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  1. Di tú sombra, de mi sombra,
    capitular el dominio del sol.
    Crea ambrosía del corta perezas.
    Di tú junco de austera palidecida
    El brote se expande borrosa como
    nube de terciopelo, pálpito de pulso
    en añada tráquea del defensor
    lustroso que cuenta diamantes
    en la palma, diminutos como lágrimas sólidas, pellizcos de reflejos
    anunciando la vastedad del sitio.
    Allí complejos demoledores arbitran
    también, con silencios las rasuradas
    espías del tónico con lirios embelleciendo la lacrada fortuna
    del iluso.




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  2. Los silencios mastican las palabras
    recién nacidas, perduran en la austera pulcritud de la llamada.
    Es entonces cuando, los brillos del nacimiento perfeccionan suturas
    en la vitrina del momento
    que se amplía con lluvias de mieles y mies del campo ostentoso del azahar.
    para demarcar sórdidas luces de faros, guiando el viaje, el camino
    de la llegada a casa.




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  3. La piel del miedo,
    es la piel del camino.
    Que se disgregan en la utilidad
    que el cosmos preconiza en su deambular.
    Solo los silencios siembran lo que
    la vida les concede, como un fruto
    del ángel indemne revolverse en los
    premios del narcisismo.
    Sólo los espejos enemigos, materializan, los deseos de atracción
    son de doble sentido, de doble dirección.
    Y nacerán en ellos reflejos de autoridad, que se comerán vivos
    los narcisos del virtuoso. Anclaje de celadores del mismo uniforme.
    La otra piel de su devota sumisión.





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  4. Solar de inaniciones, todo allí muere
    lentamente, prejuicios sonoros con la tribu haciendo hablar a los tambores.
    Casi el desnudo de las palabras,
    rozan,una erótica, de pliegos rotos como mimbre del silencio acunando
    la música, de flautas mágicas.
    Y ternura de sanguinolentos besos
    de rapaz rápida en el terco puñal
    del delito no hay nombres, hay etiquetados suspiros de la de selección.
    Todos matriculados ferozmente en el clavijero y
    en el arpegio del cono familiar.




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  5. Tapiz en la entraña
    rasurar las ideas que comen y
    se agrandan hasta ser delirio
    un prensador de gloriosas calidades,
    que esputan dolor infecto,
    refinar el cariño.
    El tiempo que mide la salvaje movilidad, el tam tam del pálpito
    que el pulso domina sin desinfección
    ese fervor cañí. De los cielos de Madrid.
    Carraspeando la angina irritada del
    ansia catárticamente, el trámite de la transgresión nos devuelve a la cuna
    y de ahí, se vuelven a otorgar los rolles del dolor y el miedo
    que consiguen rabia y kamikazes.




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  6. Yo no creo en la textura invulnerable
    de la sumisión,
    en el sagrado aro del elegido.
    campaniforme el capitel
    iluso, se pierde entre ese dolor
    de ausencias, polares y ateas
    celebraciones de la vida.
    Todas esas lloradas inmersiones
    en el cruce del azar, cuando camina
    el doloroso destino de todos
    repartiendo cartas de direcciones,
    son el único refugio de nuestra mentira.
    Así, creo en la ceguera, y en la mirada.
    La ceguera del ser humano errando, errando en la llaga palpitante de la vida.
    Y en la mirada que con ella abro
    sigilosamente los receptáculos de trasgresión que encuentro en mi camino, llenos de metáforas visuales.
    Y tristes resoluciones.





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  7. Mi mentira, fue la tuya
    Los grises palideciendo
    el transcurso del azar
    pintaron todos la negación con ese mismo color.
    Tan solo el inicio de
    caprichosos merodeadores,
    que obtuvieron disolución
    Tramitaron su nuevo honor
    lleno de dedos largos
    y guantes cortos.





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  8. Toda aquella piara de demolición
    humana, de explotación laboral.
    Fueron atrapados en un desorden
    de lealtades, miro silencioso el vibro
    de los soñadores, y recuerdo cuando me miraba en un espejo distorsionado,
    del que me alimentaría severamente
    sin vergüenza ,
    pero con cautela.
    Ya que en respectiva
    desolación,
    perdí las lágrimas
    que no se ven,
    ese dolor mutilado
    después de la herida psicológica
    donde la moral hace ganchillo
    con los susurros del miedo.





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  9. Para aquellos que dejamos miguitas
    en el cerebro y rebuscamos
    en el camino de vuelta, la iluminación esperando la epifanía
    lubricada en ese desierto
    de decepciones, que el tránsito cultiva en el transcurso
    de cada vida.
    Por los errores
    de los que no aprendimos
    y sepultamos nuestros sueños
    con vigilias.
    Simplemente lo
    intentamos.






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  10. La desinfección del escrito
    pasa por el pasapurés del vocabulario,
    las hebras, la pulpa, las rasuradas palabras sucias se quedan en la superficie,
    y abajo en el plato, el tamiz de las conversaciones,
    el resuelto dominio del código entre
    líneas leído, la transmisión, un nudo
    en la urdimbre de lo dicho.
    Desenvuelve los márgenes dibujando
    el collage de los párrafos que alaban
    su discurso diseñado para ti.
    Lector.





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  11. Las caderas de la suerte se mueven como mambo
    la empírica llamada del sórdido camuflaje desnuda con
    la mirada la reverencia del fervor.
    También delimitado está el coto de caza.
    Para auxiliar la llamada del trovador,
    que arenga inútilmente el diámetro de la negación.
    Y envejece tangencial-mente los aullidos de la benevolencia.
    Por eso la preñez del discurso aumenta en serenidad,
    cuando difusa se hacen añicos los deseos más íntimos.
    y se combate en el fango con los sentimientos barnizados
    de espesa mentira.


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  12. Si el misterio fue mi verso
    donde escondía la quietud
    fue por encontrar mi desierto
    entre tus piernas y la luz.
    Despejes de dureza que se comen
    la delgadez de tránsitos, anclajes y neuras, casi destronadas vuelven
    sustratos de inercia ampliadas
    al dorso, en una faz de miedos
    la desgana es un rostro de tenencia amarilla se inclina dentro del sentir
    común cuando perdemos todos
    las grietas del delirio
    una consciencia paralela.
    Se gana la ardiente clase del mito.




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  13. La sórdida envidia copula sin vergüenza sobre nichos de sonrisas
    de coral.
    Tu silencio hermana atroz en una cautela de lombrices, la cesta del cebo
    empaña auxiliar la desgana del nombre raído,
    en el símbolo de la mugre de suelos
    componiéndose entre hebras de jactancia. Y mitómanos reyes de
    la noche, los ángeles indemnes
    sonríen dentro de carpas de auxiliares monoblocs.
    Isocubos de preñeces anticlínicas
    e higiénicos sedales del trino, cuando
    la llamada oculta tras el móvil
    los rostros del dolor con la pérdida de los papeles, arremolinando las largas
    barbas del coloquio injertado en la papiroflexia del maquetista.




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  14. Los lazos de los regalos atan también
    relaciones, que nunca recibieron regalos.
    Sólo aullidos de malvarrosa
    que columpiaban también los temores dañados en los nombres
    de las alfarerías.
    Donde todos fuimos modelados.
    con la rabia del ocaso.
    que nos apremiaba rápido hacia
    velos sonoros como arras de matrimonios y soledades ampliadas
    en números de loterías destruidos
    sin todavía saber si estaban premiados. Eso es inconsciencia y valentía, justo aceite y agua.




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    A LunahSwarovsky le gusta esto.
  15. Los besos higiénicos
    se preñan de indultos
    cada paciencia crea una voladura
    casi callosa,
    una rosa sin olor pero fresca como
    la mañana metálica, un dios de pieles
    y rugiendo en la llanura con su motocicleta el bravío animal de acero.
    Toda la añada deja flores en su tumba, su capital sella con sangre el lacre de sus cartas.
    La vida la vomita en ese espesor de cuchilla forjada con fuego de miradas
    antes heladas, y ahora la muerte crece
    en el horizonte del motorista,
    donde el arrebol se pone candente con la ignífuga y solitaria sonrisa
    cuando marea la quietud del contrato, y avisa de su cumplimento
    entonces ahí, el dueño, el casero y el inquilino, viven el mismo anochecer.
    Lleno de serena convicción.


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