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LA TRISTE HISTORIA DE LA DULCE FUENCISLA...

Publicado por Eratalia en el blog VERSOMANÍA. Vistas: 1899

Viendo ya la dinámica adquirida
ha llegado la hora de empezar
a hilvanar una historia definida.

Como siempre, yo vuelvo a comenzar
probemos a seguirla con buen tino

llevados por la mano del azar.


Amigos míos, visto lo bien que nos llevamos encadenándonos, y que todo sale a pedir de boca, doy por clausurado el ensayo general y he aquí que, frotándome las manos, me dispongo a ver por qué cauces hacemos transcurrir la historia de la pobre Fuencisla.
No perdáis de vista ese título que me he sacado de la manga y que da claras pistas del devenir que le espera.
Sigamos encadenando tercetos hasta llegar a escribir una comedia divina...

¡Arriba el telón!

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LA TRISTE HISTORIA DE LA DULCE FUENCISLA Y DE CÓMO FUE SALVADA DE SU ACIAGO DESTINO.

Era Fuencisla dulce y primorosa,
exquisita, inocente, angelical,
delicada, cordial y candorosa.


Vivía en su palacio de cristal
alejada del mundo y sus pasiones
sin hacer nunca a nadie ningún mal.

Las flores despertaban emociones
en su mirada dulce se notaba,
se olvidaba del mundo y las razones,

tan solo con las flores suspiraba.
Las aves con sus trinos confundían
el silencio que siempre la rondaba.

Todos al verla más se sorprendían
porque era tan hermosa, demasiado.
algunos conquistarla pretendían

pero nunca jamás la han alcanzado.
No permite que nadie se aproxime,
conquistarla sería complicado.


Un día alguien gritó: ¡Fuencisla gime!
era Angustiado, su más fiel sirviente,
(con ese apodo no hay quien se le arrime

y es que además no tiene más que un diente)
El llanto de Fuencisla era tremendo
pues nunca iba a tener un pretendiente:

hubo un brujo llamado Berenguendo
que le hizo el corazón de mármol frío
y veía en los hombres algo horrendo.

-¡Pobre de mí, triste destino el mío!
-exclamaba entre penas y quebrantos-
¿Quién poseerá mi corazón vacío?

¿A quién entregaré yo mis encantos?
pues ya estoy en edad de merecer
que hace tiempo pasé los veintitantos.

Mi padre me ha llamado. Al parecer,
ya tiene un matrimonio concertado...
Dime, Angustiado, lo que puedo hacer.

Angustiado, se siente desdichado
por no tener riquezas en sus arcas.
Apenas sobrevive el desgraciado

y nada le sonríe, ni las Parcas.
Luego que se enteró del compromiso,
que hicieron hace poco los Monarcas,

se ha dado al abandono de improviso.
Sus días desperdicia entre licores,
la cordura perdió sin un aviso.

Mas esta historia debe hacer honores
a aquel que arrebató la dentadura
al fiel vasallo -¡sabio entre doctores!-

que, aparte de ese nombre de locura
y estar enamorado hasta el cogote,
Fuencisla le contagia su amargura.

También puede que piense ya en la dote
el "Angus" desdentado y lujurioso
que tiene cierta cara de malote.

Mientras Fuencisla piensa en el esposo,
en ese en que no quiere recordar,
ella pierde el sosiego y el reposo;

así que busca a alguien para hablar
de un triste corazón atribulado
y a su amiga Procopia hace llamar.


-Olvida, amiga mía, al Angustiado,
bastante tiene ya con tal apodo
¿No ves que está de ti enamorado?

Él me recuerda tanto a Cuasimodo...
hoy vengo a consolar la desventura
que tu padre te inflige de ese modo

Debieras escapar de la tortura
de casarte con alguien que no amas,
o será tu descenso a la locura.


¡Ay! ¡Cruel es el destino de las damas!
-Laméntase Fuencisla con Procopia,
andando en su jardín entre retamas.

¿En ese tiempo había fotocopia?
¡Qué rima tan difícil y compleja!
Tal es cual someterse a la endoscopia.

Procopia, como es algo pendeja,
le dice: "Lo mejor es el casarte
con alguien que te sirven en bandeja,

tal vez él te sorprenda con su arte
y sea muy solvente al darte gozo,
si no la solución es divorciarte".

Ambas imaginaron al esposo,
si era alto, bajo, joven o muy viejo;
hasta pensaron si sería hermoso.

Mientras Procopia, con extraño dejo,
le hace preguntas íntimas, la pobre
Fuencisla se sonroja ante el espejo.

Ella que, siendo pura como el cobre,
nada sabe del tema en discusión,
evita responder abriendo un sobre.


Dice Fuencisla, presa de emoción,
-Te voy a revelar un gran secreto
y a Procopia le bate el corazón.

-Seré como una tumba, te prometo,
puedes hablar con toda confianza,
sabes que indiscreciones no cometo.

-Lo sé. Voy a contarte sin tardanza
lo que oculto mantengo a todo el mundo
y me brinda una brizna de esperanza.

Conocí ayer a mi pariente Edmundo
que es en la ciudad ricachón notable,
calavera feliz y hombre de mundo

Su mirada azul, cálida y amable
disolvió, tumba amiga, mis pesares
llevándome a vivir lo inevitable.

Mi camino complica con azares
su feliz discurrir, casi monjil
¡quien iba a esperar de un primo achares!

Se entera Berenguendo y..,. -¡rayos mil!
¿qué ha sucedido con mi encantamiento?-
grita con una furia de mandril,

-prepararé otra pócima al momento
para volver su corazón de hielo
y rechace al Edmundo y casamiento.-

Púsose a ello el brujo con desvelo
y preparó un diabólico brebaje
y en frasco que su búho “Centinelo”

entre sus garras transportó en un viaje
a la ventana de Fuencisla llega;
hallábase en presencia de su paje,

el “Angus” que es su escolta palaciega.
Fuencisla, asaz curiosa y vehemente,
el tarro destapó sin pensar, ciega,

y un efluvio aromático creciente
tornó su corazón de nuevo frío
y a Edmundo rechazó inmediatamente.


-Ay, mísera de mí, qué desvarío...
Angustiado, qué pasa, qué me ocurre,
que todo se tornó gris y sombrío?

El brujo Berenguendo ya me aburre,
¿qué le hice yo que la tomó conmigo?,
¿por qué a la magia otra vez recurre?

Angustiado, vasallo, buen amigo,
¡quiero morir, consígueme un veneno!
-mientras, en el sillón me repantigo-.

¡Largo! -ella le gritó con voz de trueno-
¿Qué haces ahí mirándome pasmado?
¡que te vayas zumbando, te lo ordeno!

El pobre, más que triste, va aliviado
pues con eso revive su esperanza,
se pregunta a sí mismo: "Angustiado

¿por qué te alegra tanto su acechanza?
Me voy a prepararle la merienda..."
Berenguendo porfía en su venganza

y no permitirá amor que encienda
los deseos y pasiones en la vida
de la hermosa princesa. Una leyenda

asegura que el brujo no se olvida
del amor que sin más le arrebataron,
y en el mal encontró mejor salida.

Cuando joven, al brujo lo encontraron
entrando en los reales aposentos
y al exilio perpetuo condenaron.

Fuencisla, "¡ya van dos encantamientos!",
-le indica la Procopia con enojo-
y siempre te han venido de los tientos

que das a los brebajes a tu antojo,
y aparte de arruinarte los deseos
te tiñen la esclerótica de rojo.

A ver si reanudamos los paseos
que tienes que aclararme la misiva,
¡seguro que se trata de flirteos!

Lo veo en la mirada tan furtiva
que pones si se habla del asunto
y luego te despachas fugitiva.

Sospecho por aquí de algún presunto
que quiere acompañarte hasta tu huerto
a hacerte algún favor, yo lo barrunto.

-Tú deliras, mi corazón ha muerto,
y si no se resuelve este infortunio
un disparate haré, ya te lo advierto.

Mas sé que cuando llegue el plenilunio
un giro puede dar mi triste vida
y, si no me equivoco, eso es en junio.


Así llega la noche y convencida
decide no pensarlo demasiado.
A su amiga le espera la partida

y tendrá que marcharse de su lado.
Las lágrimas no pueden evitarse,
pues Procopia muy lejos se ha marchado.

Se sintió confundida al enterarse
que Edmundo llegaría en pocos meses,
el hechizo tendría que arrancarse

sin importar pagarlo hasta con creces.
¡Qué puedo hacer con esto que me pasa!
se ha repetido ya quinientas veces.

Esa carta escondida está en su casa
y es de una maga llena de poder
y de nombre Rosenda Camarasa

y que fue su madrina, al parecer,
protegiendo a Fuencisla de conjuros
cuidándola a la edad de merecer

y que no cometiese actos impuros;
más esa carta tiene soluciones
para librarla de males y de apuros.

Procopia y Angustiado unen acciones
y después de una búsqueda exitosa
hallaron esa carta en los cajones

del dormitorio donde, cuidadosa
y muy cauta Fuencisla la guardó;
¡Albricias!, solución tan asombrosa

para su mal jamás nadie pensó:
había que buscar un sapo rojo,
llevárselo a su cuarto, en el buró

ponerlo en recipiente, y en remojo,
dejarlo allí hasta la Luna Llena,
noche en que croará, con gran enojo

de Fuencisla que, sin ninguna pena
contra su tocador lo estampará
y será en ese instante, en hora buena

que en un príncipe azul se tornará
volviendo a hacer latir el corazón
de Fuencisla que exclamará ¡Ay, mamá!

Entre tanto, Fuencisla en el balcón
pensaba y repensaba hasta en la Parca,
tal era su profunda depresión.

Y Angustiado y Procopia en una barca
buscaban por la noche con cuidado
en aguas estancadas de una charca

el remedio que hemos ya citado,
con la luna, remando muy despacio,
cuando dijo de pronto el Angustiado:

- "¡Ya lo tengo, me hice del batracio!
Metámoslo en el frasco que trajimos
y volvamos veloces a palacio

que me cansa remar en estos limos
entre tanta basura y pestilencia,
para colmo ni sé cuando salimos".

Abusando tal vez de la paciencia
de todos los ilustres visitantes
volemos en el tiempo con prudencia

poniendo la historia en los instantes
cercanos al inicio del verano
que prometen ponerse interesantes.

Angustiado cantaba cual soprano
pues no cabía en sí de su contento
al ver el desenlace tan cercano

y al sapo que tenía en su aposento
cuidaba con gran mimo y deferencia
sabiéndolo crucial en este cuento.

A Fuencisla le gana la impaciencia
por no saber qué pasa en el palacio.
El rey Reimundo con total prudencia

le comenta a la reina, muy despacio,
que ha pedido a los brujos de las sombras
buscar las soluciones. Es Pancracio

el más extraño, tanto que si nombras
a quien quieres hacer un maleficio
sucede a la semana y ni te asombras.

"¡Ay, qué larga tristeza y qué desquicio!
Tener solo este diente, ¡qué mal vista!,
¡por esto perderé mi sano juicio!

Iré ya de inmediato a algún dentista,
me cueste lo que cueste la consulta,
que me ponga sonrisa de un artista.

A ver si con el cambio ya resulta
que a Fuencisla despierto a los deseos
y esta vez, al menos, no me insulta,

ya que ahora soy príncipe de feos"
-se decía pensando el Angustiado-
en su cuarto entre llantos y paseos.

Y se puso en camino hacia el poblado
a buscarse la ayuda odontológica
pensando en presupuestos y asustado.

Su temor se basaba en toda lógica
al sumar los postizos necesarios,
la terapia también farmacológica.

Y después de gastarse cien salarios
su sonrisa tornaba en reluciente
e iba con adornos tan dentarios

admirando a su paso a toda gente.
Explotaba por dentro de alegría
por tomar decisión tan diligente.


En palacio, ¡que gran algarabía!
al llegar Angustiado y su reforma,
¡Es tan guapo! ¿Quién esto pensaría?

Y a Procopia que todo la conforma
al ver en dentadura tanto brillo
se saltó tan de pronto toda norma

soltándole tal beso de tornillo
que Angustiado no sabe ya qué hacer.
Inocente resulta este chiquillo,

y a Procopia que está de muy buen ver
la rodea también por la cintura
y el beso se propone devolver.

Y tras corresponder la calentura
el "Angus" le proclama entusiasmado:
- "¡Me marcho a encontrar al señor cura!"

Tan contento, ¡se había enamorado
de un certero flechazo de Cupido!
Hasta el cura se queda anonadado.

Y la boda que es poco "de cumplido"
se celebra muy rápido y veloz
y felices se marchan sin gran ruido.

Por ser un matrimonio tan precoz,
celebrado en estricta intimidad,
allí nadie le echó ningún arroz.

- "Procopia, yo te digo la verdad,
debiéramos poner en el buró
al sapo con un algo de humedad

que la luna hace rato que salió".
Dicho y hecho y allí lo colocaron
y Fuencisla llegando se acostó.

Satisfechos los novios se marcharon
muy contentos las manos bien unidas
al hotel más cercano que encontraron.

Entre las muchas idas y venidas
Angustiado y Procopia, ya en el lecho,
con ojos de miradas atrevidas,

con deseo, diría yo, de hecho...
- "Esta noche, decía, buena amada,
lo presiento, muy dentro de mi pecho,

que te dejo del todo embarazada
y a juzgar por el ímpetu que tengo
de gemelos, así de una tacada"

- "Venga pues, buen amor, que te prevengo,
yo me encuentro también tan predispuesta
que del gozo apenas me sostengo"

Los esposos metidos ya en la fiesta
consumaron así, con sumo gusto,
y después se durmieron una siesta.

- "Mas qué es esto, qué ruidos, ¡vaya susto!,
qué tropel, qué sonidos infernales,
¡no me puedo quedar con el disgusto!"

Se decía Fuencisla, pues con tales
estrépitos llegados del lugar
retumbaban ventanas y cristales.

- "Sin remedio me he de levantar
a buscar por todos los rincones,
¿si parece que es como croar?"

¿Y si fuera una banda de ladrones?
¡Angustiado, Angustiado, ven deprisa!
¡Que les veo venir las intenciones!"

Llamaba a su crïado de esta guisa
ignorando que estaba el Angustiado
con Procopia en la cama y sin camisa.

Como nadie la hubo contestado
levantose bastante temerosa
en pijama, por cierto, descotado.

¡Qué elegancia, qué prenda tan vistosa,
qué blancura de piel y qué figura,
qué amalgama de dones tan hermosa!

- "Aunque sea la cosa una locura,
previamente a buscar ningún sonido,
me daré un retoque de pintura,

vayamos que se trate de un fornido
galán y me encuentre el maquillaje
ya sin gracia, fatal, descolorido"

“-No lo encuentro, qué rabia, qué coraje
no podré descansar con estos ruidos;
¿se ocultará detrás del cortinaje?

Parece que los oigo aquí metidos...
buscaré sin dejar ningún rincón
porque ya me revientan los oídos.

Miraré hasta en el último cajón
del armario, la cómoda, el ropero,
debajo de la cama y el arcón.

Si no cesa este estrépito me muero;
¡cuando encuentre al causante de este espanto
le pego una patada en el trasero

que corto de raíz su horrible canto,
¡vaya ataque de nervios que me ha entrado:
lo pienso emparedar a cal y canto!

¿Que es aquello viscoso y colorado
que se mueve allá al fondo entre mis cosas?
¡Es un sapo asqueroso que he encontrado

y no huele precisamente a rosas
Ay,qué asco, es frío como el hielo!"
Cogiéndolo con manos temblorosas

lo estampa, decidida, contra el suelo.

De pronto en el lugar de la caída
-¡tan solo de pensarlo me congelo!-

por causa del arranque "sapicida",
tras una gran cortina de humareda
emerge una figura bien erguida:

¡Un mozo revestido de gran seda,
con capa, terciopelo y pedrería!
Fuencisla boquiabierta se nos queda.

De un sapo pestilente, ¿quién diría?,
surgía aquella forma tan hermosa,
¡Fuencisla de emoción desfallecía!

Menuda situación embarazosa:
Un príncipe, tal vez, conmocionado
y dama sin sentido, ¡mala cosa!

El mozo, de repente enamorado,
se acerca a la mejilla y se la toca,
y al verle el respirar casi acabado

se lanza a practicarle el "boca a boca"
lo cual en un instante reanima
a quien agradecida, un poco loca,

en besos y arrumacos no escatima
y el príncipe encantado corresponde,
la halaga y piropea, en fin, la mima.

El padre de Fuencisla -¿era un conde?-
de pronto hace presencia en el momento
y el príncipe amoroso no se esconde.

Por contra, ¡solicita casamiento!,
y obtiene de inmediato su permiso.
¡Fuencisla no cabía de contento!

- "Yo gasto mi fortuna si es preciso
en boda tan grandiosa y deseada,
me plazco en este amable compromiso".

La boda sin demora fue fijada.
¡Jamás se olvidará de aquella fecha
aquella que antes fuera desgraciada!

Y toda la familia satisfecha
dispuesta a preparar evento tal
mientras Fuencisla, rauda como flecha,

se busca un modelito ideal
que en mujer deslumbrante la convierte.
La boda resultó excepcional,

ella estaba divina de la muerte;
la pareja a palacio se encamina
y allí serán felices. De esta suerte
acaba esta Comedia que es Divina.


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EPÍLOGO

Mis agradecimientos os envío
por haberme ayudado en el proceso
y haber colaborado en este lío.

La gran admiración que ya os profeso
se ha visto corregida y aumentada
y con gran alegría os confieso
que también me quedé más que encantada.



F I N
A ti, a M.B.Ibáñez., a Javier Alánzuri y a 4 otros les gusta esto.
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