Despacio, y caminando por la umbría, donde la sombra ampara su flaqueza, un hombre por las calles de Baeza va en silencio al umbral del mediodía. Ni siquiera la luz de Andalucía se llevará la niebla en su cabeza, habla en alto, ya que a dudar empieza lo que espera decirle a Dios un día. Entre olivos y soledad se labra en el mejor sentido la palabra que le dice lo que es un hombre bueno. Y sus ojos sin patria por la guerra se los dio a la memoria de la tierra en un libro de amor y versos lleno.
Al olmo en su corteza carcomida le llevaré un esqueje tempranero, que restañe la brecha de su herida esta mañana azul del mes de enero. Cantarán los poetas su hermoso cancionero, y en su concha de cárdenos violetas bajo el mar soplarán las caracolas. Aladas amapolas mecerán a los trigos de Castilla con el rumor del Duero; y allí, en la otra orilla, un corazón de niño solo espera volar de nuevo al patio de Sevilla y Leonor con él en primavera.
Saben tanto de tierra las hormigas que al horadar un agujero en ella, en el oscuro túnel de una mella almacenan el grano y las espigas. De niño contemplaba las fatigas de aquel enjambre negro por su huella, lentamente ninguna se atropella cuando arrastran el peso de unas migas. Trabajando, el insecto diminuto consigue con su esfuerzo el regio fruto que del cielo les llega cada día. Y al llegar el invierno con el frío, de aquella hilera, que antes era río, solo queda la vieja galería.
Buscando en el mar caracolas que tengan un nácar dorado, percibo su claro rumor, en la voz de sirenas ardientes, cadencias y voces, estruendo de trompas, y un grito apagado también, de tritones celosos que guardan el mar con tridentes. Me llega, de lejos, la brisa que anuncia tormentas de espanto en broncas tragedias que en locos tumultos los cielos derraman, y yo, naufragando, me pierdo en las olas del fondo. Entretanto profundos altares marinos de dioses a Tetis aclaman. Cabalga en corceles de espuma, la ninfa, queriendo volar desnuda y salvaje, llevando en su imagen la estela del mar.
La savia en su raigambre agradecida va encendiendo las hojas gota a gota con la verde esperanza y nueva vida y así alcanzar, el tallo donde brota. Su llanto es una lágrima vertida; la fuente generosa que borbota sobre un suelo de tierra, que dormida, despierta con el árbol su derrota. Al rasgar su corteza verde y dura el corazón del tronco allí supura ese milagro de la savia nueva, y en el tiempo, su sombra en la colina, será la buena sombra de una encina que guarde al caminante cuando llueva.
Así eres tú, mezquina en tu hermosura, una serpiente de ondulante plata, con un veneno que, si no me mata, me conduce camino a la locura. Rodearé tu inicua curvatura, que esconde al áspid la maldad ingrata, de un cascabel por ver si te delata, peligrosa, tu presta mordedura. Aunque siga perdido en el dislate alerta estoy temiendo me arrebate tu sibilino verbo que requiebras. Que de tu boca abierta y desabrida tengo ya el escarmiento de la herida, señora vil de todas las culebras.
Los recuerdos de infancia es curioso que lleguen de viejo apagando los ojos, el alma, la frente y la vida; en la faz de mi rostro penetra su huella marchita y su sombra persigue a la mía llorando por dentro. Si pudiera encontrar la niñez y mi risa de nuevo en los gestos maduros de un hombre, que lucha y vacila, me pondría a pensar en los sueños perdidos que un día se escaparon volando en las grises neblinas del tiempo. Me despierto y añoro las cosas vividas contigo y aparecen despacio los tiempos que fueron mejores en veranos de azules paisajes llevando tu nombre, y al llegar silencioso mi otoño en su pálido brillo la memoria apagada se queda en la umbría del bosque esperando el poema que deje encendida la noche.
Es mi madre Granada, y la tierra andaluza mi pena en lugares que añoro en la ausencia agrandando una herida: el Cortijo del Cura, La Cortes de Baza y Galera, o la cuevas que en Huéscar blanquean de auroras la villa. Almegíjar, Bubión, Capileira, Jubiles y Ugíjar, Alpujarra bendita que bebes del aire la sierra, acunada en el cielo pareces la diosa dormida por arrullos de nanas y nieve en la hermosa floresta. Se divisa el Veleta que viste su luz plateada y recuerdo los versos de Lorca cantando a Granada.
He subido un momento a la buhardilla a leer el concurso de Machado, resulta que el morapio de Jumilla* es el vino en la copa que ha ganado. Le pregunto a los miembros del jurado por Adán, y también por su costilla que seguro los votos le ha dejado. Se hizo un sayo la capa de Sevilla.** "Pa" que el sol te despierte en Antequera *** recomiendo el mejor, el de Ribera, que al final su sabor te sabe a beso. Y para disfrutar el alboroto el soneto que tiene mucho voto en el complicadísimo proceso. No me las dan con queso, el gato se escapó por la gatera y el ratón se ha metido en la fresquera. * Jumilla, región de España, situada al norte de la Región de Murcia, hasta hace poco tiempo producía unos vinos muy duros, ásperos y fuertes, en los últimos años mejoró su calidad pero nunca al nivel de los vinos de Rioja y muy lejos de los extraordinarios Ribera del Duero. **Muy sencillo: hacer de tu capa un sayo significa “obrar alguien según su propio albedrío y con libertad en cosas o asuntos que a él sólo pertenecen o atañen” *** Salga el sol por Antequera es un dicho que se utiliza para expresar incertidumbre ante el resultado de alguna acción, pero determinación para llevarla a cabo a pesar de ello.
Del último papel en su libreta, brotan versos que guarda en el abrigo ---Estos días azules---, que bendigo --- y este sol de la infancia---, es mi cometa. No ha teñido su sangre la cuneta como en Víznar la sangre del amigo, fue esa pena que siempre va consigo la que hirió el corazón con su saeta. Mirando al otro mar, el mar de España, navega por los sueños que barrunta absorto en el azul de aquella orilla; su madre que en silencio lo acompaña, en sus ojos se pierde y le pregunta: Antonio, ¿ya llegamos a Sevilla?