El blog de Víctor Mileo

Eco en los zapatos.
Rabia por los bulos que arañan mi
espacio.
No hay gente buena en este lugar.
Sólo torturadores golpeando la.
Mentira hasta herirla y convertirla
en verdad.
La mentira está decorada de navideña hipocresía.
Algo se rompió en el (deporte) de la
crueldad como la cena de los idiotas,
quien ríe el último ríe mejor la herida desangrada como un pato pekinés
se convierte en el herraje de la etiqueta corrompiéndose dentro de
micro sociedades que revientan
tu popularidad.





Reservados todos los derechos©

Atriles del orador, cuna de silbidos
con refinados tiempos, ya se despiden estos actores fuera de los cuentos.
Los paisajes del mundo, son como metáforas, escondidas en largos catalejos. El brío de las abejas materializa la polinización
esparcir dulcemente la semilla y
reproducirse, planta,o plantel. Es
el diluido des mimbre del asidero
de comunicación, que todo poeta anhela.
En la otredad se direcciona la nostalgia hacia el hielo de roca
que libera con un punzón pequeños icebergs que se hunden en mi vaso.
Único espacio que admite el ser humano, que sea ocupado una y otra vez.





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La terquedad de los ignorantes
va clasificando su involuntaria
preñez. Ansían manosear el arte,
transformarlo en suyo para modelarlo,
aunque creo que todo el mundo
ha sido alguna vez ignorante y estúpido, quizás yo sea el más ignorante y estúpido ,
todos,sufrimos cambios en los que nos reflejamos, parciales o totales
¿En quién nos proyectaremos?
En mediocres ,astucia de rateros,
chorizos,callejeando la mala vida
o en el ente que brilla en los ojos
como vela encendida en tus pupilas.




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Cuando la frondosa felicidad,
acude , la muerte siente, si es que puede alguna vez sentir la muerte.
Que mi pasajera y risueña vida.
Acude nerviosa hacia la vertebración
del coagulo como los pájaros con su buche. En la noche morena abriga rápido mi corazón que si no siente rápido tu calor robará pétalos de las únicas flores del jardín cerrado
del jardín nevado como si las flores necesitasen corchos blancos de embalar, para hacer la mudanza
del otoño al invierno, protegiendo
el gran vergel sin viaje de vuelta.





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El catalizador del pueblo, en añejas liquidaciones sórdidas, donde un ojo escupe la inmaterial mirada del seno
al peregrinaje del brote ampliando el desorden que nos envuelve a todos
y escupe la vulnerabilidad del decorador.
En esa delicia, compro la irregularidad del ocaso.
Pariendo tentáculos.
De sumisas elecciones.
Y prontas soluciones.




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Y en la frustración el campo de batalla, fue preludio del desgaste, ancló
el tren desmoralizando, la
parcela donde habitó la hilaridad en rollos de un hilo mortecino.
Ámbar delirando. Color miel de tu pelo
trigo rociado en llanura, pálpito
del bronce.
Ancianos con la piel curtida con cauces de río seco horadado. En un mapa de afluentes, con navajazos al cuero de la vida.


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El zurcido del traje de mirada
alimenta precoz la desaparición.
Como todas esas cosas y personas
que el tiempo ha destruido.
Pero hay que soñar con el suero
que gota a gota nos cura, entra en la contracorriente, protegido navega por él, pero fuera en el contorno del cuerpo la sociedad nos escupe llevando la corriente. De ese otro río de las calles, que también se desangran y nos mancha de soledad.




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Fiestas en el hombro de un planeta.
El giro sobre su eje me mecaniza
los días son tornillos de un mecano
irradiado por el deseo de completarlo,
Los segundos son arandelas del tornillo, que lo protege alrededor suyo, las semanas son segmentos
del epicentro de un puente tendido
para llegar al hogar.
Los años son las bases.
De siglos para no olvidar.
Todo es cíclico, todo gira.
Atrapados en el tiempo.
En este mecano de la memoria.




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Del trino sumiso, con gorgoritos
de júbilo cuando aparece el sol.
La mañana y su des anclaje , viéndole ir al día sobre su surco , cómo mastica la luz, digiriendo el alba, misteriosa luz de hebras , malvarrosa dañina ilusión que mece la barcarola
dentro de un traje de voz parental
dicotomía que avisa de una mecha corta, en la mascletá del diario amanecer y preñar el ocaso.





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No florece nada ya en mi jardín,
las semillas esparcidas, son robadas
por el viento, y tú talaste el último
árbol al que me abrazaba.
Ahora la sombra no la dan los árboles
si no la oscuridad que traiga cada uno consigo. Al páramo de mi soledad tanta como el sur cuando
abanica las moscas del silencio.




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En la vitrina luce tu trofeo impoluto,
atrás quedaron los turbios combates,
por el logro, tan peligroso, que ansiaba la llanura brotar entre tu miedo, atrás, quedaron los chotas
dando público al oscuro dedo acusador de tu presente.
Tan distinto, como equivocadas
acusaciones, de los bulos generados
por su estanque intelecto y rabiosa
desconfianza, de los grupos donde empecé alguna partida de ajedrez
imposible de acabar, cuando todos
meneaban los bastones dando, palos de ciego, aunque al final todos quedasen en su cínica cizaña escupidos por su otredad como jauría humana y finalmente perdedores del
teatro del surrealismo acusando sin pruebas, ni místicas ilusiones perdigones de una cacería del zorro
con el bulín denso de los fracasados desdecir la pérdida de uno de esos chivatos incrustado en su mentira. Para al final desear desde
los promontorios no ser el crucificado.




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De los cubistas que en el cielo dibujan los cuadros pernoctando mentideros, ya que persiguen la desestructuración de la forma surrealista, corrosión que añade densidades y estructuras a fin de conformar el cubo como figura,
dinámica.
Duerme un letargo de mirada,
que encendiera llama ambulante
cualquier sospecha del delirio
y promesa.
Que nos alcance.




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De los albores candentes que el horizonte mancha, ya nos
persigue la hilaridad del junco, precocidad vital que las sonrisas de coral arden sin compañía, tarde de dolor construida con té y ronroneo
de gata, en mi regazo,
duerme un letargo de mirada,
que encendiera llama ambulante
cualquier sospecha del delirio
y promesa. No fue suficiente.




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El pez de la memoria, se maquilla de soledad,
sólo admite delicias de placeres para
que absorban el mutismo y la pasión
en esa brizna de hierba cargada de sueños, no siempre perdidos,
pero la amnesia del pez gordo le hace dar círculos
en el camino a la fluida palabra de los nervios.
Tan deshechos que parecen espaguetis
recién cocidos, despegándose de la pared.



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Terso el fluir de la seda por su cuerpo
brilla el mutilar del desnudo amparando el tiempo.
El tic-tac del reloj, pre avisa
la noche anciana corriendo
el velo para amanecer en la llaga,
toda la constancia, de su sexo
brillo, de la noche anclando
en el sucio capitular del mensaje
opuesto.
Y entonces los diez mil caballitos
del sol, con sus crestas andantes
en un preludio del amanecer,
Brillan en el dorso de un metal
campando aristas de ternura,
en la insalubre e insólita mentira
de los días.



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