El blog de Víctor Mileo

Caños del delirio pululan con mentiras del torno musical, juncos de
ese que designa la providencia
rasgando velo de luces llenas de bondad.
Aunque la rabia crezca en designios
del caprichoso destino.
Se me hace inexistente creer en
campos de sueños con suelos mojados animando multitudes del deseo
barajados por el azar.
Patrulla del miedo que corroe
la belleza de los días paciencia.




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Murmullos de luz emergen de entre
los grupos, como crisoles que fraguan
la paciencia.
Sólo los vítores añascando rumores
de entre esos focos de velocidad
marcan en piedra la verosimilitud
de cada día, en la roca que cada uno
va creando en el tallaje de rodar por la vida, cuando después
Volutas de pizarra deshacen el
techo al que llegas
Lleno de silencio.



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Un simulacro con dedos tintados
de protocolo.
En un arpegio del cono familiar donde
las hiedras infantiles, tienen que
crecer, bajo sospechas de una
desenvoltura errónea, calibre del
múltiplo roedor del dolor.
Praderas de ansia,
Cantos de desidia y radiografías
mitigando la viruta del escombro
poético.
El diámetro de tu esencia, gira
como planeta y luna.
en un universo que tiene un desagüe
de ángeles esperando el crepúsculo
del domador de hienas.
Ángeles que son el nervio
su trayectoria del piropo que nos pide
acordes de usura pernoctando
como un centinela, las celdas llenas de deseos como el viaje a la disgregación. Deshaciendo
patíbulos de hormigas
que quieren separarse.




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Vivo escuchando el techo de la obesidad.
Transparencias de un reflejo
que duerme, allí la mansa progenie
nos mira en el cielo dentro del penal.
Preludio de un raro desescombrar.
Víctimas del medidor frágil añoranza
de tu cuerpo. Escurrido.
La diferencia excluye la avenida
ronca delgadez del mito.
Trago de absenta cayendo
a la avenida de la fiebre.



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Del sueño razón, de inmediata frescura
que pálida nos dice nombre,
en un indulto trazo
al animal indemne
año de sed
sed cubierta de vello
como acariciar tu
noche y mentira
por favor no salgas de aquí
sólo el matiz del brillo
que recibes de un gran cuadro
te da la serena visión
de seguir en cruda rebeldía.


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La mentira no me cree
en sus viales calles convertidas
en un decorado, de pálpitos de llama
como flamas advertidas en silencios
un guiño sórdido prematuro como
un bebé diablo metido en una incubadora. Me llora la inmensa cruzada del corazón metálico
La mentira no me cree.
Los ángeles depuran con absenta
el brillo del almizcle tersura del plumaje, como luces de carros celestiales,
Traiga quien traiga la libertad, la igualdad y la fraternidad.
Será en un excelso deseo esperado
dormir la carencia de los tardíos
paraderos del placer.
Que te arrastran mutilados en el beso
cuerpo del indulto cabizbajo.



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En la alameda del triunfo
destierran la toxicidad
dentro de elegantes brillos
de altura,
cruzan amigablemente
la miseria con la injusticia. Provocadas por ellos mismos
generan un cóctel,de donde sale un germen de revancha.
Antiguo desliz del tiempo comprado
en las bajas cloacas del desorden.
Entonces ahí es cuando el mito
del hombre pan se libera y desmiga
la silueta del premio,
rompe el dolor, la única riqueza de la vida. la familia.




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Tomo apego al desierto que me rodea.
Nunca sabré salir de este sitio
dentro hay grandes mecanismos
de defensa.
Que pueden ejercer dominio
dejando en el horizonte un erial
de lógicas, paradojas y preguntas.
Que desprenden su propio tetris.
Veo partir los susurros, alejarse
como el azar, búsqueda
de destinos entre chillidos, y caricias.
Del mundo abierto como una naranja
su jugo empieza a hidratar el silencio del que provenimos y sólo el recuerdo del amor, hacerlo, y desprenderlo, como ondas de un estanque centro del oasis de mi mutismo,
de mi desierto.
Da respuesta al vacío con el que nacemos, y con el que nos marchamos.
Las preguntas de las incógnitas
generadas, son un mundo, dentro de otros mundos.




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Casi en el camino, la otredad del disimulo, tiene parientes del sucio
segmento familiar,
en él la zurda venganza acuña solitarios nombres de lejanías
donde la papiroflexia demanda barcos y aviones surcando tendones como raíles de susurros, que son como motores en la astucia plañidera de la multitud.
Nadie obtuvo regencia, solo
el gourmet dio cuenta de su apetito
mientras seleccionaba la puntuación
de cada plato.





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La piel del miedo, se arruga en un velo
de ligera astucia.
La picardía aúlla ratera el equilibrio
de la suerte deshecha, en los pálpitos del cuerpo cicatrizado.
Inútil acoger savia de los bosques
en rabiosa pulcritud, porque su ausencia nos pedirá después, el margen vitoreado en la zarza del yo
ignífugo.
Antes saber el decoro del ángel indemne,
que la rabia anhelada de victorias y
compartir con él, el susurro templado
en el crisol, y al torpe pudor del nombre que invita desmemoriado.
En la cruz, a alabar el perfil de los
sucios cristales oscuros.
Que no reflejan nada.




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Olivos nutriendo
el dolor, de la pálida que distribuye
los fondos del oasis, mezclando usuras de oxigenada defunción.
La suerte del miedo colorea de brillante negrura la paz del toril.
Ansiosa ebullición del rostro sin máscara,
y en el albero siempre hay muerte
y crueldad. Depositada en el circo
humillando al animal.




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El asco en la imagen que perpetra
la ambición del fotógrafo.
Realzando la consagración , del
premio, en causa y efecto.
Se dice así mismo que la humanidad
satura la visión del objetivo, y faltando
ella,
los lobos depredan la subjetividad
del orden y el mutismo,
y así la imagen es metáfora visual
de un silencio, que acobarda las lentes inmersas en el clímax,
entre la desaceleración del mito
y los laureles de la fotografía
premiada.




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El terciopelo en seda
cautivo rumiar de noche y vela
mustio beso que me diste,
en el arrullo plural del nido, fue el
gran hemisferio concretando la mar
de esas miradas pacíficas
que se adhieren en el anhelo
del simulacro perdiéndose
en una única forma de invención.
¿Di solitaria serpiente del caudal.
La brida que sujeta el anzuelo
de los sentidos nos llevará al hogar?





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De cielo y lino, moribundo se van
los rumbos de la noche casi el intento
cardíaco de colorear el mundo, áspera pérdida del lloro en un trampolín incensado de negro mutilación.
Abrigo la tersa llanura del mito
dormido, la astuta rebelión de
la inocencia, pulcritud del invento
rozas en la pared, ríos de llama, fuego, y también cielo.



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Murmullos de humillaciones
compactan el sufrimiento
de los nombres, palideciendo
sus preguntas llenas de la usura
de las sonrisas, con el orgullo
tamizado en tambores de silencio
la piel del miedo
se constriñe, va cambiando
en su reptar de aullidos,
polvareda del mismo santuario
que menciona la helada sangre
de su versar.



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