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Los ecos de tu voz-.
Publicado por BEN. en el blog Vástagos-.. Vistas: 650
Desnudo los ecos de tu voz.
Frágil amazona despierta lejos
de las áreas de los instintos dormidos.
Despojo los ecos de la luz.
Lejos, en cartesianas amistades,
en ambientes distinguidos, cerrados
sobre materias viles de cuerpos
acariciados y apergaminados.
Lejos, como la tremenda voz
del agua sobre los delgados tejados
sin eco. Lejos, como la materia
insistente de la luz. De esta frágil
luz de estrella que firman mis versos,
esta noche, apaciguado, como siempre.
II-.
Llevo el cuerpo con orificios.
El sacrificio oriundo de las serpientes
válidas para el goce o el apasionamiento
nocturno. Llevo los ecos de la voz,
gastados, entarimados, prometidos,
sobre las gárgolas adormecidas
de los pétreos golpes de luz del agua.
Llevo el cuerpo en sacrificio, más
allá de las estrellas, más acá de los
rincones. Escucho tu voz. En los hospitales,
en las memorias disuasorias
de los elementos constitutivos de la arena.
Llevo el cuerpo lleno de martirios.
Y tu voz se me revela como una porción
mínima de sol y de agua, de luz y de arenisca
cálida.
III-.
Entonces, los ritmos se acompasaron,
fluyeron los sueños atroces, las despedidas
los adioses; se otorgaron miles de fibras
conquistadas a los dioses, tabernas frecuentaron
tu espacio de leyenda. Las cartas,
empapadas de arena, de agua y sol,
de sólidas materias de cuerpos vírgenes.
Es entonces, mientras los papagayos
enuncian sus cometidos bárbaros, cuando
los latidos buscan sus asperezas por los líquenes
apaciguados, en tanto los libros se cuelgan
de los árboles nocturnos. Las ramas bostezan,
los cables se extasían, y en mayúsculas,
el hombro llora su protección indefensa.
Cuando las miradas se buscan, y encuentran
su propio sólido desecho, es cuando
los aspersores hallan líquido el cuerpo
devastado por los goces. Y es entonces,
en las multitudes apasionadas, en los latidos
enajenados por las bestias conyugales,
se miran, y se encuentran
las carreteras aturdidas de oscuros vencejos.
IIII-.
Los latidos siempre me encuentran,
y hallan su ínfimo cometido, lejos
de sangres obstruidas, de remansos
de piel suave y añadida. Siempre
me encuentro en esta encrucijada,
voces, ecos calcinados, suspendidas
materias vírgenes, lociones capilares,
y ese torpe ensueño de las matemáticas
y de los vagones de tren vacíos.
Hallo el margen de silencio propiciatorio,
la incandescente llama de azules pilas,
las lámparas ardiendo de insectos o de
contenidos deseos confusos. Hallo
la glacial mirada del profesor, su sutil
amaneramiento, la letanía suicida
de sus lentes inclinadas.
©
A José Luis Galarza y Pincoya76 les gusta esto.
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