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Te recuerdo.

Publicado por Engel en el blog El blog de Engel. Vistas: 1141

Te recuerdo …eras Ayer y duraste una mañana.
Te recuerdo en los colores y los fríos
con otras dimensiones
de la niñez blanca indefinida.

Te recuerdo en el río, en el aula,
en el patio de recreo jugando con los niños.
En él se me curtió en la piel la primavera.

Te recuerdo en las caricias de una niña
volando como telarañas en el viento
atrapando la luz de mi inocencia para siempre.

Tras la cabriola de un espejo, oigo el aula,
bulle de ella un rumor compacto
de voces imprecisas, de unos niños
que recitan la oración de cada día.

Suena misteriosa la voz del maestro
dibujando tu geometría en polvo
en la oscura faz de la pizarra.

Tras el cristal opaco del recuerdo
te diluyes en el tiempo, y en el vuelo
de una mariposa, y en la voz
ronca del maestro,
y en el último grito infantil
y se cierra la vieja puerta.

La madera carcomida restalla
despertando aquella herida,
el primer amor, el viento del norte.
La tarde quiebra el último rescoldo
derramando nostalgias en la escuela.

En ti nací para el amor
tan cerca de mi andadura
que a ti quiero volver para el recuerdo
envuelto en tiza blanca, en oraciones
que amasaron mi alma en la niñez
que duró una mañana...

...cuando los niños pintábamos
de oro y menta las praderas
cuando la lluvia nos peinaba
con sonrisas de plata,
en el patio de los juegos
de cañones y de espadas
de sueños blancos y de lunas
de auroras y esperanzas.

Sobre el polvo del sendero
al trote de corceles
niños y niñas jugábamos
hacia un futuro de acero
con oro y fuego en nuestras almas.

Recuerdo que duraste una mañana
eras Ayer cuando partíamos
de tus umbrales a la nada. ​


Hoy eres memoria de otros días, sombra de un tiempo que llevó en sus manos mi inocencia. Miro tus restos. Aún perduran en pie las rudas piedras que los sueños guardaron mientras fuimos niños entre tus muros. La memoria retorna hasta ese ayer hoy ya perdido. Hasta el vestigio de las mañanas radiantes en el patio. Apenas queda el eco de tus horas. El maestro espera sentado en su mesa mientras escribe despacio, y van cayendo lentamente tus minutos al fondo del aula rota por la luz que muere en el sosiego de manos dulces y pequeñas. Van pasando tus días y tus años y nuestras vidas, como un alud que arrastra la inocencia mientras te llevas los recuerdos entrelazados en la melancolía.
Está el maestro recordando ese vivir hondo y perdido de su largo vagar por este mundo. Suena el viejo reloj. Apenas llega hasta los niños cada golpe y se diluye en nuestra sangre también, y nos golpean los cuartos y las horas y los días de un tiempo indefinible que brota en el agua de nuestras almas incompletas.
En ti está lo que soy. ¿Quién me encadena a un tiempo que ha escapado? ¿Qué ha ocurrido y cómo rescataré el recuerdo si no queda ya en pie ni un muro de la escuela y todo ha dejado de ser como antes era? No puedo ya mirar. Si miro nuevamente hacia ti se alza la niebla y se pierde de nuevo en el vacío de la tarde que cesa.
Voy despacio alejándome ya, corriendo aprisa para perder el eco de las voces que me inundan con fuerza. Nunca supe cómo la infancia sucumbió junto a tu sueño. Todo se vuelve melancolía sobre tu gris en la memoria.
Escribe mi corazón letras de tu ausencia y se vuelca en la fiebre de la belleza toda. Porque al final sucede lo imposible: y lo que tanto amamos sucumbe al borde de tus muros.
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