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  1. ¿Qué pasa con los hombres? siento que algunos (por no decir todos, porque no me imagino a mi papá que siempre fue una blanca paloma) creen que nosotras pensamos con los genitales, igual que ellos.

    Tampoco soy monja ni mojigata, pero por favor, que alguien le diga a los hombres que nosotras no buscamos a alguien que nos haga ver estúpidas, mínimo deberían de hacer el esfuerzo de ganarse el primer beso y no quedarse mirando como si el zacate fuera a hacer interesante el rato.

    He escuchado de mis amigos decir "si yo fuera mujer sería putísima ", por eso mismo son hombres, su cerebro no está cargado con el mismo voltaje de inteligencia que el de nosotras. Nosotras somos de Venus, los hombres han de ser de algún basurero público, no me cabe que seamos ni siquiera del mismo universo.

    Aún así hay mujeres que se complican, a un hombre no se lo gana una con comida, ellos piensan en dos cosas: el fútbol y el sexo. Así que si no eres de las que apoya y va al estadio o a la plaza del pueblo, procura ser una diosa del sexo, así evitarás visitas de terceras.

    Deberías considerar varias reglas: ningún hombre vale dos horas de maquillaje (incluyase peinado, baño, vestirse y maquillarse), por más linda y pecaminosa que te veas, tu amiga siempre estará en sus sueños, los hombres no se fijan en tus zapatos, podrías ir descalza que no lo notarán, nunca le preguntes a un hombre si tardaste mucho en arreglarte, jamás te dirán que sí, eso lo hablan con sus amigos. Los hombres también mienten sobre su edad, la menopausia en los hombres comienza a los treinta, hazles creer que son excelentes en la cama y tendrás en ellos a un perrito fiel.

    Cuando quieras saber si tu hombre te es infiel, no lo agobies con cuestionarios, si quieres haz una pregunta sencilla sobre esa amiga de la que sospechas, deja que caigan solos, son tan inocentes que terminarán echándose al agua sin ayuda.

    A tus órdenes quedo por cualquier duda. Nos vemos.
  2. Lo había perdido, me lo acababa de gritar en la cara, lo que yo no tenía presente eran los antecedentes, sus antecedentes, tampoco me los dijo él, los descubrí luego, sin querer, como por lo general se entera una de muchas cosas.

    La noche en que Ignacio se dio cuenta que yo le era infiel, se puso eufórico, comenzó a llorar sentado en el sillón de la sala, echándome en cara los ocho años que llevábamos de matrimonio, felices al inicio, mientras se mantiene activa esa chispa que se trae desde el noviazgo, pero que poco a poco tiende a irse apagando, aunque la gente insista en decir que el amor se mantiene como el primer día, aunque insistan en publicar en redes sociales que su pareja es perfecta, parece increíble la necesidad humana por llamar la atención y aún peor, la necesidad de aparentar ante los demás que tienen una pareja perfecta, me encantaría preguntarles en la intimidad de su hogar, la cantidad de veces que se han escupido la verdad en sus caras y al par de minutos publican esas fotos solamente para creerse ellos mismos que son felices.

    Le ofrecí un vaso con agua, pero en vez de eso, salió por la puerta, reventándola al cerrarla, después de recordarme dos veces a mi madre y escuchar por su propio gusto, los motivos que me habían llevado a serle infiel. Le dije lo que quise decirle y no lo que Ignacio quería escuchar. Era su culpa, él me había llevado a serle infiel, con su comportamiento, sus desatenciones, su manera de demostrar que había cosas que eran prioritarias en su vida y que yo era la eterna medalla de plata, relegada a segundos lugares.

    - Resulta que entonces es mi culpa, yo soy culpable de que usted se haya ido a acostar con otro.

    Por supuesto que era su culpa.

    - ¿Y se lo hicieron bien?, no, mejor no me diga, lo que espero es que no lo haya puesto a dormir en el lado mío de la cama.
    - Ve, se da cuenta – le dije de manera altanera- en vez de ver cómo me recupera.
    - ¿Cómo la recupero?... la dignidad no viene en empaque.

    Yo llevaba cuatro meses de ser la amante de Saúl, nos conocíamos desde hacía mucho tiempo, éramos del mismo barrio, yo incluso era amiga de su mujer, no las mejores amigas del mundo, pero amigas, al fin y al cabo. La primera vez que nos besamos no supe si estaba haciendo bien o mal, era algo fortuito, vino a dejarme algunas cosas y de pronto me había besado, lo peor, yo se lo había devuelto de buena manera y entonces me di cuenta, lo de Ignacio era costumbre, esa maldita costumbre que acaba las cosas que parecían buenas. No veníamos bien desde hace meses, no me tocaba como antes y yo ya empezaba a sentirme en algún punto, bien con eso. Entonces apareció Saúl, de mi misma edad, tampoco con una relación buena, si lo iba a saber yo, Elena me contaba las cosas por las que pasaban, aunque ella trataba de endulzarlas tanto como le era posible.

    Por instinto le puse la mano en el pecho y lo hice a un lado, pensaba en muchas cosas, situaciones mías, antes y ahora, la necesidad de sentirme deseada, apetecible, apenas acababa de cumplir veintiocho, estoy en mi mejor edad y entonces cuando la lógica trataba de competir para quedarse como dueña absoluta de mi voluntad, volvió a besarme, a morderme los labios suavemente, a tomarme por la cintura y aunque al inicio hice ademanes para zafarme, eran solo trucos para tratar de hacerme la difícil, en el fondo no eran ciertos, yo misma le di ayuda para que sus brazos me rodearan, no hice el mínimo esfuerzo por acordarme de Elena o de Ignacio, dejé que me besara, que me mordiera, que pasara su lengua por mi cuello, pero ese día no pude darle la cama, no estaba en mis sentidos.

    Cuando Ignacio volvió del trabajo, la cena estaba lista y su mujer dispuesta para todo. Y todo, incluía que, a la siguiente visita de Saúl, iba a llevarlo a la cama y contrario a lo que le dije a Ignacio, lo había acomodado en su lado de la cama, aunque la anduvimos completa, sin dejar un pliegue bien puesto, me anduvo a mí, a su gusto, con mis manos como su guía, para que supiera los lugares donde podía explorarme con total libertad.

    Acababa de tener lo que no tenía con mi esposo, pasión, me sentía culpable, un poco solamente, el resto de mi conciencia estaba tranquila, lo que acababa de pasar era por mi salud emocional, por liberación, por dejar de lado ese misterio en el que me había envuelto la vida que llevaba a lastras. Este era mi premio de la lotería, saberme deseada.

    Cuando Saúl volvió a casa, yo estaba en la sala, en el mismo sillón donde antes había llorado él, con la pierna cruzada, esperando lo que pudiera decirme.

    - Mañana recojo mis cosas.
    - ¿Así? Solo recoges las cosas y te vas.

    Yo lo quería culpable, yo había hecho las cosas porque en mi humilde opinión yo había sido inducida por él.

    - Ya tuvo tiempo para hablar y reprocharme las cosas – estaba asustado, yo lo intuía- pero las cosas pueden cambiar.
    - No sabía que teníamos la manera de reiniciarnos.
    - La hay, pero por lo visto a usted no le interesa.

    La siguiente hora estuve escuchando sobre las ocasiones en las que estuvo luchando por nuestra relación, muchas de las cuales las estaba escuchando yo por primera vez en mi vida. Estuvimos reprochándonos continuamente y sin mediar descanso, todo durante una hora, según lo que cronometraba el reloj con forma de frutas que colgaba en la pared del comedor.

    La mañana siguiente fue en serio, comenzó a tomar sus cosas y a meterlas en bolsas de basura, su ropa, sus colonias, zapatos… yo estuve recostada en pijama sobre la pared del pasillo, con rabia, con la rabia de verlo irse sin ni siquiera pensar en si lo nuestro tenía o no una solución. Me fui tranquila a la puerta, a verlo meter las cosas en el carro, me quitaba del camino para que pudiera meterlas con más calma.

    - Así termina todo, entonces.

    No me respondió.

    - Solo me queda una duda – se detuvo con la última bolsa en la mano y soltó una carcajada en seco – esto es porque me acosté con Saúl, pero si no lo hubieras sabido, ¿seguiríamos fingiendo que la relación era buena?.

    Se metió al carro y le dio marcha en reversa. Sin comentar una palabra. Una maldita palabra que era lo que yo ocupaba para saber si teníamos o no solución.

    Con Saúl estuve de amante todavía un mes más, haciéndolo casi todos los días en mi cama, en la que había sido cama matrimonial. Me detuve treinta y dos días después de la partida de Ignacio. El día que me detuve me dieron una noticia que me hizo reflexionar.

    - ¿Embarazada?
    - Sí – me lo decía Elena con una cara de emoción – tengo siete semanas de embarazo.
    - Y Saúl estará muy emocionado me imagino, es su primer hijo.
    - Saúl está contentísimo, desde hace quince días que supimos.
    - Hace quince días, me parece bien.

    Cuando me fue a visitar en la tarde, lo hice echado de mi casa, no concebía la idea de hacerle eso a una mujer embarazada. Eso fue martes, el jueves me tenían la segunda dosis de realidad en una semana, esa me la dio Jimena, una amiga a la que veía muy poco. Ese día me la encontré en el mercado comprando las verduras, fuimos por un refresco de cas y cuando me lo había terminado casi todo, soltó la bomba, con un poco de tos al inicio.

    - La gente rumora, pero era obvio que terminaras con Ignacio en el momento en que lo supieras, yo me había enterado hacía un año, pero en este tiempo creí que te habías enterado y que simplemente tratabas de recuperar la relación.

    Yo me detuve en ese momento y le di el último sorbo al refresco.

    - ¡Dios mío!… no lo sabías, ¿verdad?
    - ¿Con quién?
    - Con Andrea, cuando Ignacio se fue de la casa, llevaban más de un año de estar de amantes, por eso se fue a vivir con ella.

    “Que tal, que tal, que tal, se siente corazón ahora sí te pegaron, es cara, cara, cara la traición y al fin te la cobraron” cantaba Vicente Fernández en la radio de una soda detrás mío. FIN
  3. Ese día no tenía el mismo brillo que el resto. Lo normal habría sido estallar de rabia y recordarle a su madre sin medir las palabras. Lo normal habría sido tomar alguna de las ollas viejas y tirarlas al piso mientras me aferraba al llanto. Lo normal habría sido eso...

    Sin embargo, cuando aquella noche sentados a la mesa luego de cenar una crema de vegetales y algo de carne me dijo que ya no me amaba, no sucedió lo normal. Eduardo y yo cumplimos ese día veinticinco años de matrimonio, una vida juntos, tres hijos, donde la menor ya contaba los dieciocho, yo contaba cuarenta y cuatro años y él tenía cuarenta y ocho vueltas al ruedo. Solamente Lucía vivía aún con nosotros, apenas iniciaba la universidad, habían pasado ya cerca de diez meses desde la última vez que tuvimos sexo digno de recordar, esa noche cenamos solos.

    - No podemos seguir así Ofelia, la verdad no te hace bien a ti y tampoco a mí.
    - ¿Me regalas esta confesión en vez del maquillaje de siempre?
    - A mí tampoco me resulta sencillo, créeme, menos en esta fecha, pero pienso que una mujer como tú aprecia la sinceridad.

    ¿Una mujer como yo? ¿acaso tengo tres tetas o menstruo por las orejas?... de verdad que cuando Dios hizo a Adán no se le cruzó por la cabeza lo idiota que podían llegar a ser los hombres. Seguramente esperaba algún arrebato mío, me levanté de la mesa y fui a sentarme al sillón mientras encendía el televisor con el control remoto, serena, inamovible, con los labios como tumbas.

    - Mira Ofelia, si quieres gritar, grita. Lo cierto del caso es que hace meses nos venimos jodiendo los dos, venimos mal y esto no es de ir donde un loquero a que nos diga que debemos arreglarnos.

    Seguí callada...

    - Eres una mujer estupenda y no quisiera que terminemos mal, por nosotros, por los chicos.
    - No sé si te das cuenta Eduardo, Joel tiene dos años de casado, Evelyn ya hace planes y Lucy ya inició la universidad. No tenemos chicos. Ya son grandes. Somos sólo nosotros dos.

    Todavía trató de hacer parecer aquello más dramático y sin yo decir nada comenzó a llorar como para dejar en claro que algo le dolía aquello. Volví a levantarme, esta vez caminé a la cocina, serví dos vasos con agua fría y le alcancé uno.

    Tomó el primer sorbo mientras nos mirábamos, él sollozando, yo como una piedra a la que la tormenta no podía tocar ni mojar.

    - ¿Es bonita? - le dije bastante calmada.
    - ¿Cómo?
    - La fulana con la que te acuestas. ¿Es bonita?.

    Su cara cambió de rosa a color blanco muerto, casi cadavérico, parecía que estaba por darle un ataque al corazón.

    - Imagino que está muy bonita, que te trata bien, que es una fiera en la cama y que ha de ser joven.

    Definitivamente estaba por darle el colapso, calculo que en ese instante sudó lo equivalente a cuatro kilos de remordimiento, si es que lo sentía. Ahora el que quedaba mudo era él.

    "Ring" "Ring", comenzó a sonar el timbre de la puerta, Eduardo ya casi en shock se levantó, abrió la puerta y miró frente a él a un joven apuesto, de aproximadamente treinta y cinco años, alto, moreno.

    - Permíteme que te lo presente, Eduardo - le dije levantándome del sillón y acercándome a la puerta- él es Antonio, llevamos dos años de estar juntos, como amantes, teniendo el mejor sexo de mi vida, hace un mes me pidió que me vaya a vivir con él y como verás he aceptado. Los chicos tienen mi nueva dirección, digo, por si ocupas algo, no pongas esa cara, el amor es un maldito embustero. Cuídate.

    Quedó mudo, sujeto a la puerta. ¡Hombres!

    FIN
  4. Me alegra que me encontraras, llevabas años buscándome pero supe escapar como un zorro viejo. Las fugas llegaron a su fin y realmente agradezco que me dieras tanto tiempo, sé que pudiste visitarme antes y no sé el motivo que te detuvo.

    Yo te esperaba en mis días más solitarios, cuando los minutos transitaban más lento y el día parecía un largo verano, te esperé ahí, pero al cabo de un tiempo comprendí que no tenías intención de visitarme y yo soy tan cobarde que aunque quise buscarte, nunca me atreví a tomar el vuelo.

    Siento que debimos tomarnos antes un café, para poder cerrar ciclos, definir algunas cosas y ponderar los pros y contras de esta visita inesperada. No quiero que me describas el sitio al que voy, prefiero descubrirlo yo mismo, siendo como es, un viaje sin retorno, quiero tener la frescura del asombro a flor de piel y recorrer sus rincones más remotos. Y es que siento que aunque me lo describieras, habrían detalles que se pueden escapar a tu ojo clínico.

    Vieras que no, es cierto eso que dices, pero también debo aceptar que esta vida tuvo cosas lindas, momentos que no sé si los recordaré en tres minutos, pero los recuerdo ahora y me parecen tan recientes que los siento vivos. Reconozco que te imaginaba con una guadaña y la túnica negra con que te pintan, pero ese vestido se te ve hermoso, claro, el negro es mi color favorito y debo confesar que te luce el maquillaje.

    Tomando en cuenta que a diferencia de lo que piensan los idiotas que viven para acumular dinero, no puedo llevar equipaje, te agradecería que me dejaras dar una última mirada, no espero visitas, pero quiero observar otra vez las cosas por las que lloré, las que me dieron rabia, las que me golpearon, las personas que creyeron que me vencieron, a los que me quisieron ver en la miseria, las situaciones por las que tuve migraña, quiero ver todo eso de frente y decirles que gané yo, hoy veo todo eso sin miedo, gané yo y no morí por darle gusto a ellos, morí porque soy mortal, eso es un premio para mí y la derrota para ellos. Siento sueño y paz, puedes cerrar mis ojos, me voy con una sonrisa.
  5. - Y a tu esposa ¿qué le dijiste?.
    - Nada. No hace falta, ando trabajando.
    - Ah vaya. Y ¿dónde dices que vamos?.
    - Alquilé una cabaña en la montaña, es bonita y podemos pasar el día tranquilos.
    - Ok. Bueno, trataré de ayudarte a pasar un buen cumpleaños.

    Al inicio pensé que sería cuestión de algunos besos y un poco de diversión, pero luego de un año me he
    dado cuenta de que estoy enamorada y puedo ver que él también. Creo que el hecho de que ambos hemos pasado varias decepciones, nos ayuda a entendernos.

    Ya era justo que tuviéramos un tiempo para nosotros, sus obligaciones maritales, sus hijos y mi trabajo no ayudan a pasar todo el tiempo que quisiéramos. Yo sé que Gustavo ha tenido mucho estrés, tiene
    próximo el quince años de su hija, el trabajo es cansado, hace un esfuerzo por verme y yo trato de
    retribuirlo de la mejor manera que pueda. Tengo la fe (sí, esa es la palabra), de poder vivir juntos y tener
    nuestro propio nidito de amor. La edad tampoco es un tema tabú entre nosotros, los ocho años que me
    lleva no me incomodan, me gustan mayores (como la canción).

    Admito que el lugar no es justo lo que pensé, eso sí, estamos lejos de todo y de todos, ni siquiera mi
    teléfono logra agarrar señal, lo cual es perfecto, podemos estar seguros de que aquí nadie nos molestará. Viéndolo desde acá, sí está guapo, no será nunca galán de Hollywood pero sí está guapo, aunque mi madre diga que he tenido mejores prospectos y tampoco es que ella hable mucho de él, ni a ella ni a mi padre les parece bien que ande con un hombre casado, pero ¿quién domina al amor?.

    "Amalia" me dice mi papá "usted no está para eso"... pero él no entiende, la primera vez que Gustavo me besó sentí las mariposas, esa chispa brillante, a mí me encanta cuando me dice que soy suya, porque yo sé que él es mío, lo sé y lo compruebo cada vez que hacemos el amor, la esposa es sólo eso, la esposa, pero yo soy su amor.
    - ¿Te gusta?.
    - Sí, no es un hotel cinco estrellas, pero sí.
    - ¿Querías un hotel cinco estrellas?.
    - No, lo que quería es tenerte un día para mí, disfrutar juntos Gustavo, eso es lo que quiero.

    Adoro esa sonrisa, preámbulo de un beso que por suerte hemos venido practicando cada vez que nos
    vemos, siento donde empieza a acomodar sus manos en mi cadera y lo freno.

    - ¿Qué pasa?.
    - Nada, pero tengo una sorpresita en mi bolso, digo, si puedes esperar unos minutos.
    - Claro, puedo esperar.

    Otro beso y tomo el bolso, esto es lo que quiero regalarle para su cumpleaños, entro al baño y me miro
    al espejo, reviso el celular, no hay señal, eso es justo lo que ocupo y principalmente, lo que ocupa
    Gustavo. Acá traigo su regalito, un babydoll negro, su color favorito, este hombre va a disfrutar su
    cumpleaños como nunca. Tomaré un poco de tiempo, voy a ponerme bella, perfumarme, creo que un poco de maquillaje me vendría bien, hoy no soy sólo Amalia, hoy soy su porno star, su gata, su princesa, hoy soy lo que él necesite que yo sea, tenemos todo el día.

    Debo haber gastado ya como media hora, pero bueno, un hombre sabe que el minutero no corre igual para una mujer que para ellos, un poquito de labial y esta tigresa está lista para el amor. No sé qué se me ve mejor, si el babydoll o esta tanga.

    - ¿Gustavo?.... ¿Gustavo?- No se escucha nada, ¿será posible que este hombre se haya dormido?.

    Guardo todo en el bolso, no sería la primera vez que dejo hago olvidado. Abro la puerta, lo miro sentado, de espaldas a mí, totalmente vestido, con la cabeza baja.

    - ¿Gustavo?... – no me responde- ¿Gustavo?- me parece que lo escucho llorar con las manos cubriéndose la cara – ¿Gustavo?...- le pongo la mano en su hombro derecho.

    Pone su mano izquierda sobre la mía, sin dejar de llorar. Esto no parece lo que tengo planeado para
    festejar.

    - ¿Te pasa algo? – obvio que algo le pasa, pero no se me ocurrió ninguna mejor pregunta.
    - ¿Me amas?.
    - Por supuesto amor.
    - ¿Cuánto?.
    - Eh…. Todo lo que puedo. – Veo su mano derecha, tiene un puñal que aparentemente tiene bastante filo. – me estás asustando Gustavo, ¿que pasa?.
    - Ocupo salir.
    - Tranquilo – trato de apartar mi mano, pero la sujeta con fuerza.
    - Ocupo salir de todo Amalia, de mi matrimonio, de mis deudas, de todo.
    - Ok, si quieres que hablemos, por mí está bien. – no está bien, debería estar sentada en sus piernas,
    teniendo un buen beso y estando a punto de hacerle el amor como sólo yo se lo puedo hacer.
    - Quiero que estemos juntos por siempre, tu eres mía, no soportaría que tuvieras a otro hombre.
    - Y no lo tengo, pero agradecería que bajaras ese puñal, es en serio.

    Suelta mi brazo y se levanta, en este momento es que recuerdo que el celular no tiene señal, trato de buscar las llaves de la cabaña, mientras se gira para verme.

    - No están.
    - ¿Qué?.
    - Las llaves, las tiré por la ventana. Estamos solos amor, solos para quedarnos juntos en la eternidad.
    - ¡Maldición Gustavo, dame las malditas llaves de esta cabaña!.

    Da un par de pasos y se acerca, en tanto yo, trato de regresar al baño, ya estoy llorando y me limpio las
    mejillas.

    - Las llaves, dámelas Gustavo, las ocupo.

    - No las tengo. Pero tranquila, tú y yo vamos a estar juntos para siempre, ya no soporto la presión Amalia, mi esposa, el trabajo, no tengo dinero, tuve que pedir prestado para el quince años de mi hija y obviamente no tengo el dinero para pagar, hipotequé la casa y mi esposa no lo sabe….

    De espaldas logré llegar al mueble de cocina, que luego de inspeccionarlo lo mejor que puedo en estas circunstancias, no tiene cucharas, ni platos, ni cuchillos.
    - Amor, vamos a estar juntos.
    - Déjame salir. De verdad, déjame salir ahora.

    Lo tengo a la par mía, estoy llorando como una niña, este hijueputa me pasa el puñal con suavidad por el
    rostro, no tengo nada con qué defenderme.

    - Por favor, déjame, sí, solo déjame salir y listo.

    Pasa el puñal un poco más fuerte, de manera que al hacerlo, esta vez, me rasguña y empiezo a sentir un
    hilo de sangre mojarme la cara. Si algo he aprendido es que siempre hay algo que hacer y lo hago, le mando un rodillazo directo a sus genitales, lo que lo echa hacia atrás un poco, lo suficiente para correr a la puerta, ¡maldición!, de verdad está cerrada… me toma de la cabeza y me gira, estoy de espaldas a la puerta.

    - Bésame.
    - Cómo?.
    - Bésame, ocupo saber que me amas y que no amas a ningún otro hombre.

    No se qué hacer, ¡por Dios!… ¡espera!… algo brilla afuera de mi bolso… un lapicero…. ocupo llegar hasta
    ahí.

    - ¡Maldición Amalia, bésame!.

    Lo beso, lo beso y lo abrazo, comienzo a tratar de llevarlo hacia el centro de la sala, duda en retroceder,
    pero lo beso con tanta fuerza que empieza a ceder, sigue con el puñal en la mano, estamos cerca, a tres
    pasos, a dos pasos, se detiene, se aparta, me mira…

    Dejo caer el babydoll y lo vuelvo a besar, estamos a dos pasos, a uno… siento el bolso a la altura de mis
    piernas, trato de zafarme un poco, no me deja… “te conviene” le digo al oído, me suelta sólo un poco, me agacho, y comienzo a zafar su pantalón sin dejar de besarlo, con la otra mano ya pude tomar el lapicero, sigo besándolo, tiene el puñal a la altura de mi pecho…

    - ¡Maldita!.

    Le he clavado el lapicero justo en el cuello, no se cómo, suelta el puñal, cae hincado… me apresuro y lo
    tomo, ahora la que manda soy yo…

    - ¿Que piensas hacer?.
    - Salir de aquí.

    Se reincorpora a pocos, dando tumbos, es el momento… le clavo el puñal en su pecho, me mira, vuelvo a clavárselo dos veces mas, hasta que cae al suelo. No he parado de llorar, tendido en el suelo boca abajo está el amor de mi vida, suelto el puñal que cae al piso cubierto de sangre, estoy en shock, me acerco con miedo a Gustavo, levanto un poco su cabeza….

    Me agarra del tobillo y por intuición retrocedo, alcanzo a ver su mano temblorosa, se mueve por dos o tres segundos y cae rígida al piso. Está muerto. Tomo mi ropa, me visto, titubeo entre dejarlo ahí o llevarlo fuera, hago lo primero, con la mesita de la sala rompo la ventana, por donde finalmente logro salir…

    Dos meses después, me parece increíble, el carro me sirvió para llegar a la ciudad, tiré todo lo que pudiera hacerme culpable, aún sabiendo que excepto mis padres, nadie más sabía de lo nuestro. Mi mamá preguntó varias veces por él, pero siempre le dije lo mismo “terminamos”, el celular lo boté, no quería nada que me pudiera hacerlo recordar, no pienso enamorarme más, por lo menos por un tiempo, esta vida tal vez….

    Fin
  6. -Los hombres están hechos para soportar el dolor.
    - ¿De veras? - y me clavó por segunda vez el puñal en la mano izquierda - soporte esto.

    El teléfono sonó, había ingresado otro mensaje. Lo tomó con fuerza y lo reventó contra el piso.

    - Es otro mensajito de Danielita - y agitó sus manos con cierta gracia en el aire - ¿esa hijueputa no sabe que usted y yo estamos juntos?.

    Sacó un revólver y lo puso en mi frente. Julia no lo entendía, Daniela era mi esposa y tenía el derecho a escribirme.

    FIN
  7. Ya lo habíamos decidido, en realidad era yo la que lo había decidido, ya no soportaba vivir con ese hombre, no soportaba que me besara, me asqueaba que me tocara o que me mirara mientras estaba en la ducha, no quería que me hablara, ni que respirara a menos de dos planetas de distancia de mí.

    Pero no podía irme así porque así, el tipo no me daba motivos para dejarlo, simplemente era que yo ya no lo quería.

    Ya lo habíamos decidido, Naomi era la conejilla de indias. Acordamos que iba a seducir a Mauricio, iba a seducirlo hasta que él se acostara con ella, ese era mi motivo para dejarlo, iba a encontrarlo siéndome infiel.

    Naomi no tenía nada que perder, había terminado hace un par de semanas con su novio (el amor de su vida), me he preguntado muchas veces si de verdad ocupamos encontrar al amor de nuestras vidas, debería bastarnos con encontrar amor, y de paso, ser nosotros mismos nuestro amor de la vida.

    Poco me importa que Naomi quiera dormir con él, yo sólo quiero irme, a estas alturas de mi vida (aclaro que sólo tengo veintiocho), ocupo algo que no tengo con Mauricio, “libertad”, y es que no es por irme de fiesta o porque sea una mujer desordenada, nada que ver, simplemente me siento atrapada en una situación y lugar donde mi vida está estancada, como en el limbo.

    Exactamente llevamos tres meses Naomi y yo, desde que decidimos que lo haríamos, al inicio Mauricio no le prestó atención, supongo que algo siente por mí o sentía, ya no sé definirlo, le dije a ella que debía insistir, seamos realistas, ningún hombre cree en la fidelidad cuando una mujer de buen ver y simpática insiste en coquetearle. Si los hombres fueran fieles no existirían muchas cosas, la pornografía, por ejemplo.

    Pero bastó que yo me alejara un poco y el pez empezó a buscar el anzuelo, aún no se acuestan, ella se puso difícil, un poco, tampoco hay que darles toda la ventaja a los hombres, no queremos que se crean esa idiotez de que son el sexo fuerte.

    - ¿Qué color debería ponerme?.
    - A él le gusta la ropa interior roja, ¿tienes?.
    - Por supuesto chiquita – empieza a buscar entre sus gavetas hasta que encuentra un jueguito rojo con bordes negros – es un color elemental. Dime una cosa.
    - ¿Qué ocupas saber?.
    - ¿Aún estás segura de esto?.

    Ni siquiera pensé la respuesta.

    - Sí.
    - Y ¿dónde irás?.
    - Ya tengo la maleta hecha, algo ligero.
    - Me dirás ¿verdad?.
    - Por supuesto, ¿a qué hora quedaste con él?.
    - A las cuatro.
    - Perfecto, yo llego a casa como a las cinco, cancelé la reunión que tenía en la tarde, me dará chance de llegar a casa a esa hora.

    Dejé a Naomi, la ayudé en lo que pude, le expliqué lo que Mauricio hace y no hace en la cama, la chica va bien entrenada, el resto depende de ella. Tengo algunos papeleos pendientes en la oficina, no quiero irme y dejar pendientes, prefiero dejar todo ordenado y luego partir tranquila, las cosas son como son y no estoy en posición de cambiarlas, antes lo hubiera hecho, pero ya no, voy relajada, tranquila, lo que ha de ser y lo que planeo que sea…. que pase.

    - ¿Mauricio?.
    - Hola amor.
    - Cariño, se me olvidó decirte que tengo reunión y no creo que llegue antes de las siete a casa.
    - No te preocupes, linda, a mí también se me olvidó decirte que tengo un asunto que resolver, pero creo que llego antes que tú, cuando llegues podemos pedir comida, tranquila.
    - Gracias.

    Algunas cosas pudieron ser mejores, creo que en algún punto lo eran, pero hay tantas sensaciones que perdemos cuando pasa el tiempo, tantas cosas que nos llenan y de repente nos llevan a naufragio, a Mauricio no tengo nada que reclamarle, siempre fue un buen marido, siempre estuvo cuando lo necesité, pero hay cosas que ya no van.

    Dejé de amarlo el día que me di cuenta que no necesitaba a ningún hombre a mi lado para sentirme bien, había descubierto algo mejor, la cocaína. Nadie sabía de mi adicción, ni siquiera Naomi, a quien le contaba todas mis cosas, había caído en la adicción y lo reconozco, al principio creí que la controlaba, primero fue una dosis cada quince días, pronto fue a la semana, para cuando me di cuenta, había sustituido mi almuerzo por la droga, por eso me repugnaba Mauricio, a su lado no podía darme ese gusto, había sabido ocultárselo muy bien, pero después de un tiempo ya no era posible. Durante mi adolescencia nunca hice intento por probarla, vi a varios amigos usarla pero nunca me llamó la atención, la adicción me alcanzó hace un año, durante una reunión donde perdí un negocio importante, un compañero de trabajo llegó a consolarme, y entre una y otra nos besamos y terminé probándola, nunca me acosté con él, pero la droga se quedó conmigo, la ocupaba, por eso he decidido irme, no quiero involucrar a Mauricio en esto.

    4:34 pm.

    Dejé el carro a dos cuadras de la casa, así no haré ruido, es más precavido, más sigilosa, de todos modos sé la escena que me espera. Me agacho para entrar al corredor gateando como una bebé, alzo la vista por la ventana y al otro lado puedo ver la puerta del dormitorio abierta, me deslizo a gatas hasta allá. Voy relajada, no tengo prisa, las cortinas están corridas, ahora escucho a Naomi jadear una y otra vez, la veo por la ventana, está sentada encima de Mauricio, quien le succiona los pechos, la única parte del cuerpo de Naomi que aún está cubierta por ropa, salvo el sostén con borde negro, el resto de su cuerpo se encuentra desnudo sobre él. Abro mi bolso y saco un poco de la cocaína envuelta en papel aluminio, apreto mi nariz y la esnifo, luego volteo, los observo un par de minutos sin que me observen, miro a Naomi ponerse de cuatro mientras Mauricio la besa y continúan, es mi momento, a lo que vinimos. De gatas otra vez, hasta el corredor, luego de pie, hasta el carro. Abro la puerta y me siento, sé lo que tengo que hacer y lo hago, abro la gaveta y tomo el revólver que llevo en el carro desde hace un mes. Nadie sabe que la compré, ni siquiera la ley porque la adquirí con uno de los drogadictos del pueblo, el que se ubica frente al parqueo del edificio. Lo invité a tomar un café y ahí mismo lo negociamos, tuvimos sexo en un catre viejo y por un precio razonable me la vendió. Le pongo llave al carro, esnifo la última raya que me queda, otra vez en calma, cargo el revólver, me miro en el espejo del carro y yo misma me lanzo un beso, mi último beso, un beso con el revólver tocando mi sien derecha.... dos segundos antes de dispararme.

    FIN
  8. Hablan como si estuviera muerto, cierto es que tengo los ojos cerrados, pero aún escucho. Según el médico ya no voy a levantarme de esta cama. Le llaman estar en coma, pero yo prefiero llamarlo "descanso".

    Había perdido la cuenta del tiempo, ¿quién ocupa llevar la cuenta mientras duerme?. Le he oído a mi mujer hablar por teléfono, posiblemente con los chicos, llorar recostada a mi pecho, ella sí lleva la cuenta... tres semanas. Extraño tantas cosas que ya no voy a mirar otra vez, ni a sentir.

    A veces no reparamos en nada más que en nosotros mismos, grave error de lo novato que podemos ser cuando no pasamos de ser mortales, buscamos las semillas del sésamo sin darnos cuenta que la lámpara maravillosa que ocupamos son nuestros propios ojos que si alguna vez los supiéramos usar nos mostrarían grandes cosas que nos negamos por estar ciegos.

    - Perdón Mariano, perdón por las cosas que te dije.

    Pobre Iris, ha pasado los días hablando conmigo sin yo poder responderle.

    - Sabes, después de todos estos años no hacía falta que me dijeras nada, haber estado juntos ha sido un viaje maravilloso, perdón por llorar, les prometí a los chicos que iba a estar bien... ¿cómo quieres que esté bien contigo así?.

    Teníamos meses de no discutir, no fue su culpa, siempre he sido un hombre demasiado idiota como para darme cuenta la joya de mujer que tengo.

    - Señora...
    - Sí, doctor.
    - ¿Por qué no trata de descansar un momento?, fuera está su hija que dice que quiere reemplazarle.
    - No, doctor, dígale que estoy bien.
    - Señora, yo creo...
    - Gracias doctor, no ocupo que crea por mí.

    Sé que no voy a salir ni a despertarme, empiezo a sentir un frío que corre por mis pies y que intuyo como el mismo preámbulo de mi muerte, tiene la voz tan linda que sólo escucharla me da paz.

    - ... eso le dije yo, pero ya sabes cómo son las cosas, es un poco, no sé - y toma aire mientras continúa llorando- ¡maldición Mariano! no me dejes, esto no te lo voy a perdonar, aún ocupo decirte tantas cosas y pasar tantas tardes viendo como anochece...

    Tampoco es fácil para mí, resultó que ella era el amor de mi vida, esa parte del corazón que no la tenemos cuando nacemos, pero que es tan necesaria para levantarnos tantas veces.

    - ¡Mamá!...
    - Brenda, no despierta, ya le dije que esto no se lo voy a perdonar.
    - Mamá, ve a casa, yo me quedo a cuidarlo.
    - No, yo sé que él va a despertarse y yo ocupo estar aquí.
    - Mamá, el médico dice que no va a despertar, dice que...
    - ¡Cállate!... tiene que...

    Ella resultó ser la mujer de mi vida, mis ángeles y mis demonios empiezan a aparecer para concretarse a recibirme, vaya espectáculo que ni el mismo Dante imaginó...

    - Sólo ve a descansar.
    - No voy a irme Brenda.
    - ¡Mamá!...
    - No voy a irme Brenda.
    - Abrió los ojos...

    Está tan bella.

    -Te amo Iris..

    Mi lápida dice que esas fueron mis últimas palabras.

    FIN
  9. -Que Dios guarde su alma y lo reuna con sus ángeles celestiales. Amén.
    - Amén.

    Así inició el momento más terrible de mi vida. Estaba encerrado en un espacio tan pequeño que no me permitía ningún movimiento. Podía sentir como algo se humedecia cada vez que respiraba. Lo siguiente que escuché (debo aclarar que tenía los ojos abiertos, pero no distinguía nada en aquella terrible oscuridad) fue el sonido de unos ecos y el peso de algo que caía haciendo presión en el cuarto donde me encontraba.

    Lo último que recordaba era que estaba conduciendo mientras tomaba una cerveza y reía con unos amigos, luego todo lo que haya ocurrido se fue de mi mente.

    Creo estar aún vivo, aunque posiblemente esto sea un sueño solamente, una pesadilla. Han transcurrido alrededor de dos horas desde que he despertado, aunque es difícil medir bien el tiempo en este estado. Está claro que no tengo movilidad y parece inútil tratar de gritar, al hacerlo mi voz se estrella contra una pared que simplemente hace que mi voz rebote.

    Empieza a faltar el aire en este sitio, no sé las horas que lleve acá, pero ya tengo certeza de algo... fui enterrado, no sé cómo ni por qué, pero estoy dentro de un ataúd y es ahora que trato de impulsar mis piernas para romper la madera, pero no logro impulsarme, el espacio es muy estrecho. Tampoco sirve gritar ni intentar golpear con mis puños. Estoy destinado a morir encerrado en este lugar maldito. Si al menos lograra ver un rayo de luz, sería más fácil, tendría un lugar específico al cual dirigir mis pocas fuerzas que quedan. Escucho algo, parece como que rasparan la madera, como si algo intentara desprender el ataúd, podría ser la ayuda que preciso, posiblemente algún familiar o amigo ha querido verificar mi estado, alabado sea Dios.

    Por fin escuché crujir una parte de la madera sobre mi cabeza, parece un hueco muy pequeño, algo intenta entrar, al fin me abrirán...

    ¡Dios mío ayúdame! ¡líbrame de este infierno!... son ratas... ratas asquerosas que en mí buscan comida y su propio escape.
  10. Bendita sea la pasión que es novia del amor, prima hermana del atrevimiento, cuñada de la locura y madre de la divina perversión.

    - ¿Madre de la perversión? pero hombre... ¿de dónde sacas eso?.
    - ¡Madre mía! ¡Ave María! ¡Los tres dulcísimos nombres!... a ver que te lo explico...

    La pasión fue pasión desde que nació, el día que la esperanza la dio a luz, ese mismo día se veía que la niña traía algo escondido debajo del brazo.
    Su padre, el olvido, esperaba un varón, porque ya tenía dos nenas: la comprensión y la responsabilidad, si ya le tenían hasta el nombre, pero me lo reservo para no contrariar la historia. Pero fue recibida con toda la felicidad que el milagro del nacimiento se merece.

    Su primer grito demostró que su fuerza iba a terminar desnudando cuerpos e incendiando camas. Gritó con tremendo galillo. Si la niña ya traía esa llama en el alma, sólo dos meses de nacida y ya pintaba tremenda espuela. La inocencia la acompañó durante su niñez y no se atrevió ella a contradecirla, haciendo caso a cada indicación recibida, a cada señal, a cada cosa que se le señalara.

    Ocurrió pues que el día de sus quince años, su madre le regaló un vestido plateado con encajes de agua dulce y zapatos de oro. El padre lloró al ver a la niña convertida en mujer, con su maquillaje de fuego, sus pechos como frutas de temporada, su cintura de hormiga y piernas a medio ver.

    Después del vals, que bailó con su padre, miró la festejada que escondido en un rincón se hallaba un chico que llamó de enseguida su atención. Acercándose miró al sonrojo que no se atrevía a mirarla. Aquello fue un flechazo directo al corazón, un accidente con sentido y gracia. Sonrojo siguió acongojado, en tanto la chica tomaba su mano y lo acariciaba con sus dedos. El pobre hombre estaba a punto de soltarse a llorar cuando sintió que algo pasaba en su cuerpo, la chica le había plantado un beso y él no reaccionaba. Pero como buena mujer, no aguantó ser ignorada y volvió a besarlo con más fuerza, intercambiando besos y sonrisas.

    Aquél día el sonrojo y la pasión comenzaron un amor que tuvo tres hermosas hijas: perversión, lujuria y placer. Es por eso que yo te miro con placer mientras me sonrojo sintiendo la lujuria que tu perversión provoca en mi pasión.
  11. Martes, 7:00 pm

    Él sabía que yo era toda suya, en cuerpo y alma, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en las buenas y en las malas, no éramos matrimonio pero yo llevaba esas palabras conmigo, no porque un juez o sacerdote me pidieran decirlas, yo las llevaba por un mejor motivo, sabía que eran ciertas.

    - ¿Cómo te sientes?.
    - Te confieso que estoy un poco nerviosa.
    - ¿Sólo un poco?
    - Sí, un poco nerviosa, pero a la vez emocionada.
    - Dime ¿cuánto llevamos juntos?.
    - Tres meses y medio.
    - Y han sido los mejores de mi vida -. David me besó como mi marido ya no lo hacía, estábamos en una nube de amor y pasión, yo volví a ser una chiquilla de colegio con él. - ¿Recuerdas lo que vamos a hacer?.
    - Sí - y me cubrí los pechos con la sábana -; mañana entre diez y diez y treinta entro en la cuenta del banco, te transfiero el dinero de la cuenta de Emilio y antes de mediodía pasas por mí.
    - Nena, eres una diabla, cuando hayas hecho la transferencia me avisas, de inmediato tomo mis cosas y paso por ti.

    Yo me sonreí, ya no soportaba vivir con Emilio, ese hombre iba de la casa al trabajo y viceversa, nunca salíamos, ya no me hacía el amor con la misma frecuencia, ni yo me sentía con ganas de que me lo hiciera.

    - Ese esposo tuyo es un idiota, dime ¿dónde está ahora?
    - Haciendo horas extras.

    Me tomó entre sus brazos y me besó mientras rodeaba mis senos con sus manos.

    - Y yo - me hablaba agitado- ¿dónde estoy?.
    - Donde tienes que estar, complaciéndome en la cama.

    Y volvimos a hacer el amor hasta quedar exhaustos.

    Martes, 7:00 pm

    - Emilio, no quiero caer en más molestias.
    - Ya dije que no es ninguna molestia, usted tranquilo, todo está bien.
    - Inés no lo sabe, pero no tenía de otra, últimamente el negocio no va bien, pensé que sólo iba a ser una racha, pero ahora es más que eso.

    El hombre estaba destrozado, yo le había dicho a Margarita que haría horas extras a petición del supervisor, pero era mentira, este hombre me había llamado llorando al trabajo y no pude dejarlo así. No era el mismo Carlos que yo conocía, viéndolo llorar era irreconocible.

    - ¿Qué le dijiste a Margarita?
    - Cree que ando haciendo horas extras, no iba a decírselo.
    - Lo agradezco, ¿cómo van las cosas con ella?.

    Por fin habían llegado las dos cervezas y las bocas de pescado que habíamos pedido.

    - Hasta donde sé, vamos muy bien, este otro mes cumplimos once años de casados.
    - Inés me lo dijo ayer mientras tejía un abrigo.
    - De hecho estamos pensando en pedir familia.
    - ¡Hombre, ya era hora! uno no es joven por siempre.
    - Yo ya no estoy tan joven, ya pinto treinta y cinco calendarios.
    - Ojalá yo tuviera tu edad, brindemos por eso, por el amor, once años de casados y los hijos que vendrán.

    Ese dinero no lo ocupaba aún, Margarita y yo habíamos vendido un terreno que mis padres me habían heredado y habíamos invertido en plazo fijo, en este tiempo ese dinero era el suficiente para Carlos.

    - Te lo iré cancelando en tractos, puse a la venta el negocio, con eso tengo para cancelarte y meter el resto al banco, para Inés y para mí es suficiente
    - Usted tranquilo, ahorita no lo vamos a ocupar.
    - Gracias Emilio.

    Miércoles, 10:10 am.

    Tengo la maleta lista, tengo la clave de acceso a la cuenta del banco y una vida de sexo y diversión a la vuelta de la esquina, bueno... a veinticinco minutos que se tarda David en llegar a casa, ahorita estoy por ducharme, primero hago la transferencia y luego me ducho. Que Emilio sepa que no estoy satisfecha con él, yo ocupo un hombre, en todo el sentido de la palabra, no un idiota que pase trabajando todo el día, mientras yo me siento descuidada.

    Esto es sencillo, sólo insertamos la clave, lo transferimos y listo, mi vida arreglada de principio a fin, sólo queda llamar a David a avisarle:

    - Preciosa, paso por ti en cuarenta minutos, mientras me alisto.
    - Listo, yo voy a ducharme y alistarme, te amo.
    - Nena, yo te amo más, desearía estar ahí contigo.

    Este hombre va a provocarme un infarto, pero eso ¡qué importa! si me da uno, que me dé con él.

    Una hora después.

    Este hombre no llega, hace quince minutos me dijo que estaba por llegar, voy a llamarlo... "el número que usted marcó no corresponde a ningún abonado". No puede ser, es el número correcto. Menos mal, me está entrando una llamada privada, debe ser él:

    - ¿Dónde estás?.
    - En la oficina, ¿dónde esperas que esté?.
    - Emilio, amor... -no era mi llamada- estaba hablando con mamá hace un rato, pensé que era ella.
    - Menos mal, mira, ocupo que hagas algo, anoche estuve con tu padre, necesita que le prestemos el dinero que tenemos ahorrado, tuvo que hipotecar la casa y están por perderla, me pidió que no te dijera, pero tengo reunión y no puedo ir al banco, has tú el retiro para poder dársela, no le digas nada, estaba muy afectado.

    No pude contestarle, en resumen, quedé como una idiota, mis padres perdieron la casa, Emilio se separó de mí y nunca volví a saber de David.

    Fin
  12. Otra vez el ruido. Ese maldito ruido a trastes viejos cayendo una y otra vez como si fueran una pelota de baloncesto. Cada noche. Como si fueran un movimiento sincronizado de gimnasia artística, llevamos una semana en esto y no he encontrado otra explicación.

    Sabrá Dios qué maldición cayó sobre esta casa, cuántos pecados acumulados estoy pagando en este mundo, atormentado por ese crujir de ollas que amanecen por el piso. Posiblemente ya me morí y nadie me dio aviso, ese ruido han de ser los demonios pidiendo mi presencia ante el mismo Lucifer vestido de juez y con Dios como testigo principal de mis actos.

    Me pregunto el pecado tan grave que cometí para venir a parar acá, aunque sigo leyendo el periódico con el desayuno y aún trabajo, puede ser que la muerte no sea otra cosa que un estado irreal donde se aparenta continuar con nuestras vidas, de ese modo pasaríamos la eternidad sin caer en cuenta que morimos. Entonces nuestros propios placeres no serían más que alucinaciones y nuestros problemas apenas serían una pestaña en medio del verdadero problema: morir sin saberlo.

    No son ratas, no han existido ratas desde hace varios meses, es terriblemente cruel esta situación. Ivonne viene esta noche a dormir conmigo y no he encontrado el momento adecuado de preguntarle si estoy vivo o muerto, creyendo que en caso de estar vivos me creería loco y en caso de estar muertos, podría darme la noticia convirtiéndose en un esqueleto o en un espectro macabro.

    Ring, ring. El timbre. Abro la puerta y la miro, su pelo castaño de medio lado, aquél jeans que le ajusta el trasero de manera pecaminosa a mis ojos, la blusa rosada que le di para su cumpleaños, me saluda de beso y puedo sentir una fiesta de sabores en mi boca. "Traje un snack y un par de cervezas" , los tomo y la hago pasar esperando que los demonios no se aparezcan en la noche.

    Cenamos un pollo que compré en la esquina, papas fritas y ensalada. Las noticias cuentan tres o cuatro crímenes, que no resultan interesantes, ninguno es un crimen pasional.

    Conversamos sobre mi trabajo, igual de aburrido, su madre, rezándole al santo propio de cada día. Aprieta sus labios, conozco esa señal, la beso, nos separamos y puedo ver mi saliva en su boca, mientras la limpia con su lengua, me señala la puerta del dormitorio con su mirada, y nos reímos mientras nos volvemos a besar.

    Me encanta cómo me desnuda, con delicadeza pero con un brillo en sus ojos que sólo yo conozco, se levanta la blusa y se acuesta mientras voy zafando su pantalón, nos amamos como la primera vez, "entra" me dice, la obedezco y nos abrazamos al momento, continuamos amándonos como en un rito sagrado....

    - Tengo sed.
    - Voy por un vaso con agua.
    - No, tranquilo mi león, yo voy.

    Se levanta desnuda, con las luces apagadas, donde las sombras pueden tocarla sin que nadie lo reclame, donde sus pechos brillan con su propia redondez.

    Cierro los ojos, tratando de recuperar mis fuerzas, puedo oír la lluvia cayendo en el techo, el crujir del cieloraso... escucho las ollas, los demonios, la cocina...

    - Joaquín!!... Joaquín!!...

    Mi leona, mis demonios, me coloco el boxer...

    - Joaquín!!... Joaquín!!...

    Imagino la escena: los demonios tratando de gobernarla, ella luchando por escapar, ellos lastimando su cuerpo y su alma, reacciono, este es mi momento de valentía, siempre hay un momento para demostrarnos de lo que estamos hechos, abro la puerta, cruzo el pasillo y la miro.

    - Mira, mi leoncito, ¿no son adorables?

    Hincada acariciando tres gatos bebés, mis demonios salidos no sé de dónde, hurgando entre las ollas por un poco de comida.

    FIN
  13. No duele, ni lastima, el proceso interno de sanidad va más allá de leer enciclopedias o encerrarse a llorar en el dormitorio.

    Exige salir, no necesariamente de la casa o del barrio, es salir de nosotros mismos, escapar de la rutina que nos daña y quiebra nuestras aspiraciones de ser algo más que un vil residuo de tristeza.

    Nadie se sana cargando cruces como un Nazareno, cada uno en su propio estilo encuentra el momento oportuno, no precisamente al instante que creemos merecerlo, pero sí al momento en que más nos conviene.

    - ¿Feliz?.
    - Sí, feliz.
    - He aprendido doctor, que la felicidad y yo no vivimos en el mismo universo.
    - Invítala, a veces creemos que no nos visita, pero nadie educado pasa donde no le abran la puerta.
    El principio de la felicidad consiste en no hacer nada especial, pero descubrir lo especial que hay en todo. No siempre el que busca encuentra, pero siempre está más cerca que el que nunca busca.
    - Y ¿qué hago con las cicatrices que no sanan?.
    - Haz un jardín, quienes crean jardines quieren embellecer espacios tristes y feos a la vista, ¿te imaginas el poder que tendrías si esas cicatrices las usaras a tu favor?.
    - Sabe doctor, es la primera vez que me dice algo que siento útil en la terapia.
    - Gracias.
    - ¿Gracias?, le digo que es primera vez.
    - Muchos vienen y nunca sacan nada provechoso. Una vez mientras me confesaba le comenté al sacerdote que en mi vida sólo tres veces me había concentrado realmente en la misa, tan concentrado que el templo podría haberse caído y yo seguiría inmóvil en mi campo. Me dijo que yo era la primera persona que le decía eso, que muchos pasaban yendo a misa toda su vida y nunca habían estado realmente ahí, simplemente iban.

    Procura ser tan feliz que al estornudar te salga confeti por la nariz.
  14. La vida da muchas vueltas, a veces da tantas que no sabes si aún sigues siendo tú o eres otra persona. Es una mierda. Te debe haber pasado alguna vez, ese momento en que te dices "¿qué putas hago acá?".

    Hace tiempo dejé de amar a Jairo, lo tengo claro, no somos compatibles, pero tardamos tiempo en descubrirlo. Ya no me preocupa tenerle la comida caliente, ni a él le preocupa. A él no le preocupa saber que existo, ni a mí que él lo sepa.

    Hay días de días, días tan buenos que una princesa es cualquier cosa comparada con una, días tan malos que un cementerio es un cuarto de rosas.

    A estas alturas de la vida no vale la pena jugar de mártir, tampoco vale la pena estar con alguien sólo porque vean que no estás sola, las apariencias sólo sirven para que los idiotas se den cuenta de la pobre autoestima que cargan en sus espaldas, como si se tratara de una carga de leña en los hombros de una hormiga.

    Pensé en irme de casa, tengo las maletas listas desde hace tiempo, "lo poco que tengo es tan poco" sonaba en una canción ayer en la radio. Y cuando pasa eso, cuando notas que lo que tienes es poco, ese es el momento de desaparecer, es el anuncio, la luz amarilla del semáforo que te dice que vienen las cosas en rojo, tú decides si esperas el cambio de luz. Vaya, tú si lo has notado, te felicito, lo empeñé hace quince días, mi marido no lo ha visto, su anillo de matrimonio tampoco está, pero a diferencia mía, no lo ha empeñado, se lo ha dado a otra chavala, Mariana.

    No la conozco personalmente, pero la he visto en la galería de su celular, y aunque borra sus conversaciones, es tan idiota que no borra las fotografías, le conozco incluso el cuerpo desnudo, tampoco voy a entrar en detalles, obviamente es más joven que yo y me imagino que más fácil, una mujer decente no enviaría esas fotos ni esos audios, tal vez me equivoque, tal vez simplemente nunca me las han pedido.

    Mis cálculos dicen que deben llevar juntos poco más de cuatro meses, el tiempo que tengo alistando mis cosas para marcharme, he dejado una nota pegada al microondas y en este momento llamo un taxi, tengo conversado un apartamento pequeño, para alquilar, nada lujoso.

    - En cinco minutos le está llegando el taxi, número 23.
    - Gracias, espero afuera.
    - Que tenga buen día.

    No me marcho por la Mariana esa, tampoco me marcho por él, "ni para sentirme hombre me funcionas" me dijo hace una semana, pero su idea de sentirse hombre es que yo lo chupe por cinco minutos y a mis treinta y ocho años.... eso ya no funciona, al menos no con él. Me marcho por mí, me di cuenta que realmente no tengo nada que me ate a estar con Jairo, después de trece años juntos ya no tiene nada que ofrecer y yo tampoco quiero buscar o saber si hay algo que ofrecer...

    La vida en pareja tiene sus altos y bajos, ningún colchón es un jardín de rosas y ningún insulto es una caricia.

    -¿Pidió taxi señora?.
    - Sí, soy yo.
    - Permítame ayudarle con las maletas.
    - Gracias.

    De mi casa no me llevo nada, sólo lo que en verdad es mío, el resto no lo ocupo, sólo falta que sea Jairo quien me está llamando a estas horas, parece que lo hace al propio.

    - Buenas tardes, busco a la señora Verónica García.
    - Habla con ella, ¿quién es?.
    - Le hablo del Hospital Calderón Guardia, tengo en el sistema que usted es esposa del señor Jairo Guzmán.
    - Sí, así es
    - Lamento decirle que el señor Guzmán sufrió un accidente hace un par de minutos y acaba de fallecer ingresando al hospital. Necesito que venga a reconocer el cuerpo. Lo siento.

    No sé ni qué decir, estoy en shock como nunca antes en mi vida, ni siquiera sé qué hacer.

    - ¿Está bien señora?.

    El taxista tuvo que repetirme la pregunta porque la primera vez no lo escuché.

    - Sí, estoy bien - guardé el celular en mi bolso- disculpe, ¿me puede dar dos minutos mientras entro las maletas a casa? ya no las voy a ocupar.
    - Sí, claro, ¿aún ocupa el servicio?.
    - Sí, necesito hacer un trámite en el hospital, deme dos minutos y nos vamos.

    El joven bajó las maletas y yo misma las metí a la casa, dije antes que nada me ataba ya a él, me estoy convenciendo que así es porque aún no lloro. Tomo mi bolso y saco el celular, ese número lo había guardado por rencor, aunque nunca me decidí a marcarlo hasta ahora.

    - Aló.
    - ¿Mariana?.
    - Eh, sí, ¿con quién hablo?.
    - Habla Verónica- se quedó en silencio un par de segundos-.
    - ¿Quién?.
    - No se haga la estúpida conmigo, Verónica, la esposa de Jairo.
    - Ay mire, ¡qué pena!, pero esta llamada no la ocupo ahorita, pero si tiene algún recado, se lo puede dar a Jairo, si es que todavía le habla.
    - Ay mira, ¡qué pena!, pero ¿qué cree?, me acaban de avisar del hospital que el buenazo de Jairo se nos murió...
    - Mire señora, de verdad...
    - No, relax, me llamaron porque soy la esposa, la oficial, no un arete mal puesto como usted. Sólo llamo para decirle que Jairito no va a poder salir con usted, tengo que reconocer el cuerpo y pues, ya ve, se le acabó el idiota al que se cogía pa sacarle la plata.
    - ¿Cómo?...
    - Ah y otra cosita, vi sus fotos en el cel de Jairo, yo que usted me quitaría ese lunar de la espalda, no se ve sexy.

    Dejé mis maletas, el entierro fue un día después, tuve que pincharme con una aguja para llorar durante el funeral.

    Fin
  15. Ridículos los pasa una a cualquier edad, no importa si se está en la escuela o si ya está pensionado. Nadie está exento de llevarse algún chasco de esos que no contaremos a nuestros nietos, pero que entre las amigas sirve para reírnos de nosotras mismas.

    A mis diecinueve años tuve unos de esos casos, con el hombre que creí hasta ese momento como el amor de mi vida, después de nueve meses de noviazgo puro y casi santo. Así como lo lees, Samuel era un cristiano extremista decaído en pleno siglo veintiuno, habían cosas que no se podían hacer durante el noviazgo porque todo eso era malo ante los ojos de nuestro Señor Jesucristo. Este hombre llevaba el cristianismo hasta en las uñas de las manos y eso que me lleva una leve diferencia de once años.

    Yo trabajaba en un banco, sábados incluidos, en ese banco con el logo de un león y el eslogan "Valores como los tuyos" , Samuel siempre iba a recogerme al trabajo a mediodía, "Giselle, a las ocho la quiero aquí" decía mi madre, la pobre tenía la idea de que una muchacha no debía acostarse con el novio antes de casarse "ay mami, hay que probar la carne antes, no ve que después sale mala" , después de la segunda vez que le respondí eso, no volvió a tocar el tema.

    Ese sábado llegó Samuel a recogerme en su motocicleta.

    - Amor, hay un lugar que están estrenando y que si quiere podemos ir a conocer.
    - ¿Dónde?.
    - Es un motel acá cerca.

    Ópale, el cristianismo se estaba tomando vacaciones este día.

    - El Edén se llama.
    - ¿Un motel?... -esto es una señal o una prueba- diay, sí, podemos ir.
    - Ahí tengo la motocicleta.
    - ¿Usted está loco o lo picó un chancho?... yo no voy a ir a un motel en motocicleta.

    Lo dejé perdido, solía perderse en esa mirada habitualmente.

    - Podemos ir en taxi.

    ¡En taxi!, ¡qué hombre más original!, claro, no será la primera vez que una pareja pida taxi para un motel, la diferencia es que mi uniforme (y llevo uniforme porque no sabía que iría a un motel) lleva el eslogan de "Valores como los tuyos". Acepté ir por dos muy poderosas razones: ese motel no lo conocía aún, y segundo, si a este hombre no lo aprovecho hoy que Jesucristo está de vacaciones, no lo aprovecho nunca.

    Mientras íbamos de camino me di cuenta de un detalle costumbrista que tengo, nunca combino la ropa interior, por ese motivo andaba un sostén anaranjado y una tanga azul, aunque, bueno, no creo que los hombres se fijen mucho en la combinación de la ropa interior cuando se van a acostar con una mujer, no sabría decirlo por Samuel porque nunca he estado con él.

    Samuel pagó la rayita al taxista (cinco mil colones), estábamos en la puerta del dormitorio, no se ve tan mal este lugar, entramos. Yo me imaginé a aquél hombre once años mayor que yo como toda una fiera en la cama, que me iba a destrozar apenas entráramos, como en esas películas que una chica como yo jamás ha visto.

    -Voy a poner el agua para el jacuzzi.

    Vaya, va avanzando este hombre, podemos darle rienda al jinete primero en la cama y de ahí hacemos un postrecito en el jacuzzi.

    - ¿Pongo el televisor?.
    - Sí, claro - así mis gritos no se escucharán en los pasillos.

    No hay control remoto, al menos ninguno que encontremos, y yo grito mucho, ocupo eso, diez minutos dándole vueltas al lugar, detrás del televisor, en el baño, de cuatro patas mirando bajo la cama, que se ve y está suavecita, de pie sobre el colchón buscando en las repisas, cuando con un mal movimiento nos caemos y golpeo el respaldar con mi cabeza, con toda la fuerza posible, se enciende el televisor, el maldito control está detrás de la cama, en la pared. ¡Una porno!, en realidad sólo ingresan canales porno.

    - No hay otra cosa en este televisor - dice Samuel.

    Y ¿qué esperaba? ¡Cartoon Network!, obvio que sería lo más probable encontrar pornografía en un motel. Apagamos el televisor porque parece que el cristianismo se quiere asomar, intenta poner música en los parlantes que están en la pared y no hay control, esta bronca no me la como yo, otros cinco minutos y él buscando el control, para darse cuenta que también estaba detrás de la cama, lo que yo presentía, pero nunca dije.

    Por fin, a lo que vinimos, nos besamos y empezamos a reconocer terreno ajeno.

    - Amor - me mira como sospechoso, bueno, eso parece-.
    - ¿Qué pasa?.
    - No traigo condones - por su cara parece que es en serio-.
    - ¿Qué?.

    Vinimos hasta acá y no trae condones, lo mando a la recepción del lugar, sin sombrerito el soldado no se mete en el castillo. Ahí estoy acostada, lo más sexy que puedo, esperando que vuelva y después de un par de minutos regresa... continuamos donde quedamos...

    -Amor - y vuelve la cara de sospechoso-.
    - ¿Qué? - mi cara no tenía sospechas, más bien era como de reto-.
    - Perdí los condones - ¡por Dios!, me pongo las manos en la cintura-.
    - ¡Pero acaba de comprarlos!.
    - Sí - y su cara cambió de sospechoso a estúpido-.
    - ¿Entonces? - acomodo mis lentes y me siento en la cama-.
    - Los perdí.

    Si se lo preguntan, no, ese día el soldado no se metió en el castillo, seis meses después terminamos y yo seguí trabajando en el banco, con el eslogan sobre mi pecho "Valores como los tuyos".

    Fin