido.

    Mis sueños se olvidaron ¿dónde, cuando?
    tiempo atrás ya se fueron, desde el nido
    hasta el azul del cielo, y tan callando
    que en la nube de un sueño se han dormido.

    Son mis recuerdos leves mariposas,
    algodones que flotan en mi mente,
    rescoldos de una hoguera en su ceniza;

    por eso no recuerdo aquellas cosas
    que apagada su luz en mi inconsciente
    esta vieja memoria cicatriza.
    A Anamer le gusta esto.
  5. Las cosas que ahora sigues recordando
    flotan sobre las aguas del olvido;
    igual que en una nube lo vivido,
    la vida en algodón se va llevando.

    Se apaga la memoria tan callando
    que deja algún recuerdo dolorido,
    apagado en su luz; y malherido
    es un fanal de sombras titilando.

    La vida es como un río, y zigzaguea
    buscando el mar lejano como quiera
    ansioso por sus aguas generosas.

    Y descansa después en la marea
    que muere en el recuerdo de las cosas
    que olvidadas ayer ya son quimera.
    A Anamer le gusta esto.
  6. Las cosas que ahora sigues recordando
    flotan sobre las aguas del olvido;
    igual que en una nube lo vivido,
    la vida en algodón se va llevando.

    Se apaga la memoria tan callando
    que deja algún recuerdo dolorido,
    apagado en su luz; y malherido
    es un fanal de sombras titilando.

    La vida es como un río, y zigzaguea
    buscando el mar lejano como quiera
    ansioso por sus aguas generosas.

    Y descansa después en la marea
    que muere en el recuerdo de las cosas
    que olvidadas ayer ya son quimera.
    A Anamer le gusta esto.
  7. Deje de socorrer a las mujeres,
    me dicen los galenos: pon cuidado,
    el virus es asunto desgraciado
    y puede complicar tus menesteres.

    ¡Qué tristeza! no ver amaneceres
    en las camas furtivas del pecado,
    espero que mañana, vacunado,
    pueda cumplir de facto mis deberes.

    Alabo yo a la ciencia que oportuna
    nos deja su legado generoso:
    vacunarme del virus con acierto.

    De nuevo en los albores de la luna
    yo saltaré balcones bien gozoso.
    Si el marido no está, las llevo al huerto.
    A Anamer y Bernardo de Valbuena les gusta esto.
  8. Estaba en un momento delicado
    desnudo y sin tener la ropa mía,
    cuando Eva señaló que por mi lado
    un armario ropero allí tenía.

    Lo cierto es que escondido yo veía
    el rostro de un señor engominado,
    buscaba a su señora y le decía:
    ¡cariño! la cartera me he olvidado.

    La bella, señaló en su voz atenta:
    en el galán de noche le comenta
    y en el traje de ayer la vi guardada.

    El cornudo agrandó su cornamenta,
    y la mujer se puso muy contenta,
    regresando ella y yo a la jugada.
  9. Estaba en un momento delicado
    desnudo y sin tener la ropa mía,
    cuando Eva señaló que por mi lado
    un armario ropero allí tenía.

    Lo cierto es que escondido yo veía
    el rostro de un señor engominado,
    buscaba a su señora y le decía:
    ¡cariño! la cartera me he olvidado.

    La bella, señaló en su voz atenta:
    en el galán de noche le comenta
    y en el traje de ayer la vi guardada.

    El cornudo agrandó su cornamenta,
    y la mujer se puso muy contenta,
    regresando ella y yo a la jugada.
  10. Estaba en un momento delicado
    desnudo y sin tener la ropa mía,
    cuando Eva señaló que por mi lado
    un armario ropero allí tenía.

    Lo cierto es que escondido yo veía
    el rostro de un señor engominado,
    buscaba a su señora y le decía:
    ¡cariño! la cartera me he olvidado.

    La bella, señaló en su voz atenta:
    en el galán de noche le comenta
    y en el traje de ayer la vi guardada.

    El cornudo agrandó su cornamenta,
    y la mujer se puso muy contenta,
    regresando ella y yo a la jugada.
  11. Ligera plenitud,
    como el halcón que cierne su grandeza
    sobre las altas cimas.
    Soledad indolente,
    donde aguarda el rumor de la nostalgia
    sobre un sueño perdido.
    Y ese aire tan liviano
    que se ofrece desnudo y tan sombrío,
    helado y doloroso,
    es un puñal clavado en mi costado.
    Imágenes perdidas en mi mente
    esperando tu vuelta.
  12. En un espacio frío
    donde el silencio es un dolor de nieve,
    se escarcha un corazón que está abatido
    como el árbol que muere.
    Helado en la ternura,
    entre mi bloc vacío
    y este poema breve
    es la palabra muda
    que en soledad habita.
    Congelan sus latidos
    carámbanos del alma
    sobre el fuego apagado
    en un espacio frío.
  13. En un espacio frío
    donde el silencio es un dolor de nieve,
    se escarcha un corazón que está abatido
    como el árbol que muere.
    Helado en la ternura,
    entre mi bloc vacío
    y este poema breve
    es la palabra muda
    que en soledad habita.
    Congelan sus latidos
    carámbanos del alma
    sobre el fuego apagado
    en un espacio frío.
  14. Nieva sobre las altas cumbres hoy,
    se avecina una noche dura y fría,
    entre copos, el sol apaga el día
    y camino sin ver adónde voy.
    Ulula un cárabo con voz oscura,
    y esa amargura
    de su alarido,
    es un gemido
    que me conmueve.
    Ahora llueve,
    y bajo el cielo está la luna nueva
    que alegra al peregrino... ¡Ya no nieva!
  15. De un olmo, en su corteza carcomida,
    donde la sombra duerme junto al Duero,
    retoñará una rama verdecida
    por el sol taciturno de febrero.

    Del alba, su frescura amanecida
    que brilla esperanzada, es el lucero,
    donde Leonor descansa adormecida
    por el aroma en flor de un limonero.

    Unos murmullos tristes de la gloria
    van flotando en revuelos por Sevilla
    con alma de un poeta enamorado,

    son la lejana voz de la memoria,
    que recuerda a los campos de Castilla
    recitando los versos de Machado.