1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación
Color
Color de fondo
Imagen de fondo
Color del borde
Fuente
Tamaño
  1. Las risas los delataban. Yo me encontraba en el cuarto piso del edificio, pero en aquella soledad pude escuchar a Isabel y a Alfonso cuando ingresaron por el primer nivel. A los pocos minutos cuando el ascensor subió, llegaron ellos.

    - ¿Ese es su desayuno? – le dije a Alfonso más tarde, cuando fui por un café, estaba calentando un poco de avena en leche.

    - Sí – soltó una risa – en realidad es mi pre-desayuno, yo soy como un camionero.

    - Por el cuerpo no lo aparenta – porque el tipo es de contextura delgada.

    - Pues sí, no podría sostenerme con solo esto de desayuno.

    Ese día, cuando Amalia se acercó a la sala de juegos, estábamos terminando y no quiso unirse a la última ronda, ya tenía que volver a sus labores, lo mismo que Nicolás, a quien habíamos terminado por despertar de la siesta tan placentera que estaba disfrutando.

    En el comedor, Romeo y Paolo tenían una conversación sobre música, conciertos pendientes y telenovelas turcas, que siempre parecían interminables por la cantidad de capítulos de los que constaban. Haciendo la comparación de que Costa Rica era un sitio tan caro como Dubái, aunque obvio, las diferencias entre ambos sitios son abismales.

    - A usted le gusta escribir novelas de fantasía – me dijo Regina cuando entrábamos en la oficina, después de que fui a recogerla al primer nivel, había olvidado las llaves.

    - No – le dije con algo de convicción – en realidad lo mío es la poesía, ¿por qué?

    - Porque dice que hay que tener fe en la humanidad.

    - No sé cómo, pero algo de fe hay que tenerle.

    Hoy hubo charla sobre incendios, o como diría Regina, “sobre cómo iniciar los incendios”. Pero el instructor es un tipo muy serio, demasiado para mi gusto, porque a mí me gustan los hombres que me hagan reír, dicen que a un hombre se le llega por el estómago, en cambio, a una mujer se le llega por el corazón… mentiras, a mí con que me hagan reír, me basta y sobra. Ahí estábamos Regina, Paolo y yo, porque Donato llegó los primeros dos minutos y luego desapareció atareado por su agenda del día.

    - Usted haga lo que le dicte el corazón – me dijo el jefe cuando le contesté que yo no estaba inscrita para la charla.

    Hacerle caso a mi corazón no era tarea sencilla de llevar a cabo. Llevaba años analizándolo, y al final había encontrado la respuesta, complicada pero cierta, yo no era buena persona. Por eso seguía sola, por eso no acostumbraba a saludar con un beso en la mejilla como la mayoría de las personas a quienes conocía. Yo recibía ese saludo, gustosa, pero muy rara vez yo era la que tomaba la iniciativa de saludar así, porque hay que ser sincera, yo no soy una mujer simpática, no soy el lado más agradable de la moneda y me sentiría mal si alguien me respondiera ese saludo por compromiso, prefería evitarles ese trago a las personas; y repito, a mí no me molestaba que me saludaran de esa manera, al contrario, me gustaba el gesto, pero yo pocas veces me atrevería a iniciar ese saludo.

    El que más se había entretenido en la charla había sido Paolo, parecía un chiquito con una bolsa de dulces cuando por fin fue su turno de utilizar el extintor. Deseaba poder usarlo por más tiempo, se había sentido con poder, con alegría.

    - Yo no soporto a los hombres así – le dijo Sandra a Vinicio y a Enrique, mientras los tres volvían a sus respectivos asientos después del almuerzo – ¿Cómo no va a comer eso?, supiera lo que me he puesto yo en la boca.

    Entonces Enrique y Vinicio le extendieron sus puntos de vista, pero ni eso sirvió para aplacar la ira que sentía Sandra, aquello le había parecido simplemente indignante.

    - ¿Y el primo de Vinicio? – le dijo Enrique a Sandra.

    - Mmm… ese sí promete – respondió Sandra con una relamida en los labios.

    - ¡No! – le dijo Vinicio con convicción – yo lo conozco y él no.

    Siguieron entonces hablando de hombres.

    - Estaba cubierto por un paño y se le vio ¡todo! – le aclaró Vinicio a Enrique.

    - Y estaba muy bien, la verdad – sonrió Sandra.

    - ¡Qué par de hijos de puta! – les contestó Enrique riendo - a ver, léame los mensajes.

    Y entonces Sandra comenzó a leer aquellos mensajes que guardaba en el celular, imitando la voz del emisario, mientras Vinicio y Enrique escuchaban atentos los acontecimientos y redactaban sus propias opiniones.

    Durante el almuerzo hice un sándwich jugando a los dados y cartas con Amalia y Mateo, y contrario a lo que estipulan las estadísticas, yo había ganado, eso no pasaba todos los días.
  2. Por historias como esta, no podría yo atreverme a dar de alta a Vinicio y a Sandra, lo pensaría quizás con alguno otro y es solamente un quizás. El Colegio de Psicólogos de Costa Rica me demandaría si hago tal cosa y con justa razón, porque estos dos individuos carecen de cualquier instinto de raciocinio dentro de ellos como personas. Pero estudiemos la situación (sigo hablando en plural sabiendo que solo yo leo esto), Sandra ha comenzado a verse con un semental, y lo llamo semental porque ella no tiene interés romántico, su único interés es saciar su sexualidad, quitarse esas ganas de mera satisfacción carnal y el semental está de acuerdo. A Sandra no le importa el sentimiento, ella va por el sudor, por las caricias impúdicas, por la lujuria, por romper todas las reglas de los puritanos... ¿Y Vinicio?... también.

    - Doc, oiga - Vinicio había acercado su silla a mi escritorio - sé que no está oyendo música.

    Entonces lo miré de reojo, me quité mis audífonos y se los acerqué, estaba escuchando a Jorge Drexler.

    - Pero tiene la música bajitica, ocupo hacerle una pregunta - lo miré, realmente tenía algo de seriedad en su rostro mientras intentaba susurrar - en un hipotético caso, ¿qué le gustaría a usted que le dieran?

    - ¿Disculpe? - entonces Isabel y Evangeline volvieron a verla.

    - Sí, digamos, si a usted le fueran a dar algo, qué le gustaría como detalle.

    - Sabe Vinicio - incliné un poco mi silla - nunca me han regalado flores.

    - Qué aburrida, ¿a usted le gustaría que le dieran flores?

    - Es un bonito detalle - dijo Nicolás.

    Entonces Sandra se levantó de su asiento, dio la vuelta y acercándose a donde estábamos, soltó la sopa.

    - Para que entiendan - porque Evangeline e Isabel habían detenido sus funciones para escuchar, y Amalia se quitaba sus audífonos para hacer lo mismo que ellas - yo salgo con un mae y Vinicio quiere salir con la hija de él, pero yo quiero regalar un detalle a uno de los hijos que está... ¡Qué bárbaro!, es por cumplir un reto que hicimos entre nosotros.

    Qué lástima que estudié psicología y no psiquiatría, porque de haber estudiado la segunda, podría recetarlos a ambos con un coctel de antidepresivos.

    - O sea, a ver si entiendo, Vinicio quiere ser su yerno.

    -Exacto - Amalia y el resto parecían perdidas de aquella jugada.

    - Lo que pasa - les aclaré a ellas - es que Sandra sale con un hombre que tiene tres hijas y parece que Vinicio quiere salir con una de ellas.

    Isabel soltó la carcajada.

    - Porque todo queda en familia - dijo Isabel completamente estallada de la risa - ya los veo en una orgía entre ellos.

    - Sí, pero yo no quiero que sepa que quiero con ella - susurró Vinicio.

    - ¿Por qué? - preguntó Evangeline - ¿no es más fácil decírselo?

    -Mejor no les hubiera dicho nada.

    - Yo sólo quiero sexo - aclaró Sandra - y él lo sabe y está de acuerdo, pero Vinicio quiere con la hija.

    - Yo pediría una foto - le dije a Vinicio - es un detalle lindo, o unas tenis.

    - Uy sí, puede ser - dijo Sandra.

    - ¡Usted no va a regalar unos zapatos! - gritó Vinicio un poco eufórico.

    De esta manera, Vinicio quiere ser yerno de Sandra que es su compañera de fiestas y aventuras. Porque lo más lógico es que uno se vaya de parranda con la suegra, todo el mundo lo hace, o al menos ellos lo quieren hacer.

    - Qué peligro esa esquina - dijo Isabel.

    - Diay qué les diré - dijo Amalia cuando las aguas tomaron otra conversación - son un dúo increíble.

    Enrique hizo falta, porque con su pericia pudo dar un buen punto de vista, pero se quedó en casa. Durante la reunión de la mañana se conectó de manera virtual y entre sus lentes y aquel suéter azul que le cubría medio rostro, apenas se le distinguía la punta de la nariz, parecía una escena cómica salida de alguna película de Adam Sandler.

    De Sandra yo esperaba muchas cosas porque ella es amante de los besos de sardina... con uno por debajo y otro encima. E Isabel se puso roja de la risa cuando hice esa observación. Hasta luego.

    En la tarde, Vinicio y Sandra compraron chocolates, uno para la hija y otro para el papá, porque el reto debía cumplirse. Vinicio se sintió bien varón y subió aquellas escaleras con la caja en las manos, tocó la puerta y zas... abrió otra muchacha, de excelente ver, una muchacha que Vinicio asumió era una hija a la que no conocían, pero entonces aquella hombría le falló y llegaron los nervios.

    - ¿Está su papá? - le preguntó Vinicio con gotas de sudor y una de estúpido, como pocas veces.

    - No.

    - ¿Le puedo dejar esto? - la chica tomó aquella caja sin que Vinicio pudiera dar explicaciones por aquella escena tan terrible que protagonizaba. Sandra lo había dejado solo en medio de aquel chasco, se quedó alejada mirando lo que podía. Si la gente se pusiera bolsas de cartón en la cara para cubrir sus ridículos, Vinicio lo habría hecho aquella tarde.
  3. De acuerdo con el cristianismo, Padre solamente hay uno, por lo que aquello que hacen los católicos de referirse de esa manera a los sacerdotes, debería ser blasfemia, puesto que solamente son “representantes” de Dios. Aquel sacerdote había terminado la homilía pidiendo a los niños que colocaran una fotografía de sus familias a los pies del altar, haciendo hincapié en que de esa manera caería la bendición de Dios sobre ellos.

    - ¿Ya le han dicho que es una persona muy generosa? – me dijo Vinicio, no supe si en broma o en tono serio.

    - Los que me conocen bien, jamás me dirían tal cosa.

    - Bueno... Yo ya estoy empezando a creer que es buena persona.

    - Ahorita cambia de parecer. No se estrese por eso.

    Volvió a mirarme con una cara de incertidumbre, mientras abría la bolsa de snacks que estaba en la mesa.

    - ¡Qué miseria! – dijo un poco resignado.

    - Mientras uno tenga un amor sincero, no hay miseria – sonreí y tomé un sorbo de café.

    - Entonces repito, ¡qué miseria!

    - A mí, por lo menos que me lleven un ramo de alitas de pollo – alcanzó a decir Donato.

    - Donato, mientras uno tenga el corazón colmado de amor y los labios inundados de besos.

    Entonces sonó el celular, era un mensaje de Evangeline, que alcancé a leer antes de que lo borrara, era un insulto referente a un tipo de banana, “gracias por el halago, el aprecio es mutuo”. le escribí como respuesta, “perdón doc, era para otra persona”.

    Con toda la emoción que cabe en una canción de tristeza, Romeo indicó durante la reunión que estaba trabajando en el cierre de mes, en tanto el resto le hacían notar su poca felicidad. Regina profesaba aquella misma emoción, abrazada a uno de los almohadones, junto a la ventana, esperando la hora de ir a dormir.

    - Nicolás – dijo Evangeline – ¿usted se dio cuenta de que la doctora lo dejó brincar para que usted cayera sobre la flecha?

    - No – respondió Nicolás con cara de pocas amistades.

    - Pues sí – reafirmó Evangeline.

    Aquella voz le sonaba a Sandra más ahogada que una deuda con una tarjeta de crédito. Eso era para que se diera cuenta de que su cuerpo no aguantaba pegarse la fiesta durante dos fines de semana seguidos, ya no estaba en aquellos años mozos, aunque apenas tuviera treinta y un años, el precio por los tiempos de juerga empezaban a pasarle la factura con intereses de por medio.

    Paolo había vuelto de su viaje laboral por Sudamérica, cansado, con los huesos de la espalda desbaratados por las horas de vuelo, por la escala en Panamá, por el traslado en autobús. Pero era el mismo Paolo, con la sonrisa que lo caracterizaba.

    - ¡Uy, amor! – dijo Sandra – vean, ¿cómo se ve mejor, con barba o sin barba? – Vinicio y Nicolás tomaron el celular para mirar bien la fotografía antes de dar su estimable opinión al respecto.

    Vinicio llegó con el atuendo de los jugadores del Juego del Calamar a la oficina. Incluso sin mucho peinado, para ir más a tono con la ropa.

    - ¿El Juego del Calamar? – dijo Sandra levantándose.

    - Sí – dijo Vinicio – como ando de verde.

    - Creí que era por el bichito que tiene – acotó Sandra.

    Evangeline yo nos volvimos a ver, ninguna de las tres había reparado en el bichito que tiene Vinicio y cuando le pedimos que se volteara para vérselo, se ruborizó y no quiso darse la vuelta.

    - Lo único que es mío, es nuestra amistad y el respeto que nos une – nos dijo Amalia cuando llegó a la oficina y se sentó junto a Isabel, Evangeline y mi persona.

    El sábado pasado Sandra había sido succionada en plena discoteca de la capital, la habían sacudido peor que un terremoto a una urbe. Porque como dijo Vinicio “Sandra es experta en besos entre tres”. Pero Vini no se quedaba atrás, su trasero había sido golpeado un par de veces, antes de apartarse y pedirle ayuda a Sandra, hay pecados que son más fuertes que nosotros mismos.

    Las alarmas sonaban terriblemente y empezaba el simulacro de emergencias.

    - Hay que ir así – me dijo Alfonso estirando los brazos hacia el frente.

    Pasó el simulacro nacional de emergencia y aquello había sido una división de equipos. Estábamos los que calculábamos las formas de desastres que podían suceder en aquel sitio, luego estaban los naturales, Vinicio, Nicolás y Amalia, que no les estresaba la situación, los del equipo de Donato, Regina y Evangeline, que veían las posibilidades de salvarse en caso de una invasión zombi y aparte estaban Alfonso y Romeo. El primero con su cara ida en algún pensamiento que no tenía relación con las emergencias y Romeo… tranquilo, relajado, comiendo cuando se suponía que el mundo caía en caos. Paolo no participó, el cansancio lo dejó aminorado; y Mateo había pagado la planilla el día anterior, por lo que no asistió a la oficina, posiblemente se habría ido al equipo de los que esperaban que los zombis devoraran a placer.

    Llevaba una semana sin hablar con el abogado, nada interesante habíamos tenido para conversar, hasta que hoy a las cuatro y seis minutos de la mañana me envió un mensaje. Era una imagen de sus muslos, en el izquierdo se había tatuado la palabra “love” y en el derecho “hate”. Yo le respondí con un emoji de un mordisco, la próxima vez que nos veamos, completamos el mensaje.
  4. Había una vez, en una tierra muy, muy lejana…

    Vinicio había llegado con una bolsa cargada con dulces, confiterías y panes, las había conseguido en una piñata, durante una fiesta del fin de semana. A su edad, las piñatas debían llenarse con otras cosas, no con tantos dulces, pero a veces nos gusta regresar a nuestra infancia, porque fuimos felices ahí.

    - Y ¿está guapo? – preguntó Sandra de Granados (perdón, yo sé que aún no es de Granados, pero es para ir practicando).

    - ¿Quiere verlo? – le dijo Vinicio induciéndola al pecado.

    - Sí, porque si está guapo, yo le pago lo que sea.

    Vinicio le mostró la fotografía.

    - ¡Uy, Satanás! – le contestó Sandra, con una risa que poco dejaba a la imaginación.

    Yo en cambio me había percatado de algo durante el trayecto de la casa a la oficina, no me dio por verificar que trajera la computadora en mi bolso. No sería nada interesante si no fuera porque padezco del TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo), que en algunas personas se manifiesta por el excesivo deseo de ordenar sus cosas, lavarse las manos repetidas veces para evitar una infección, repetir las palabras en silencio. En mi caso, me daba por chequear hasta cinco veces las cosas, que las puertas estuvieran cerradas (aún sabiendo que lo estaban), revisar que las luces estuvieran apagadas al acostarme, y por supuesto, revisar varias veces que llevara todo lo necesario en el bolso.

    Nicolás estaba enfermo, e Isabel hacía la observación de que últimamente se enfermaba con mucha frecuencia.

    - Hay que recomendarle que se alimente bien – le dijo Isabel a Vinicio.

    - ¡Claro! – dijo Sandra – uno no se pone cualquier cosa en la boca.

    - Por eso Sandra solamente consume frutas altas en potasio – alcancé a decir, mientras que Sandra asentía con la cabeza.

    Paolo descubrió en el cono Sur un negocio del que tenía desconocimiento, una producción de dulces que lleva su nombre y del que estoy segura no cobra aún los derechos que le corresponden por imagen.

    Sobre los masajes con final feliz que dio Vinicio en Cartagena no escribí antes, ni escribiré, porque debe haber cierto grado de intimidad en las personas al cual yo como profesional, no debo llegar. Ni me referiré tampoco a las andadas de Sandra, quien está ahora fungiendo como madrastra luego de su nueva adquisición amorosa, aunque ella insista en negar el amor, porque la libertad de la exploración sin compromiso es más placentera.

    La semana anterior toqué con varios el tema de la infidelidad y ahondamos en las consecuencias que dicho tema tenía en la vida y la necesidad de reconocer los terrenos pantanosos para no caer en ellos, dada la fragilidad de la carne. Que los infieles den cuenta de sus actos el día del Juicio Final, el resto podemos seguir en paz.

    Vinicio había hecho más que darme una pincelada, me había dado una charla privada sobre los actos indecorosos que Sandra llevaba a cabo, sobre sus fotografías, los amores, con quien dormía, pero nada decía sobre sus propias lujurias, esas que se salían por sus sonrisas y que callaba con cierto temor de ser juzgada.

    El resto del día pasó normal, Romeo, Amalia y Mateo pasaron tranquilos, cada uno en sus labores.

    Ahí terminaron Vinicio y Sandra, comiendo una paleta dulce cada uno, pero tengo de testigo a Isabel sobre los placeres que se consumen en ese escritorio, ¡líbrame, Dios padre! Las duchas también se hacen por videollamada, que lo diga Sandra.

    No omito mis pecados, porque mi conciencia está libre de astillas, las cosas que pasan a la orilla de la playa no deben llevarse a la casa, hay que dejar que las olas se las lleven. Las jurisdicciones eran llevaderas las últimas semanas, nos enviábamos regalos, gifs, mensajes pecaminosos. Nada que fuera más allá de la diversión, sin amores, sin ataduras, porque cuando nos atamos a algo, se complican las cosas. Pero aquí entre nos, el dulce de leche no se come en pan, tiene otros usos más oportunos.

    Llegó el martes, con la antelación del miércoles y la posteridad del lunes.

    - Ve – me dijo Evangeline – luego queda como Regina, como caja fuerte.

    - ¿Tan mal me veo con esta ropa? – respondió Regina, mientras calentaba el desayuno en el microondas, pero no, no se veía tan mal.

    Alfonso tuvo la gallardía de sentarse con nosotros, llevaba la tercera taza de café cuando el reloj indicó las ocho de la mañana. La fuerza de la Luz lo envió con Evangeline, Isabel y conmigo, a alejarse de los malos pensamientos, sólo el tiempo dirá si el discípulo emulará a los maestros.

    - Huele a tanque séptico – nos dijo Alfonso mientras me miraba de manera sospechosa… incriminatoria… y el comentario no me hubiera afectado si no hubiera sido porque me encontraba desayunando, ¡qué detallazo!

    Enrique, que había pasado el día bien, estuvo a punto de aterrizar de narices por accidente, pero logró sostenerse luego de la mala jugada que su silla quiso jugarle.

    Cuando Alfonso se despidió, nos agradeció el lindo gesto que tuvimos de recibirlo en nuestra zona laboral, quedó invitado la próxima semana a nuestro escritorio, el templo de los que buscan salvación en tierras de pecados omitidos.
  5. Bianca Martina Luengo Baeza. Escorpio. Bianca porque mi madre era amante de aquella empresa estadounidense con un ratón como ícono. De ahí tomó mi nombre, basada en una de sus obras, “Bernardo y Bianca”. Nacida un dos de noviembre de mil novecientos ochenta y nueve, en Alajuela. Para mis amigos soy Bica, para los que no me soportan, soy Martina y para mi papá, soy Bin, porque a diferencia de mi madre, nunca le gustó la factoría del ratón. De mi abuelo heredé el gusto por el trabajo, era capataz en una hacienda, mi abuela en cambio era clarividente aficionada, por unos cuantos pesos, le leía las manos y el café a aquellos ingenuos que esperaban noticias de sus familiares difuntos.

    Soy la metiche de la oficina, así me ven, no es una definición propia, pero peores cosas me han dicho en la vida, y estoy segura de que peores opiniones están por venir en lo que me quede de andar por estos valles. Aquel día se respiraba paz en la oficina, exceso de tranquilidad, tanto que se habría escuchado la caída de una hoja, si hubiese sucedido. A Romeo lo había topado en la puerta, contento, con una sonrisa natural que le salía de dentro y una chispa adecuada en los ojos, vestido de blanco, con el color de la pureza que reinaba en su conciencia; dichosos aquellos que no cargan pecados en su alma y pueden vestirse con colores claros, yo no puedo hacer eso. En los escritorios, Isabel y Evangeline estaban en modo concentración, una sin pronunciar palabra y la otra, escuchando los Juegos de París, que yo también escuchaba. Al otro lado se encontraba Mateo, que justo ese día por ser quincena era el Adonis del lugar, el vagón de los deseos. Estas últimas semanas reinaba Sión, había suplantado a Sodoma y los días pasaban sin aspavientos.

    La esquina había amanecido en silencio, Nicolás y Vinicio estaban bien sentaditos cada uno en su sitio, sin desconcentrarse, sin emitir sonido, hasta que Sandra irrumpió en el lugar y con ella llegaron las palabras, las risas, las carcajadas, entonces Vinicio dejó de revisar el celular, lo revisaba con sumo cuidado de que nadie lo mirara, pero Isabel le hizo la observación de que parecía que ocultaba algo de lo que no quería que el resto del mundo se enterara. Ahora hablaban de las citas con desayuno incluido, sobre los colores de cabellos, sobre los sitios donde Nicolás podía acompañarlos y sobre cumpleaños que podían celebrarse como Dios mandaba o no, depende del punto de vista. También llegaban Enrique, con una cara seria que poco a poco fue cambiando, e Isabel, quien hizo una sabia observación sobre el hecho de que cuando volvían de viaje Sandra y Vinicio, este último siempre llegaba con un bronceado en la piel que se notaba, pero Sandra no, la piel no le cambiaba de tono, tal vez sus zonas bronceadas eran cubiertas por sus ropas, pero eso solamente lo sabía ella. Amalia tuvo la gentileza de sentarse en el mismo escritorio con Evangeline, Isabel y yo, algo que nunca pasaba en la vida, seguro quiso sentirse bien acompañada, trató, pero no pudo observar el voleibol masculino de playa, Youtube no le quiso colaborar.

    Yo había amanecido con dolor en las rodillas, el día anterior casi tuve que tirarme al piso para que Regina accediera a jugar una partida de videojuegos conmigo y con Evangeline, porque no estaba acostumbrada a jugar con otras personas, según dijo, prefería jugar en solitario, pero al final la convencimos, fue eso o la habíamos cansado con la rogada que le hicimos.

    Como dijo Evangeline “que Dios no me ponga en tentación, porque me conozco y sé que voy a caer”.

    - Yo estaba volteada en el vientre, no pude nacer normal – dijo Sandra.

    - Eso explica muchas cosas – aclaró Enrique mientras se reía. Porque a veces la naturaleza nos da las explicaciones que necesitamos.

    Paolo se encuentra en Suramérica, pero a diferencia de Sandra y Vinicio que van por satisfacciones físicas, él anda por cuestiones laborales, mismo destino, diferentes formas de viajar.

    - Esta vez fue un viaje light, doc – me dijo Vinicio con la mayor seriedad que su rostro era capaz de mostrar.

    Yo miré a Isabel que estaba atenta a la jugada y le dije:

    - Isabel, vea esos rostros – Sandra se puso de pie - ¿usted cree que esos dos rostros son capaces de hacer un viaje light? – Isabel soltó una risa, pero prefirió no responder.

    - Es cierto – me dijo Vinicio - además debo decirle que, si recuerda, la vez pasada Sandra me dejó dormir en el piso mientras ella aprovechaba la cama – claro que yo lo recordaba – pero esta vez fue al revés.

    - Pero imagino que usted no la usó para dormir, no me vaya a decepcionar Vinicio - tomó la botella con agua, bebió un sorbo y luego volvió a sus deberes laborales.

    La semana anterior habíamos terminado un ciclo, aquella tarde quedamos de vernos antes de la hora del café, en un pequeño motel en la capital, cerca del Hospital San Juan de Dios, a cuadra y media de distancia, disponíamos de cuarenta y cinco minutos antes de que el experto en leyes tomara el bus. Para hablar existían los sistemas de mensajería, y aunque algo hablamos, el grueso del rato lo dedicamos a otras cosas más propias de aquella habitación alfombrada con vistas al Parque La Merced y sábanas blancas en la cama, una televisión de pantalla plana y una ducha con agua caliente, por la que él pagó el equivalente a diez dólares americanos. Yo lo ayudé a relajarse y él hizo lo mismo conmigo. Y todo pasó allí, en un pequeño motel.

    - No quiero saber dónde le clavan los alfileres – le dijo Isabel a Sandra, cuando esta comentó que le tenían un muñeco vudú en algún lugar de La Mancha. Pero Sandra sí, ella sí sabía dónde le clavaban los alfileres.
    A Alde le gusta esto.
  6. Ludus, así define la psicología al amor que busca la aventura y la diversión y en el que la atracción física también juega un importante papel. A veces damos por sentado los pecados de los demás, sus deslices, sus bajezas, es más difícil cuando se trata de juzgarnos a nosotros mismos. La psicología contempla seis tipos de amores, dadas sus caraterísticas propias en cada uno de los casos, puesto que tanto el amor como el resto de sentimientos activan o desactivan dependiendo de la cuestión, diferentes regiones cerebrales, provocando efectos positivos o negativos en el individuo.

    Freud consideraba en sus estudios que los deseos y las exigencias infantiles nunca se apartan de nosotros, sino que se mantienen a lo largo de nuestra vida, en busca de la manera de ser saciadas. Las pasiones se sufren porque son portadoras taladrantes tanto del deseo que busca satisfacción a toda costa, como del anhelo que ha sido frustrado, por eso sucumbimos como primates ante ciertos deseos pasionales que en ocasiones carecen de explicación para la mayoría.



    En alguna isla del Pacífico de cuyo nombre no quiero acordarme, empezaba aquella expedición, aquella ruta del deseo. El cruce de piernas de Sharon Stone que había hipnotizado al orbe en “Basic Instinct” era para menores de edad. Sandra y Vinicio (las damas primero) volvían a la tierra del vallenato y el café, pero antes se habían dado una escapada en una isla al Suroeste de Costa Rica, donde Sandra se empalagaba los labios besando a otra chica. No sé qué es peor, si que Sandra me envíe aquellas fotografías de manos sobre las cremalleras que evidencian sus viajes o que yo las escriba, porque cuando el deseo se topa con uno, pasan cosas y hacemos locuras, como echarnos a nadar a mar abierto sin saber hacerlo, solo por curiosidad, por la curiosidad de probar esa boca carnosa, húmeda, como lo hizo Sandra con aquella mujer de la isla. Pero si el paseo anterior había sido un lecho de pecados, este no tenía motivos para ser diferente, la cumbre de ese oasis de sensaciones en la piel, para Sandra y para Vinicio.

    Era exactamente las cuatro y ocho minutos de la mañana del lunes, ahí estaba yo, recién duchada observando mis ojeras frente al espejo, con una toalla amarrada al cabello, cuando entró un mensaje al celular. Era Vinicio, con un video, de estos que abres una vez y solo queda en tu memoria porque se borra al instante, con Sandra, ambos disfrutando de los placeres que la juventud goza a esas horas del día.

    - Le tengo algo de lo que pasó en la isla, que no se quiere perder – me escribió – pero vinimos relajados esta vez, hay que comportarse.

    - Déjele eso a los mojigatos, eso no es para ustedes.

    - Sandra se lanzó al mar, según ella a salvar a una chica, pero ella no sabe nadar, dijo que sin un beso no se iba de ahí. Apenas es lunes y todo hombre que pasa, Sandra se lo quiere comer con la mirada. Dice que está disfrutando la soltería. Está disfrutando los placeres de la vida, que ya se le habían olvidado.

    - No, eso nunca. Los placeres no se pueden olvidar, hay que recordarlos para cuando uno ocupa motivación.

    - Somos demasiado ambiente para estar amarrados.

    - Depende como lo amarren... Si es al respaldar de una cama, no creo que haya objeción.

    - Así va a terminar Sandra hoy.

    Obvio, no viene al caso, pero en la oficina, aun después de unas semanas, parecía increíble el resultado en el concurso de haikus del cual fungí como jurado intelectual. Y sí lo admito, había otro haiku que merecía el triunfo, pero esta vida ocupa un poco de sana diversión. “Evangeline”, se llamaba aquella preciosa obra, pero es el nombre de una de las chicas de la oficina sobre quien escribo a escondidas en estas notas y en modo jocoso, reclamé mis derechos de autor (ya sé que tal cosa no existe en este caso). Con cualquier otro nombre habrían ganado de manera sobrada, pero el nombre es como el amor, no puede compartirse. Prometo no volver a hacerlo.
    A Alde le gusta esto.
  7. “No hay invierno suficiente que opaque el verano que llevo por dentro” se animó a escribir Amalia en sus estados, con dedicatoria incluida. Porque cuando se es suficientemente caliente ningún trozo de hielo te baja el calor. No sé, tal vez buscó un significado más profundo, pero al final, cada persona les da a las palabras el sentido que quiera.

    Había topado con Enrique, un lunes, algo impensable en él. Los lunes no eran para asistir a la oficina, pero se veía feliz, sonriente, como si el fin de semana lo hubiera tratado como se merecía. Asombrada vi como aquel espacio tan reacio a recibir a su dueño un lunes, era ocupado con rostro de alegría.

    Justo me entra la duda de si es posible comerse a alguien por video llamada, porque de ser posible, el abogado y yo nos habíamos devorado anoche, cerca de las diez, en aquella llamada repasamos la jurisdicción completa, de la A, a la Z. Con la secadora de cabello me encargué de secar el teléfono, que estaba sudado después de veinte minutos intensos.

    Era una reunión de compas, de amigos, Amalia, Evangeline, Mateo y yo, jugando cartas durante el almuerzo, con el premio por parte de Evangeline y Mateo, de que quien perdiera lavaba los platos del otro, y pasó lo que era más que obvio, Mateo perdió, porque si en este mundo de inteligentes hay alguien capaz de sabotearse a sí mismo, ese es Mateo. De postre, Paolo había repartido queque y con esto le sacaba ventaja de dos a uno a Vinicio.

    - ¡Salud! – le dijo Evangeline a Isabel.

    - Fue tos, no un estornudo – le aclaró Isabel contrariada por aquella palabra de Evangeline, pero Isabel se lo tomó con una risa, y una referencia a Chespirito.

    Veintiún segundos, eso duró el temblor que ocurrió cerca de la una y veinte minutos de la tarde, veintiún segundos, pero no estaban Vinicio y Sandra, motivo por el cual nadie se inmutó, todos continuamos con nuestras labores normales, a ninguno nos pesaba la conciencia, todos éramos almas puras y cristalinas, tan cristalinas como las nacientes en los tiempos de Adán y Eva.

    Donato no quiso quedarse detrás y pasó repartiendo empanadas, nos convidó a Evangeline y a mí. Así que ahora, teníamos los queques de Paolo y Vinicio y la empanada de Donato para degustar diferentes sabores, todo dado en cuestión de cuatro semanas. Cierro el tema, no se hable más del asunto.

    Decía mi abuela que los lunes ni las gallinas ponen, pero ahí estaba, eran las dos de la tarde y Enrique aun reía, había reído durante todo el día. Aquel lunes encontró a Enrique tan matizado, que con la música adecuada hubiera bajado por las gradas bailando desde el cuarto piso hasta la entrada principal del edificio.

    Una hora después volvió a temblar y esta vez, el sismo duró treinta y dos segundos, pero todos seguíamos con esa aura que respira paz, cuestión de Dios, dirían algunos. Mañana tenemos taller de inteligencia emocional, y sí lo sé, soy psicóloga, pero mi inteligencia y mis emociones nunca compartieron aulas en la escuela.

    Al final, tuve un pequeño mareo, pero fui a uno de los sillones a recostarme y cuando me disponía a cruzar la puerta, Paolo me atajó, porque es buena persona y su don de gente le impedía dejarme ir así como así sin que el médico de la empresa me chequeara. Gracias Paolo.
    A Alde le gusta esto.
  8. Había varios globos decorando aquella área de la oficina, rojos, blancos, con diseños. Era el cumpleaños de Paolo y su escritorio lo habían decorado a la altura de aquel festejo. Veintiún años me dijo que cumplía y yo no lo puse en duda, dicen que quien no confía en la palabra de un hombre, no tiene en qué confiar. Dichosa esa juventud que puede acostarse a las dos de la mañana, dormir tres horas y levantarse sin la necesidad de tomar un café bien cargado para agarrar energías para el resto del día, a mis treinta y cuatro, aquellas épocas quedaban en meros recuerdos.

    Tras dos semanas sin ir a la oficina, llegué envidiando el café que Regina tenía a su lado y del que tomaba pequeños sorbos antes de que abrieran la oficina. Una vez dentro me tocó ponerme al día en lo que se podía con Evangeline e Isabel, quienes habían llegado ese día a trabajar, a diferencia de la esquina, donde Enrique, Vinicio y Sandra brillaban por la sombra de su ausencia. El grueso del equipo no asistió ese martes a la oficina y me pareció curioso, por lo general es el día de la semana con mayor convocatoria. A Paolo le llevaron un pastel para celebrar y repartió un pedazo a los que estábamos allí, porque la generosidad y el agradecimiento no se miden por porción si no por corazón. Comió hasta Isabel, cuyo paladar no frecuentaba probar los alimentos dulces.

    Con Amalia, Nicolás y Evangeline, tenía pendiente un almuerzo que cumpliríamos al día siguiente, para canjear el premio que ganamos en el Employee Day, canjearlo en uno de esos restaurantes que no existen allá por mi pueblo natal, donde lo más fino son los restaurantes de comida china, que conglomeraban la clientela y donde uno podía darse el gusto de comer un arroz cantonés o un arroz con lechón.

    El miércoles Isabel le comentó a Vinicio y a Sandra que Paolo había compartido de su quequito, igual que Vinicio lo había hecho anteriormente hace varias semanas, la diferencia es que a Vinicio le habían rogado para poder probarlo, le habían sacado el sudor mientras le rogaba la lengua de Isabel, en tanto que Paolo lo daba democráticamente, sin necesidad de ruego, para quitarles el antojo al resto de humanos. Las texturas, bueno, el de Paolo era más esponjoso, con más sabor, no hay nada como comparar para elegir entre varios productos.

    - Ah – dijo Vinicio – pero es que el de Paolo es venezolano y los sabores venezolanos le abren la boca a uno, sabe diferente a lo criollo – recordaba seguramente aquellos platillos carnales que Cartagena le había ofrecido en sus dos visitas previas.

    La semana entrante vuelven Sandra y Vinicio a Colombia, quedaron degustaciones pendientes, sabores que no probaron. Yo no podría hacer un viaje con ellos, no podría llevarles el ritmo, a diferencia de ellos, cuyos viajes están cargados de sudores, sábanas mojadas, discotecas al amanecer, coqueteos, pecados lascivos y pegajosos, mi viaje a Nicaragua fue algo artístico, emocional, un encuentro profundo con mi aura. En este punto necesito hacer una pausa, me ha pasado algo extrañamente curioso. He sentido algo que andaba en mi hombro izquierdo y al fijarme, he visto a un hombrecillo de unos diez centímetros de altura haciendo flexiones, con un cuerpazo, que, si fuera de mi altura, sería un Adonis, con una mirada de desaprobación cuando he dicho que mi viaje fue artístico, inmediatamente veo mi hombro derecho y en él, distingo a un ancianito con bastón, casi calvo, pidiendo perdón por algo. Hago lo que tengo que hacer, tiro el trago de ginebra que estaba tomando a ver si dejo de alucinar.

    Durante el almuerzo cuando canjeamos nuestro premio, me di cuenta de algo, yo no era la única que frecuentaba pocos lugares así, recapitulemos. A la entrada del restaurante a Amalia se le ocurrió preguntarle a la chica que atendía, si se podía cancelar con la tarjeta que llevábamos, haciendo hincapié en el hecho de que no era robada, lo que causó una risa nerviosa en la muchacha. Aclarado el punto, tocó escoger la mesa y fue el turno de Evangeline para hacerse grande, dudó entre cuatro mesas diferentes antes de finalmente escoger donde íbamos a sentarnos, después de haber dado dos vueltas por todo el sitio, porque todas las mesas parecían bonitas. Cuando llegó el turno de que nos sirvieran las bebidas, estuve a punto de dar un sorbo al vaso, confiada en que ya no se usaban las pajillas, hasta que el mesero las puso en la mesa, justo cuando mi boca estaba a dos milímetros de tocar el vaso. No voy a decir nada sobre la selección de platillos o lo que se habló durante aquel almuerzo. Es como Las Vegas, lo que sucede o se dice ahí, permanece ahí, solamente diré que quedé con la tarea de recomendar un enjuague bucal a Nicolás, quien estaba bendito entre las mujeres, muchos hombres se deseaban aquel puesto, salir a almorzar con tres mujeres de buen ver como Amalia, Evangeline y mi persona (lo que algunas gentes educadas conocen como milfs). De regreso a la oficina cuando Mateo y Paolo nos preguntaron cómo nos había ido, todos indicamos que nos había ido de maravilla, pero repito, lo que se dijo o lo que pasó en el restaurante, se quedó ahí.

    Como dijo Sandra, la carne nunca se come fría, se sirve caliente y se mete en la boca a tiempo para degustarla placenteramente.
    A Alde le gusta esto.
  9. Aquella video llamada por la que salí de la oficina hace dos semanas a media tarde, para atenderla en el pasillo y que me produjo risas el resto del día, había sido apenas un preámbulo, una mirada a los confines del universo. Y mira que nunca antes se me había ocurrido salir con un abogado, qué iba yo a imaginar que la ley tuviera unos labios tan ricos a la hora de besar, ¡Por Dios! vaya máquina de la ingeniería que es el cuerpo humano, había pasado mucho tiempo desde que sudaron los polos helados, muchos soles desde que la línea del Ecuador separó ambos hemisferios. Querido, te dejo dos canciones para que te acuerdes de esta hembra psicóloga: "Mi auto era una rana" de Pedro Suárez Vértiz, y "Me haces tanto bien" de Amistades Peligrosas, con eso te lo digo todo.

    Yo confieso ante un Dios todo poderoso que mis locuras han disfrutado muchos buenos momentos. Trato de no lastimar a la gente, lastimarme a mí misma no importa tanto, soy dueña de mí y acepto que yo misma me digo muchas mentiras y me robo muchas verdades, verdades que quiero olvidar tan rápido como me es posible. ¿Acaso no somos así los seres humanos?, nos hacemos los idiotas cuando nos conviene y cargamos nuestra alma con muchos recibos pendientes. Alimentamos nuestra mente con cosas que en realidad no queremos que sucedan, porque de pasar, no sabríamos cómo reaccionar. Así somos, hay quienes dependen de los demás, como nuestros abuelos dependían de España.

    Este viaje a Nicaragua no se parecía al viaje de Cartagena que hicieron Vinicio y Sandra, o los viajes ancestrales que hace Enrique con sus bebidas estimulantes, ni a los viajes que hacen el resto de mis chicos, yo salí del país porque no era capaz de encontrarme ya ahí, me costaba identificarme; en otras palabras, hice el viaje por cobarde, por temor de enfrentar mis dinosaurios, pero también con la fe de que algo iba a alivianar mi propio equipaje, ese que no se lleva en maletas, que no revisan en las aduanas, el equipaje de ser yo, algo así como aquel personaje de Dickens peleado con la navidad.

    Después de una ducha con agua tibia, pensando en cosas vanales, y sin cigarros, porque en estos hoteles prohíben fumar, tenía leves relámpagos de cordura, tan leves que no conseguía invocar a mis antepasados, me hacían falta mis borradores, mis notas, escribir en este maldito teléfono no me da la misma libertad, yo ocupo borrar, manchar las hojas, cambiar criterios. De esa forma me libero más, me siento más yo. No he escrito aún el nombre del chico del despacho porque no tiene importancia, la tendrá si algún día decido que no puedo vivir sin él, de momento tan solo es alguien que está ahí, un escape, me sentiré estúpida si me enamoro, porque el amor no tiene sentido. Hay gente tan pobre que busca su propia felicidad al lado de alguien más, ese es el nivel más cruel de pobreza, porque nada ni nadie te da la felicidad que tú mismo te niegas a darte... Y yo, aún no me siento tan pobre.
    A Alde le gusta esto.
  10. “Mother looking at me

    Tell me what do you see?

    Yes, I've lost my mind”



    All the things she said / t.A.T.u



    Había llegado por cuarta o quinta vez a mi consultorio, con la misma solicitud, con aquellas maneras ansiosas que no nos dejan mirar la realidad. Quería que firmara su alta, las otras veces le había explicado los motivos por los que no lo hacía, esta vez firmé; hay guerras que hay que dar por vencidas, no porque el rival sea mejor, sino para hacerlo sentir feliz consigo mismo. Le extendí el documento y salió contento del consultorio, llevaba el acta donde hacía constar que ya no necesitaba mis servicios.

    Amalia había llegado aquella mañana a la oficina con una blusa verde, haciendo alusión a sus antepasados, muertos siglos antes de conocerlos. Evangeline la observó, calculó sus palabras y luego de soltar una sonrisa por encima de su escritorio, le dijo:

    - Amalia, ¿trajo la ayahuasca? – la otra la volvió a ver, sonriendo, porque la sonrisa es algo que fluye de manera natural en ella, luego fue a saludar. La verdad es que la blusa no se le veía mal, pero no era típico verla vestida de esa manera.

    El día siguiente tocaba actividad, el grupo a cargo tuvo una idea lindísima, la creación de haikus, ese arte japonés equivalente al yoga, para liberar el espíritu y alimentar el alma. No me dejaron jugar, me eligieron de jurado, ¡a mí!, ¡qué diablos voy a saber de eso!, no soy escritora, a veces dudo de ser psicóloga y me ponen de jurado en una elección de esas. Enrique se acercó, se sentó junto a mí y me insinuó al descaro que los eligiera ganadores.

    - Doc, usted sabe, elíjanos – como si mi dignidad e integridad pudieran ser comprados con esas palabras. Al final hubo un silencio cuando elegí al ganador, a mí me gustó, hubo obras en español e inglés, con tanta belleza y profundidad, que me sentí rodeada de poetas, con lo que a una mujer le gusta que le lean poesía (y más si te la susurran lentamente al oído).

    Nicolás había estado enfermo, y en él se centraban las esperanzas de Evangeline, Amalia y la mía propia, para ganar el sábado en el juego de la búsqueda de tesoros, porque como él solamente se junta con ganadores. Ha de ser como Messi jugando, ese que ve la aldea quemarse y saca su valentía y magia para echarse el equipo al hombro.

    Tres días después, cuando llegó el día, a mí me hizo falta experiencia jugando FIFA y a Amalia le faltó un compañero de equipo que estuviera a la altura de sus capacidades, de haberlo tenido, ella habría jugado la final y no se habría quedado en semifinales, como le pasó conmigo.

    Donato llegó a contar su experiencia con la sesión de yoga, que se terminó convirtiendo en clase de pilates y donde lo habían puesto a sudar más de lo esperado. Enrique y Vinicio la pasaron tranquilos, sin sudar, relajados, mirando la competencia y a los demás correr como locos. En la competencia final, la búsqueda de tesoros, hice equipo con Amalia, Evangeline y Nicolás, quien corrió por el área de juego cual gacela en la sabana de África. Terminamos terceros, haciendo buen tiempo, sudados, por lo menos yo, con el aporte de todos. Nicolás había sido Messi, Amalia fue un CR7 comandando, Evangeline le quitó el puesto a Luka Modric y yo, tuve que conformarme con ser Walter “Paté” Centeno, inmóvil debajo del arco, mirando como Estados Unidos los mandaba al repechaje contra Uruguay, rumbo a Sudáfrica 2010.

    El equipo que incluía a Romeo y Paolo terminó segundo, era obvio, sus cuatro miembros eran de los favoritos, por sus destrezas, porque son de esa gente que desata ese deseo increíble de salir a ganar y así lo hicieron. El equipo de Mateo y Sandra acabó cuarto, a poco de arrebatarnos el tercer lugar y conseguir alguno de los premios. Regina e Isabel no asistieron, tenían compromisos que adquirieron antes de conocer la fecha en que se realizaría la actividad. Lástima, porque ambas pudieron ser un par de dignas contrincantes, quedará pendiente para la próxima vez. Cuando a la salida Evangeline me hizo el favor de llevarme a la capital, Sandra, Vinicio y Nicolás, estaban planeando partir de fiesta.

    Y aun restaba el almuerzo, dos días después en la oficina, con Paolo pasando de la felicidad y satisfacción por ganar de manera inmejorable la primera ronda de videojuegos, al dolor y la frustración de la derrota, tanto, que se desquitó con la pobre de Amalia, “hasta esa Amalia me ganó”, le dijo en frente de quienes estábamos allí. Amalia reaccionó con inocencia y sonrió al escuchar las palabras de Paolo. ¡Qué vergüenza Paolo, qué vergüenza!

    En la reunión diaria, nada particular, Regina había aprovechado para abrazar uno de los almohadones y recostarse, en un intento de calmar esos arrebatos de ansiedad que a veces tocan a nuestra puerta.

    Yo me voy de vacaciones por unos días, por lo que me desconecto de algunas cosas, espero volver con más fuerzas de las que cargo al irme y espero, que el chico del despacho no deje de mensajear conmigo para sentirme un poco acompañada, después de todo, la cena no estuvo nada mal y el postre fue dulce, tan dulce como un caramelo. Aún tengo en mis manos y mi cuello, algunas palabras en letra pequeña de lo que sucedió durante aquella cena. Listo, hay detalles que una dama no debe escribir.
    A Alde y Carolina Varela Lopez les gusta esto.
  11. Sandra había aterrizado en territorio colombiano con ganas de vomitar y dolor de cabeza, con la ansiedad por conocer al nuevo novio que la esperaba en una tierra exótica (“Raquel es un burdel”, canta Miguel Ríos). Vinicio lo pensó, pero luego, se quedó con ella en vez de dejarla tirada en el cuarto del hostal donde se hospedaron. El guaro había hecho su trabajo y Sandra cayó en la cama, abrazada a dos botellas de guaro nacional que habían comprado en el Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, para recordar a su tierra.

    Antes de continuar, me hago a mí misma la aclaración, de que omitiré algunas partes, contadas por Vinicio, porque de lo contrario terminaré escribiendo el guion de una película para adultos, con Sandra y él mismo como protagonistas, y mi mente puede caer en escenas explícitas. Lo que escribo, lo hago basada en notas que me facilitó Vinicio y unas cuantas que Sandra incorporó luego, ambos fungieron como corresponsales aficionados.

    Sandra iba con sabor a Costa Rica y su cosquilleo en las piernas tenía procedencia venezolana, lo comprobaría en una discoteca, donde pasaron una noche y donde ella recibiría una nalgada con tal fuerza que le dolió (imagino que no es la primera vez que nalguean a Sandra), y por supuesto, en vez de disgustarse por la nalgada, Sandra se iba con el venezolano a que le hicieran un baile privado sobre sus piernas en plena disco, junto a la mesa donde tenían sus tragos. De ahí a un beso, fueron segundos y de ahí a besarse al mismo tiempo con dos hombres, era nada. No sé si es la primera vez que Sandra hace un beso entre tres, no lo creo.

    A Vinicio mientras tanto, lo habían arrinconado en la pista de baile, lo tomaron del cabello, se lo jalaron de forma provocativa y le salieron un par de respiraciones agitadas, mientras la chica le bailaba sensualmente a sus espaldas, enseñándole un tatuaje de Mickey Mouse:

    - Y abajo tengo un dragón – le dijo, mientras le indicaba el camino con la mirada.

    - ¡Qué rico! – le contestó Vinicio, sujetando un trago en la mano izquierda mientras se movía al ritmo de la música.

    Vinicio tuvo una oportunidad de oro, dos chicas le ofrecieron hacer un trío, una argentina y una colombiana, pero el destino no quiso que aquello pasara. La siguiente noche, cuando quiso con una de ellas, no pudo, le dio una bebida y la chica se la tomó, con tan mala suerte para Vinicio que ella se durmió y no pudo comerse al dragón que le habían ofrecido en el baile. Sandra en cambio, estaba bien abrazada en una suite, calentita, Vinicio se tuvo que conformar con dormir en el frío piso, fuera de la habitación. Sandra no había dormido, los cortes de carne que encontró allá la mantenían despierta, alivianada, como flotando en el mar de la tranquilidad y la sensualidad. Estaba emocionada, era soltera, sin estrés.

    Al día siguiente, durante un viaje en yate, Sandra se lanzó al piso a bailar con tres muchachos de buen ver; en tanto, Vinicio hacía video llamada con su futura suegra (o al menos eso parecía). También fue la manzana de la discordia cuando una mujer lo invitó a bailar, frente al marido de esta, Vinicio aceptó, lo que se ofrece de gratis, no se debe tirar al basurero. Además, le arrancaron a Vinicio su cadena y la echaron al mar, como si aquel tesoro que llevaba y no se quitaba nunca, hubiera tenido escrito en su destino quedarse en aguas sudamericanas.

    Hubo buceo, discotecas, viajes en yate, bebidas, besos, cosas censurables, visitas pendientes a Cartagena otra vez y a California, Estados Unidos. Escenas que Sandra prometió mejorar en su próximo viaje. Cartagena no estaba preparada para recibir a ambos, los había detenido la policía a las cuatro de la mañana, porque uno de sus amigos orinó en la calle, a la salida de la discoteca, pero luego de comprobar sus pasaportes y demás documentación, los habían dejado irse, no sin antes advertirlos por sus actos indebidos en la vía pública.

    A la vuelta, ambos se habían sumido en una fiesta de carcajadas mientras trabajaban, Vinicio se levantaba de su asiento y acudía a la esquina, a recordar con Sandra los conceptos aprendidos durante su viaje. La gula era un pecado cuyo epicentro se ubicaba en el Sur del continente.

    Como dije al inicio, muchas otras cosas sucedieron, variedad de colores y sabores, una gama de destinos (como millas de viajero), sudores que no se secaban en una toalla, pero por dignidad y ética profesional las omito. Lo que aquí está escrito, es aquello que no compromete la integridad de ninguno de sus protagonistas ni la mía propia (aunque dado la intimidad de mis escritos, es imposible exponer la integridad de alguien). Que nunca se diga que me dedico a fantasear, porque solamente escribo las cosas que veo o escucho, sin cambiar ninguna letra.

    Me marcho, conseguí que el chico del despacho de abogados me invitara a cenar… ni pongan esa cara (¿a quién le hablo? si nadie leerá esto), es solamente una cena, nada más. Aunque, con suerte podría pasar algo, podríamos ir por un postre, algo dulce o salado, depende de los gustos. Pero no creo, esas cosas solamente le suceden a mis queridos chicos de la Oficina Sunshine. Por cierto, alguien había dejado una nota sobre mi escritorio, preguntando por mi sonrisa, están tan acostumbrados a mi seriedad, que cuando no la llevo conmigo, es una novedad.
    A Alde le gusta esto.
  12. “The music sounds low,
    the heart bleeds rhythm under the skin,
    I cry tears of joy”

    Un viejo haiku que me regalara un ex durante mis años de secundaria, cuando el amor era un estilo de vida y los besos dejaban azúcar en los labios. Pero ahora, estaba recostada al colchón, viernes por la noche, con pijama, las pantuflas al lado izquierdo de la cama, con una cerveza extranjera en la mesita de noche, a medio beber, dos colillas de cigarrillo regadas por el piso y de fondo “Pornocracia” de Mon Laferte. Tenía un tumulto de papeles enredados en la almohada. Nosotros mismos cometemos los pecados que nos atan. Mis chicos también, ninguno de ellos se atrevió a liberarse de la opinión de los demás. Todos aceptaron aquel juego estúpido que les propuse de las tres palabras. Si al menos uno, sólo uno de ellos no lo hubiera aceptado, pudieron haber dicho lo que yo quería escuchar “no, doc, ninguna de esas palabras me define, nadie puede definirme ni relacionarme con ninguna palabra”, pero no, todos lo aceptaron, algunos incluso escogieron una de las palabras con convicción, sin pensar, como hacemos tantas cosas, sin detenernos a razonar que somos lo que construimos, no lo que los otros piensan sobre nosotros.

    - ¿Se me notó mucho? - nos dijo Paolo a Evangeline y a mí, mientras calentaba el almuerzo en el microondas. Después de recordarle un pasaje de la reunión, puso la cara con aspecto frío y nos pidió que olvidáramos aquel episodio. Eso nunca había sucedido, era un bug en el espacio tiempo.

    Los problemas habían llamado a Romeo luego del almuerzo, la batería de su carro había dejado de funcionar y ocupaba de esa inteligencia que sólo las mujeres aplicamos en la vida, porque los hombres tendrán muchos mitos sobre su fuerza, pero Dios les puso el cerebro a las mujeres, por eso aprendemos de nuestros errores, a diferencia de ellos. La solución llegó luego de una junta improvisada en el centro de la oficina: revisarla y de ser necesario, comprar una nueva. Luego hicieron comitiva hacia el vehículo, a inspeccionar al enfermo.

    Hoy me tomo dos tragos de agua ardiente en honor a Colombia. Mañana en la noche parten Vinicio y Sandra a Cartagena y esperaré los noticieros, para saber las desgracias que sufrirá esa hermosa nación durante estos días.

    - Le conseguí marido a Sandra en Cartagena – me dijo Vinicio, sin saber que Sandra no va por marido, con que le den en la luna de miel, es más que suficiente.

    Isabel volvía de comprar el desayuno, antes ya había hecho la ronda habitual por la oficina, para apuntar a aquellos que ocupaban realizar el pedido.

    - Iba a invitarlo al desayuno, pero como usted se pone a jugar de exquisito – le dijo a Vinicio, este respondió con una risa, su mente está en las discotecas, playas y barrios bajos (si es que existen) de la tierra sudamericana.

    ¿Qué pasa cuando nos enamoramos? Me diré lo que sucede, sucumbimos ante una bajeza, ante una enfermedad mental, eso es el amor, una enfermedad, una locura que le hace creer a algunos que ocupan de alguien más para ser ellos, para que otra persona cure sus trastornos mentales. Si el amor sirviera de algo útil, los sacerdotes tendrían permitido enamorarse, pero no lo tienen, porque el amor es una enfermedad, ni siquiera a Cristo se le permitió enamorarse… luego analizaré eso, porque a mí no me importaría que se hubiera enamorado, o ¿acaso Dios lo habría dejado de considerar su hijo amado si se hubiera casado?...

    Fabián se había sentado junto a Vinicio y Sandra, con la excusa de tomar unas notas que necesitaba, ¿cuántos chismes se habrá perdido estas semanas que se sentó lejos?, de seguro ocuparía buen rato, si no para ponerse al día, al menos para actualizarse un poco. Hoy, después de semanas volvía a ir al baño a la misma hora de ellos, ocupaba volver a llenarse de información, colocar la lengua en ese estado frenético que causa satisfacción por ponerla a trabajar.

    - A mí me inscribieron en yoga – dijo Sandra, sobre las actividades del Employee Day.

    - Sandra – le comenté serenamente – y ¿usted se imagina que la pongan a hacer un Split?

    - A ella la posición que le gusta es la del niño – se apresuró a comentar Isabel.

    - ¿Cuál es esa? – preguntó Vinicio de manera inocente.

    - Con el biberón en la boca – contestó Isabel y soltó la risa, tanta, que casi bota el agua que estaba tomando. Sandra ni se sonrojó, ella era máster en mantener calientes los biberones.

    Hicieron un juego de bingo en la oficina y Romeo y yo arrasamos como Argentina en la pasada Copa del Mundo, nos vitorearon, nos abuchearon y salimos ganadores. Vinicio también obtuvo un premio, e Isabel tuvo la difícil tarea de guiar a Fabián, titánica misión. Luego Isabel le escupió en la cara, principios de moralidad a Vinicio.

    - Vinicio, ¿va a compartir de su premio?

    - ¿Por qué lo compartiría? – respondió Vinicio con la seriedad en el rostro.

    - Porque la gente con moral comparte… bueno… pero aclaro… ¡la gente con moral!

    Vinicio tragó duro y luego de matarla con la mirada, siguió conversando con Sandra. Estos juegos sacan a relucir los sentimientos de competencia, las crisis emocionales, los sudores, los deseos de criminalidad… en fin, ¡son un éxito!

    Isabel la luchó, la peleó, como dirían en el barrio ¡la pellejeó papi!!, hasta que se le hizo y Vinicio venció a su moralidad y le compartió de su quequito a Isabel, quien lo saboreó. Había sido una letanía la manera de rogar de Isabel, porque quería probar el quequito de Vinicio, quería quitarse el antojo de eso que Vinicio se negaba a convidar, hasta que este, vencido por las fuerzas, lo compartió y como si Isabel no fuera suficiente comensal, nos invitó a Sandra, Evangeline, Fabián y a mí al festín (el quequito de Vinicio había caído dignamente en una orgía).

    - No sabía que mi quequito daba para tantos – dijo Vinicio.

    Todos desconocemos nuestras fronteras, hasta que la moralidad, ya no es un límite.
    A Alde le gusta esto.
  13. Si el universo conspira para recompensarte, acéptalo, no todos logran dar su esfuerzo y distinguir las cosas buenas que les llegan.

    - Buenos días, Enrique, ¿cómo está?

    - Buenos días, bien ¿y usted?

    - Bien, gracias por el tiempo. Enrique, usted me dijo la semana pasada que sabía cuál es mi favorito, pero ¿sabía que usted es quien asiste con mayor regularidad a consulta?

    Se sonrió, limpió sus lentes y me miró antes de contestar.

    - Sí, sé cuál es su favorito... lo que no sabía es que era yo quien más le hace conversación, y eso que no soy muy fan de hablar... pero hay confianza.

    - Sí, después me dice, si lo ve necesario, mi favorito. Dígame, ¿cómo ha seguido con la confianza en sí mismo?

    - Depende de en qué área de vida vaya enfocada la pregunta... creería que en general bien. Me voy a reservar quien es su favorito, jaja.

    - La confianza en sí mismo, la misma confianza que le tiene el universo. A usted le cuesta aceptar que el universo, lo premie, personal y laboralmente.

    - Creo que no es que no espere a que se me "premie" o que el universo y la vida me retribuya cosas ya sea para premiarme o para enseñarme algo... creo que más allá de eso me abruma la atención desmesurada, ser el foco en alguna situación... me gusta el bajo perfil, me da paz. Pero lo bueno, es bien recibido siempre... que no ande con bombos y platillos como muchos no quiere decir que no me guste estar bien... aunque mi cara le dé una impresión distinta.

    Hablábamos con tranquilidad, con confianza, con Enrique no se me dificultaba entablar conversación.

    - La impresión de la cara es lo de menos, eso sólo es algo que enseñamos, lo que importa es el interior.

    - Desgraciadamente vivimos en la cultura del "envase" nos enfocamos en el molde y no en el contenido. ha habido personas que se forman una idea errada de mi persona por la cara, o porque no hablo mucho... pero no los culpo jaja, tampoco es algo que me preocupe.

    - Pero se lo decía, porque tal vez, usted ha aprendido mucho en la vida y comienza a recibir los esfuerzos que sembró.

    - ¿Usted cree?, ¿por qué lo dice?

    - Porque desde que lo conozco, lo he visto mejorar, lo he visto superarse a sí mismo.

    - Le agradezco la linda observación, tal vez no me he detenido a pensar en eso ... puede que lo que usted dice sea cierto y yo ni cuenta me doy, jaja.

    - cuando nosotros nos superamos, el universo no nos vuelve a dar la misma lección, nos va subiendo de rango y nos enseña nuevos retos.

    - Totalmente de acuerdo, ¡es cierto!

    - Que no nos demos cuenta de inmediato, no es malo, quiere decir que queremos seguir aprendiendo.

    - Realmente no me gustaría volver a pasar tal vez por cosas negativas que he tenido que atravesar en diferentes procesos en mi vida... por eso trato de ver los problemas como lecciones, de nada sirve sumirse en la miseria... de todo se aprende para mejorar y no volver a hacer las mismas tonteras... suena facilito, pero cuesta...

    - Usted es de los metódicos del grupo.

    - Creo que las peores decisiones se toman bajo la emoción, por eso siempre racionalizo todo y trato de controlar mis impulsos, que los tengo obvio ... como todo el mundo.

    - Usted ve las respuestas más allá de los problemas, eso es conocerse. ¿Qué palabra nunca asociaría con usted?

    - Impulsividad.

    El juego consiste en que nadie nos defina, nosotros somos lo que queremos ser (porque ser lo que podemos, también depende de qué tanto lo queremos).

    - De estas tres, una es usted, o se relaciona consigo, las otras, deséchelas.

    - Dale.

    - No me diga sus resultados, es un juego, aunque no lo entienda: recelo, sexualidad, cobardía.

    - ¿Le tengo que decir con cual de todas me identifico?

    - No, la palabra solo es suya, con suerte es la misma que yo considero, pero no ocupo saberlo. Ni le quito más tiempo.

    - Creo que cobardía tal vez...

    - Diferimos, pero yo no ocupaba saberlo. No deje que los problemas lo aturdan, usted siempre sabrá cómo enfrentarlos. Hasta luego.

    Enrique era el que no acepta quedar a medias.

    - ¿Cómo así?... ¿me va a cortar la conversación así, de tajo?

    - ¿Hay algo que quiera decirme?, usted no es de muchas palabras.

    - No realmente, solo no entendí el juego...

    - ¿Conoce la historia de Romeo y Julieta?

    - Ajá... sí la conozco, es bastante popular.

    - Hubo disputas entre dos familias, los Capuleto y los Montesco, y cada uno caracteriza al otro, pero no se preocupe, es una lista que creí perdida, pero la encontré luego.

    - Quedé peor con esa explicación.

    - Ocupo entenderlo yo, pero si escogió cobardía, está bien, yo no consideré esa palabra para usted, los cobardes nunca salen adelante.

    - Sólo la escogí a la carrera por presión y sin entender el fin de la pregunta, no me considero alguien cobarde.

    - Entonces no la relacione con usted. En ese caso, es receloso o sexual, una de esas dos, pero seguimos en contacto.

    - Si lo pensara mejor... creo que sería "recelo", mi confianza no es algo que le doy a cualquiera y no confío en todo el mundo tampoco.

    Hay veces que escogemos tan rápido, que no miramos las cosas que pudimos haber escogido.

    - No ocupa saber mi respuesta porque no ocupamos la opinión de los demás, eso es irrelevante, las palabras son solo eso, usted escoge lo que usted siente que es, no se deje ir por la opinión de los demás, esa es una lección que ya usted aprendió. Pudo decirme que ninguna, porque nadie lo puede definir a usted, eso es trabajo propio.

    - No, no, no es eso... sólo no analicé bien antes de responderle, pero de esas sí considero que recelo... ¡ve por qué no son buenos los impulsos!, jaja.

    - No deje que los demás le digan como debe ser usted, escoja sus propias palabras, fórmese su concepto, hágase un diccionario propio, y nunca le van a decir "una de esas opciones es usted". Usted siempre será su mejor opción.

    - Lo tendré en cuenta.

    - Lindo día.

    - Lindo día.
    A Alde le gusta esto.
  14. Si la locura tuviera un rostro, yo podría perfectamente colocarle el rostro de él, su locura nunca ha permanecido en el anonimato.

    - Buenos días, Donato, ¿todo bien?

    - Bueeeenas.

    - Con usted sé que abuso, porque usted es como el papá de los pollitos, y todos los pollitos son diferentes, ¿le gusta ser el papá que guía a los pollitos?

    - ¡Amo a todos mis pollitos! todos son súper diferentes y me encanta.

    - El trabajo suyo, es básicamente ser una hormiguita, va por aquí, lleva esto, trae lo otro, y sin embargo, hasta cuando se enoja, tiene tiempo de reír, ¿cómo hace?

    - ¡Creo que es parte de mi personalidad! intento no traerme los problemas de la casa al trabajo y al revés, jeje, el secreto de siempre estar feliz es no tomarse nada personal, y aunque esté enojado no tengo por qué, es parte de todas las emociones que alguien puede sentir y es cosa de saberlas manejar. Además, que leí por ahí que uno es capaz de transmitirle a los demás su felicidad y un simple comentario de “wow me encanta como se te ven esos tenis” puede cambiarle por completo el día a una persona. ¡Escuchar es importantísimo! y ponerle atención a los demás. Creo que me desvié de la pregunta, jaja, es que enserio amo mi trabajo y a todos mis pollitos.

    Soltó una carcajada, le acerqué un vaso con agua y después de recuperar el aliento, seguimos.

    - No, no hay desvíos, es su tiempo y es su conversación. La espontaneidad suya, es marca registrada, también lo es decir las cosas sin pensarlo.

    - Sin filtro, escandaloso, invado espacio personal…

    - Los filtros solo sirven para que la gente se haga una idea equivocada de quienes somos y usted disfruta que la gente lo acepte tal y como es.

    - ¡Buen punto! ¡totalmente! aunque sé que de fijo le caigo mal a más de uno, pues es parte de la vida. Yo intento ser lo más auténtico posible.

    - Un alto porcentaje de su manera de ser es porque usted se ama a usted mismo y no tiene problemas con mostrarlo.

    - ¡Me amo! ¡amo al prójimo! ¡amo mi vida! ¡amo mi familia! ¡amo a mis pollitos! Jeje, estoy lleno de amor. Y creo en las personas, por más cosas que me han pasado, amo cada día.

    - ¿Cómo se llamaría una película basada en su vida?

    - Ish, déjame pensar, esa está difícil, sería más como una sería de muchas temporadas y episodios, jaja, siento que soy una persona que cambia y se adapta.

    Ambos sonreímos, la alegría tiende a contagiarse.

    - Y si tiene el actor que lo interprete, es un plus.

    - Uno que tal vez se ajuste a mi hoy, mañana ya no.

    - La vejez le va a llegar tarde, porque no veo que su espíritu vaya a envejecer.

    - Ya estoy reviejo.

    - Tiene el alma en plena adolescencia.

    - Eso te iba a decir, jaja, mi personalidad es de todo un adolescente.

    - ¿Tiene alguna palabra que lo defina?

    - Chineado, 100% soy una persona súper híper chineada.

    - Yo tengo tres que le voy a proponer, una es parte de usted y las otras dos, son virus filtrados.

    - Cuénteme.

    - No me diga la que escoja: empatía, análisis, sexualidad.

    - Cambiaría análisis por adaptabilidad.

    - No me diga la que escogió, y ¡no se pueden cambiar!

    - ¡Entendido!

    - Nunca guarde su adolescencia, la gente olvida cuando fue joven y envejece. Usted siga así, la vida se lo va a agradecer. Gracias por el tiempo.

    Se quedó en shock. Parecía que lo hubieran congelado en el espacio.

    - ¿Eso era todo!? creí que íbamos a conversar más.

    - ¿Quiere proponer un tema?

    - ¡Cualquiera! yo puedo hablar por horas.

    - Lo sé, no entiendo cómo duerme, si hasta dormido debe hablar.

    - ¡Pues sí! hablo y ronco como un camión averiado, y tengo sueños súper reales.

    - Ha de ser su manera de sacar el estrés del día.

    - Pues no es mi forma de liberar el estrés del día. Esa es más aburrida, creo yo. Mi estrés del día se libera cuando llego a casa, me tiro en la cama y le cuento mi día a mi novia mientras le hago cariño. Sé que suena aburrido, pero es el único momento donde mi cabeza se acomoda.

    - Demasiada información -volvió a reírse- yo casi no sueño, de hecho, hasta raro me parece cuando sueño algo. Y sus sueños deben ser clasificación A, B y C.

    - ¡Vívidos! puedo tener reuniones, ir de compras, tener conversaciones con personas que vi en el día, ¡en serio! mi cabeza nunca hace silencio.

    - Entonces sí son aburridos, no tiene sueños clasificación C -como las películas-.

    - ¿Qué es clasificación C?

    - Esos lo liberan más rápido del estrés. "A": Películas para todo público. "B": Películas para adolescentes de doce años en adelante. "C": Películas para adultos de dieciocho años en adelante. Eso lo dejamos para otra sesión de terapia.

    Nos despedimos y unos minutos después, aun podía oír sus carcajadas retumbando en el consultorio.
    A Alde le gusta esto.
  15. Lo miré acercar el rostro por la puerta, sonreír y ajustarse los lentes, imagino que no para verme, porque creo que él aplica gustos exigentes para su vida cotidiana. Casi siempre anda con prisas, como si el tiempo no fuera a ser suficiente.

    - Buenos días, Mateo.

    - Hola, señora.

    - Me dijo que tenía varias historias para ilustrarme. Puede utilizarlas, siempre y cuando las historias sean sobre usted, porque no conversamos sobre terceros (sobre quienes creería yo, que trataban la mayoría de las historias que tenía almacenadas en su mente.

    - Deme la línea y lo encarrilo.

    - Desde que lo conozco usted es una persona que usa el doble sentido, pero que le molesta la doble moral de la gente, ¿cómo lidia con los problemas que eso le genera?

    Se puso la mano derecha en la barbilla, giró la mirada hacia arriba, como si algún ser supremo fuera a ser condescendiente y le enviara la respuesta que esperaba dar.

    - La verdad, solamente no me mezclo con la generación de cristal, problemas no sé si he tenido alguno por eso, porque cada uno entiende lo que quiere. El secreto para vivir en paz y ser feliz, es que lo que digan o piensen los demás no me determina como persona. Mi personalidad es impulsiva y a veces, poco prudente, pero siempre digo lo que pienso, no sé si será malo o bueno, pero es marca personal. ¡Ah y muy charlatana!

    - Decir lo que se piensa, es malo para la gente que no acepta la verdad. Lo de impulsiva, eso es personal, pero usted tiene las amistades que quiere, las que aceptan su forma de ser.

    Se limpió los lentes, agarró un poco de aire y nos pusimos de nuevo sobre la marcha.

    - Sí y comparten mi locura.

    - Eso es bueno, encontrar gente con la que uno pueda ser uno mismo.

    - La gente doble cara, me cae mal.

    - Y ¿usted sería capaz de cambiar para que alguien lo acepte?

    - Jamás, mi esencia no se la empeño a nadie, a veces creo que el mantenerme firme en lo que creo me ha dificultado el sobre salir en varias situaciones, sin embargo, me enorgullece ser de una sola cara en casi todo.

    - Y ¿alguna vez tuvo que hacerlo?

    - No recuerdo alguna en es este momento.

    - ¿Qué tan fácil o complicado es ser usted?

    - Uy a veces pienso que no es difícil, jaja, pero cuando se me mete algo y peor si me apasiona... uff me vuelvo cuadrado e irracional.

    Cuadrado e irracional, debe pasarle a menudo, pero quién soy yo para definir a alguien que sabe perfectamente cómo es, la mayoría del tiempo.

    - Y en esas crisis emocionales, ¿estar en silencio o hablar con alguien?

    - De las dos, me desahogo con mi mejor amiga, que está loca igual que yo, pero extrañamente me entiende y me aterriza.

    - Gracias por su tiempo Mateo. No hay que permitir que nos encasillen. Análisis, delirio o incontrolable. Si alguna de esas tres palabras funciona para definirlo a usted, escójala, también está en su derecho de no escoger, porque nadie puede definirnos. Si escoge una, no me diga. Que tenga linda tarde y que nunca le falte alguien con quien pueda ser usted.

    Me hizo una seña de aceptación, se levantó de la silla y salió con cara de seriedad, creo que escogió alguna palabra, tal vez no, tal vez no ocupó que yo lo definiera. A veces pasa.
    A Alde le gusta esto.