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Efecto Dominó (Cuando Dios perdona)

Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 57

Esta historia, por demás, cierta, sucedió en mi familia, allá por septiembre del año dos mil, a los pocos días de finalizado el novenario de mi abuelo materno, acto que consiste en rezar durante nueve días para que Dios en su eterna misericordia, purgue a aquella alma de sus pecados y la reciba en el Cielo, en las puertas de San Pedro.

Cada día se acompaña el rezo del Santo Rosario con panes, café y refrescos, al noveno día, los rezos se extienden durante un periodo más amplio, agregando otras oraciones y cambiando los panes con una comida más fuerte, como arroz con pollo o carnes rojas, ensaladas y repostería dulce o salada.

A los pocos días de terminado tal acto de fe, comenzaron los hechos. Fuimos contados por cuatro o cinco las personas que comenzamos a tener pesadillas visionando a mi abuelo, si la cosa hubiese sido aislada, no habría causado el mismo efecto dominó, pero al ser varias las personas en cuestión de dos o tres noches, se tomó un estado de alerta sobre la situación. Yo mismo, lo vi en uno de mis sueños, estaba de espaldas a mí, con una de sus camisas rayadas, su pantalón bien planchado, porque nunca soportó un pliegue mal puesto, sus botines y faja de cuero. Estaba en la cocina de su casa, cuando se volteó a verme, luego de yo llamarlo, su rostro empezó a desfigurarse, como si fuera una figura de algún museo de cera, expuesta durante un tiempo al calor extremo, derritiéndose al acto. Otros sueños similares llegaron de algunos primos y se supuso que la misericordia de Dios no había recibido de buena manera las oraciones a aquella alma que se encontraba en pena.

Mi madre y sus hermanos conversaron sobre las cosas que sucedían, no faltó quien consideró hablar con el sacerdote del pueblo y quien dijera que aquellas cosas no tenían sentido de ser. Fue entonces, que se decidió hablar con una señora de fe, una rezadora, una mujer de mucha confianza en la familia y quien sugirió que era necesario ayudar al alma de mi abuelo a ser recibido por los apóstoles y mártires. Se acordó reunión al atardecer del siguiente día, con la presencia de mi abuela (que en paz descanse), mi madre y sus hermanos, como familiares inmediatos. Lo que sigue, no lo viví yo, lo vivió mi madre.

Se reunieron, cada uno en una silla, haciendo círculo, se encendieron velas, se persignaron y comenzaron con el rezo, en la intimidad de la casa, ellos y la rezadora que fungió como guía durante aquella tarde. El aire empezó a cambiar, se sintió el perfume de mi abuelo en el aire y entonces, el mayor de los hombres se puso en pie, con los ojos cerrados, como si se encontrara en un trance donde no era dueño de sí mismo, comenzó a caminar y se acercó a la menor de ellos, quien se encontraba llorando, le puso la mano derecha en su hombro y entonces, la voz de mi abuelo dijo “tranquila, ahora estoy bien, gracias” y cayó desplomado al piso ante el asombro y terror de quienes se encontraban en la casa. Al despertar, no recordó nada de lo sucedido y escuchó asombrado los hechos que le fueron relatados por sus hermanos. En ese momento, se tuvo la certeza de que Dios finalmente lo había perdonado, había ingresado al Cielo y estaba disfrutando su propia vida eterna. Nunca volvieron las pesadillas y nunca antes fue escrita esta escena tan peculiar, que forma parte del álbum de la familia.
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