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And them.

Publicado por Dark_Fairy en el blog Monster.. Vistas: 637

En abril comienza hacer calor de ese calor de los buenos, de los que anticipan muchas tardes cociéndose en algún trabajo y anhelando que ya sean las cinco para salir corriendo -como siempre-

Ya me es familiar el cielo desde éste lado de todo, de los todos lados y de las nadas, de las piedras flotando en alguna cobija que dejaron desde quien sabe cuando tirada en medio de lo que parece y podría ser una calle, también pavimentada en su mitad; ya me es familiar, todo éste asunto de las desmañanadas y de ver a las mismas señoras gorduchinas esperando el camión recién bañadas, como todos los que estamos parados esperando lo mismo, el paso desangelado de un autobús blanco con verde.

''Plan de Ayala, Valle Dorado, Ávalos''.

Yo siempre tuve que barrer y trapear a la edad de los ocho años, cuando mi abuela se cayó en un supermercado por bobear y no levantar los pies y por poner el trapeador abajo del carrito del mandado, yo siempre tuve que ''cargarme'' en el piso para que permaneciera blanco, tuve que cuidar al papá ebrio, a los hijos no deseados que nacieron y también a los viejos fantasmas.

A los ocho aprendí a hacer el quehacer.

En las tiendas de abarrotes, predominan los mostradores llenos de cosas dulces, de cocholates, de galletas, los refrigerados, están avasallados de, sodas y de bebidas que, en otroras, no disfruté como era debido, la diversión siempre fue un tabú, por eso de grande brincaba en las camas, por eso a los veinte, me iba a donde estaban los juguetes ¿Te acuerdas de la sopa de las princesas y del cereal de Bob esponja?.

La infancia estuvo en otro planeta siempre, era algo paralelo a mi vida, en los tiempos de algún Dios, no era yo niña sino grande, en los tiempos de hoy, para ese Dios, debo ser niña y no grande.

Mi cara no es de treinta y uno, es atemporal y andrógina y mi ropa de segunda mano, también está fuera del tiempo.

A los doce me quiso enseñar a cocinar, pero me equivoqué y me iba a poner la mano en el comal, desde ese entonces sólo enciendo la estufa para lo más básico y aprendí a cocinar baratijas que ya vienen sólo para recalentar, no sé hacer una comida en forma.

En cambio, tú enciendes la estufa y después existe la química entre ella y tú y después, salen las obras de arte, después, haces esos panecillos que, extraño cuando me aburro en alguna oficina viendo gente igual de mecánica que yo, que nos hicimos números, que nos hicimos palabras como ''Reclutadores'' ''Finiquitos'' ''Contabilidades'' Tú no, te quedas en la luz naranjita del sol del invierno, tomando el café que sabe a las tardes de las tareas de las niñas y la nostalgia de las viejas épocas, observas la luz transfigurarse por las ventanas y los rosales que luchan por permanecer.

Tú siempre eres mañanas y tardes, tus ojos siempre destellan luces ocres y amarillas.

Y ya cuando, el sol se quedó pegado en el cielo rehusándose a irse, el platito hondo ese, de bordes verdosos y puntos cafés, me espera rebosando de algo, de sopa de coditos, de fideos, de frijoles y tortillas.

Tu comida sabe al amor de una mamá que ya no está y de una que nunca estuvo.

Sabe a la lumbre brava que sale porque aquí no llega el gas entubado, sabe a ese medio día mientras la preparabas y la dejabas lista para todos, sabe a tarde noche, y a todos esos veranos de cuando no te conocía.

Por eso ahora de grande, soy niña.

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