El blog de Víctor Mileo

Antes los anzuelos los lanzaban
las mujeres sin dejar que nos diéramos cuenta los hombres.
Pero hoy tan intrínseca la muerte
acaricia con dedos de seda
mis pulmones rotos de sed y
clava uno de esos anzuelos
al jirón de piel y sábana
que amortaja la pupa o
doncella, de la polilla que perdí
entre los simulacros que atentan
los tomates donde se cultiva mi idiotez.



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Tu rostro difumina ya
la breve vida de nuestro estar.
Común tenemos el gozo, partitura
escrita a ciegas que nos miente
disolviendo los tonos agrios y
pesados de la sierpe, que el telón
mastica a pedazos cuando a sus actores
tímidamente, se orinan
entre sus rodillas, los repudian
por la insana celebración
de tu muerte frente al espejo.




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Carcasas de viento
alzan papiros antiguos
que merecen jaurías de demolición
todos los animales que viajan solos
campean circenses la doble e incrustada desgana de la señal.
También la rasurada epidermis
del diablo menea los vítores de los halagos con su tridente en peculiaridades puertos de la razón.
Que amanecen,con dolor
La insalubre añoranza del delito
sin culpable.





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Pellizcos jugando en el fuero
trámite de la voladura
en el rocoso camino hacia la urna
paladares de disimulo,
anclan dolorosos la delgadez.
De los altos hornos del vigor,
cansancio en la mirada
ternura que añora preliminar
la humanidad del hombre, ella
está en peligro. Tocó suelo
la deserción de la empatía.





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Demente en islas cayendo del tamiz
fronteras diluidas en mi rabia,
peculiar y honesto el orador.
se miente incluso tras las bambalinas
de su ego.
Pero no siempre fue así.
Antes se dormía la iniciativa
candor del volumen,
atriles que se mecen volver
al sueño donde miro la absurda
negación del insulto.
Y la grasa del espíritu me lubrica
el corazón tan rápido como un latido de tránsito milita después
cuando en la caída los lloros
alimentan el dorso del amanecer.




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Identidades con orla fichados desde
niño, complicando el rostro de erosión, mutilo la añada del dolor
cansancio de aullidos en peligro
mutuo tendón de la mala suerte. Vimos entonces, tardíos, estíos de llanura cocer los inviernos
de la carne, con caricias
ignífugas.




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Sucio tendón del peregrinaje
la larga astucia del mar
ahoga la comunidad, se desvanece
en anchura deleitada en cada remada
la razón del mimo llora lágrimas, en anclajes depurados en los puertos
llameantes, pidiendo rasurar el vello
de los brazos candentes gorriones
de hielo, no os derritáis.



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El dolor campea en los siglos
donde armisticios entre guerras
dominaron con caprichosa aventura
el demoledor castigo sobre la tierna y amarilla población.
la epidemia cae en el resultado
trágico y militante del dolor
entre torpezas de traiciones
de amistades con dosis y crueldad.
Que perdieron sus caretas.




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Persigo la distancia y después
de verte partir , el consuelo
de tu huella en mí , me devora
me da la marcha necesaria, para
la cabizbaja salud de los enemigos
amantes de la madrugada.
Ignorarles en
la claridad no llega jamás
sólo el viaje prendido de astucia
es hallar la jaula siempre abierta
lo que queda adentro es un trapecio
para la gente tóxica. Y loros chotas
del deambular en la doctrina
pálida desmesura del reino
de los peregrinos, perezco ya dentro
de mis recuerdos mitocondriales.



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En las otredades del sucio aullar
la menta del origen aromatiza
candente los grumos de la memoria
ellas nos hacen luchar entre precipicios cayendo sobre cimas
subterráneas, la ingobernabilidad
del desprecio pelea dentro de la ansiedad su distinto desdén en la edad y por fin desaparecer.



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Cuando me despierto llega cada vez más pronto la mentira, el dorso
de las caretas se desmaquillan
voluntariamente con , la insalubre mueca. Del delirio, y sin embargo
me siento atrapado en una moral
de delgadez mínima.
Los focos anuncian claridad y presente
también de una guerra fugaz
una guerra de ilusiones.
La que nos llena de orgullo,
o la que nos hundirá.
En el pozo de sombras.




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Los dolorosos miedos hechos drenaje
campan luminosos en la opacidad de la noche.
Carpe diem se dicen ,hay que mutilar
los malos recuerdos, preñados de militancia, se reproducen, con una solidez llena de misterio casi la hermandad del dolor nos enseña
a que a deshora los cambios
se adueñan principalmente
de miedo.




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En ausencia del mirlo que se mezclaba con la muerte
las incursiones dejaron
una mística floreciendo
arraigada en la unión
del trovador.
Ese silencio escuchado
con el sigilo del orín
dibujando una media rota por
todo el cuerpo. Y concede somnoliento, las tardes de amargura
que muda la réplica de los nervios cuando se despiertan los cielos.





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Los largos brazos aumentan
como rápidos desenlaces de nudos.
Primera soldadura anterior al
nudo lleno de los nervios cuando el mismo anochecer que nos vigila se convierten en mugre de pájaros.
Y en dolencia que aplasta la regia
virtud de la hija del granjero.




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Niña de ojos de llanto te me embargan
Los silencios mezclados con aguas
de, vida, que se ablandan en el transcurso del azar.
Todos con el corazón
mutilado, que bombea la noche anciana en las postrimerías
del día jaleado, con anhelos
realizados en mentiras doblegadas.



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