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Diversas noches-.
Publicado por BEN. en el blog Vástagos-.. Vistas: 683
I-.
La noche no era todavía un magma de cosas frontales,
de cosas u objetos duros como la carcoma o la polilla,
sobresalían de su nido oscuros mandamientos, símbolos
de una naturaleza superior que entretejía su manto divino.
La noche era la ventisca o la lluvia infernales; el corazón
desnudo ante los trémulos ecos del día, la voz secreta
que anunciaba un sendero estrellado y espléndido.
A veces los niños colgaban sus trajes y atuendos
en la rozadura abollada de un pie, o mentían para no temer
la vecindad de una mañana de hielo.
En ocasiones pendían sus cuerpos de la ruptura de un alba
que temía envejecer, o eran idólatras del trigo y el lúpulo.
No era la noche un cuerpo sucio y venoso donde trasegar
viejas canciones de ídolos malsanos, o la constelación de sonidos
producidos por un oxidado bote de legumbres vacío.
Tampoco, esa canción de llaves herméticas procurándose
calor lejos de los abigarrados portalones sin secreto.
Era, más bien, Simbad y los cuatro o los cinco ladrones
a las puertas del sepulcro mágico, su sonrisa austera e inestimable.
Pero andaban tropezándose
ya, cada ruego con su deseo, cada hueso con su estallido, cada
trozo de carne con su ebullición. Pero andaban los latidos
con su insomnio de cosas purulentas y ofensivas, tramando
jerarquías y odios tras el insondable verdor de un beso caído.
Andaban los dioses juntando cielos y tierras, arenas y olvidos.
Trajes con trajes. Formas con presiones. Yemas y dedos, profetas
y avisperos. Nidos y muerte. Apenas salían los escolares,
apenas nacían los días y las horas inmensas y fertilizables.
II-.
Luz ahogada con bocas de antaño, éstas esperan
en la hora definitivamente manejable, coriácea, rectangular,
de franca obsidiana o cristalizable. Luz inquebrantable que navegas
rectilínea entre paraguas y exigentes monederos, investigas
el vello y recibes recíprocamente los muslos con un guante
de locura: mira, el cielo prosternarse ante el cuerpo inclinado
de mi tierra. Viajo con la ternura incesante y el torso horizontal,
traslado masas de agua a la carpeta escolar que araño con trozos
de uña, y medito sobre un ingobernable eje otoñal.
Mi cuerpo viaja asimismo con fracturas y divisiones,
con fragmentos de plumajes invernales, constelado en determinadas
superficies, instalado en lo insomne y abono de cuestiones
terrestres, puramente. Inservible o inútil, mi cuerpo halla
su bocanada de humo fuera de los recintos o templos.
III-.
Viajo, con utensilios dispares,
hilvanando, metamorfosis del
cuerpo, donde se inician insensatas
las luces proclives a mañana.
Viajo, con estultos ustedes,
con diminutos entes glaciares,
con vestigios dementes de gotas
pusilánimes, en el fondo, ese pozo
inacabable de estelas sin peces, sin
viajes. Desbordado, por los fusiles
del hambre, por las corrientes herméticas
que produce un viento helado, viajo, sí,
por tactos de manivelas y desniveles inauditos.
Viajo, con pensamientos acotados,
con navajas perfiladas, con antiguos
ídolos que penetran mi cuerpo
con su voz ausente, derribo, las toallas
de la miel y el goce.
IV-.
Mi rostro en el espejo del baño,
mi cara en el fondo del espejo,
la caricia insolente de la bruma,
el viaje, hacia el Norte, me despeja
y me aturde, al mismo tiempo.
Dibujo las hélices de un mar estentóreo,
estridente, cuando baja la marea,
opino de esto o de aquello.
La voz, esa cocina de mitos,
genera esta vez, matemáticas hiladas,
un sueño de duras analogías
quebrantadas en el fuego.
Crepita todavía mi ceniza
en el hogar abandonado.
Mi caverna indolentemente
produce su música de dolmen,
la misma que antaño
doró mis útiles defenestrados.
©
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