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Valores como los tuyos

Publicado por Robsalz en el blog El blog de Robsalz. Vistas: 411

Ridículos los pasa una a cualquier edad, no importa si se está en la escuela o si ya está pensionado. Nadie está exento de llevarse algún chasco de esos que no contaremos a nuestros nietos, pero que entre las amigas sirve para reírnos de nosotras mismas.

A mis diecinueve años tuve unos de esos casos, con el hombre que creí hasta ese momento como el amor de mi vida, después de nueve meses de noviazgo puro y casi santo. Así como lo lees, Samuel era un cristiano extremista decaído en pleno siglo veintiuno, habían cosas que no se podían hacer durante el noviazgo porque todo eso era malo ante los ojos de nuestro Señor Jesucristo. Este hombre llevaba el cristianismo hasta en las uñas de las manos y eso que me lleva una leve diferencia de once años.

Yo trabajaba en un banco, sábados incluidos, en ese banco con el logo de un león y el eslogan "Valores como los tuyos" , Samuel siempre iba a recogerme al trabajo a mediodía, "Giselle, a las ocho la quiero aquí" decía mi madre, la pobre tenía la idea de que una muchacha no debía acostarse con el novio antes de casarse "ay mami, hay que probar la carne antes, no ve que después sale mala" , después de la segunda vez que le respondí eso, no volvió a tocar el tema.

Ese sábado llegó Samuel a recogerme en su motocicleta.

- Amor, hay un lugar que están estrenando y que si quiere podemos ir a conocer.
- ¿Dónde?.
- Es un motel acá cerca.

Ópale, el cristianismo se estaba tomando vacaciones este día.

- El Edén se llama.
- ¿Un motel?... -esto es una señal o una prueba- diay, sí, podemos ir.
- Ahí tengo la motocicleta.
- ¿Usted está loco o lo picó un chancho?... yo no voy a ir a un motel en motocicleta.

Lo dejé perdido, solía perderse en esa mirada habitualmente.

- Podemos ir en taxi.

¡En taxi!, ¡qué hombre más original!, claro, no será la primera vez que una pareja pida taxi para un motel, la diferencia es que mi uniforme (y llevo uniforme porque no sabía que iría a un motel) lleva el eslogan de "Valores como los tuyos". Acepté ir por dos muy poderosas razones: ese motel no lo conocía aún, y segundo, si a este hombre no lo aprovecho hoy que Jesucristo está de vacaciones, no lo aprovecho nunca.

Mientras íbamos de camino me di cuenta de un detalle costumbrista que tengo, nunca combino la ropa interior, por ese motivo andaba un sostén anaranjado y una tanga azul, aunque, bueno, no creo que los hombres se fijen mucho en la combinación de la ropa interior cuando se van a acostar con una mujer, no sabría decirlo por Samuel porque nunca he estado con él.

Samuel pagó la rayita al taxista (cinco mil colones), estábamos en la puerta del dormitorio, no se ve tan mal este lugar, entramos. Yo me imaginé a aquél hombre once años mayor que yo como toda una fiera en la cama, que me iba a destrozar apenas entráramos, como en esas películas que una chica como yo jamás ha visto.

-Voy a poner el agua para el jacuzzi.

Vaya, va avanzando este hombre, podemos darle rienda al jinete primero en la cama y de ahí hacemos un postrecito en el jacuzzi.

- ¿Pongo el televisor?.
- Sí, claro - así mis gritos no se escucharán en los pasillos.

No hay control remoto, al menos ninguno que encontremos, y yo grito mucho, ocupo eso, diez minutos dándole vueltas al lugar, detrás del televisor, en el baño, de cuatro patas mirando bajo la cama, que se ve y está suavecita, de pie sobre el colchón buscando en las repisas, cuando con un mal movimiento nos caemos y golpeo el respaldar con mi cabeza, con toda la fuerza posible, se enciende el televisor, el maldito control está detrás de la cama, en la pared. ¡Una porno!, en realidad sólo ingresan canales porno.

- No hay otra cosa en este televisor - dice Samuel.

Y ¿qué esperaba? ¡Cartoon Network!, obvio que sería lo más probable encontrar pornografía en un motel. Apagamos el televisor porque parece que el cristianismo se quiere asomar, intenta poner música en los parlantes que están en la pared y no hay control, esta bronca no me la como yo, otros cinco minutos y él buscando el control, para darse cuenta que también estaba detrás de la cama, lo que yo presentía, pero nunca dije.

Por fin, a lo que vinimos, nos besamos y empezamos a reconocer terreno ajeno.

- Amor - me mira como sospechoso, bueno, eso parece-.
- ¿Qué pasa?.
- No traigo condones - por su cara parece que es en serio-.
- ¿Qué?.

Vinimos hasta acá y no trae condones, lo mando a la recepción del lugar, sin sombrerito el soldado no se mete en el castillo. Ahí estoy acostada, lo más sexy que puedo, esperando que vuelva y después de un par de minutos regresa... continuamos donde quedamos...

-Amor - y vuelve la cara de sospechoso-.
- ¿Qué? - mi cara no tenía sospechas, más bien era como de reto-.
- Perdí los condones - ¡por Dios!, me pongo las manos en la cintura-.
- ¡Pero acaba de comprarlos!.
- Sí - y su cara cambió de sospechoso a estúpido-.
- ¿Entonces? - acomodo mis lentes y me siento en la cama-.
- Los perdí.

Si se lo preguntan, no, ese día el soldado no se metió en el castillo, seis meses después terminamos y yo seguí trabajando en el banco, con el eslogan sobre mi pecho "Valores como los tuyos".

Fin
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