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  1. Viniste templanza de orgullo,
    malherida en lo más profundo de tu interna virtud, tus asideros donde
    mascullabas milimétricamente
    los sollozos de encaje, con prolífica
    experiencia, canicas en el estómago
    digerías en tu profesión como rodamientos de un cronómetro
    anterior, pellizcos de incendiadas
    paciencias involucrándote en el mito
    de la negación.




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  2. Volutas de mezquindad
    hieren la virtud del honesto
    del insumiso,
    veraz la cautela bromea limítrofe
    por el aullido del inocente,
    pero no comprender las astillas
    del corazón, cuando se enciende,
    libra las voluntades del agónico
    de la victoria, si hay algo de victoria
    cuando se llega a la otra orilla, y recibes el desprecio.
    El cerrojazo del anfitrión.
    La marea sigue llenando el mundo
    de esperanza, erosionando la roca
    en cada caricia, llora la madre del trigo, los auspicios del telonero
    medidor de aspereza y
    desesperanza
    tribu del dolor, cautela en la huella
    simple medidor del simulacro del diagnóstico hidrofóbico del prensador que múltiplo de nadie.
    Impide la suerte del flautista.





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  3. Los sabores del silencio, son precoces
    esencias de un mínimo de la catadura en solsticios de mirlos blancos,
    con astucias del miedo concatenando
    la lírica y el levantamiento de pesas.
    La sinfonía llueve en tenencia de un lloro que cauto nos hace brillar,
    primero, como pensamientos animados, segundo como personas atléticas.
    Y entonces lo que miramos llenos de un,
    orgullo prolífico nos mantiene en la cima subterránea, escalando y a la vez penetrando el vaporoso, yacer
    de los crematorios del buen recitador.




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  4. Los campos, alfombrados por la terquedad del cultivo,
    las mantas del diluido mascar
    retienen, el roer de la mente rumiando
    a saltitos por la verja del palacio carmesí, tan angosto como pulido
    desmarque de la huella sin el filtro
    capicúa de las ceremonias.
    Sólo campestre el aullido penitenciario riega en barbechos
    la unidad del quejido.
    Quemar el mar depurado en el signo
    del patíbulo y sostener el grito de la vida cuando es arrancada como la matanza de insectos que hacen los críos en su búsqueda brillante de la
    experimentación, del trueno interno
    cuando explora la persona el huidizo
    ángel de la buena voluntad.




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  5. Vientos de ebullición
    colorean la migaja untada en leche
    la vertebración del silencio
    acampa mutilada en los sollozos
    del arquitecto,
    siempre los ocasos duelen con
    la vergüenza del estallido
    de la bajada de renacuajos
    por las venas llenas de mostaza.
    Como arterias reguladas por guardianes del dolor.
    La quimioterapia sacude los sostenes de la nervadura,
    por los que luchan en la batalla de tu cuerpo. La inanición.




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  6. Los fracasos son pepitas de un gran
    reloj de arena, cayendo, cayendo
    al abismo temporal, en los que
    está el tiempo encerrado vibrando con
    anonimatos desconectados
    siempre atrapado en la agonía
    de los desiertos, donde las voces
    mascullan el interno desenlace
    de tu memoria.
    Tu pensamiento mide su desesperanza, ánima
    del loco desenredar de los bulos
    creciendo como hongos infectos
    en el jardín privado de cada uno.




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  7. Dormimos el ayer en el presente.
    Casi cada hora el reloj vuelve blando. Los cimientos
    Balbuceando ,
    del miedo roto, sólo el margen
    del dominio amparado con fosas
    del cementerio todos ordenados
    como teclas de piano. Comprenderán un día, lo voluble y delicado que es
    el futuro cuando se mezcla con la velocidad de giro , y un diagnóstico de belleza
    colabora con la muerte de la noche. Donde todo se gira se cambia
    en el decapado del hojaldre.
    Peñascos de trino cantan sin esperanza los telones del diamante.




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  8. El quejido interior de la amapola se desangra hasta llegar al blanco
    mutila el hito despiadado del mundo. Otra sonrojez aliviará la piadosa voluntad de los pómulos inundando la fresca mañana
    Así remarco la absoluta defunción
    de mi maltrato, morando entre el sigilo
    de la deuda cuando te astillan el corazón con el espino de la planta.
    Noctámbula en asideros de demencia.
    Tan sólo recoger la flor y entregarla reciclando el deseo de la huella que
    dejaste en mí, llenando el depósito
    de insaciable ternura por tu existencia.




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  9. Llueve dentro de la cábala ,
    un camino de licencias
    lloradas sin ventana al exterior.
    Sólo el fulgor del candente puchero
    se exprime gotero de nube roída
    en el ángel indemne.
    Vi tu torpeza acercarse como una ola
    viajera, lentamente cayendo en el
    insomnio del delator, tu búsqueda
    llegó ante mi hogar, y sin reproches
    acepté tu llegada, pero sin mentiras
    descubrí tu malicia, ese ajeno gen de envidia, el tiempo no te lo había cambiado, y nacida en ti, la rabia
    burbujeaba pidiendo ingrediente
    para cuajar.
    Así que sin rencores, como alquiler de razones, abolió tu presencia el
    carcelero de rimas y prisas, te expulso de mi vida, sacudiendo la mortaja que el cementerio de gritos
    os hizo culpables anónimos.
    Sin embargo yo os conozco bien
    sois los creadores de fama, los inyectores de la luz de gas
    repudio vuestra charada,
    vuestra falsa amistad,
    Ya no me hiere. Quedaros en vuestro
    elitista pueblo de mierda.
    Sólo entre poetas llegarà mi
    redención.




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  10. Y después, te abrazaré en un arrullo,
    en miel de vida delicadamente anfitrión, del uso dorado de la mecida
    llama, con la que te encendí.
    Y, cuando te meza ligera en silencio
    de un abrigo de caricias, el aroma
    incensado de tu vibrar, consumiéndose en ceniza de plata
    hojaldrada, culpables en el hilo
    del humo disipándose en el brillo
    de una noche sin nombre.
    Allí nos reproduciremos, como víctimas del cambio.



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  11. Y el encuentro, de
    la vorágine anima a sepultar, lo tradicional.
    ¿Por qué los silencios tienen
    la prisa inaceptable de establecer
    la sumisión?
    Si con todo aquello se dice mucho
    más que con el ruido de la veracidad
    Pues hay muchas maneras de decir
    si. Y encontrar la negación es cuestión de tiempo y habilidad.


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  12. Mi cincel busca relieves, hendiduras
    en el mármol venado de astucia,
    para enloquecer mientras a las estatuas se les resbala la piel como
    abrigos de inutilidad.
    Pero que las rocas esconden los entornos de lluvia y nácar con
    un pétreo disimulo pellizcando las miradas del entorno vacilante
    ante los crujidos de la madera
    del entorno pendular.
    Las pieles curtidas surgen del
    clandestino control de las medianías.
    Pausando vítores de mimosa juventud ante los relieves del arpegio
    cono familiar. Que miden de estatura
    lo mismo que el sendero de las glorias pasadas. Estatuas y estaturas.




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  13. La inmediatez se tuerce en cimas
    subterráneas, solo los solsticios
    cambian su maquillaje, peregrina
    viaja solitaria una noticia que a la deriva
    , tartamudeando la afirmación
    llena de lógica, el preñado monólogo
    del intruso, rasura la velocidad
    del entorno cuando descarga los silencios, animando el veloz mensaje
    herido ya por la impresión de sus letras, y guardado en sobres sin dinero, tan solo leer, para que el autor pronuncie su voz.
    Y no se pierdan las letras en, algo
    circunstancial, como la sinopsis
    que nunca atrajo a nadie.





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  14. Cielos anaranjados estallan
    entre cúpulas de sueño.
    La salpicadura del entorno
    no deja que vuelvas tras tus pasos.
    La somnolencia arbitra los intermedios de la poliniciación
    capturada entre entornos
    llovidos del manantial de lágrimas
    surcos que en la cara se convierten
    en arrugas cinceladas de añil
    perezoso. Mira el ilustrador de mezquindades la negrura del policromado, en nervios de guitarra.
    Seduce el hábito.





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  15. Volver de un camino repasado
    repoblado de uniones y direcciones
    La llanura abierta como ventanales
    para refrescar el interior del cuerpo,
    de la carcasa, trémula y viciada
    que genera artística, devolución
    del huerto gástrico donde meces
    tus aullidos de sumisión.




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