Poema LXI: Metáfora amorosa 2

Se despierta el honorable enjuto,
temblando..., al dios rinde culto,
a pesar de su infortunio,
siente a flor los campanillazos en la cabeza
intranquilo en la rutina del suicidio,
porque sabe que eso es bajeza.

Despertara a la falsa realidad,
apuntando con 20 dedos la maldad
lo mentiroso, lo libidinoso,
y jamás volverá a ser altruista
preguntará a los pasos algo gracioso,
y pensar: nadie revive, nadie despierta.

Esperar a los dígitos redactados,
por su indiferencia ha enfermado,
y qué culpa tiene su carácter,
si esa unión terminó
y al crecer, el amor termino.

Qué importa si ese canguro te besa
o si clavel oloroso, nada le interesa,
ya aceptó su camino del ayer,
reciclando de la mente pétalos negros,
afianzando la fortuna a su querer
dejándola bella, sin polvo y sin piedras.

Son indirectas las que atacan
y los cuervos de lo peor sacan,
y el árbol locomotora requinta,
y si los allegados se burlan
verán al canguro feo, que es linda
y el enemigo será el rufián que insulta.

Amosca esa lengua de veneno,
y peor su odio, de defectos estamos llenos
tantas hojas pintadas por ella,
y palidez en el semblante,
jamás será príncipe ni ella doncella
pero si será un poeta solitario y errante.

De hechos jamás serán parejas de cisnes,
conociéndose a la cúspide,
el canguro y el poeta no se miran
el canguro es libertino y saltarín,
el poeta teme seguir con vida,
es como un cuento sin principio ni fin.