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Poema XXV: Más allá de la muerte

Publicado por Abrahám Emilio en el blog El blog de Abrahám Emilio (Todos los derechos reservados). Vistas: 852

Y yo te habré conocido en mi niñez,
y con el tiempo serán diferentes nuestros cuerpos,
yo, sabio afectado por sentimientos de aquella mujer,
pensando que fue hecha para un amante de versos.

Seguirá el tiempo avanzando,
mi amistad será esencia amorosa,
que me conducirá a ella, pero dudando,
pero la realidad será otra cosa.

Una nueva señorita de muchos amigos,
y yo resentido con mi soledad,
estará riéndose con ellos y no conmigo,
y le pediré un segundo de su tiempo por piedad.

En las tardes ella me irá contando
que los besos del amor la apasionan,
pensaré que nada vale mi cariño,
y jamás le diré que la he amado
y en cada historia sentiré:
los celos que nunca perdonan.

Me iré de aquel lugar para olvidarla,
de vez en cuando le dedicare una carta,
donde mentiré sinfín de palabras,
pero mentir será condenarme,
y sabré pronto que otro mejor que yo vino
ese que solo la quiere para amarla.

Algunos años regresaré todavía ilusionado,
saldrá ella, todavía muy bella,
recordándola de los tiempos pasados,
se formará una sonrisa en mi rostro,
pero ella no me reconocerá...
le saludaré y con gesto de sorpresa
me verá, pero de mí, no se acordará.

Me enteraré pronto que se casó,
los escalofríos y golpes negaran esa realidad
con lágrimas veré el mundo perdido,
pensaré que nada es de verdad
soñaré con ella y al despertar no estará conmigo;
aceptaré que se casó con él para la eternidad.

Caminaré por calles pálidas y melancólicas
de estrellas brillantes y tono azul,
y en cada sitio la veré allí cuando era niña,
de faz infantil para disfrutar la vida.

Ganaré todo,
tendré fortuna,
diplomado, licenciado
becado con honores y más,
aunque con un vacío en el fondo,
será un desconsuelo que no tiene cura,
seré el rey, pero seré sordo
solo oiré las palabras de aquella dama.

Estaré en el día en un palacio… y en la noche
arrodillado, empobrecido, postrado en su puerta,
no importará nada, ¡el dinero que importa!...
será valiosa la pobreza y su mirada.

Su hijo… irá creciendo, será feliz,
irá madurando… y yo anciano seré su amigo,
aunque sin esperanzas de vivir,
y en mis lamentos diré: ¡olvidarte no consigo!,
y desearé de una vez morir.

En una década el mundo cambiará a su favor
y quedaré vacío en desamor,
clamando solo a su nombre,
pensando que el mundo es injusto
pero verla feliz, será mi felicidad,
y a la vez mi locura y susto.

Yo en poco tiempo no estaré,
habrá muerto mi cuerpo,
pero mi espíritu la esperará,
y tendré la esperanza que:
al morir a ella me uniré,
pues así nadie la amara.

Mi último día será solo para ella,
pensaré solo en esa persona,
y ya no habrá nada más que lagrimas
pensaré que nunca fue para mí,
y al amanecer ya no estaré allí.

Pero al morir miles de cartas aparecerán
durante 60 años una carta escrita por día,
donde dirá mi amor y mi melancolía,
y ella al leerla su alma perecerá,
y se dará cuenta de lo que fue en mi vida.

Terminará tal vez, sintiendo lo mismo,
porque esas palabras la harán caer en el abismo
ese mismo que toda la vida sufrí,
y ya no estaré allí,
porque de esa vida me fui.

Quizá algún día su alma me acompañe,
y no sea como en vida,
no creo que su alma me dañe,
ahora la vida es consentida
y la muerte por fin nos engañe.

Seremos ángeles,
de un inmenso amor escondido
y siempre será así,
aunque en vida haya padecido
y siempre ella haya sonreído,
y por fin al terminar la vida esté conmigo
aquí feliz con ella a mi lado...
tal vez, ese sea nuestro destino.
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