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Katia N. Barillas - Escritor * Prosema: Lobreguez Fantasmal

Publicado por Katia N. Barillas en el blog EfÍmera ilusión. Vistas: 335

LOBREGUEZ FANTASMAL

Rosas místicas de pétalos deshojados; diario que, en tus páginas amarillentas, desconfiado has guardado las inquietudes paridas, por las vaginas de cada uno de mis secretos turbados; guitarra que en sus gimientes acordes me va recordando lo subliminal de todo aquello que la esperanza agónica esconde -sin ser vista- bajo sus alas, con melodioso paso y musical andar... ¡Por favor!, ¡por favor!, ¡tengan piedad!... ¡Qué alguien me auxilie! ¡Ya no aguanto más!

Yo, no deseo ser -ni por instante- la rosa yerta que transformó la pasión que alguna vez sentí por mi bien querido; tampoco quisiera ser alguno de los pétalos que señalen -dentro del diario de la vida- el aroma maloliente que tatuó la lujuria flamígera en la piel. Deseo tan sólo recordar, lo coloridos y tersos que fueron estos, aunque los haya visto sudados y clavados en el suelo, con las espinas que agujerearon mis deseos ocultos; y, a él… A él y a su tallo de jade -por el que se enorgullecía tanto- los he visto por allí, desnudos en la tierra, agobiados y jorobados por los sinsabores que le produjera -en su andar- la vida.

Que no se cuente -entre las líneas íntimas de mis escritos- las añoranzas que despertaron azarosas, ni el ensimismamiento que consumía a mis pensamientos, cuando escuchaba -en éxtasis profundo- las mazurcas melancólicas de Chopin; las mismas que mi amor perdido hiciera sonar, en el mutismo aciago de la soledad, así, acompañado de la guitarra, el piano y el pífano heredado del soldado ancestral.

El espejo ha reflejado muchas veces mi rostro entristecido. He visto desaparecer el placentero brillo del ónice que revistió -hasta hace unas décadas- a las pupilas de mis ojos; ese resplandor extraño y enamorado, yace extraviado en un halo misterioso que, entre suspiro y suspiro, le ha ido quitando la armonía y la paz.

Mas, la rosa de la que les hablo -aunque moribunda- ¡vive! ¡Vive! Yo, decidida bajo al desván y allí, en ese lugar álgido, aterido y albugíneo, he decidido guardar para la posteridad: el viejo cuaderno de mis vivencias y el único pétalo que respira dentro del nido de la corola y el numen del intelecto. Ese, está señalando los versos tejidos con pasión, a los besos del bien amado que, con perfidia, ignominia y palabras huecas, me desolló lentamente el alma y el corazón.

Dejo, pues, en la obscuridad del rincón, la guitarra desclavijada, el pífano mudo y las teclas de medio luto del piano, que no suenan más porque se quebraron. Al subir las escaleras de madera que conducen a la sala, siento flotar los efluvios que trae en su trayecto la longevidad… Huele a cedros, a acacias, a mirtos, a abetos y a pinos por desflorar.

Así, me sumerjo en la tonada imaginaria que una vez mi amor soliera tocar y quedo vagando con el anhelo y las ansias por averiguar, lo que traería el destino en su trayecto voraz. Entonces, veo a una silueta etérea que sigilosa se incrusta entre las grietas, hiriendo más a las hojas rugosas y cuasi borradas del cuaderno que alberga mis vivencias y recuerdos, desde mi terrible lobreguez fantasmal.

© Katia N. Barillas

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