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Recital de Sonetos IV

Publicado por malco en el blog El blog de Malco / El solar de la palabra.. Vistas: 628

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Federico García Lorca

"Ni yo ni ningún poeta, sabemos lo que es poesía".

Sonetos del amor oscuro


Soneto gongorino

Este pichón del Turia que te mando,
de dulces ojos y de blanca pluma,
sobre laurel de Grecia vierte y suma
llama lenta de amor do estoy parando.

Su cándida virtud, su cuello blando,
en limo doble de caliente espuma,
con un temblor de escarcha, perla y bruma
la ausencia de tu boca está marcando.

Pasa la mano sobre tu blancura
y verás qué nevada melodía
esparce en copos sobre tu hermosura.

Así mi corazón de noche y día,
preso en la cárcel del amor oscura,
llora, sin verte, su melancolía.

Llagas de amor

Esta luz, este fuego que devora.
Este paisaje gris que me rodea.
Este dolor por una sola idea.
Esta angustia de cielo, mundo y hora.

Este llanto de sangre que decora
lira sin pulso ya, lúbrica tea.
Este peso del mar que me golpea.
Este alacrán que por mi pecho mora.

Son guirnalda de amor, cama de herido,
donde sin sueño, sueño tu presencia
entre las ruinas de mi pecho hundido.

Y aunque busco la cumbre de prudencia
me da tu corazón valle tendido
con cicuta y pasión de amarga ciencia.

Soneto de la guirnalda de las rosas

¡Esa guirnalda! ¡Pronto! ¡Que me muero!
¡Teje deprisa! ¡Cantal ¡Gime! ¡Canta!
Que la sombra me enturbia la garganta
y otra vez viene y mil la luz de enero.

Entre lo que me quieres y te quiero,
aire de estrellas y temblor de planta
espesura de anémonas levanta
con oscuro gemir un año entero.

Goza el fresco paisaje de mi herida,
quiebra juncos y arroyos delicados,
bebe en muslo de miel sangre vertida.

Pronto ¡prontol! Que unidos, enlazados,
boca rota de amor y alma mordida,
el tiempo nos encuentre destrozados.

El poeta dice la verdad

Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.

El poeta pide a su amor
que le escriba


Amor de mis entrañas, viva muerte,
en vano espero tu palabra escrita
y pienso, con la flor que se marchita,
que si vivo sin mí quiero perderte.

El aire es inmortal, la piedra inerte
ni conoce la sombra ni la evita.
Corazón interior no necesita
la miel helada que la luna vierte.

Pero yo te sufrí, rasgué mis venas,
tigre y paloma, sobre tu cintura
en duelo de mordiscos y azucenas.

Llena, pues, de palabras mi locura
o déjame vivir en mi serena noche
del alma para siempre oscura.

Ay voz secreta del amor oscuro

¡Ay voz secreta del amor oscuro!
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!

¡Ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡ay perro en corazón, voz perseguida!
¡silencio sin confín, lirio maduro!

Huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.

Deja el duro marfil de mi cabeza,
apiádate de mí, ¡rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza!


Noche del amor insomne

Noche arriba los dos con luna llena,
yo me puse a llorar y tú reías.
Tu desdén era un dios, las quejas mías
momentos y palomas en cadena

Noche abajo los dos. Cristal de pena,
llorabas tú por hondas lejanías.
Mi dolor era un grupo de agonías
sobre tu débil corazón de arena.

La aurora nos unió sobre la cama,
las bocas puestas sobre el chorro helado
de una sangre sin fin que se derrama.

Y el sol entró por el balcón cerrado
y el coral de la vida abrió su rama
sobre mi corazón amortajado.

El poeta pregunta a su
amor por la ciudad
encantada de Cuenca


¿Te gustó la ciudad que gota a gota
labró el agua en el centro de los pinos?
¿Viste sueños y rostros y caminos
y muros de dolor que el aire azota?

¿Viste la grieta azul de luna rota
que el Júcar moja de cristal y trinos?
¿Han besado tus dedos los espinos
que coronan de amor piedra remota?

Te acordaste de mí cuando subías
al silencio que sufre la serpiente,
prisionera de grillos y de umbrías?

¿No viste por el aire transparente
una dalia de penas y alegrías
que te mandó mi corazón caliente?

El poeta habla por teléfono con el amor

Tu voz regó la duna de mi pecho
en la dulce cabina de madera.
Por el sur de mis pies fue primavera
y al norte de mi frente flor de helecho.

Pino de luz por el espacio estrecho
cantó sin alborada y sementera
y mi llanto prendió por vez primera
coronas de esperanza por el techo.

Dulce y lejana voz por mí vertida.
Dulce y lejana voz por mí gustada.
Lejana y dulce voz amortecida.

Lejana como oscura corza herida.
Dulce como un sollozo en la nevada.
¡Lejana y dulce en tuétano metida!

El amor duerme en el pecho del poeta

Tú nunca entenderás lo que te quiero
porque duermes en mí y estás dormido.
Yo te oculto llorando, perseguido
por una voz de penetrante acero.

Norma que agita igual carne y lucero
traspasa ya mi pecho dolorido
y las turbias palabras han mordido
las alas de tu espíritu severo.

Grupo de gente salta en los jardines
esperando tu cuerpo y mi agonía
en caballos de luz y verdes crines.

Pero sigue durmiendo, vida mía.
Oye mi sangre rota en los violines.
¡Mira que nos acechan todavía!

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Julio Cortázar

El bis reversible

De arriba abajo o bien de abajo arriba
este camino lleva hacia sí mismo
simulacro de cima ante el abismo
árbol que se levanta o se derriba

quien en la alterna imagen lo conciba
será el poeta de este paroxismo
en un amanecer de cataclismo
náufrago que a la arena al fin arriba

vanamente eludiendo su reflejo
antagonista de la simetría
para llegar hasta el dorado gajo

visionario amarrándose a un espejo
obstinado hacedor de la poesía
de abajo arriba o bien de arriba abajo.


* El autor de Rayuela y 62 modelo para armar vuelve a proponer que fragmentemos y rearmemos el texto, esta vez simplemente invirtiendo el orden en que leemos los versos. Dejando de lado la pequeña mácula de usar la misma palabra como rima (versos 1 y 8), el soneto es formalmente impecable.


Igual, al leer la primera línea uno se imagina por un instante que leído de abajo a arriba también sería un soneto, pero en este caso no es así, la estructura de rimas no sirve. Le surge entonces a uno la pregunta ¿es posible construir un soneto con una rima tal que de abajo hacia arriba también sea un soneto? Yo tuve que hacerme un diagrama para darme cuenta:



Como la rima de los tercetos es muchísimo más libre, acá la puse como X, y en el segundo renglón usé letras distintas, C y D para representar otro par de rimas. Estas dos estructuras coinciden en los versos 7 y 8, por lo que para que todo funcione bien B debe ser igual a C y A igual a D. El resultado final es un soneto con la siguiente estructura:

El último pequeño detalle, que está bien logrado en éste de Cortázar, es que leído de abajo a arriba también tenga algún sentido. Puntos extra si el sentido cambia cuando se cambia de dirección de lectura.

Tres sonetos eróticos

Su mono azul le ciñe la cintura,
le amanzana las nalgas y los senos,
la vuelve un muchachito y le da plenos
poderes de liviana arquitectura

Al viento va la cabellera oscura,
es toda fruta y es toda venenos;
el remar de sus muslos epicenos
inventa una fugaz piscicultura.

Amazona de mono azul, el arte
la fija en este rito paralelo,
cambiante estela a salvo de mudanza;

viejo poeta, mírala mirarte
con ojos que constelan otro cielo
donde no tiene puerto tu esperanza.

***

Una carta de amor

Todo lo que de vos quisiera
es tan poco en el fondo
porque en el fondo es todo,


como un perro que pasa, una colina,
esas cosas de nada, cotidianas,
espiga y cabellera y dos terrones,
el olor de tu cuerpo,
lo que decís de cualquier cosa,
conmigo o contra mía,


todo eso es tan poco,
yo lo quiero de vos porque te quiero.


Que mires más allá de mí,
que me ames con violenta prescindencia
del mañana, que el grito
de tu entrega se estrelle
en la cara de un jefe de oficina,


y que el placer que juntos inventamos
sea otro signo de la libertad.


***

Liquidación de saldos

Me siento morir en ti, atravesado de espacios
que crecen, que me comen igual que mariposas
hambrientas.

Cierro los ojos y estoy tendido en tu memoria,
apenas vivo,
con los abiertos labios donde remonta el río del
olvido.

Y tú, con delicadas pinzas de paciencia me
arrancas los dientes, las pestañas, me desnudas
el trébol de la voz, la sombra del deseo,
vas abriendo en mi nombre ventanas al espacio
y agujeros azules en mi pecho
por donde los veranos huyen lamentándose.

Transparente, aguzado, entretejido de aire
floto en la duermevela, y todavía
digo tu nombre y despierto acongojado.

Pero te esfuerzas y me olvidas,
yo soy apenas la burbuja
que te refleja, que destruirás
con sólo un parpadeo.

Julio Cortázar

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Octavio Paz


Sonetos
I
Inmóvil en la luz, pero danzante,
tu movimiento a la quietud se cría
en la cima del vértigo se alía
deteniendo, no al vuelo, sí al instante.

Luz que no se derrama, ya diamante,
detenido esplendor del mediodía,
sol que no se consume ni se enfría
de cenizas y fuego equidistante.

Espada, llama, incendio cincelado,
que ni mi sed aviva ni la mata,
absorta luz, lucero ensimismado:

tu cuerpo de sí mismo se desata
y cae y se dispersa tu blancura
y vuelves a ser agua y tierra oscura.

II
El mar, el mar y tú, plural espejo,
el mar de torso perezoso y lento
nadando por el mar, del mar sediento:
el mar que muere y nace en un reflejo.

El mar y tú, su mar, el mar espejo:
roca que escala el mar con paso lento,
pilar de sal que abate el mar sediento,
sed y vaivén y apenas un reflejo.

De la suma de instantes en que creces,
del círculo de imágenes del año,
retengo un mes de espumas y de peces,

y bajo cielos líquidos de estaño
tu cuerpo que en la luz abre bahías
al oscuro oleaje de los días.

III
Del verdecido júbilo del cielo
luces recobras que la luna pierde
porque la luz de sí misma recuerde
relámpagos y otoños en tu pelo.

El viento bebe viento en su revuelo,
mueve las hojas y su lluvia verde
moja tus hombros, tus espaldas muerde
y te desnuda y quema y vuelve hielo.

Dos barcos de velamen desplegado
tus dos pechos. Tu espalda es un torrente.
Tu vientre es un jardín petrificado.

Es otoño en tu nuca: sol y bruma.
Bajo del verde cielo adolescente.
tu cuerpo da su enamorada suma.


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El soneto de rigor

Las rosas están insoportables en el florero
JAIME SABINES


Tal vez haya un rigor para encontrarte
el corazón de rosa rigurosa
ya que hablando en rigor no es poca cosa
que tu rigor de rosa no te harte.

Rosa que estás aquí o en cualquier parte
con tu rigor de pétalos, qué sosa
es tu fórmula intacta, tan hermosa
que ya es de rigor desprestigiarte.

Así que abandonándote en tus ramos
o dejándote al borde del camino
aplicarte el rigor es lo mejor.

Y el rigor no permite que te hagamos
liras ni odas cual floreros, sino
apenas el soneto de rigor.

Soneto del abandono

A veces si me siento abandonado
me encuentro y desencuentro en el vacío
y allí la soledad es como un río
que me alcanza residuos del pasado

el abandono vive su pecado
que es de los otros y también es mío
tirita el alma porque tiene frío
y ya no se refugia en lo sagrado

algo ocurre de pronto en el presente
por fin abre su cofre la palabra
y el enigma se vuelve transparente

sin pensarlo dos veces me apasiono
la pasión pasa a ser mi abracadabra
y entonces no me importa el abandono.

Mario Benedetti

(Testigo de uno mismo, Visor Libros, Madrid 2009)



Soneto de la que se fué

Yo quisiera mirarte conocerte
como te conocí cuando vivías
y me mirabas con miradas mías
y yo gozaba de mi buena suerte


pero el pasado en nada te convierte
y te quita inflexible de mis días
sólo mi ensueño enciende sus bujías
para que resucites de tu muerte

ya no me entiendo con mis soledades
ni con la soledad de los que quiero
una a una desfilan las edades

y quedan mis preguntas sin respuestas
a esta altura es muy poco lo que espero
pero prosigo con tu muerte a cuestas

Mario Benedetti


SONETO DE LO POSIBLE

Puede ser que una vez, en un desvelo,
descubramos que el mundo es una fiesta,
y encontremos al fin…
esa respuesta que desde siempre
nos esconde el cielo.
Puede ser que una noche, en algún vuelo,
ganemos sin querer alguna apuesta…
y advirtamos que un alma está dispuesta
a servirnos de paz y de consuelo.
Puede ser que el transcurso de los años
nos vaya proponiendo otra corriente
dejándonos con suerte y sin extraños,
y aunque en la piel nos queden cicatrices…
desde el viejo pasado hasta el presente,
puede ser que logremos ser felices.


Puede ser que en algún momento, de algún día……
regresemos a viejas calles salpicadas de lluvia y viento,
a viejos bancos enmohecidos a base de besos,
y a oscuros portales que guardan caricias prohibidas en su tiempo.

Puede ser que en algún momento,
recordemos que lo que fuimos lo continuamos siendo,
y que eso, precisamente…
es la fuerza que late muy adentro,
y la pequeña brasa que aviva un sentimiento.

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José Asunción Silva

Soneto

Tiene instantes de horribles amarguras
la sed de idolatrar que al hombre agita,
del Supremo Señor la faz bendita
ya no sonríe del cielo en las alturas.

¡Qué poco logras, Fe, cuando aseguras
término a su ansiedad que es infinita
y otra vida después, do resucita
y halla en un mundo mejor, horas más puras!

Sin columna de luz, que en el desierto
guíe su paso a punto conocido
continúa el crüel peregrinaje,

para encontrar en el futuro incierto
las soledades hondas del olvido
tras las fatigas del penoso viaje.

A Adriana


Mientras que acaso piensa tu tristeza
en la patria distante y sientes frío
al mirar donde estás, y el desvarío
de la fiebre conmueve tu cabeza,

yo soñando en tu amor y en tu belleza,
amor jamás por mi desgracia mío
de la profundidad de mi alma, envío
a la pena un saludo de terneza.

Si cuando va mi pensamiento errante
a buscarte en parejas de otro mundo
con la nostalgia se encontrara a solas

sobre las aguas de la mar gigante
entre el cielo purísimo y profundo
y el vaivén infinito de las olas.

A un pesimista


Hay demasiada sombra en tus visiones,
algo tiene de plácido la vida;
no todo en la existencia es una herida
donde brote la sangre a borbotones.


La lucha tiene sombra; y las pasiones
agonizantes, la ternura huida,
todo lo amado que al pasar se olvida
es fuente de angustiosas decepciones.

Pero, ¿por qué dudar, si aún ofrecen,

en el remoto porvenir oscuro,
calmas hondas y vividos cariños

la ternura profunda, el beso puro
y manos de mujer, que amantes mecen
las cunas sonrosadas de los niños?


Taller moderno

Por el aire del cuarto, saturado
de un olor de vejeces peregrino,
del crepúsculo el rayo vespertino,
va a desteñir los muebles de brocado.

El piano está del caballete al lado
y de un busto del Dante el perfil fino,
del arabesco azul de un jarrón chino,
medio oculta el dibujo complicado.

Junto al rojizo orín de una armadura,
hay un viejo retablo, donde inquieta,
brilla la luz del marco en la moldura,

y parecen clamar por un poeta
que improvise del cuarto la pintura
las manchas de color de la paleta.

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Rubén Darío

De invierno

En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
Envuelta con su abrigo de marta cibelina
Y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
Rozando con su hocico la falda de Alençón,
No lejos de las jarras de porcelana china
Que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;
Entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
Voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

Como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos, mírame, con su mirar risueño,
Y en tanto cae la nieve del cielo de París.


Un soneto a Cervantes

Horas de pesadumbre y de tristeza
paso en mi soledad. Pero Cervantes
es buen amigo. Endulza mis instantes
ásperos, y reposa mi cabeza.

Él es la vida y la naturaleza,
regala un yelmo de oros y diamantes
a mis sueños errantes.
Es para mí: suspira, ríe y reza.

Cristiano y amoroso y caballero
parla como un arroyo cristalino.
¡Así le admiro y quiero,

viendo cómo el destino
hace que regocije al mundo entero
la tristeza inmortal de ser divino!

Venus



  • En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría.
    En busca de quietud bajé al fresco y callado jardín.
    En el obscuro cielo Venus bella temblando lucía,
    como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.

    A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,
    que esperaba a su amante bajo el techo de su camarín,
    o que, llevada en hombros, la profunda extensión recorría,
    triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.

    "¡Oh, reina rubia! -díjele, mi alma quiere dejar su crisálida
    y volar hacia a ti, y tus labios de fuego besar;
    y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,

    y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar".
    El aire de la noche refrescaba la atmósfera cálida.
    Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.

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Nicolás Guillén

Cerca de ti, ¿por qué tan lejos verte?
¿Por qué noche decir, si es mediodía?
Si arde mi piel, ¿por qué la tuya es fría?
si digo vida yo, ¿por qué tú muerte?

Ay, ¿por qué este tenerte sin tenerte?
Este llanto ¿por qué, no la alegría?
¿Por qué de mi camino te desvía
quién me vence tal vez sin ser más fuerte?

Silencio. Nadie a mi dolor responde.
Tus labios callan y tu voz se esconde.
¿A quien decir lo que mi pecho siente?

A ti, François Villón, poeta triste,
lejana sombra que también supiste
lo que es morir de sed junto a la fuente.


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Juan Ramón Jiménez

Al soneto con mi alma


Como en el ala el infinito vuelo,
cual en la flor está la esencia errante,
lo mismo que en la llama el caminante
fulgor, y en el azul el solo cielo;

como en la melodía está el consuelo,
y el frescor en el chorro, penetrante,
y la riqueza noble en el diamante,
así en mi carne está el total anhelo.

En ti, soneto, forma, esta ansia pura
copia, como en un agua remansada,

todas sus inmortales maravillas.

La claridad sin fin de su hermosura

es, cual cielo de fuente, ilimitada
en la limitación de tus orillas.

Sonetos
. I
A tu abandono opongo la elevada
torre de mi divino pensamiento.
Subido a ella, el corazón sangriento

verá la mar, por él empurpurada.

Fabricaré en mi sombra la alborada,
mi lira guardaré del vano viento,
buscaré en mis entrañas mi sustento...
Mas, ¡ay!, ¿y si esta paz no fuera nada?

-¡Nada, s¡, nada, nada...! -O que cayera
mi corazón al agua, y de este modo
fuese el mundo un castillo hueco y frío...

Que tú eres tú, la humana primavera,
la tierra, el aire, el agua, el fuego, ¡todo!
...¡y soy yo sólo el pensamiento mío!


II

Estaba echado yo en la tierra, enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.

Lento, el arado, paralelamente,
abría el haza oscura, y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.

Pensé arrancarme el corazón y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno;

a ver si con romperlo y con sembrarlo
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.


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