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  1. Martes, 7:00 pm

    Él sabía que yo era toda suya, en cuerpo y alma, en la salud y la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en las buenas y en las malas, no éramos matrimonio pero yo llevaba esas palabras conmigo, no porque un juez o sacerdote me pidieran decirlas, yo las llevaba por un mejor motivo, sabía que eran ciertas.

    - ¿Cómo te sientes?.
    - Te confieso que estoy un poco nerviosa.
    - ¿ Sólo un poco?.
    - Sí, un poco nerviosa, pero a la vez emocionada.
    - Dime ¿cuánto llevamos juntos?.
    - Tres meses y medio.
    - Y han sido los mejores de mi vida -. David me besó como mi marido ya no lo hacia, estábamos en una nube de amor y pasión, yo volví a ser una chiquilla de colegio con él. - ¿Recuerdas lo que vamos a hacer?.
    - Sí - y me cubrí los pechos con la sábana -; mañana entre diez y diez y treinta entro en la cuenta del banco, te transfiero el dinero de la cuenta de Emilio y antes de mediodía pasas por mí.
    - Nena, eres una diabla, cuando hayas hecho la transferencia me avisas, de inmediato tomo mis cosas y paso por ti.

    Yo me sonreí, ya no soportaba vivir con Emilio, ese hombre iba de la casa al trabajo y viceversa, nunca salíamos, ya no me hacía el amor con la misma frecuencia, ni yo me sentía con ganas de que me lo hiciera.

    - Ese esposo tuyo es un idiota, dime ¿dónde está ahora?.
    - Haciendo horas extras.

    Me tomó entre sus brazos y me besó mientras rodeaba mis senos con sus manos.

    - Y yo - me hablaba agitado- ¿dónde estoy?.
    - Donde tienes que estar, complaciéndome en la cama.

    Y volvimos a hacer el amor hasta quedar exhaustos.

    Martes, 7:00 pm

    - Emilio, no quiero caer en más molestias.
    - Ya dije que no es ninguna molestia, usted tranquilo, todo está bien.
    - Inés no lo sabe, pero no tenía de otra, últimamente el negocio no va bien, pensé que sólo iba a ser una racha, pero ahora es más que eso.

    El hombre estaba destrozado, yo le había dicho a Margarita que haría horas extras a petición del supervisor, pero era mentira, este hombre me había llamado llorando al trabajo y no pude dejarlo así. No era el mismo Carlos que yo conocía, viéndolo llorar era irreconocible.

    - ¿Qué le dijiste a Margarita?.
    - Cree que ando haciendo horas extras, no iba a decírselo.
    - Lo agradezco, ¿cómo van las cosas con ella?.

    Por fin habían llegado las dos cervezas y las bocas de pescado que habíamos pedido.

    - Hasta donde sé, vamos muy bien, este otro mes cumplimos once años de casados.
    - Inés me lo dijo ayer mientras tejía un abrigo.
    - De hecho estamos pensando en pedir familia.
    - ¡Hombre, ya era hora!, uno no es joven por siempre.
    - Yo ya no estoy tan joven, ya pinto treinta y cinco calendarios.
    - Ojalá yo tuviera tu edad, brindemos por eso, por el amor, once años de casados y los hijos que vendrán.

    Ese dinero no lo ocupaba aún, Margarita y yo habíamos vendido un terreno que mis padres me habían heredado y habíamos invertido en plazo fijo, en este tiempo ese dinero era el suficiente para Carlos.

    - Te lo iré cancelando en tractos, puse a la venta el negocio, con eso tengo para cancelarte y meter el resto al banco, para Inés y para mí es suficiente
    - Usted tranquilo, ahorita no lo vamos a ocupar.
    - Gracias Emilio.

    Miércoles, 10:10 am.

    Tengo la maleta lista, tengo la clave de acceso a la cuenta del banco y una vida de sexo y diversión a la vuelta de la esquina, bueno... a veinticinco minutos que se tarda David en llegar a casa, ahorita estoy por ducharme, primero hago la transferencia y luego me ducho. Que Emilio sepa que no estoy satisfecha con él, yo ocupo un hombre, en todo el sentido de la palabra, no un idiota que pase trabajando todo el día, mientras yo me siento descuidada.

    Esto es sencillo, sólo insertamos la clave, lo transferimos y listo, mi vida arreglada de principio a fin,sólo queda llamar a David a avisarle:

    - Preciosa, paso por ti en cuarenta minutos, mientras me alisto.
    - Listo, yo voy a ducharme y alistarme, te amo.
    - Nena, yo te amo más, desearía estar ahí contigo.

    Este hombre va a provocarme un infarto, pero eso ¡qué importa! si me da uno, que me dé con él.

    Una hora después.

    Este hombre no llega, hace quince minutos me dijo que estaba por llegar, voy a llamarlo... "el número que usted marcó no corresponde a ningún abonado". No puede ser, es el número correcto. Menos mal, me está entrando una llamada privada, debe ser él:

    - ¿Dónde estás?.
    - En la oficina, ¿dónde esperas que esté?.
    - Emilio, amor... -no era mi llamada- estaba hablando con mamá hace un rato, pensé que era ella.
    - Menos mal, mira, ocupo que hagas algo, anoche estuve con tu padre, necesita que le prestemos el dinero que tenemos ahorrado, tuvo que hipotecar la casa y están por perderla, me pidió que no te dijera, pero tengo reunión y no puedo ir al banco, has tú el retiro para poder dársela, no le digas nada, estaba muy afectado.

    No pude contestarle, en resumen, quedé como una idiota, mis padres perdieron la casa, Emilio se separó de mí y nunca volví a saber de David.

    Fin
  2. Otra vez el ruido. Ese maldito ruido a trastes viejos cayendo una y otra vez como si fueran una pelota de baloncesto. Cada noche. Como si fueran un movimiento sincronizado de gimnasia artística, llevamos una semana en esto y no he encontrado otra explicación.

    Sabrá Dios qué maldición cayó sobre esta casa, cuántos pecados acumulados estoy pagando en este mundo, atormentado por ese crujir de ollas que amanecen por el piso. Posiblemente ya me morí y nadie me dio aviso, ese ruido han de ser los demonios pidiendo mi presencia ante el mismo Lucifer vestido de juez y con Dios como testigo principal de mis actos.

    Me pregunto el pecado tan grave que cometí para venir a parar acá, aunque sigo leyendo el periódico con el desayuno y aún trabajo, puede ser que la muerte no sea otra cosa que un estado irreal donde se aparenta continuar con nuestras vidas, de ese modo pasaríamos la eternidad sin caer en cuenta que morimos. Entonces nuestros propios placeres no serían más que alucinaciones y nuestros problemas apenas serían una pestaña en medio del verdadero problema: morir sin saberlo.

    No son ratas, no han existido ratas desde hace varios meses, es terriblemente cruel esta situación. Ivonne viene esta noche a dormir conmigo y no he encontrado el momento adecuado de preguntarle si estoy vivo o muerto, creyendo que en caso de estar vivos me creería loco y en caso de estar muertos, podría darme la noticia convirtiéndose en un esqueleto o en un espectro macabro.

    Ring, ring. El timbre. Abro la puerta y la miro, su pelo castaño de medio lado, aquél jeans que le ajusta el trasero de manera pecaminosa a mis ojos, la blusa rosada que le di para su cumpleaños, me saluda de beso y puedo sentir una fiesta de sabores en mi boca. "Traje un snack y un par de cervezas" , los tomo y la hago pasar esperando que los demonios no se aparezcan en la noche.

    Cenamos un pollo que compré en la esquina, papas fritas y ensalada. Las noticias cuentan tres o cuatro crímenes, que no resultan interesantes, ninguno es un crimen pasional.

    Conversamos sobre mi trabajo, igual de aburrido, su madre, rezándole al santo propio de cada día. Aprieta sus labios, conozco esa señal, la beso, nos separamos y puedo ver mi saliva en su boca, mientras la limpia con su lengua, me señala la puerta del dormitorio con su mirada, y nos reímos mientras nos volvemos a besar.

    Me encanta cómo me desnuda, con delicadeza pero con un brillo en sus ojos que sólo yo conozco, se levanta la blusa y se acuesta mientras voy zafando su pantalón, nos amamos como la primera vez, "entra" me dice, la obedezco y nos abrazamos al momento, continuamos amándonos como en un rito sagrado....

    - Tengo sed.
    - Voy por un vaso con agua.
    - No, tranquilo mi león, yo voy.

    Se levanta desnuda, con las luces apagadas, donde las sombras pueden tocarla sin que nadie lo reclame, donde sus pechos brillan con su propia redondez.

    Cierro los ojos, tratando de recuperar mis fuerzas, puedo oír la lluvia cayendo en el techo, el crujir del cieloraso... escucho las ollas, los demonios, la cocina...

    - Joaquín!!... Joaquín!!...

    Mi leona, mis demonios, me coloco el boxer...

    - Joaquín!!... Joaquín!!...

    Imagino la escena: los demonios tratando de gobernarla, ella luchando por escapar, ellos lastimando su cuerpo y su alma, reacciono, este es mi momento de valentía, siempre hay un momento para demostrarnos de lo que estamos hechos, abro la puerta, cruzo el pasillo y la miro.

    - Mira, mi leoncito, ¿no son adorables?

    Hincada acariciando tres gatos bebés, mis demonios salidos no sé de dónde, hurgando entre las ollas por un poco de comida.

    FIN
  3. No duele, ni lastima, el proceso interno de sanidad va más allá de leer enciclopedias o encerrarse a llorar en el dormitorio.

    Exige salir, no necesariamente de la casa o del barrio, es salir de nosotros mismos, escapar de la rutina que nos daña y quiebra nuestras aspiraciones de ser algo más que un vil residuo de tristeza.

    Nadie se sana cargando cruces como un Nazareno, cada uno en su propio estilo encuentra el momento oportuno, no precisamente al instante que creemos merecerlo, pero sí al momento en que más nos conviene.

    - ¿Feliz?.
    - Sí, feliz.
    - He aprendido doctor, que la felicidad y yo no vivimos en el mismo universo.
    - Invítala, a veces creemos que no nos visita, pero nadie educado pasa donde no le abran la puerta.
    El principio de la felicidad consiste en no hacer nada especial, pero descubrir lo especial que hay en todo. No siempre el que busca encuentra, pero siempre está más cerca que el que nunca busca.
    - Y ¿qué hago con las cicatrices que no sanan?.
    - Haz un jardín, quienes crean jardines quieren embellecer espacios tristes y feos a la vista, ¿te imaginas el poder que tendrías si esas cicatrices las usaras a tu favor?.
    - Sabe doctor, es la primera vez que me dice algo que siento útil en la terapia.
    - Gracias.
    - ¿Gracias?, le digo que es primera vez.
    - Muchos vienen y nunca sacan nada provechoso. Una vez mientras me confesaba le comenté al sacerdote que en mi vida sólo tres veces me había concentrado realmente en la misa, tan concentrado que el templo podría haberse caído y yo seguiría inmóvil en mi campo. Me dijo que yo era la primera persona que le decía eso, que muchos pasaban yendo a misa toda su vida y nunca habían estado realmente ahí, simplemente iban.

    Procura ser tan feliz que al estornudar te salga confeti por la nariz.
  4. La vida da muchas vueltas, a veces da tantas que no sabes si aún sigues siendo tú o eres otra persona. Es una mierda. Te debe haber pasado alguna vez, ese momento en que te dices "¿qué putas hago acá?".

    Hace tiempo dejé de amar a Jairo, lo tengo claro, no somos compatibles, pero tardamos tiempo en descubrirlo. Ya no me preocupa tenerle la comida caliente, ni a él le preocupa. A él no le preocupa saber que existo, ni a mí que él lo sepa.

    Hay días de días, días tan buenos que una princesa es cualquier cosa comparada con una, días tan malos que un cementerio es un cuarto de rosas.

    A estas alturas de la vida no vale la pena jugar de mártir, tampoco vale la pena estar con alguien sólo porque vean que no estás sola, las apariencias sólo sirven para que los idiotas se den cuenta de la pobre autoestima que cargan en sus espaldas, como si se tratara de una carga de leña en los hombros de una hormiga.

    Pensé en irme de casa, tengo las maletas listas desde hace tiempo, "lo poco que tengo es tan poco" sonaba en una canción ayer en la radio. Y cuando pasa eso, cuando notas que lo que tienes es poco, ese es el momento de desaparecer, es el anuncio, la luz amarilla del semáforo que te dice que vienen las cosas en rojo, tú decides si esperas el cambio de luz. Vaya, tú si lo has notado, te felicito, lo empeñé hace quince días, mi marido no lo ha visto, su anillo de matrimonio tampoco está, pero a diferencia mía, no lo ha empeñado, se lo ha dado a otra chavala, Mariana.

    No la conozco personalmente, pero la he visto en la galería de su celular, y aunque borra sus conversaciones, es tan idiota que no borra las fotografías, le conozco incluso el cuerpo desnudo, tampoco voy a entrar en detalles, obviamente es más joven que yo y me imagino que más fácil, una mujer decente no enviaría esas fotos ni esos audios, tal vez me equivoque, tal vez simplemente nunca me las han pedido.

    Mis cálculos dicen que deben llevar juntos poco más de cuatro meses, el tiempo que tengo alistando mis cosas para marcharme, he dejado una nota pegada al microondas y en este momento llamo un taxi, tengo conversado un apartamento pequeño, para alquilar, nada lujoso.

    - En cinco minutos le está llegando el taxi, número 23.
    - Gracias, espero afuera.
    - Que tenga buen día.

    No me marcho por la Mariana esa, tampoco me marcho por él, "ni para sentirme hombre me funcionas" me dijo hace una semana, pero su idea de sentirse hombre es que yo lo chupe por cinco minutos y a mis treinta y ocho años.... eso ya no funciona, al menos no con él. Me marcho por mí, me di cuenta que realmente no tengo nada que me ate a estar con Jairo, después de trece años juntos ya no tiene nada que ofrecer y yo tampoco quiero buscar o saber si hay algo que ofrecer...

    La vida en pareja tiene sus altos y bajos, ningún colchón es un jardín de rosas y ningún insulto es una caricia.

    -¿Pidió taxi señora?.
    - Sí, soy yo.
    - Permítame ayudarle con las maletas.
    - Gracias.

    De mi casa no me llevo nada, sólo lo que en verdad es mío, el resto no lo ocupo, sólo falta que sea Jairo quien me está llamando a estas horas, parece que lo hace al propio.

    - Buenas tardes, busco a la señora Verónica García.
    - Habla con ella, ¿quién es?.
    - Le hablo del Hospital Calderón Guardia, tengo en el sistema que usted es esposa del señor Jairo Guzmán.
    - Sí, así es
    - Lamento decirle que el señor Guzmán sufrió un accidente hace un par de minutos y acaba de fallecer ingresando al hospital. Necesito que venga a reconocer el cuerpo. Lo siento.

    No sé ni qué decir, estoy en shock como nunca antes en mi vida, ni siquiera sé qué hacer.

    - ¿Está bien señora?.

    El taxista tuvo que repetirme la pregunta porque la primera vez no lo escuché.

    - Sí, estoy bien - guardé el celular en mi bolso- disculpe, ¿me puede dar dos minutos mientras entro las maletas a casa? ya no las voy a ocupar.
    - Sí, claro, ¿aún ocupa el servicio?.
    - Sí, necesito hacer un trámite en el hospital, deme dos minutos y nos vamos.

    El joven bajó las maletas y yo misma las metí a la casa, dije antes que nada me ataba ya a él, me estoy convenciendo que así es porque aún no lloro. Tomo mi bolso y saco el celular, ese número lo había guardado por rencor, aunque nunca me decidí a marcarlo hasta ahora.

    - Aló.
    - ¿Mariana?.
    - Eh, sí, ¿con quién hablo?.
    - Habla Verónica- se quedó en silencio un par de segundos-.
    - ¿Quién?.
    - No se haga la estúpida conmigo, Verónica, la esposa de Jairo.
    - Ay mire, ¡qué pena!, pero esta llamada no la ocupo ahorita, pero si tiene algún recado, se lo puede dar a Jairo, si es que todavía le habla.
    - Ay mira, ¡qué pena!, pero ¿qué cree?, me acaban de avisar del hospital que el buenazo de Jairo se nos murió...
    - Mire señora, de verdad...
    - No, relax, me llamaron porque soy la esposa, la oficial, no un arete mal puesto como usted. Sólo llamo para decirle que Jairito no va a poder salir con usted, tengo que reconocer el cuerpo y pues, ya ve, se le acabó el idiota al que se cogía pa sacarle la plata.
    - ¿Cómo?...
    - Ah y otra cosita, vi sus fotos en el cel de Jairo, yo que usted me quitaría ese lunar de la espalda, no se ve sexy.

    Dejé mis maletas, el entierro fue un día después, tuve que pincharme con una aguja para llorar durante el funeral.

    Fin
  5. Ridículos los pasa una a cualquier edad, no importa si se está en la escuela o si ya está pensionado. Nadie está exento de llevarse algún chasco de esos que no contaremos a nuestros nietos, pero que entre las amigas sirve para reírnos de nosotras mismas.

    A mis diecinueve años tuve unos de esos casos, con el hombre que creí hasta ese momento como el amor de mi vida, después de nueve meses de noviazgo puro y casi santo. Así como lo lees, Samuel era un cristiano extremista decaído en pleno siglo veintiuno, habían cosas que no se podían hacer durante el noviazgo porque todo eso era malo ante los ojos de nuestro Señor Jesucristo. Este hombre llevaba el cristianismo hasta en las uñas de las manos y eso que me lleva una leve diferencia de once años.

    Yo trabajaba en un banco, sábados incluidos, en ese banco con el logo de un león y el eslogan "Valores como los tuyos" , Samuel siempre iba a recogerme al trabajo a mediodía, "Giselle, a las ocho la quiero aquí" decía mi madre, la pobre tenía la idea de que una muchacha no debía acostarse con el novio antes de casarse "ay mami, hay que probar la carne antes, no ve que después sale mala" , después de la segunda vez que le respondí eso, no volvió a tocar el tema.

    Ese sábado llegó Samuel a recogerme en su motocicleta.

    - Amor, hay un lugar que están estrenando y que si quiere podemos ir a conocer.
    - ¿Dónde?.
    - Es un motel acá cerca.

    Ópale, el cristianismo se estaba tomando vacaciones este día.

    - El Edén se llama.
    - ¿Un motel?... -esto es una señal o una prueba- diay, sí, podemos ir.
    - Ahí tengo la motocicleta.
    - ¿Usted está loco o lo picó un chancho?... yo no voy a ir a un motel en motocicleta.

    Lo dejé perdido, solía perderse en esa mirada habitualmente.

    - Podemos ir en taxi.

    ¡En taxi!, ¡qué hombre más original!, claro, no será la primera vez que una pareja pida taxi para un motel, la diferencia es que mi uniforme (y llevo uniforme porque no sabía que iría a un motel) lleva el eslogan de "Valores como los tuyos". Acepté ir por dos muy poderosas razones: ese motel no lo conocía aún, y segundo, si a este hombre no lo aprovecho hoy que Jesucristo está de vacaciones, no lo aprovecho nunca.

    Mientras íbamos de camino me di cuenta de un detalle costumbrista que tengo, nunca combino la ropa interior, por ese motivo andaba un sostén anaranjado y una tanga azul, aunque, bueno, no creo que los hombres se fijen mucho en la combinación de la ropa interior cuando se van a acostar con una mujer, no sabría decirlo por Samuel porque nunca he estado con él.

    Samuel pagó la rayita al taxista (cinco mil colones), estábamos en la puerta del dormitorio, no se ve tan mal este lugar, entramos. Yo me imaginé a aquél hombre once años mayor que yo como toda una fiera en la cama, que me iba a destrozar apenas entráramos, como en esas películas que una chica como yo jamás ha visto.

    -Voy a poner el agua para el jacuzzi.

    Vaya, va avanzando este hombre, podemos darle rienda al jinete primero en la cama y de ahí hacemos un postrecito en el jacuzzi.

    - ¿Pongo el televisor?.
    - Sí, claro - así mis gritos no se escucharán en los pasillos.

    No hay control remoto, al menos ninguno que encontremos, y yo grito mucho, ocupo eso, diez minutos dándole vueltas al lugar, detrás del televisor, en el baño, de cuatro patas mirando bajo la cama, que se ve y está suavecita, de pie sobre el colchón buscando en las repisas, cuando con un mal movimiento nos caemos y golpeo el respaldar con mi cabeza, con toda la fuerza posible, se enciende el televisor, el maldito control está detrás de la cama, en la pared. ¡Una porno!, en realidad sólo ingresan canales porno.

    - No hay otra cosa en este televisor - dice Samuel.

    Y ¿qué esperaba? ¡Cartoon Network!, obvio que sería lo más probable encontrar pornografía en un motel. Apagamos el televisor porque parece que el cristianismo se quiere asomar, intenta poner música en los parlantes que están en la pared y no hay control, esta bronca no me la como yo, otros cinco minutos y él buscando el control, para darse cuenta que también estaba detrás de la cama, lo que yo presentía, pero nunca dije.

    Por fin, a lo que vinimos, nos besamos y empezamos a reconocer terreno ajeno.

    - Amor - me mira como sospechoso, bueno, eso parece-.
    - ¿Qué pasa?.
    - No traigo condones - por su cara parece que es en serio-.
    - ¿Qué?.

    Vinimos hasta acá y no trae condones, lo mando a la recepción del lugar, sin sombrerito el soldado no se mete en el castillo. Ahí estoy acostada, lo más sexy que puedo, esperando que vuelva y después de un par de minutos regresa... continuamos donde quedamos...

    -Amor - y vuelve la cara de sospechoso-.
    - ¿Qué? - mi cara no tenía sospechas, más bien era como de reto-.
    - Perdí los condones - ¡por Dios!, me pongo las manos en la cintura-.
    - ¡Pero acaba de comprarlos!.
    - Sí - y su cara cambió de sospechoso a estúpido-.
    - ¿Entonces? - acomodo mis lentes y me siento en la cama-.
    - Los perdí.

    Si se lo preguntan, no, ese día el soldado no se metió en el castillo, seis meses después terminamos y yo seguí trabajando en el banco, con el eslogan sobre mi pecho "Valores como los tuyos".

    Fin
  6. Bernardo:
    Últimamente se me olvida casi todo, así que antes de que este pensamiento se me olvide, lo comparto contigo. Cuando me enamoré de ti, de verdad me enamoraste, me hiciste ver el mundo como ese de los cuentos de hadas, color de rosa, como un amor eterno, cual oasis de agua fresca en el desierto. Los besos que te di a escondidas de mi padre fueron tan ciertos como esto que te narro. Perdona si ves alguna palabra borrosa, pero se me escapa alguna que otra lágrima mientras tomo el lapicero. Cada abrazo que nos dimos dejó una huella en mí, suspiraba por verte cada día, fui tu mujer en todo sentido, desde el cuerpo hasta el alma y así me lo hiciste saber cuando llenabas mi mundo de detalles curiosos, detalles que con el tiempo empezaron a perder valor.

    A las cosas siempre me ha gustado llamarlas por su nombre, así que no puedo pretender llamar a esto amor. Cariño sí, el cariño es menos sensible que el amor y es más fácil de conservar, ocupa menos mantenimiento.

    Dame un momento mientras seco este papel, he tratado de decirte las cosas de frente, pero difícilmente exista la ocasión adecuada y cuando ha existido, simplemente no lo has querido escuchar. Y la verdad, ya no quedan muchos argumentos.

    Creo que aún nos queda vida para ser felices, juntos no, pero felices. Después de todo de eso se tratan las relaciones, de buscar tu propia felicidad y la de la otra persona, y si llegado el tiempo ninguno de los dos es feliz, ¿no es acaso mejor ayudarnos mutuamente?.

    Te escribo esto mientras en la radio escucho "Te amo" de Franco de Vita, y ya no te la dedico. Entonces si ya no te siento en una canción, no creo estar disponible para ponerle música a tu vida ni que tú la pongas en la mía.

    Partir así no es de cobardes, cobardía sería seguir en lo mismo pudiendo tener la valentía de hacer algo más. Decirte el trillado "no eres tú, soy yo" no remedia nada. Aquí fuimos ambos.

    Que seas feliz.
    Emma.
  7. Hay hombres tan machistas que hablan como si hubieran nacido por generación espontánea. Se creen eso de que son el sexo fuerte... díselo a mi marido, cuando a los tres minutos de tener sexo conmigo, termina y yo mirando hacia el techo me pregunto "¿es todo? ¿en serio?". Estoy segura de que nunca podría serme infiel, no está tan guapo, no es millonario y ninguna mujer le va a aplaudir su desempeño en la cama.

    Por eso, me resulta extraño que justo ahora que le lavo la ropa, noto un ligero aroma femenino en su camisa, un perfume que no es mío, yo no usaría una cosa así. Tengo que hacer memoria y tratar de recordar el posible punto desde donde me es infiel, si es que fuera así.

    ¡Por Dios! ¿habrán mujeres tan desesperadas que busquen un hombre como él?... no me cabría en la cabeza eso, yo estoy mejor que él y ningún hombre me ha ofrecido una propuesta indecorosa.

    No recuerdo ese perfume en ninguna amiga en común, estoy segura que no. Esto debe ser de alguna tipa del trabajo o me estoy volviendo psicótica, después de veinte años de matrimonio todo es posible.

    Le conté mis dudas a Juliette:

    - ¿Papá infiel?, ay mamá sé más seria, ninguna de mis amigas se metería con él ni por dinero.
    - Es lo mismo que yo pienso, pero ¿y si fuera así?.
    - Mamá, mi papá podrá ser lo que quiera, pero estoy segura que no anda con viejas.

    Acaba de llamarme, esta noche tendrá una reunión del trabajo, algo extraordinario, de último momento, prefiere que cene sola para no esperarlo hasta tarde, le digo que está bien, le cuento que Ángela me invitó a cenar y que estaré donde ella, por si ocupa algo...

    - ¿Estás segura?.
    - Mira Ángela, ¿estás conmigo o no?.
    - Ok, paso por ti a las 4.

    Cuarenta y siete minutos después:

    - No sé Margot, ¿no te parece raro esto?, digo, es tu marido, pero estar jugando a Sherlock Holmes es un poco extremo.

    - ¿Extremo Ángela?, si este infeliz me es infiel quiero verlo por mis propios ojos.
    - Yo lo que digo es... es Humberto, no es Melendi ni Chayanne... ay Dios... mira Margot...

    El infeliz acaba de salir del trabajo, cinco minutos antes de la hora de salida, portafolios en mano, abre el carro, los lanza en el asiento de atrás y se sube. Queda descartada la reunión y mi intuición me dice que este hombre va a verse con la mujer que le dejó el perfume en la camisa, con una mujer que coge lo que es mío (habiendo cosas mucho mejores para escoger).

    Le hago una señal con la cabeza a Ángela, quien enciende el carro y nos vamos detrás de Humberto a una distancia prudente, he visto muchas películas de detectives y sé cómo se manejan estas situaciones.

    Tengo dos opciones, que vaya directo a la casa de ella o que la recoja y se vayan a algún sitio, posiblemente un restaurante o un motel.

    Me siento como Tom Cruise haciendo una persecución en Misión Imposible, con la gran diferencia de que yo no llevo un arma, no... llevo algo mejor, mis manos para asegurarme de que Humberto y la desgraciada esa sepan quién soy yo, ya luego le tiraré sus cosas a la calle.

    Algo me va diciendo Ángela, pero sinceramente no tengo tiempo para oírla, voy en mis propios pensamientos, ni siquiera le contesté la llamada a Juliette, ahorita mi prioridad son mis pensamientos.

    - Margot, ¿ya viste?.

    Reacciono, estamos frente a un motel, por un segundo me perdí. Venía inmersa en mí, leo el rótulo, ¡qué distinto es todo estando acá!, siento un par de lágrimas que se me salen.

    - Sabes Margot, vámonos, no necesitas entrar, ya tienes tu respuesta. Ya vinimos y pudiste ver, ya no hacemos nada acá.

    - No, no lo he visto. No lo he visto.
    - Tampoco ocupas ver nada amiga, vamos, no necesitas verlo.

    Pero ocupaba verlo, ocupaba ver lo que ya sabía, que estaba en la cama con otra mujer. Bajé del carro, Ángela bajó también. Al inicio el empleado no quiso decirnos el número de cuarto, Ángela tomó la iniciativa, le mostró sus pechos y lo besó, teníamos el número. Dormitorio B-11, iniciamos el conteo de dormitorios. Llegamos...

    Tenía la puerta frente a mí, harían 10 minutos desde que llegamos, poco se oía dentro. El empleado nos dio otra copia de la llave. Dudé sobre entrar o no, pero tomé aire, le pedí la llave a Ángela.

    - Aún podemos irnos Margot.

    Abrí la puerta, Ángela me miró sin pronunciar palabra, yo me eché hacia atrás, él quedó mudo... cerré la puerta y quedé fuera con Ángela. Dentro estaba él, con mi ropa interior puesta, besando a otro hombre...

    Fin.
  8. Vino entonces a mí en forma de una llama y me dijo: "no temas, yo te acompaño siempre", las veces anteriores no pronunció palabra, "embarcate a pueblo que no conozcas y diles de mí, yo hablaré contigo".

    Me dirigí a la tierra de Ermut, conocida por sus costumbres reservadas y entrando en la plaza recibí mil miradas, "este es forastero" comentaban dos pueblerinos mientras que la voz que me envió decía: "yo voy adelante y en ti pondré mis palabras".

    Pregunté por posada alguna para pasar la noche pero mi mirada ya no era mía, me delataba, dos oficiales se acercaron y hablando conmigo preguntaron:

    -¿De qué región eres?
    -Soy de la tierra de Araf.

    Uno de ellos, el más pequeño, se colocó detras mío y dobló mis rodillas con un leño y cayendo hincado me abofeteó su compañero, tomó mi barbilla, la alzó y luego de escupirme sonrió mostrando sus pocos dientes y colocando su pie izquierdo en mi pecho, lo pateó, tirandome al suelo.

    Vino entonces un hombre vestido con ropa negra y mirándonos, los hizo levantarme, luego se acercó y hablándome al oído me dijo:

    -¿Quien eres? y ¿qué quieres?
    - Soy Erad y vengo en nombre de aquél que lo puede todo.
    - Adivina... soy Mebal y soy el rey de este pueblo, acá yo lo puedo todo y sobre mí no puede nadie.

    Luego me dio un puñetazo en el estómago y comentó para los observadores "recordad que llegado el día de la Samia nuestro pueblo será ensalzado" y se retiró junto con los oficiales.

    Sentí una mano en mi espalda y una tinaja con agua acercarse a mi boca.

    - Soy Legit, la hija de Darion, ¿a qué vienes forastero?
    - A hablar en nombre del que lo puede todo.
    - Pues mira entonces, que al enviarte a tierra desconocida te ha mentido.
    - No. No necesariamente.
    - Ocuparás posada, tengo un cuarto con agua limpia, si no te molesta compañía femenina.

    - Te comenté que el cuarto es pequeño, pero cuenta con agua limpia. Todo un lujo por estas tierras.

    Legit no debía superar los veintidós años, su piel como caramelo y sus ojos negros la hacían parecer una diosa.

    - En cuanto estés listo baja, tengo pan con miel y té.

    Arreglé las pocas cosas que llevaba conmigo y me lavé la cara por el viaje. La distancia entre Ermut y Araf es de seis días caminando a través de las montañas y cruzando el Río Jupolk. La mesa estaba servida, pan de trigo con miel y una jarra con té y leche, conversamos un poco de todo, de mi viaje, de los sueños que había tenido, de su padre muerto hacía tres semanas, de ella y de mí.

    - Fue osado hacer semejante viaje. Tendrás tus motivos pero creo que ni tú los tienes claros aún.
    - Fue la tercera vez que me llamaba, antes fue un león, luego la palmera y cuando hubo fuego ya no pude seguir así.

    Tomó un trago de té, me miró como si yo estuviese loco, quizás lo estaba, partió el último trozo de pan y me lo ofreció.

    - No, es tuyo - dije de manera firme.
    - No sé en Araf, pero en Ermut es de mala educación rechazar un bocado -luego sonrió-.

    Llevaba alrededor de una hora acostado sin poder dormir, cuando escuché ruidos en la cocina, Legit se había ido a dormir a la misma hora. Me levanté tratando de no hacer ruido, asomé mi cabeza por entre los escalones y la miré. Tenía una candela en la mano derecha, llevaba una bata blanca que al mirarla de espaldas con el resplandor de la luna entrando por la ventana, dejaba ver su cuerpo tal cual era. Sólo la bata la cubría, sentí vergüenza pero volví a mirarla.

    - Me levanté por una jarra de agua - me dijo sin voltearse-. Hace sed, cada noche hace sed, tomo un poco de agua pero la sed sigue, tomo té pero la sed sigue, podría beber todo el Río Jupolk y seguiría teniendo sed.

    Me acerqué a unos cuantos pasos, podía admirarla mejor. Soltó una risa que calló casi de inmediato.

    - Cuando lo tuyo fue un león lo mío fue una gata, cuando lo tuyo fue una palmera lo mío fue la lluvia y cuando lo tuyo fue fuego lo mío fue un hombre... de otra tierra. Pensé que estaba loca, que no tenían relación, ¡qué cosas!...
    - ¿Qué quieres decir? ¿que tú y yo soñamos lo mismo porque así debía ser?.

    Dio media vuelta, pude mirar su pecho a través de su bata y su pelo suelto cayendo de medio lado. Caminó despacio hacia mí, puso su mano izquierda en mi pecho y me besó. Sentí su lengua, su saliva, su sangre hirviendo, me abrazó el cuello, la tomé por la cintura e hicimos el amor hasta el amanecer del segundo día.

    A mí me llevó a Ermut el que todo lo puede "el amor", a ella le habló de su destino, del hombre de otra tierra que la amaría como la diosa que era.

    Dos años después Legit murió y yo quedé con Serafat, nuestra hija, en una tierra que quise como mía porque la gata y el león se habían unido, la lluvia había alimentado a la palmera y el fuego le dio al hombre de una tierra lejana un nuevo hogar.

    Fin
  9. Creo que ya conociste a Clarice, yo soy el segundo sabueso. Hola, mi nombre es Oliver y ésta mi historia.

    Soy un chico de diez años, bajito, pelo negro, tengo la pierna izquierda un poco más corta que la derecha y desde hace siete años vivo en el Hospicio Saint John, en Louisiana. No conozco a mis padres, la madre superiora dice que es mejor así, que de todos modos si me hubieran querido no me habrían dejado acá.

    Te comenté sobre Clarice porque ella me comentó sobre ti, dice que ya te conoce, es una chica simpática aunque lleva marcas de soga en el cuello, cuyo origen no me ha querido explicar.

    Hoy estoy recluido en la bodega, la madre superiora me castigó por algo que no hice. Este va a ser un año nuevo para el olvido, la verdad a esta hora del día no veo la diferencia entre que hoy sea 1908 y mañana 1909, voy a seguir en este sitio ¡Cómo envidio a Cassandra y a Augusto, ellos sí tuvieron regalo de Navidad!... una casa nueva con dos padres que van a quererlos para toda la vida.

    Esta bodega es el sitio preferido por la madre superiora para hacernos enderezar por un castigo. Un sitio tan oscuro que probablemente no conoce el sol, con unas tablas viejas de madera por piso, donde es posible observar a las ratas que van hacia la cocina a buscar pan o cualquier otra cosa que la Hermana Germione haya dejado fuera de las ollas por accidente.

    A mí me encerraron por la travesura de Bernardo. Hoy durante el desayuno cuando el Padre Hugo hacía las oraciones, Bernardo sacó de la bolsa de su pantalón una lagartija, yo estaba sentado junto a él, la tomó con su mano derecha y la lanzó por el aire, la lagartija fue a caer directo sobre la madre superiora, quien soltó un grito desesperado mientras la Hermana Lucía trataba de quitárselo. Para cuando se calmó la situación, Bernardo se había corrido varios lugares y yo fui el único que quedó en la zona de despegue, "¡Oliver!" me dijo el padre, "¿te parece divertido jugarle una broma tan pesada a la madre superiora?", de nada sirvió contar mi versión de los hechos, la Hermana Lucía se aproximó con una regla de madera, golpeó mis manos y luego me trajo acá, yo lloré explicandole que no había sido el culpable, pero en tierra de lobos cualquier intruso es comida.

    La soledad de esta bodega es increíble, aunque puedes escuchar el ruido del comedor y a los niños jugando en el patio trasero, la próxima navidad pediré el mismo deseo de siempre: una mamá y un papá.

    ***

    - Me parece increíble que ese niño se atreviera a hacerme eso.
    - Estoy segura de que él no fue, madre.
    - Hermana Sally, su amor por los niños no la deja ver lo diabólicos que pueden llegar a ser.
    - Madre, creo que es justo hacer ver que nunca hemos tenido problemas con Oliver.
    - Discúlpeme, padre, pero creo que usted también es bastante permisivo.
    - Y dígame ¿hasta qué hora piensa tener allí al niño?
    - Hasta mañana, el hambre y el frío lo harán comprender mejor el castigo.

    ***

    Es primera vez que me encuentro acá, aunque Clarice me hace compañía, no es lo mismo. No recuerdo el día que llegué a este lugar, anhelo el día en que tenga padres, la Hermana Sally dice que si ella hubiera tenido hijos le habría encantado ser mi mamá. Es hermosa, parece un ángel, con los ojos celestes y el cabello rojo como las fresas. No debe tener más de veinte años, si yo fuera mayor le pediría que fuera mi prometida, es de las pocas personas junto al Padre Hugo que realmente me quieren. Desde el altercado del comedor ya deben haber pasado algunas horas, la Hermana Germione ya debe estar por servir el almuerzo. Según he escuchado acá a la bodega está prohibido traer alimento, la madre superiora dice que el hambre hace a la disciplina.

    - Oli... Oliver, acá por la rejilla de la pared.
    - Hermana Sally.
    - Ten, la Hermana Germione me ha regalado este trozo de pan y un vaso con leche... apúrate antes de que me vea la madre superiora.
    - Pero...
    - No des peros, toma... yo sé que no fuiste tú.
    - Gracias hermana.

    No sé si es la tristeza o el hambre, pero pude distinguir su sonrisa entre la rejilla... sonríe como las flores cuando están naciendo, con magia.

    Le he dado un poco de pan a Clarice, dice Clarice que hace muchos años, antes de que yo naciera, este orfanato era una gran casa, con amos y esclavos, y que esta bodega estaba cubierta de heno y de caballos, que aún se puede sentir el olor a las caballerías si pones atención.

    ***
    - Hermana Sally...
    - Sí madre.
    - Asegúrese de que no le lleven a Oliver de comer, recuerde que el hambre...
    - Hace a la disciplina, madre.
    - Correcto... sé que Oliver no fue el de la culpa.
    - Pero madre, entonces...
    - Verá hermana, de vez en cuando es sano que hasta los mejores sean castigados, así cuando crezcan y abandonen este lugar, podrán defenderse un poco mejor en la vida. Si uno de ellos muere acá es la voluntad de Dios, pero la ayuda que tenemos es muy poca y no quiero que nos la quiten porque no hemos sacado personas de provecho. Usted entiende... retírese.
    - Sí madre, con su permiso.

    ***

    A veces canto una de esas canciones que hablan de Dios y que el Padre Hugo canta durante la misa, dice el padre que cantarle a Dios es como hablar con él, yo canto y en ocasiones lloro porque en la conversación sólo escucho mis palabras, posiblemente canto cuando Dios está almorzando o jugando, ha de ser por eso que no me escucha.

    "Dios está aquí tan cierto como el aire que respiras, tan cierto como la mañana se levanta, tan cierto como que te canto y me puedes oír"... qué raro, tiene razón Clarice... huele a humo.

    ***

    - ¿Qué es ese olor hermana?
    - El comedor madre, se está incendiando.
    - ¿Cómo dice?
    - ¡Madre!...
    - ¡Hermana Patricia!... toque la puerta antes de entrar.
    - El orfanato madre, se quema todo el orfanato.
    - Rápido, reúnan a los niños, Hermana Sally, vaya por los bebés, rápido.
    - Sí madre, pero ¿y Oliver?
    - Yo me encargo hermana, usted vaya por los bebés.

    ***

    No puedo Clarice, el candado está por fuera de la puerta, está muy cerrada, Clarice no me mires así, haz algo... "¡Hermana Sally! ¡Padre Hugo! ¡ayuda!... Clarice haz algo... ¡Padre! ¡Padre!... ¡Auxilio, alguien, estoy aquí en la bodega!...

    ***

    - Madre... hay que sacar a los chicos, madre.
    - Lo sé padre, pero las ayudas, las limosnas, las hermanas están con los niños...

    ***

    Clarice, apártame el humo... casi no puedo ver, ¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Hermana Sally! ¡ Auxilio!... deja que llore Clarice...

    ***

    El orfanato ha sido casi consumido en su totalidad por el fuego, salvo el campanario, el resto del viejo edificio ha sido arrasado por el incendio, las hermanas, la madre superiora, el padre y casi todos los niños observan desde el jardín cómo se rebaja el edificio a escombros.

    - Al menos los niños están a salvo, madre ¿Oliver está con los otros chicos?
    - ¿Oliver?. (Luego recuerda que ella no ha ido por el chico y observa la bodega)... sí padre, debe estar con los demás.
    - Bendito sea Dios.
    - Sí padre, bendito sea.

    FIN
  10. - Padre, gracias a Dios que usted logró llegar a tiempo.

    El padre la mira, pensó que no iba a llegar a tiempo, por teléfono le habían dicho que estaba agonizando desde hacía tres días.

    - Dios me permitió llegar a tiempo, ¿cómo está?.
    - No quiere hablar con nadie - abre un poco la puerta para verificar que aún vive - va y viene, pierde la lucidez y la recupera.
    - Dios tiene algo para todos, por eso estoy acá.

    Luego la abraza y asiente con la cabeza, poco a poco abre la puerta, acerca una silla a la cama donde se encuentra el moribundo, saca un viejo rosario de su pantalón, se persigna y persigna al enfermo, acto seguido comienza a rezar.

    - Padre eterno que nos bendices...
    - ¿Nos bendice?.

    El padre mira a su acompañante, ha abierto los ojos y está mirando con cierto recelo.

    - ¿De verdad cree que Dios nos bendice?.
    - Te bendice justo ahora que te da fuerzas para hablar.

    El otro trata de enderezarse apoyando las manos en el colchón, el padre lo ayuda hasta quedar sentado.

    - Déjeme hablarle de bendición padre, o de maldición, según el ojo con que usted lo mire. Sabía que usted iba a llegar, mi mujer lleva tres días pegada a esa puerta como histérica, llorando día y noche, no estoy agonizando yo, padre, ni voy y vengo.
    - ¿Cómo llamarías a tu estado actual?.
    - No tengo idea, pero eso poco me importa.
    - ¿Por qué?.
    - Porque me voy a morir, listo. Y antes de que empiece con su misa y su cantaleta, sepa usted que no tengo ningún remordimiento por lo que haya hecho, arrepentido debería estar Dios, no yo.

    El padre saca una botella de agua, toma un trago, cruza las piernas y mira al enfermo.

    - ¿Por qué crees que Dios debería arrepentirse?.
    - No juegue de puto psicólogo conmigo.
    - Sólo quiero escuchar tu excusa para que Dios se arrepienta.

    El otro escupe en el piso, mira con enojo al padre y comienza.

    - Sabe algo padre, la gente como usted me enferma, viven esperanzados de que Dios les va a ayudar en esta vida, ¡en esta! porque no existe otra. Dios deberia estar arrepentido de tenerme en esta maldita cama sin dejarme salir, arrepentido de la mierda de vida que he llevado, de todo lo malo que me ha pasado, si Dios existe espero que tenga una buena excusa para defenderse conmigo.

    El padre lo mira, acomoda sus anteojos y luego de bostezar, se levanta y se inclina junto al otro.

    - Sabe, la gente como usted me enferma, culpa a Dios y lo nombra con la idea de que son superiores. Si Dios tuviera tiempo de oír sus quejas, yo no tendría trabajo, no se preocupe, no creo que usted se levante de esta cama, los muertos resucitan en la otra vida, no en esta.

    Luego, toma sus cosas, se despide y mientras el otro lanza maldiciones, el padre llega a la puerta, la abre, pasa junto a la señora y sigue delante.

    - ¿Padre?.

    Se detiene.

    - Dígame, señora.
    - ¿Cómo lo vio?.
    - ¿La verdad?.
    - Sí padre, la verdad.
    - No lo escucho gritar, creo que debería entrar, su esposo falleció y Dios lo perdonó, pero no se perdonó él y allí Dios no interfiere.

    La mujer comenzó a llorar, abrió la puerta y encontró muerto a su marido.

    Fin
  11. - Nunca fui una persona de fiar.
    - Buen inicio, Charlie.
    - Gracias, doctor.

    Era nuestra tercera sesión, tenía un cuaderno azul en el que apuntaba los detalles que más le servían para sus análisis, cruzaba la pierna izquierda por encima de la derecha y usaba zapatillas negras, sin medias, tenía el ojo izquierdo ligeramente más cerrado que el derecho.

    - Todos tenemos defectos Charlie, nadie es de fiar, recuerda eso Charlie, nadie, ni tu sombra - pidió permiso para encender un cigarrillo mientras me analizaba minuciosamente - ¿sabes por qué tenemos lunares, Charlie?, es la marca que nos pone Dios para recordarnos en su infinita misericordia que somos imperfectos, nunca te fijes en los pechos o en las caderas de una mujer, fíjate en los lunares que lleva, puedes saber qué tan imperfecta es una persona por sus lunares.
    - Sabe doctor, yo nunca me fijo en los pechos de una mujer.

    Soltó una carcajada, apuntó un par de cosas en el cuaderno y lanzó dos bocanadas de humo al aire.

    - Dime, Charlie, ¿cuál es tu fetiche?.
    - Miro el tamaño de sus orejas.

    Se levantó, dio dos vueltas al consultorio, murmuró algo para sí y volvió a sentarse.

    -Eres fino, Charlie, eres un puto fino, no eres como esas escorias que vienen acá, no, tú eres distinto. ¿Sabías que el tamaño de las orejas es proporcional con la lengua? - me miraba de manera eufórica - eres un sádico.
    - La gente dice que soy un hombre raro.

    Volvió a levantarse.

    - No, Charlie, eres peculiar, raros son esos estúpidos que hacen las cosas por hacerlas, tú tenías una visión, una razón. Los perros son raros, puedes golpearlos, tirarles un zapato y siguen ahí, tú no eres raro, eres peculiar, ¿qué miras en sus orejas?.
    - Las miro a ellas.

    Empezó a silbar y recogió las mangas de su camisa. Luego tomó una grabadora y se sentó junto a mí.

    - Cuéntame Charlie, ¿cómo la mataste?.
    - Yo no la maté.

    Movió su cabeza hacia los lados.

    - Tú no, tú no. Eres fino, dime... -agachó la cabeza y puso sus manos encima- dime, ¿cómo la mataste?.
    - Fue muerte natural.

    Se puso de pie y tomó unas hojas de su escritorio, me miró y sonrió.

    - ¿Muerte natural? sí, seguro. No me mientas, tu expediente dice que fueron seis puñaladas.
    - ¿Seis?, yo conté siete.
    - Detalles, Charlie, simples detalles. Todos llevamos un asesino adentro, algunos matan moscas, otros matan amores, culpamos a los que colman las primeras páginas de los diarios, ¡envidia! ¡envidia Charlie!, se atrevieron, fueron más allá, quiero saberlo, dime los detalles, los detalles, veo tus lunares Charlie, eres como yo, dímelo.
    - Estaba cocinando.

    Se sentó junto a mí, pude respirar su ansiedad, respiraba agitado de la emoción, me sentí cómodo.

    - Preparaba el desayuno, eran las seis de la mañana. Llevaba una camisa azul mía, sandalias negras, las piernas libres, podía ver sus nalgas cubiertas por esa tanga blanca. Habíamos discutido los últimos días, balbuceaba algo mientras cocinaba, yo ya estaba harto, ya no éramos compatibles, además yo ya tenía otra.
    - Fino, Charlie, fino.
    - Me dijo que yo no era el hombre que ella había soñado, me dijo que estaba cansada de esforzarse y de que yo tirara todo por la borda, que habían tipos que se deseaban una mujer como ella...
    - La muy, muy...
    - Comenzó a llorar, con eso solucionaba todo, volvió a verme y me dijo "yo tenía vida, pero tú me la quitaste", ahí lo entendí, junto a mi mano derecha estaba el cuchillo, afilado, brillante, lo tomé y caminé hacia ella, me incliné y con rabia pasé el cuchillo por su muslo, "idiota" me gritó y pasé el cuchillo por su espalda, cayó de rodillas, el hombro izquierdo recibió el tercer cuchillazo, miré por la ventana, no había nadie, comenzó a arrastrarse por el suelo para escapar, la tomé por el cabello, dos veces clavé su pecho...

    El doctor escuchaba el relato con ojos inmersos de curiosidad...

    - "Charlie" me dijo ella, cerca del ombligo puse el sexto, ya no se movía, solté el cuchillo y di media vuelta...
    - Espera Charlie, llevas seis puñaladas, dijiste que eran siete.
    - Cierto, pero aún después de la sexta puñalada se movió, me tiré sobre ella y tomando el cuchillo lo clavé en su vientre.
    - De lujo, Charlie - volvió a revisar mi expediente- pero... dime ¿quién te acusó?.
    - Mi cuñada había visto toda la escena detrás de la puerta, eso dijo en el juzgado.

    El doctor cerró su cuaderno, lo puso sobre el escritorio y me dijo:

    - Dime, ¿por qué las mujeres son mejores que nosotros? - moví la cabeza a los lados- tienen confianza, cuando alguna sufre algo, llama a una amiga y esta llama a otra y siguen la cadena, cuando te das cuenta tienes veinte de ellas. Nosotros no. Pero podemos hacer algo Charlie, tú puedes, ¿cuánto te queda en prisión?.
    - Cinco años.

    Sacó una tarjeta de su billetera y me la dio.

    - Cuando salgas de aquí, búscame, esta es mi dirección, mi revólver Smith & Wesson es tuyo si logras vengarte por el sexo masculino - luego le hizo un ademán al guarda y me trasladaron de nuevo a mi celda.

    Cinco años después.

    Tenía razón el doctor, el revólver se mira bien, las cosas cambian cuando pasas quince años en una celda, confinado al oscurantismo de no tener a nadie, las visitas que recibí fueron contadas, después de dos años en prisión no volví a recibir visitas, el mundo es tuyo cuando caes en razón de que estás solo....

    Frente a la puerta, tengo recuerdos y pensamientos encontrados. Oigo donde vienen a abrir la puerta, no sudo, estoy relajado. Abre ella y su cara se desfigura al mirar mi sonrisa.

    - ¿Charlie?... ¿qué haces acá?.
    - Hola Eugenia, sólo vine a conversar y de paso a terminar un pendiente.

    Fin
  12. Nos habíamos separado tres meses atrás, la verdad era que ya no podíamos estar juntos, peleábamos casi a diario, al final ella se quedó en casa con Isabella, nuestra única hija, de 12 años ya, yo me había largado de casa, me fui a vivir a un apartamento, hace dos meses lo comparto con Hilda, mi nuevo amor, si es que uno puede enamorarse dos veces.

    Un sábado en la mañana me llamó, ocupaba hablar conmigo, accedí y fuimos en la tarde a tomar algo, llevaba un sobre blanco en la mano, el cual luego de tomar un café, me extendió:

    - ¿Qué es esto Lorena? ¿quieres que te firme el divorcio?.
    - Podrías leerlo al menos, Carlos.

    Lo tomé con una sonrisa, lo abrí de la misma manera y comencé a leer.

    - Voy otra vez... ¿qué demonios es esto Lorena? - yo ya no tenía ninguna sonrisa.
    - ¿No sabes leer?.
    - Por eso mismo lo pregunto, porque sé leer.
    - Te estoy cediendo la custodia de Isabella, la custodia legal de Isabella, sólo ocupo tu firma.
    - Barájame las cartas más despacio porque me perdí.
    - Ok, a lo que vinimos, supongo... me estoy muriendo.

    Nos miramos un par de segundos sin decir palabra y luego pedí otros dos cafés.

    - Repíteme lo último.
    - Tengo cáncer Carlos, tengo dos o tres meses a lo mucho.
    - ¡Ese café!.
    - Isabella está de acuerdo.
    - ¿Cuándo pasó esto?.
    - Lo sé desde hace cinco meses.
    - ¿Cinco meses? ¡vivíamos juntos hace cinco meses! ¿por qué diablos no lo supe?.
    - ¿Quieres que te haga un resumen detallado de los últimos meses que pasamos juntos?.
    - ¿Por qué no me dijiste?.
    - ¿Para qué?, veníamos mal, no quería que te quedaras por lástima, ni lo quiero ahora, sólo quiero hacer las cosas bien, Isabella tiene listas las maletas, yo sé que tienes pareja, pero tal vez puedes arreglar algo, ya por mí no, pero al menos por ella.

    Seguimos conversando cerca de una hora, un rato hablábamos, otro rato lloraba ella, otro más lloraba yo.

    - Te dejo el sobre, el licenciado Guzmán está esperando que lo lleves firmado, ya está arreglado todo.

    Luego se despidió, se secó los ojos para contestar una llamada y yo quedé sentado junto al tercer café.

    Tardaba 15 minutos desde la cafetería a mi apartamento, ese día hice el recorrido en dos horas, los pies no se movían. Por fin llegué, dentro me esperaba Hilda, no me preguntó nada cuando llegué, asumo que mi rostro no dejaba espacio para conversar. Me metí en la ducha, simplemente dejé que el agua me cayera, tuve visiones de episodios pasados, de cosas que creí haber olvidado y no sé el momento en que la memoria los cargó.

    - ¿Va a cenar?.
    - No, no tengo hambre.
    - ¿Puedo saber lo que pasó?, o sea... creo que pasó algo.
    - Sí, pasaron muchas cosas en realidad, muchas.
    - Ok, imagino que la pasó bien con Lorena... digo, no habla, se fue directo a la ducha, no va a comer... ¿estoy pintada?.
    - Ocupo algo Hilda.
    - ¿Qué?.
    - Hablar.
    - Oigo.
    - Quiero terminar esto, quiero que nos separemos, ya no quiero seguir con usted.

    Me gritó de todo, lanzó la comida al piso, yo no dije nada, simplemente la dejé que se desahogara de su ira. Luego de un rato se enteró que la decisión estaba tomada.

    - Ojalá esa vieja lo deje botado, a mí no me venga a llorar después, ¿oyó?.

    Luego fue a recoger sus cosas y me pegó una cachetada antes de salir por la puerta. Yo me senté en la cocina, con la mente revuelta, no tenía idea por dónde iniciar. Hice lo que se me ocurrió, empecé a recoger lo mío. La tarde siguiente entregué el apartamento y me fui con las maletas a la que había sido mi casa.

    - Alguien toca a la puerta.
    - Yo voy mamá...
    - Hola.
    - ¿Papá? ¿y esa maleta?.
    - ¿Quién es, Isabella?.

    Pasé dentro.

    - Yo.
    - ¿Carlos? - soltó el vaso de vidrio que tenía en la mano.
    - Yo lo recojo mamá.
    - ¿Qué hace aquí a esta hora?.
    - Vengo a pedir posada, si las mujeres de esta casa me aceptan - puse las dos maletas en el piso, Isabella vino y me abrazó, me besó en la mejilla y con una seña le pidió a Lorena que viniera, yo la miré y con la vista le pedí lo mismo.

    El último mes de vida de Lorena vivimos como una familia, recuerdo que dos días antes de morir nos besamos, después de años volví a decirle que la amaba y ella me devolvió la frase, Isabella vive conmigo, en nuestra casa, siempre que servimos la comida invitamos a Lorena, y siempre la siento donde nos acompaña.
    A Karime Soc le gusta esto.
  13. No sé si me extrañaste, ni sabía si debía aparecer otra vez, al final resultó que acá estoy, aún con Benjamín. Lo sé, pero lo amo aunque sigamos igual, después de todo, somos pareja, eso sí, confieso que aún después de este tiempo juntos, sigo teniendo reservas con él, las normales para una mujer como yo. Un par de veces volvió a tocarme el tema de la amiga, las dos primeras veces subí el tono de voz, negándome a un trío, la tercera vez fue un poco más allá y me contó el nombre de la susodicha.

    Resulta que yo sí conozco a la mujer, hasta la he saludado, su elegida era Carla, y no era una amiga común, era compañera de trabajo, si antes dudaba si se había acostado con ella, ahora lo dudaba más, pasaban varias horas al día juntos, se veían siempre, de lunes a viernes, era perfecto para él, lo peor es que la chavala era de buen ver.

    Hace tiempo empecé a hacer ejercicios, no estoy mal, eso me han dicho, pero "ejercicio es salud" decía la abuela y además de ejercicio, me ayuda a relajarme y salirme un poco del cassette, sudar de otra manera que no sea por sexo, es relajante desde otro punto de vista, me sirve también para ubicar mis ideas, antes definía a Benjamín como un degenerado, hoy tiendo a pensar que yo puedo serlo un poco. No sé si tanto como Benjamín, hace tres semanas No sé si tanto como Benjamín, hace tres semanas lo encontré masturbándose en el cuarto, no pudo ni terminar, le hice una escena más que merecida, lo que no le he contado es que yo también lo hago, necesito sacar lo que tengo en mí y que no logro sacar cuando él termina antes que yo en la cama, lo que sucede más sguido de lo que yo quisiera.

    Venía casi borrando de la memoria la propuesta de Benjamín con Carla, casi borrado hasta que él volvió a sacar el tema.

    - Está deseando con ella ¿verdad?.
    - No Moni, usted sabe que yo la amo, pero tenemos tiempo de no hacer nada divertido.
    - Entonces usted necesita acostarse con otra para divertirse. Deberíamos probar meter a otro hombre.
    - ¿Tiene a alguien en mente?.

    Si le había hecho escenas, con esa pregunta le hice la escena de mi vida, los únicos excesos que hice, los hice por él, por su deseo de hacer cosas divertidas para avivar nuestra vida sexual, obvio que yo no tenía a nadie en mente, pero con mi conversación le di cabida para que lo pensara y le di cabida para que lo aceptara, que es lo peor, porque si lo acepta, yo debo aceptar a Carla.

    Este fin de semana me invitó a playas, a Brasilito, Guanacaste, lo pasamos bien, pudimos disfrutar de nosotros, como pareja, compartimos espacios que nosotros, como pareja, compartimos espacios que no andábamos juntos hacía mucho, me sentí como en luna de miel, yo ocupaba salir de San Carlos y suministrarme un poco de aire, un fin de semana lejos de todo era lo que yo necesitaba, pero el sábado trae un domingo y el domingo antecede al lunes.

    - Moni, voy a aceptar su propuesta. Ni idea de lo que hablaba.
    - ¿Cuál propuesta?.
    - Meter a un mae.

    ¡Dios! recordé la propuesta, no me pasaba siquiera por la cabeza, ni pensé que le pasara a él.

    -¿Usted quiere verme acostada con otro?.
    - Moni, no mal entienda.
    - No mal entiendo, usted aceptaría que yo me acueste con otro y usted con otra.
    - Moni, es por nosotros.
    - No sé si explicarme, pero yo no tengo ningún hombre al que le pueda hacer una propuesta así.
    - Yo se lo consigo.

    No supe la cara que hice, pero no respondí nada, la misma historia con diferente día y horario, no sé qué me dolió más, que el tuviera a otro hombre para mí o que yo aceptara.

    El amor da para mucho y en mi caso ha sido así, la muchacha está aquí, con nosotros y el hombre acaba de llamar, está por llegar a casa, no tengo conocimiento de quién sea, ojalá no lo conozca, es mejor así. Tocan a la puerta y Benjamín va a abrir, lo escucho saludar, Carla y yo estamos en el cuarto, sentadas al borde de la cama. Benjamín ingresa primero, luego ingresa el otro, lo conozco, se llama Sergio, es amigo de Benjamín, alguna vez lo he saludado, creo, nos saludamos de beso en la mejilla. Voy por una cerveza, la ocupo, no es una fantasía, hay otro hombre esperando acostarse conmigo, al menos es bien parecido, lo reconozco. Regreso al cuarto, Benjamín y Carla han iniciado sin nosotros, se están besando, Sergio se acerca y me toma la mano, "tranquila, lo va a disfrutar".

    Empezamos por besarnos, besa bien, miro de reojo, Carla está abriendo la cremallera de Benjamín y lo acaricia, Sergio pone su mano izquierda en mis pechos y comienza a subir la derecha por mi entrepierna, yo estoy indecisa, Carla se está comiendo literalmente a Benjamín. Pongo mi mano derecha en el pantalón de Sergio y él abre su zipper, ahora tengo su pene en mi mano y él me está masturbando a mí, escucho a Benjamín blasfemar un par de veces, lo que sigue es que mi ropa interior está en el piso y cuando me doy cuenta estoy sentada encima de él. Sergio está doy cuenta estoy sentada encima de él. Sergio está acostado en el borde contrario a Benjamín, de modo que Carla y yo quedamos de frente, puedo ver todo lo que hace con Benjamín y viceversa, yo ya no estoy teniendo sexo, a mí me están cogiendo, así de simple, me están usando como juguete sexual y yo comienzo a mojarme, lo disfruto.

    Esta es la última vez que complazco a Benjamín, me he llevado un par de sustos que aún me rondan ciertas veces, y mis hijos no deben saber ciertas cosas de mí, guardo algunos secretos y estoy segura que aún me falta acumular algunos, estoy preparada para lo que venga. Siempre he sido una mujer de principios, de eso estoy segura y sé que aún los tengo, pero no quiero terminar con Benjamín, soy feliz con él, aunque hay algunas cosas que me cuesta compartir, al final lo complazco, no sé la razón, creo que no quiero estar sola, es eso o lo amo demasiado.
  14. Sabíamos de sobra la manera de comernos en la cama, mis ademanes y sus palabras conectaban. Mis relaciones anteriores fueron inestables, no por gusto mío, siempre fueron esos animales poco inteligentes que osaban llamarse hombres. Lo de Benjamín y yo venía bien, lindo, tiempo de conocernos, él con sus hijos y yo con los míos, ambos con historias que contar, mi marido ahora y yo su mujer. Más allá de lo que pasara en el colchón, lo nuestro era especial, no recuerdo que algún hombre me haya hecho sentir como él, que me sintiera amada con sólo escucharlo, nunca me recriminaba nada, yo nunca lo reté, éramos amigos, pareja, amantes. Mis hijos aprendieron a verlo como un padre, los suyos aprendieron a sacarme de mis casillas, Benjamín era bello, en todo sentido. Íbamos a la capital a charlas y congresos propios de su trabajo y yo era su compañía, pasábamos luego donde su madre a comer algo y dormir, me llevo bien con esa mujer, sospecho que nota que amo a su hijo y eso es suficiente para una madre, al menos lo sería para mí.

    Esa noche nos quedamos hablando hasta tarde, quería decirme algo y daba vueltas al asunto sin saber cómo debía abordar el tema.

    - ¿Qué? - mi cara de incrédula y de asombro lo alertaron - otra vez... ¿qué me dijo?. alertaron - otra vez... ¿qué me dijo?.
    - Sería excitante, es algo que nunca hemos hecho.
    - No lo hemos hecho porque creo que estamos bien, a menos que usted me diga que no es así.
    - Moni, claro que estamos bien, por eso mismo se lo digo, porque creo que nos tenemos confianza.
    - No sé ni qué decirle Benjamín, y dice usted que ya lo pensó bien.

    Resumamos, apenas hace un par de semanas comentábamos sobre su eyaculación precoz y ahora ahí, de pie me cuenta que quiere que vayamos a un local de esos donde te masajean y te dan servicio completo, para que a él se le monte una extraña y a mí me haga lo mismo alguien a quien nunca he visto en mi vida.

    Él nunca lo supo, pero esa noche no dormí, las lágrimas no me dejaron. El desayuno lo pasamos con su madre, conversando sobre lo típico, el congreso empezaba a las once, teníamos tres horas aún, no me había dicho nada sobre la conversación de anoche ni yo había tocado el tema, lo miré, lo amo demasiado, quedamos solos en el comedor.

    - Voy a hacerlo - primero me miró como perdido, pero al instante entendió de lo que le hablaba.
    - ¿Segura Moni?.
    - Sí - mentira, no estaba segura, sólo quería complacerlo-.
    - Ok. - Ok.
    - Vamos a buscar algún sitio.

    El hombre sonrió y luego me besó, nos besamos juntos. La palabra complacer es un arma de doble filo, no es una palabra común, incluye muchos peros y pocas opciones a escoger. Es increíble todo lo que ofrece internet si sacas el rato para buscarlo, números telefónicos, direcciones, fotografías; por fin dimos con un lugar llamado "Fantasías" , cerca de donde estábamos, un nombre en el que no gastaron muchas neuronas para pensarlo. Nos recibieron tres chicas, dos morenas y una pelirroja teñida, las tres en ropa interior, me miraron como extraterrestre, supongo que no llegaban muchas parejas al lugar, nos dijeron los precios, Benjamín escogió a la chica, una morena poco menor que yo, nos llevó a uno de los aposentos, no habían chicos, esto era un trío, nos acomodamos y la chica fue a ducharse.

    - ¿Cómo te sentís? - tuvo que repetirme la pregunta porque la primera vez no lo escuché. Había caído en la realidad, íbamos a estar con otra chica, los tres juntos, yo nunca lo había hecho.
    - Bien - lo miré y lo besé, no tuve otra reacción.

    En eso estábamos cuando entró la chica, con sólo la tanga puesta, definitivamente tenía cuerpo para trabajar ahí, miré a Benjamín, estaba ido mirando sus pechos, yo no estaba pintada, algo tenía que hacer, ya estaba ahí y no estaba pintada, algo tenía que hacer, ya estaba ahí y no podía salirme, lo repito, algo tenía que hacer y lo hice. Me levanté, no hice titubeos, lo miré y en vez de decir algo, puse mis manos alrededor del cuello de ella y le di un beso, comenzamos a jugar con las manos, fue primera vez que una chica me desnudaba, desabotonó mi blusa y me tocó los pechos, continuamos solas por un rato, Benjamín miraba un verdadero show, cuando lo unimos a nosotras, ya habrían pasado unos diez minutos y él ya no aguantaba, literalmente lo violamos entre las dos y a mí me violó esa chica.

    No lo niego, lo que ella me hizo no me lo había hecho ningún hombre, salimos de ahí y las semanas siguientes ese fue un tema frecuente de conversación, Benjamín hizo varias propuestas, algunas tan absurdas que ni siquiera las pensé y de inmediato dije que no. Tiempo después me acosté con un tipo al que conocí por mensajes y que me chantajeó enviando los mensajes a Benjamín, contrario a lo que pensé, no me hizo problema, se sentó a llorar y terminamos llorando juntos, supongo que entendió que él mismo me había llevado ahí, yo le había sido fiel hasta aquél viaje a la capital y aún así sentí y creí en mi fidelidad, aún la defiendo, lo que se vino luego de ese día fue una serie de peticiones que como dije antes, rayaban en el exceso, a veces no sé qué hacer, es un excelente marido, pero se pasa de degenerado. marido, pero se pasa de degenerado.

    Su más reciente comentario fue que le gustaría verme con otra chica, amiga suya, si ya se acostaron no lo sé, ni pregunto, a veces creo que debería escribir historias eróticas basadas en mí, tal vez haría dinero. Sigo con él, pensé varias veces en dejarlo, al inicio, hoy no puedo, lo amo, sé que debería hablar y poner las cosas en su lugar, algún día lo haré, ya lo sé, junto a él esto es un círculo vicioso y yo no hago por dónde salir. Fin
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  15. La primera vez que lo hice, lo hice sin sentido. La primera vez fue con cierto recelo porque en este sitio todo es pecado. ¿Amar? eso se lo dejo a los tontos que creen que habitan los cuentos de hadas, el amor es una mentira de medidas descomunales, la gente aún cree que es posible guardar buenos sentimientos, el amor dura lo que dura un suspiro, no existe el amor eterno entre hombre y mujer.

    La primera vez que seduje a un hombre por placer, fue en el colegio. Fue en tercero, iba reprobada en el curso de español, el día que noté que el profesor miraba mis piernas y perdía su mirada en mis enaguas, ese día supe que podía superar la clase dándole lo que mi madre decía que había que guardar para el matrimonio, no necesitaba una relación para sentirme mujer, ningún hombre valía para eso, ni lo vale aún.

    Ese día me quedé de última, le dije que ocupaba conversar sobre los temas del siguiente exámen y cinco minutos después le di mi virginidad recostada a su escritorio, de más está decir que gané el curso con excelente nota. A los hombres no es tan complicado complacerlos, todos quieren lo mismo aunque jueguen de puritanos, por eso no creo en el matrimonio, cuando están contigo en la cama imaginan a la mujer que les sonrió cuando andaban de compras en el supermercado.

    Dos años después tuve novio, un tipo de mi edad que me prometía el cielo y las estrellas, pero cuando descubrí que ese cielo tenía las estrellas contadas debido a su poco atractivo monetario lo mandé de vuelta a su casa, el estómago no se alimenta con amor, ni las deudas se pagan con poemas o frases bonitas. Tenía que ser muy estúpida para enamorarme de alguien que no podía proveerse algo de realidad en vez de ilusión.

    - Vas a tener que trabajar para darte tus propios gustos- me dijo un día mi papá mientras desayunabamos en la cocina -todos los hombres buscan una buena muchacha y si es trabajadora es un diamante para cualquier varón.

    Tragué la risa para no faltarle el respeto frente a mi madre, los hombres buscan dos cosas en una mujer: que sea buena en la cama y que no los moleste cada dos minutos, si logras eso eres una mujer increíble.

    Empecé a trabajar en un buffet de abogados como asistente, fácil, una llamada telefónica acá, una nota por allá, cuidar las espaldas del licenciado. Sencillo. Los primeros quince días le conocí tres mujeres, su esposa, una clienta en trámite de divorcio y una fulana de mal gusto para vestir, si ella podía tenerlo... con más razón yo, que tengo buen gusto para vestir, las nalgas firmes y los pechos bien puestos. Al día siguiente llegué con minifalda, una blusa escotada y zapatos de tacón. El licenciado debía andar por los cincuenta años, yo en diecinueve, le llevé los documentos que más importaban para los casos del día y al dejarlos en su escritorio, agache el cuerpo asegurándome de que pudiera observar el contenido de mi blusa por completo, podría haber llenado una piscina olímpica con las babas que le corrían por la boca. Ahí me mantuve trabajando durante seis meses, hasta el día en que su esposa llegó de improviso y me encontró de rodillas con el pantalón del jefe en el piso, ese mismo día además, la mujer empezó el trámite de divorcio con el buffet de la competencia.

    Mis trabajos posteriores no lograron nada positivo en mi vida, ni económica ni lujuriosamente. Trabajé de dependiente en una panadería, en la farmacia de la esquina, de oficinista en la casa cural y de ayudante del contador del pueblo. Nada atractivo, aunque aprendí algo nuevo... si quieres salir adelante, devorate al mundo.

    Fue así que a mis veintidós años y una noche que miraba la telenovela en ropa interior, escuché a la vecina lanzarle improperios a su marido. Mis padres pasaban esa noche con mi abuela, a treinta kilómetros de distancia, observé a mi vecino salir a fumarse un cigarrillo al jardín trasero, su esposa llorando de rabia en la sala y los niños en el cuarto. Él era maestro, yo me levanté, tomé la tina de la ropa sucia y salí a dejarla en el área de pilas. Únicamente separa a ambas propiedades una malla de metal, de manera que se puede observar a través de ella. Sus ojos se clavaron en mi espalda y bajaron conforme yo sacaba la ropa a tender. Su esposa abrió la puerta principal en ese momento, subió al carro, lo arrancó y después de gritar una maldición, aceleró. En ese momento sentí que mi brasier estaba sucio, así que giré quedando de frente a él y lentamente lo desabroche dejándolo caer al suelo....

    Lo miré, estaba incrédulo, le señalé el camino por el que su mujer se había ido y acto seguido con un movimiento de cabeza lo invité a venir...

    Cuando su mujer regresó, ya el marido se encontraba relajado y lo vi abrazarla mientras miraba de reojo hacia mi casa.

    Los hombres son el animal más dócil que existe si sabes manejarlos. No precisas una carita bonita ni ser una santulona (los hombres detestan a las santulonas, pero en cambio realzan a las que como yo, logramos levantar el pantalón sin siquiera tocarlos).

    Por mi cama han pasado maestros, abogados, pintores, panaderos, contadores y el sacerdote del pueblo. Mi cuenta bancaria la sustento yo, haciendo eso que la esposa del vecino dice que la llevaría al infierno si lo hiciera. Yo podré ir al infierno pero no iré a pedir limosna, administro mis ganancias, las invierto y de vez en cuando me doy ciertos gustos que la vecina no se dará jamás por más que vaya a la iglesia de lunes a domingo a pedir que le rinda el sueldo a su marido, si cuidara a su esposo como debe no andaría en eso.

    Mis amigos de confianza me llaman Sarita, para las mujeres del barrio soy la puta que altera la santidad. En vez de eso, deberían agradecerme cada vez que sus mariditos las satisfacen pensando en mí.

    Permiso, debo dejarte... hay ingeniero nuevo en el barrio... y es casado.

    FIN
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