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Palabras mudas

Publicado por danie en el blog El blog de danie. Vistas: 509

Hay momentos en que las palabras se vuelven un bache del silencio, una fina y delgada línea de la soledad y sus puntos suspensivos.

Es que muchas veces no podemos emitir palabra alguna en los concluyentes y fatídicos sucesos de la vida, no es que no queramos expresar lo que nos ocurre frente al desatino y su aliento, es que por más que intentemos gritar todos los vocablos habidos, ellos no quieren aparecer, se hacen un nudo con la lengua, se quedan atravesados en la garganta, y no pueden pasar la barrera de la faringe para bramar con libertad nuestro dolor.

No hay un lenguaje capaz de afrontar los finales, la partida, sin retorno, del amor, la tropical estación de bienestar alejándose con presteza en su tranvía de éxodo, y nosotros, ante la impotencia de nuestra expresión, quedamos atónitos y pálidos por el shock del destino y su efecto. Si es que le podemos echar la culpa al destino por ese mal sabor de boca y esa herida en el corazón que nos brota. ¿Será el destino el culpable o serán nuestras pasadas acciones y errores que dictaminan el crucial juicio de ese triste momento? ¡Qué importa eso!, sea uno o otras, están todos relacionados entre sí.

Yo siempre fui un defensor de las palabras y su lenguaje, pero en esos instantes de mala suerte, por así definir al adverso suceso, son tan inservibles, inútiles en todo su conjunto y magnificencia, y nos dejan tan solos y abatidos, tan derrumbados en los pasadizos de la agonía, sin que ellas sean capases de mover un músculo para tirarnos una soga y sacarnos de ahí.

¿De qué nos sirven las palabras en esos intervalos de lacerante desprecio hacia nuestro corazón?

No niego que las palabras son poderosas, incluso más fuertes que la espada o una escopeta, y muchas veces nos ayudan para comunicar nuestras emociones, tan vitales para que otro ser se entere de nuestro querer, ¿pero por qué ellas no aparecen cuando en verdad más las necesitamos?, ¿por qué no pueden o no quieren rescatarnos de esos penosos segundos y nos dejan en ausencia?

No tengo una concreta respuesta, sólo se me ocurre que no lo hacen por simple pereza, tal vez por lo egoístas que son, ya que tienen que ejercer un trabajo mayor para expresar las emociones lastimadas por los hechos, y prefieren dejarnos solos con nuestra pena antes que esforzarse lo suficiente. O es eso, o es que, por más poderosas que son, no tienen la fuerza suficiente para afrontar ese terrible instante de dolor.

A veces alguna palabra se rebela ante el resto de vocablos, como si la subversiva expresión quisiera vociferar nuestros hundimientos irrevocables, y así logramos tartamudear algo que parecería una palabra, pero que rápidamente se pierde en el intento de la expresión o el resto no lo permite y la amordaza, ya que si una logra salir de nuestra garganta, el resto también debería expresar nuestras emociones.

Por todo esto digo que las palabras son traidoras. ¿O a ustedes nunca les pasó sentir una ausencia de vocablos salvadores, como una religión a la que siempre acudieron y ese día los defraudó?

A mí me pasó y me pasa actualmente.

Cuando mi amada se marchó…, fue muy clara conmigo, dijo: lo nuestro no va más. Los dos, bien, sabíamos que lo nuestro por mucho tiempo no podría resultar.

Yo quise decirle que no lo sabía hasta el momento, que la amaba, que estaba construyendo una nueva vida, que no se vaya, que si tal vez intentábamos de otra forma podría funcionar; pero no dije nada. Todas las oraciones estaban en mi mente queriendo estallar, pero las palabras no aparecieron.

Palabras traidoras que no dejaron expresar mis emociones, y que, tal vez, si una sola hubiese protestado, si alguna simple vocal unida a una consonante, o una simple onomatopeya hubiese hecho cosquillas en mi lengua, un insignificante “¡AY!” hubiese escapado de mis labios… No lo sé, tal vez la historia hubiese cambiado. No lo sé en verdad, pero hubiese podido expresar y desahogar mis sentimientos.
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